Leyente de ahora y de estas
cosas. Tú eres un caminante. Leer es caminar. También puede ser cierto al
revés. De palabra en palabra es andar. Y al avanzar se va desvelando el
misterio del mensaje. Y de línea en línea se va saboreando el paisaje de las
historias que traen y llevan las palabras. Caminar es leer.
De camino o de caminos nos
habla la buena noticia de los relatos del Evangelio para este domingo final del
mes de junio. Por fin la liturgia recuerda que habíamos comenzado la lectura
del Evangelio de Lucas y, creo yo, ha decidido esta liturgia al comienzo del
verano retomar el hilo abandonado.
Espero que cada leyente
o caminante tenga muy consciente que este Evangelista nos ha contado desde el
capítulo cuarto de su Evangelio hasta el 9,50 la evangelización de Jesús y de
sus gentes por las tierras de Galilea. Evangelización he escrito, no otras
palabras. La tarea de Jesús de Nazaret fue evangelizar, nos dice a cada paso y
de diversas maneras este narrador informado.
En la vuelta a leer y meditar
el mensaje de Lucas, la liturgia nos sitúa con Jesús y aquellos que fueron sus
seguidores en el comienzo del camino que va desde Galilea hasta Jerusalén. Creo
que se trata de un camino que no ha tenido tanta propaganda como el camino de
Santiago, por poner un ejemplo. Tal vez, es posible que esté equivocado.
El texto que nos iluminará
durante una semana nos dice que este Jesús de Nazaret es un caminante con otros
que van con él. Hacer ese camino desde Galilea a Jerusalén es el reto de esta
semana y de todas las semanas que aún nos quedan hasta llegar a finales del mes
de noviembre. Tenemos tiempo, no hay prisas, pero hay que caminar...
Este camino del Jesús del
Evangelio es un camino físico, pero es sobre todo un camino de aprendizaje
interior. Al parecer, los seguidores de Jesús esperaban que llegara por fin el
reinado de Dios y de su Mesías y así lo esperaron de Jesús. Pero el camino de
este Jesús es el de la Evangelización. Todo cuando ha dicho y hecho en Galilea
lo va a decir y hacer en Jerusalén. Cuando Lucas escribió su Evangelio habían
pasado más de cuarenta años de la muerte y sepultura de Jesús y no era
complicado explicar por qué había muerto como un mesías en minúscula y no como
un MESÍAS de letras CAPITALES vestidas de SEÑORÍO, PODER y AUTORIDAD de 'ordeno
y mando'.
Este camino del aprendizaje
se suele llamar el camino del seguimiento. Poco a poco y semana a semana
aprenderemos a caminar como en su día aprendimos a leer... y a decidir.
Con el Evangelista Mateo
estamos también en ese mismo camino. Curiosamente, el mismo y contado de manera
muy distinta... A continuación siguen los comentarios. También están en el
archivo adjunto.
Seguir es caminar y
aprender... Muchos lo entienden como repetir o aprender a repetir... Vale y
basta. Nos hablamos la próxima semana...
Domingo 13º del T.O. Ciclo C (30.06.2019): Lucas
9,51-62
‘Tú y yo somos el camino de Jesús’. Lo medito y escribo CONTIGO:
Las autoridades de
la liturgia, por fin, nos proponen retomar la lectura del relato evangélico que
nos escribió Lucas, el del toro. Recuerdo: El autor de este Evangelio es aquel
que nos dijo que se había documentado y que nos escribía para sostener nuestra
fe en Jesús (Lc 1,1-4).
El texto de Lucas
9,51-62 es
la narración del comienzo del camino que van a recorrer Jesús
y cuantas personas le siguen hasta este momento. Recuerdo 8,1-3: Junto a Jesús
están los DOCE, de número y de significado teológico, y un buen puñado de
mujeres de las que se destaca la presencia de tres. María Magdalena, Juana y
Susana. Ninguna de ellas le va a abandonar. Y esto es importante porque estarán
en la cena del ‘haced esto en memoria mía’ (Lc 22,14-30).
Desde este momento,
Lucas nos contará, ¡¡¡muy a su manera!!!, este camino de ‘la
subida’ a Jerusalén desde las tierras de Galilea, pasando por Samaría, hasta
llegar a Jerusalén, la capital con su Templo, su Sacerdocio y las demás
instituciones de la Religión de Israel. Este camino comienza
en Lucas 9,51 y no acabará hasta la entrada en Jerusalén
en Lucas 19,28-29: “Marchaba Jesús delante subiendo a
Jerusalén... Y al aproximarse... al monte de los Olivos”.
Ningún otro de los
Evangelistas ha contado esta experiencia del camino tan
extensamente como lo hace Lucas. Además, es un camino que no
aparece como camino con sus etapas bien definidas como sucede
en el Evangelio de Marcos (8,27 a 10,52). Cuando el curiosamente crítico lector
pasea su atención un par de veces por estos diez capítulos de la narración
lucana constata este dato y algunos otros más nada despreciables.
Espero que las
autoridades vaticanas de la liturgia del Evangelio nos permitan no perdernos
ningún detalle de ‘este camino’ que, creo yo, es más importante que
cualquier otro camino dentro de la experiencia de la fe en
Jesús de Nazaret. Inmensamente más que el de Santiago.
Los comienzos de
este camino de Jesús no pudieron ser más decepcionantes: “Envió
por delante a unos mensajeros que fueron a un pueblo de Samaría para prepararle
alojamiento, pero no quisieron recibirlo porque se dirigía a Jerusalén. Al ver
esto, Santiago y Juan dijeron a Jesús: ¿quieres que mandemos que baje fuego del
cielo y los consuma?” (Lc 9,52-54). El camino empieza
como había acabado la evangelización en Galilea (Lucas 9,49-50): Jesús decepcionado.
“Y mientras iban de
camino, uno le dijo: Te seguiré...” (Lc 9,57). La siguiente referencia
explícita a este camino la encontramos en Lc 10,38: “Mientras
iban caminando, Jesús entró en un pueblo y una mujer, llamada Marta, lo recibió
en su casa”. Puedo comprender que para este narrador de la aventura de su
Jesús de Nazaret una primera etapa de este peculiar camino es
todo cuanto nos ha dejado contado desde 9,57 hasta 10,56.
Me adelantaré a
decir ya que este ‘camino’ (decimocuarta vez que escribo esta palabra)
es tanto el de Jesús como el de todas las personas que le siguieron entonces y
después y hasta hoy. Tú y yo ahora somos ese mismo camino que
es él. Somos Jesús de Nazaret, su mensaje, su imagen, su reino, su vida y su
persona. ¿No es esto lo que se nos dice en Lc 9,57-62 y en 17,21?
Carmelo Bueno Heras
Domingo 31º de Mateo (30.06.2019): Mateo 16,21 - 17,21
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Creo no equivocarme
demasiado si afirmo que el Evangelista Mateo invita a sus lectores a ‘caminar’
con su Jesús de Nazaret desde el norte de la tierra de Israel que está en los
alrededores de Cesarea de Filipo (Mt 16,13-21) hasta Jerusalén, la capital, en
el sur del país de Israel. El camino desde esta Cesarea hasta Jerusalén se
hace, físicamente andando, en varias etapas, porque no son pocos los
kilómetros, ni sencillo el recorrido.
Según este
Evangelista Mateo, que sigue muy de cerca el relato del Evangelista Marcos, la
narración del recorrido de este ‘camino’ se inicia con estas palabras de su
Evangelio “Empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a
Jerusalén” (Mt 16,21). El final de este camino será la llegada a
Jerusalén: “Al llegar a Betfagé, en el monte de los Olivos y a las
puertas ya de Jerusalén, envío Jesús a dos de sus discípulos...” (Mt
21,1).
Ahora que sabemos
bien el inicio y el final del camino podemos adentrarnos en su recorrido, que
es la lectura contemplativa y crítica de la narración que nos ha dejado su
autor. Todo lector caerá en la cuenta de tres referencias explícitas que suenan
como una melodía y que, como dicen los investigadores de este Libro, marcan las
tres etapas de este camino tan físico como literario y teológico. Se le suele
llamar, por algo de esto, ‘el camino del seguimiento’.
Este relato nos lo
deja escrito el Evangelista en alguno de los años de la década de los setenta o
de los ochenta del siglo primero. Para entonces ya han transcurrido más de
cuarenta años de la vida y, sobre todo, de la muerte violenta e injusta de su
Jesús de Nazaret. Estas certezas son las que Mateo se atreve a poner en
labios de Jesús mientras va de camino. Estas certezas que son tres y una sola y
la misma suelen titularse en las biblias como ‘primer anuncio (Mt 16,21-23),
segundo anuncio (Mt 17,22-23) y tercer anuncio de la pasión, muerte y
resurrección de Jesús’ (Mt 20,17-19). Los tres anuncios acotan las tres etapas
del camino del seguimiento.
Dicho todo esto, se
entiende que en el texto de Mateo 16,21 a 17,21 se nos está
contando la primera etapa del camino del seguimiento de Jesús. Y en toda esta
etapa se debe llegar a comprender qué significa llamar ‘mesías’ a este hombre y
laico de Galilea que fue Jesús. Se destaca desde el comienzo que fue Pedro la
primera persona que lo proclamó públicamente ‘mesías’ de una manera satánica.
Este Pedro-Simón-Piedra esperaba que Jesús se proclamara el liberador político
frente a los romanos y el liberador religioso frente al Sacerdocio judío.
Sin embargo, la
liberación que propone, ofrece, regala y comparte Jesús es la liberación
escondida en la semilla que crece dentro de cada uno. Ya lo había enseñado en
las parábolas del tercer discurso suyo en Galilea (Mt 13,1-52). Y ahora lo
vuelve a recordar: “Si tenéis fe como un grano de mostaza... nada os
será imposible” (Mt 17,19-21).
Ahora que este
Jesús de Mateo centra toda su atención en la enseñanza a sus seguidores
conviene actualizar de nuevo la semilla sembrada por este mesías liberador
dentro de todo ser humano: “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo
a los demás. Ésta es toda la Ley. Ahí están todos los Profetas”. Ésta
es la semilla (¿la fe?) que transforma todo en reinado de Dios.
Carmelo Bueno Heras
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