domingo, 3 de febrero de 2019

San Blas. Protector de los niños, enfermos y de los animales (3 de febrero)


San Blas. Protector de los niños, enfermos y de los animales

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San Blas fue un sacerdote dulce de carácter, sencillo, modesto, puro de sentimientos, que sirvió a los demás hasta olvidarse de sí mismo

 
San Blas es uno de los santos más populares en las comunidades cristianas de Oriente y Occidente. Muchas cualidades hacen agradable su personalidad: dulzura de carácter, sencillez, modestia, pureza de sentimientos, servir a los demás hasta olvidarse de sí mismo, compasión hacia toda miseria, tuvo mucho cariño con los niños cuando éstos no significaban nada, y sentia un gran amor a los animales. Se le atribuyen numerosas curaciones milagrosas atribuidas a su intercesión.

Fiesta: 03 de febrero

Martirologio Romano: San Blas, obispo y mártir, que, por ser cristiano, padeció en tiempo del emperador Licinio en la ciudad de Sebaste, en Armenia

Biografía de San Blas

San Blas nació a mediados del siglo III, en Sebaste, Armenia, un poblado en el que realizó sus estudios de medicina graduándose de médico.
En pleno ejercicio de su profesión, reflexionó mucho sobre las limitaciones humanas y terminó por entender que el misterio de la vida sólo puede comprenderse desde la fe.
Sabiendo que sus conocimiento no le darían el pleno conocimiento de Dios, San Blas decide irse a vivir a una cueva solitaria en el Monte Argeo, para dedicarse más intensamente a la oración, a la meditación y a la penitencia.

San Blas: obispo electo por el Pueblo

En aquel entonces, el obispo de Sebaste Falleció. El clero y los cristianos de la ciudad pensaron en San Blas como nuevo pastor. El Santo se resite, pero, ante tantas insistencias de la comunidad, termina por aceptar el cargo.
San Blas recibió las órdenes sagradas de presbítero y luego de obispo. Se entregó totalmente a la predicación y a obrar el amor de Dios. Cuando se sintíó fatigado se retiraba a su cueva en la montaña para leer las Sagradas Escrituras y pasar muchos días de oración y ayuno.
Los animales cercanos acabaron sintiendo la dulzura de este humilde hombre y le perdieron el miedo. No huían al verle, sino que permanecían tranquilos y serenos, hasta el puinto que entraban en aquella cueva cuando el Santo estaba allí haciéndole compañía.

El martirio de San Blas

En aquel tiempo, el emperador Licinio inició la persecución contra todos los cristianos, con tortura, prisión y muerte para los que no querían renegar de su fe.
La persecución se intensificó mucho más y San Blas fue capturado. Lo condujeron atado con cadenas hasta el emperador. Pero el poder de Dios se iba a manifestar más temprano que tarde, y es que, cuando iban en caravana por las calles de su ciudad natal, una madre angustiada, llorando se acercó al santo con su hijo moribundo en brazos.
Una espina le atravesaba la garganta y lo estaba ahogando, y se dirige a él suplicando:
"Siervo de Jesús apiádate de mi hijo. Es mi único hijo".
San Blas acude inmediato a socorrer a su prójimo. Coloca su mano sobre el niño moribundo; realiza la señal de la cruz sobre su garganta. Ora con mucha intensidad y en seguida el muchacho recobra las fuerzas; arroja la espina que le ahogaba, y sana inmediatamente. Por esto se le conoce a San Blas como protector en los enfermos de la garganta.
Se le conduce a un tribunal al día siguiente. El prefecto le propone a San Blas que abandone su fe cristiana y adore a los dioses paganos. San Blas se reafirma en su fe. Los verdugos le aplican torturas extremas para hacerlo doblegar.
En cambio, San Blas se queda en silencio sin producir gritos de dolor; su pensamiento e interior está centrado en Cristo en la Cruz, meditando su pasión.
Como no consiguieron que San Blas se doblegara de manera alguna, lo conducen fuera de la ciudad y sobre una piedra le cortan la cabeza. Era el día 3 de febrero del año 316.
Unos amigos recogen el cuerpo y le dan cristiana sepultura. En honor a su entrega por Cristo, un templo se levantó en su sepultura.
Desde allí su culto y sus reliquias se extendieron por todo el mundo. Se representa llevando la mano derecha hacia la garganta. Tal gesto expresa simbólicamente el patronazgo del santo sobre los males que pueden afectar a esa parte del cuerpo.

Oración a San Blas

San Blas, sacerdote humilde y mártir, que, perseguido injustamente, te agradó la penitencia del desierto, y que con tus milagros convertiste numerosos paganos, te rogamos que nos libres de todos los males y de toda enfermedad que pueda estar causando dolor en nuestras vidas.
Alcánzanos sanación y si es posible, una voz elocuente, dulce y firme para dar testimonio de la fe con nuestra palabras y gozar algún día del Cielo en tu compañía.
Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.

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