Santa Teresa Eustoquio Verzeri, virgen y fundadora
fecha: 3 de marzo
n.: 1801 - †: 1852 - país: Italia
canonización: B: Pío XII 27 oct 1946 - C: Juan Pablo II 10 jun 2001
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1801 - †: 1852 - país: Italia
canonización: B: Pío XII 27 oct 1946 - C: Juan Pablo II 10 jun 2001
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Brescia, en Lombardía, santa
Teresa Eustoquio (Ignacia) Verzeri, virgen, fundadora del Instituto de Hijas
del Sacratísimo Corazón de Jesús.

Teresa Verzeri nació en Bérgamo de
Lombardía, el 31 de julio de 1801. Era una de las hijas de Antonio Verzeri y de
su esposa Elena, perteneciente a la familia de los condes de Pedroça-Grumelli.
Los Verzeri profesaban gran devoción a san Jerónimo. Uno de sus hijos, que fue
más tarde obispo de Frescia, se llamaba Jerónimo y Teresa tenía como segundo
nombre Eustoquio, en recuerdo de la hija de Santa Paula. Como es bien sabido,
estas dos santas habían sido muy amigas de San Jerónimo y habían ejercido, por
turno, el superiorato del convento de mujeres que éste había fundado en Jerusalén.
En el caso de Teresa, el nombre Eustoquio resultó profético.
Se cuenta que Teresa decidió hacerse
religiosa a los diez años de edad, el día de su primera comunión. Tales
inspiraciones no son raras a esa edad, pero la firme resolución de Teresa no
hizo más que crecer hasta el día de su confirmación. En esto le ayudó mucho al
canónigo José Bengalio, de la catedral de Bérgamo. Es difícil determinar si el
canónigo tenía ideas claras sobre Teresa o si estaba tratando de probar su
vocación, pues tres veces la hizo entrar y volver a salir del convento de las
benedictinas de Santa Grata. La obediencia ciega de Teresa al canónigo le valió
no pocas críticas y burlas, pero la santa las soportó con paciencia y alegría.
Fue sin duda una época de rudo aprendizaje.
Después de haber salido por tercera vez
del convento, Teresa se consagró enteramente a la instrucción religiosa de las
niñas en una pequeña casa llamada Gromo, que pronto se convirtió en la semilla
de la nueva congregación religiosa que había de fundar. Antonia, su hermana, y
otras dos jóvenes llamadas Virginia Simoni y Catalina Manghenoni, se le unieron
al poco tiempo. Las cuatro hicieron la profesión de votos simples ante el
canónigo Benaglio, quien las destinó a la enseñanza de la juventud. La vida de
la nueva comunidad era muy austera, con largos períodos de silencio y ayuno.
Teresa tuvo que hacer frente a muchas dificultades espirituales, dudas y
tentaciones. La congregación empezó pronto a crecer, pues ingresaron en ella
numerosas jóvenes de buena familia, entre las que se contaban tres hermanas de
Teresa, llamadas María, Judit y Catalina, además de su propia madre que había
quedado viuda. El canónigo Benaglio se encargaba de la dirección espiritual de
la comunidad y ayudó a redactar las reglas y constituciones que comprendían
diferentes obras de caridad: escuelas para los niños pobres, visitas a las
mujeres enfermas, centros religiosos y de recreación para las jóvenes que se
hallaban en peligro y sobre todo, retiros para mujeres, según el espíritu de
san Ignacio de Loyola.
El obispo de Bérgamo, Mons. Carlos
Gritti-Morlacchi, favoreció al principio a la nueva congregación, pero después
se dedicó a obstaculizar su crecimiento. Mayor prueba fue para Teresa su propia
indecisión y humildad. ¿La llamaba Dios realmente a fundar una nueva
congregación, dado que ya existían otros institutos similares, como el del
Sagrado Corazón, fundado por Santa Magdalena
Sofía Barat? Teresa fue a Turín, donde la madre Barat había
empezado a organizar, desde 1832, los retiros para mujeres y se sintió muy
inclinada a unir su congregación con la de la santa. Pero pronto comprendió que
la voluntad de Dios era diferente, pues había campo más que suficiente para las
dos congregaciones, por similares que fuesen. Así pues, la santa tuvo que
superar ésta y otras dificultades y soportar con paciencia numerosas
desilusiones, antes de conseguir que se estableciera sólidamente su instituto.
Finalmente, en 1841, Teresa y sus compañeras pudieron hacer la profesión
solemne en manos del mismo prefecto de la congregación de obispos y religiosos,
el cardenal Constantino Patrizi. Unos cuantos días más tarde, fue publicado el
decreto aprobatorio de la Santa Sede y la congregación fue definitivamente
confirmada en 1847. Con esta ocasión, se autorizó a la fundadora a abrir una
casa en Roma.
Entre los que ayudaron a Teresa Verzeri en
las dificultades, se contaba el beato Luis Pavoni,
de Brescia, quien se encargó de imprimir las constituciones de la nueva
congregación, en un momento en que esto significaba exponerse a muchas
molestias; pero el beato hizo caso omiso de las murmuraciones y hablillas.
Además, intercedió ante Mons. Speranza para que apoyase en Roma la causa de las
Hijas del Sagrado Corazón. Cuando Teresa compró un antiguo monasterio en
Brescia, el Beato Luis proyectó los cambios que era necesario hacer al edificio
y se encargó de vigilar personalmente la obra. Para ayudar a Teresa, hizo
varios viajes a Bérgamo y a Trento, y se comprometió a asegurar la misa diaria
en la casa madre. Nada era demasiado difícil para el Beato Luis, cuando se
trataba de ayudar a las religiosas. La gran estima mutua que se profesaban el
Beato Luis y santa Teresa ha continuado entre sus congregaciones respectivas,
en el siglo que ha transcurrido desde su muerte.
La santa vivió todavía cuatro años después
de la fundación de la casa de Roma. Durante ellos creció en gracia y santidad y
su congregación con ella. El cólera que azotó el norte de Italia, arrebató a la
santa el 3 de marzo de 1852. La multitud que asistió a sus funerales fue el
mejor testimonio de la reputación de santidad de que gozaba y que no ha hecho
sino aumentar con el tiempo. Teresa fue beatificada en 1946 y canonizada en
2001.
Ver el breve de beatificación, en Acta
Apostolicae Sedis, vol. XXXIX, n. I (1947). No existen biografías de la beata
más que en italiano; parece que se han publicado varios volúmenes de su
correspondencia: cí. Un apostolo della gioventu derelitta (Beato Luis Pavoni),
pp. 209.211 (1928).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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