Beato Ciriaco María Sancha Hervás, obispo y fundador
fecha: 25 de febrero
n.: 1833 - †: 1909 - país: España
canonización: B: Benedicto XVI 18 oct 2009
hagiografía: Archidiócesis de Toledo
n.: 1833 - †: 1909 - país: España
canonización: B: Benedicto XVI 18 oct 2009
hagiografía: Archidiócesis de Toledo
Elogio: En Toledo, España, beato Ciriaco
María Sancha Hervás, obispo, Cardenal Primado de España y fundador de las
Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha.
Ciriaco Sancha y Hervás nacía en Quintana
del Pidio (Burgos) el 18 de junio de 1833 en el seno de una modesta familia de
labradores. Su infancia y primera juventud discurren en las faenas propias del
campo castellano, entre viñedos y rebaños que esquilar. Un momento especial de
sufrimiento lo produciría la prematura muerte de su madre, cuando Ciriaco
contaba con diez años. A los trece perdería a su hermana mayor, su segunda
madre. Con diecinueve de edad ingresaba en el Seminario de su diócesis, Osma,
para comenzar la carrera breve de estudios eclesiásticos. Pero sus cualidades y
virtud aconsejaron becarle para cursar la carrera eclesiástica completa. En
1858 era ordenado sacerdote en Burgo de Osma. Durante los primeros años de su
sacerdocio pudo compatibilizar la docencia en el Seminario con la ampliación de
estudios teológicos, que culminó brillantemente en Salamanca en 1861.
En 1862 el arzobispo de Santiago de Cuba,
don Primo Calvo Lope, le proponía acompañarle a las Antillas y le nombraba
Secretario de Cámara y Gobierno de su Arzobispado. Allí desarrolló una fecunda
labor apostólica, orientada en gran medida al servicio y alivio de los
damnificados por la primera guerra de independencia cubana; a tal fin fundaría
en 1869 las Hermanas de los pobres inválidos y niños pobres, en la actualidad
Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha. La muerte repentina de don Primo
Calvo dos años antes, en 1867, dejaba vacante aquella sede. Don Ciriaco recibía
el nombramiento de Medio Racionero de la catedral de Santiago de Cuba, y poco
tiempo después ganaba la oposición a canónigo penitenciario. La revolución de
1868, y la posterior proclamación de la primera República, abrían un triste
capítulo de anticlericalismo en España. Un grave incidente se produjo cuando el
gobierno eligió a Pedro Llorente Miguel para ocupar la vacante sede de Santiago
de Cuba; candidato de dudosa conducta, no llegó a recibir de Roma la bula de
nombramiento para ocupar la sede arzobispal cubana. Se abría un cisma en
aquella archidiócesis (1 agosto 1873), que provocó el ingreso en prisión de don
Ciriaco y don José María Orberá y Carrión -encargado del Vicariato
Eclesiástico- por permanecer fieles a la Santa Sede. Esta fidelidad, troquelada
a lo largo de un año de encarcelamientos, se vio reconocida en ambos clérigos
con la dignidad episcopal en los primeros compases de la Restauración. El 13 de
marzo de 1876 recibía la consagración episcopal de manos del Primado, don Juan
Ignacio Moreno Maisonave, como obispo auxiliar de Toledo. Añadía a su primer
nombre el de María, por su devoción a la Madre de Dios. Ejerció su ministerio
sobre todo en Madrid, donde estuvo encargado de la vida consagrada, promoviendo
además la organización de la asociación de la Propagación de la Fe -primera en
fundarse en España-. Asimismo preparó el camino para que Madrid fuera erigida
como diócesis; en su ministerio se impulsó la construcción de un templo en
honor de Santa María de la Almudena. Aparte de su pastoreo en la Villa y Corte,
realizó la visita pastoral por la amplísima archidiócesis que constituía
entonces Toledo.
Nombrado seis años después obispo de
Ávila, tomó posesión de esta sede el 29 de junio de 1882. Allí volvió a hacer
gala de una incansable actividad asociada a una profunda vida interior. Fruto
de lo cual fue la visita pastoral por toda la diócesis. Se dedicó con todo
entusiasmo a impulsar el espíritu sacerdotal de su clero y elevar el nivel
moral, intelectual y espiritual del Seminario, creando una sección de
seminaristas pobres. Asimismo fundó la primera Trapa femenina de España en
Tiñosillos, dotándole de unas constituciones propias, adaptadas a la realidad
española. En Ávila no fue ajeno al desarrollo de los acontecimientos sociales y
políticos nacionales, en los que luchó por la independencia de la Iglesia
frente a las injerencias del poder civil. Durante estos años se produjo un
hecho que vino a zarandear los tranquilos avatares de don Ciriaco María en la
diócesis abulense: Miguel Morayta -catedrático de Historia y reconocido masón-
con motivo de la apertura de curso en la Universidad Central de Madrid (1884),
pronunciaba una polémica lección inaugural que propició una carta pastoral de
don Ciriaco María; carta que fue secundada por varios obispos en sus
respectivas diócesis y que provocaría diversos incidentes universitarios en la
capital. Ya desde su estancia en Ávila, Sancha manifestó su preocupación por
uno de los problemas centrales que angustiaban a la Iglesia española de su
tiempo: la maltrecha unidad de los católicos. Precisamente en Ávila concibió el
proyecto de organizar Congresos católicos nacionales.
Promovido en octubre de 1884 para ser el
primer obispo de Madrid-Alcalá, la Santa Sede contemplaba en él no sólo su
fuerte adhesión al Santo Padre, sino también su agudeza de mente y la
constancia en llevar a cabo sus proyectos... Cualidades todas ellas muy
importantes para levantar una diócesis naciente y con problemas difíciles de
resolver. Pero la oposición enconada de un ministro -agraviado por la libertad
de espíritu con que don Ciriaco María denunció el discurso de Morayta en la
Universidad Central- aconsejó a la Santa Sede poner su mirada en otro
candidato. Sin embargo, el asesinato de don Narciso Martínez Izquierdo, primer
obispo de Madrid-Alcalá, obligó a un cambio de planes: don Ciriaco María
aceptaba en circunstancias sumamente difíciles esta sede recién creada
renunciando a la apetecible de Santiago, sede que conllevaría un seguro título
cardenalicio. El 8 de septiembre haría su entrada solemne en la capital. Lo
primero que ocupó su empeño fue la reforma de un clero de aluvión que, en
algunos de sus efectivos, presentaba graves carencias e irregularidades,
procedente de toda España, en la Corte se sentía libre del control de sus
obispos de origen. Los actos conmemorativos para festejar el jubileo sacerdotal
de León XIII, empezaron a dar las primeras pruebas de un talento organizador
que le seguiría a lo largo de todo su ministerio episcopal. Sensible a la
preocupación eclesial y social del Papa, se situó en primera línea entre los
obispos por su visión de la realidad española. En la primavera de 1889
organizaba el primer Congreso católico nacional, el de Madrid; primero de una
serie de seis que se celebrarían en distintas capitales españolas con el fin de
propiciar la unidad de los católicos y su organización para hacer frente a los
retos del momento; si esa unidad era prácticamente imposible en lo político, al
menos habría que intentarlo en el terreno social, educativo, propagandístico,
etc. Al hilo de los Congresos católicos se instituyó la Junta Central de acción
católica, en la que colaborarían con él las personalidades más relevantes del
catolicismo finisecular.
La publicación de la encíclica Rerum
Novarum le hizo intensificar la divulgación de la doctrina social de la
Iglesia. Otras realizaciones en la capital del Reino fueron el impulso dado
para la creación del Seminario Conciliar, fomentando el acceso de los pobres a
la carrera eclesiástica; la prosecución de las obras de la catedral de la
Almudena; la implantación de nuevos institutos religiosos, así como
asociaciones de laicos para la propagación de la fe y la caridad. El número de
parroquias que se encontró a su llegada a la capital fue de veinte; treinta
dejó a su salida de la misma.
El 17 de noviembre de 1892 hacía su
entrada en Valencia. Se encontró con una realidad muy compleja y convulsa por
su desarrollo industrial y la presión que el republicanismo anticlerical
ejercía sobre los obreros. En 1893 organizó el primer Congreso eucarístico
nacional. Su inquietud social le llevó a fundar el Consejo Nacional de las
Corporaciones Católico-Obreras, del que sería presidente; y en calidad de tal
organizó la primera Asamblea Nacional de los Círculos, dando un serio impulso a
patronatos y otras asociaciones obreras católicas. En este contexto se inscribe
la peregrinación nacional obrera a Roma que organizó con motivo del jubileo
episcopal de León XIII, y que congregó a 18.000 obreros de toda España en abril
de 1894. Peregrinación que supone un hito importantísimo para una mayor
aceptación, por parte de los católicos españoles, del poder constituido y de la
monarquía alfonsina, hacia la cual León XIII mostró repetidos gestos de
cordialidad buscando una necesaria estabilidad social, tan necesaria en España.
En el consistorio del 18 de mayo de ese mismo año don Ciriaco María era creado
cardenal, con el título de San Pedro in Montorio. La conversión del Seminario
Central en Universidad Pontificia se cuenta entre sus logros, siempre buscando
la mejor formación de las vocaciones al sacerdocio y la promoción moral y
espiritual del clero. Dicha promoción resultaba extremadamente difícil debido,
entre otras razones, al estado de indigencia en que se encontraban los
sacerdotes, sin medios para su propia subsistencia. A fin de hacer frente a
esta situación, fundó el Montepío del Clero Valentino, institución que
confraternizó a los sacerdotes en un común esfuerzo por su supervivencia y
realce moral, intelectual y espiritual. Trabajó denodadamente para liberar al
clero de compromisos políticos, consciente de que en ello se jugaba la dignidad
del estado sacerdotal y la penetración que el Evangelio estaba llamado a
efectuar en la sociedad. Además, ejerció una notable influencia en los
intelectuales valencianos por medio de tertulias mensuales que convocaba en el
palacio arzobispal y la revista científica que se publicaba
periódicamente.
El 24 de marzo de 1898 era nombrado
Arzobispo de Toledo, Primado de España y Patriarca de las Indias Occidentales,
haciendo su entrada solemne el 5 de junio. Tomaba posesión de la archidiócesis
primada justo en el llamado «año del desastre» -es decir, de la pérdida de las
últimas posesiones españolas en América-, con el encargo de la Santa Sede de
liderar la unidad de los católicos y del episcopado. La desorientación en la
que estaba inmersa la Iglesia española era muy grande. No sólo la sociedad
atravesaba por una profunda crisis de identidad; la propia Iglesia estaba
afectada por tensiones centrífugas que amenazaban con derivas cismáticas. A
ello tuvo que hacer frente el Primado, exhibiendo una vez más su inquebrantable
fidelidad a la Sede de Pedro. Se encontró con un Seminario en estado de
postración, por lo que al mes de su ingreso en la diócesis encomendó la
formación de los seminaristas a don Manuel
Domingo y Sol y su Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos; cosecharían grandes éxitos en la promoción de este centro tan vital
para la diócesis. El Seminario formó parte de sus desvelos más continuados y
consiguió imprimir un nuevo estilo de sacerdote: de profunda y recia
espiritualidad, de una sólida formación intelectual y humana, enmarcada en un
estilo sencillo y de gran amor a la Iglesia. No ahorró esfuerzos en enviar
sacerdotes y seminaristas al extranjero para formarse en las mejores
universidades eclesiásticas del momento. Buscaba el crecimiento humano y
espiritual de los sacerdotes, a los que ofreció esa institución que tan buenos
resultados diera en Valencia: el Montepío del clero, esta vez toledano.
Reinstaló las conferencias morales -precedente de la formación permanente del
clero- así como la práctica de los ejercicios espirituales.
La realidad social, política y eclesial
que se encontró en la ciudad del Tajo era de enorme decadencia. Trabajó con
celo incansable por la promoción social y espiritual de su gente. A tal fin
colaboró decisivamente en la fundación y desarrollo de las Damas Catequistas,
que desplegaron una gran actividad evangelizadora en la capital y distintos
pueblos de la diócesis, en el mundo obrero y carcelario, cosechando grandes
frutos de conversión. La reinstalación de los jesuitas en Toledo sirvió para
dar un nuevo vigor a todas estas obras. En 1903 León XIII le encomendaba
liderar el proyecto de las Ligas Católicas, que tenía como objetivo la unión de
los católicos siguiendo la línea que marcaran los Congresos católicos. Se
trataba de juntas que, en distintas diócesis, se configuraban como órganos que
debían encauzar la acción de los católicos en la vida pública, unificándolos en
proyectos comunes pero respetando su distinta procedencia ideológica.
Coincidiendo con sus últimos años de vida, en 1907 convocaba la primera
Asamblea del episcopado español, el cual, después de varios intentos a lo largo
del siglo XIX y en medio de una situación nacional del todo convulsa, logró
reunirse para tratar proyectos comunes, sentando el precedente más importante
de las futuras Conferencias de metropolitanos y de la actual Conferencia
Episcopal Española. Una nueva generación de obispos -más libre de ataduras
políticas y de personalismos atávicos, y más afecta a la Santa Sede que a los
gobiernos de turno- se abría camino en España.
Una fría mañana de febrero, en la que
Toledo amaneció nevado, don Ciriaco María dispuso que el carromato del
Arzobispado se llenara de víveres y ropa para socorrer a los menesterosos de
los arrabales. Cuando regresó a casa, su debilitada salud se vio gravemente
resentida por un severo enfriamiento. A pesar de la fiebre, al día siguiente
acudió al Cerro de Gracia para dar una plática a sus Damas Catequistas. Fue su
última visita a aquella casa tan querida para él; fue la última vez que los
toledanos le vieron por sus calles atendiendo a todos. A los pocos días, el 25
de febrero de 1909 fallecía en Toledo el cardenal Sancha, conocido por todos
como «el padre de los pobres»: «El Emmo. Sr. Sancha, que se distinguió también
por su amor a los pobres, ha muerto pobre y ésta es su mejor corona de gloria»,
sentenciaba la revista La Cruz. «Vivió pobre, murió paupérrimo», reza el
epitafio de su lápida sepulcral.
Reproducción parcial de la biografía del
beato escrita por el Dr. D. Carlos Miguel García Nieto, profesor de
Historia de la Iglesia y biógrafo del Cardenal Sancha, para el dossier de la
beatificación, que puede verse completo en el sitio de la Archidiócesis de Toledo. En el
blog Cardenal Sancha,
dedicado a difundir la figura del beato y promover su canonización, se hallará
mucho más material biográfico, histórico, iconográfico, etc.
fuente: Archidiócesis de Toledo
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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