Santo Evangelio según San Marcos 4, 26-34. Viernes III del tiempo ordinario
Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: www.missionkits.org
Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: www.missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, enséñame a escuchar con paciencia tu voz, sabiendo que tu gracia no crece de la noche a la mañana, sino que germina poco a poco en mi interior.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, enséñame a escuchar con paciencia tu voz, sabiendo que tu gracia no crece de la noche a la mañana, sino que germina poco a poco en mi interior.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De pequeño recuerdo que nos pidieron sembrar un par de frijoles en un frasco; pasaba el tiempo y yo me desesperaba porque mis demás compañeros tenían una plantita más grande que la mía. Años después me visitaron unos amigos y vieron que mi planta seguía creciendo y dando frutos, no muchos, pero de manera constante. Cuando pregunté por sus plantas me dijeron que era un proyecto del año pasado, que no contaba más… en pocas palabras que sus plantas murieron.
Podemos correr el mismo riesgo nosotros, podemos ver como la fe, la confianza o alguna otra virtud de nuestros hermanos crece más rápido que la nuestra; nos podemos desesperar; podemos estar tentados a que no dé más fruto, dejar de ponerle el agua de la oración o el abono de nuestro esfuerzo, dejar de exponerla al sol de Cristo; mantenerla en el frasco de nuestro egoísmo, nuestra mediocridad o nuestra indiferencia y no ponerla en la maceta o el jardín de la vida común de todos los días que nos ofrece tantas y tantas oportunidades de vivir la caridad, la paciencia, la perseverancia en la fe, entre otras muchas virtudes que, como cristianos, estamos llamados a vivir.
Agradezcamos al Señor por su gracia que nos posibilita a dar los frutos que Él quiere que demos. Aunque nos parezcan pocos, son los que el Señor nos pide y nos daremos cuenta de que al final, estos frutos se disfrutan en común como hermanos.
«Solo así, abriéndonos y saliendo de nosotros mismos para encontrar a los hermanos, podemos realmente crecer y no solo engañarnos con hacerlo. Cuanto recibimos como don de Dios debe ser, de hecho, donado —el don es para donar— para que sea fecundo y que no sea, en cambio, sepultado por temores egoístas, como enseña la parábola de los talentos. También la semilla, cuando tenemos la semilla en la mano, pero no está para meterlo allí, en el armario, dejarlo allí: está para sembrarlo. El don del Espíritu Santo debemos darlo a la comunidad.»
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado... o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pidiendo la intercesión del Sagrado Corazón de Jesús, renovar mis propósitos hechos para este año, de modo que los viva con alegría y perseverancia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
De pequeño recuerdo que nos pidieron sembrar un par de frijoles en un frasco; pasaba el tiempo y yo me desesperaba porque mis demás compañeros tenían una plantita más grande que la mía. Años después me visitaron unos amigos y vieron que mi planta seguía creciendo y dando frutos, no muchos, pero de manera constante. Cuando pregunté por sus plantas me dijeron que era un proyecto del año pasado, que no contaba más… en pocas palabras que sus plantas murieron.
Podemos correr el mismo riesgo nosotros, podemos ver como la fe, la confianza o alguna otra virtud de nuestros hermanos crece más rápido que la nuestra; nos podemos desesperar; podemos estar tentados a que no dé más fruto, dejar de ponerle el agua de la oración o el abono de nuestro esfuerzo, dejar de exponerla al sol de Cristo; mantenerla en el frasco de nuestro egoísmo, nuestra mediocridad o nuestra indiferencia y no ponerla en la maceta o el jardín de la vida común de todos los días que nos ofrece tantas y tantas oportunidades de vivir la caridad, la paciencia, la perseverancia en la fe, entre otras muchas virtudes que, como cristianos, estamos llamados a vivir.
Agradezcamos al Señor por su gracia que nos posibilita a dar los frutos que Él quiere que demos. Aunque nos parezcan pocos, son los que el Señor nos pide y nos daremos cuenta de que al final, estos frutos se disfrutan en común como hermanos.
«Solo así, abriéndonos y saliendo de nosotros mismos para encontrar a los hermanos, podemos realmente crecer y no solo engañarnos con hacerlo. Cuanto recibimos como don de Dios debe ser, de hecho, donado —el don es para donar— para que sea fecundo y que no sea, en cambio, sepultado por temores egoístas, como enseña la parábola de los talentos. También la semilla, cuando tenemos la semilla en la mano, pero no está para meterlo allí, en el armario, dejarlo allí: está para sembrarlo. El don del Espíritu Santo debemos darlo a la comunidad.»
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado... o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pidiendo la intercesión del Sagrado Corazón de Jesús, renovar mis propósitos hechos para este año, de modo que los viva con alegría y perseverancia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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