San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesiadoctor de ladoctor
fecha: 27 de junio
fecha en el calendario anterior: 9 de febrero
n.: c. 380 - †: 444 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 9 de febrero
n.: c. 380 - †: 444 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Cirilo, obispo y doctor de la Iglesia, que, elegido para ocupar
la sede de Alejandría de Egipto, mostró singular solicitud por la integridad de
la fe católica, y en el Concilio de Éfeso defendió el dogma de la unidad y
unicidad de las personas en Cristo y de la divina maternidad de la Virgen
María.
refieren a este santo: San Juan
Crisóstomo, San Proclo de
Constantinopla
Oración: Señor, tú que hiciste de tu obispo
san Cirilo de Alejandría un defensor invicto de la maternidad divina de la
Virgen María, concédenos a cuantos la proclamamos verdadera Madre de Dios
llegar, por la encarnación de tu Hijo, a la salvación eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Se ha llamado a san Cirilo el Doctor de la
Encarnación, como a San Agustín se le dio el título de Doctor de la Divina
Gracia. En la misa siria y maronita se le conmemora como «Torre de la verdad e
intérprete del Verbo de Dios hecho carne». Toda su vida se apegó a la regla de
nunca fomentar doctrina alguna que no hubiera aprendido de los antiguos Padres,
pero sus libros contra Juliano el Apóstata demuestran que también había leído a
los escritores profanos. El mismo decía a menudo que descuidaba la elocuencia
humana, y ciertamente es de lamentar que no haya cultivado un estilo más claro
y que hubiera escrito en un griego más puro. A la muerte de su tío Teófilo en
412, fue elevado a la sede de Alejandría. Comenzó a ejercer su autoridad
haciendo que se cerrasen las iglesias de los novacianos y se apoderó de sus
vasos sagrados, una acción condenada por el historiador eclesiástico Sócrates;
no sabemos las razones que tuvo para obrar de esta manera. Luego echó fuera a
los judíos, que eran numerosos y que habían gozado de privilegios en la ciudad
desde tiempos de Alejandro el Grande. Tomó esta medida por la actitud sediciosa
y por varios actos de violencia cometidos por ellos; aunque tuvo la aprobación
del emperador Teodosio, esto exasperó a Orestes el gobernador. Esta desdichada
desavenencia con Orestes acarreó graves dificultades.
Había una mujer pagana, Hypatia, de
carácter noble, que en aquel tiempo era la profesora de filosofía más
influyente en Alejandría. Su fama era tan grande, que acudían a ella discípulos
de todas partes. Entre sus discípulos se contaba al gran obispo Synesio, que le
presentaba sus obras para que ella las criticara. Era muy respetada por el
gobernador, quien consultaba con ella asuntos aún de la administración civil.
En ninguna parte había un populacho tan indómito, más inclinado a desórdenes y
actos de violencia que en Alejandría. Habiendo entrado en ellos la sospecha de
que Hypatia había provocado al gobernador contra su obispo, la plebe la atacó
en las calles (año 424), sacándola de su carroza, y despedazando su cuerpo, con
pena inmensa y escándalo de todos los buenos, particularmente de Cirilo. Sólo
otro hecho sabemos referente a este primer período de su episcopado. Habían
anidado ciertos prejuicios contra san Juan Crisóstomo, cuando estuvo con
Teófilo en el Sínodo de la Encina; Cirilo tenía algo de la obstinación de su
tío, y no era fácil inducirlo a incluir el nombre del Crisóstomo en los
dípticos de la Iglesia de Alejandría.
En el año 428, Nestorio, un sacerdote
monje de Antioquía, fue elegido arzobispo de Constantinopla. Este enseñaba, al
igual que algunos de su clero, que había dos personas distintas en Cristo, la
de Dios y la de hombre, unidas solamente por una unión moral, por lo que según
ellos, Dios-cabeza (Dios parte superior o principal) moraba en la humanidad
meramente como en su templo. Consiguientemente, negaba la Encarnación de Dios
hecho hombre. También decía que no se debía llamar a la Santísima Virgen Madre
de Dios, sino sólo del hombre Cristo, cuya humanidad era únicamente el templo
de la divinidad y no una naturaleza hipostáticamente unida a la Persona divina.
Sus homilías resultaron muy ofensivas y levantaron protestas de todos lados
contra los errores que contenían. San Cirilo le envió una suave amonestación,
pero Nestorio le respondió con altivez y desprecio. Ambas partes apelaron al
papa san Celestino I,
quien después de examinar la doctrina en un concilio de Roma, la condenó y
pronunció sentencia de excomunión y destitución contra Nestorio, a menos que en
los siguientes diez días, a partir de la fecha en que recibiera aviso de la
sentencia, se retractara de sus errores. San Cirilo, quien fue nombrado para
ver que la sentencia se cumpliera, le envió a Nestorio, con su tercera y última
citación, doce proposiciones con anatemas que debía firmar como prueba de su
ortodoxia. Nestorio, sin embargo, se mostró más obstinado que nunca. Aunque es
discutible si Nestorio sostenía todas las opiniones que se le atribuyen, él fue
sin ninguna duda quien originó la herejía que lleva su nombre.
Esto dio ocasión a que se convocara el
tercer concilio general, que se celebró en Efeso en 431, al que asistieron
doscientos obispos con san Cirilo a la cabeza, como obispo de mayor edad y
representante del papa Celestino. Nestorio estaba en la ciudad, pero se negó a
comparecer; entonces, después de haber leído sus sermones y otras pruebas
recibidas en su contra, sus doctrinas fueron condenadas y se pronunció la
sentencia de excomunión y destitución. Seis días después, llegaron a Éfeso el
arzobispo Juan de Antioquía, con cuarenta y un obispos que no habían podido
llegar a Éfeso a tiempo. Estaban a favor de Nestorio, aunque no compartían sus
errores, de los cuales ciertamente lo consideraban inocente. En lugar de
asociarse al concilio, se reunieron aparte y tuvieron la presunción de
destituir a san Cirilo, acusándolo a su vez de herejía. Ambos partidos apelaron
al emperador, quien ordenó arrestaran a Cirilo y a Nestorio y los pusieran en
prisión. Cuando llegaron los tres legados del papa Celestino, el asunto tomó
otro aspecto. Después de cuidadosa consideración de lo que se había hecho, los
legados confirmaron la condenación de Nestorio, aprobaron la conducta de
Cirilo, y declararon nula e inválida la sentencia que se había pronunciado
contra él. Así, fue rehabilitado honrosamente y, aunque los obispos de la
provincia de Antioquía continuaron su cisma por un tiempo, hicieron las paces
con san Cirilo en 433, condenaron entonces a Nestorio y dieron una declaración
clara y ortodoxa de su propia fe. Nestorio se retiró a su antiguo monasterio de
Antioquía, pero después fue desterrado al desierto egipcio.
San Cirilo, que así triunfó de la herejía
por su intrepidez y valor, pasó el resto de su vida sosteniendo la fe de la
Iglesia y trabajando en las labores de su sede, hasta su muerte en 444. Los
alejandrinos le dieron el título de Maestro del Mundo, mientras que el papa
Celestino lo llamaba «el generoso defensor de la fe católica» y «varón
apostólico». Fue hombre de carácter fuerte e impulsivo, valiente, pero algunas
veces demasiado vehemente y aun violento. El abad Chapman ha comentado que con
más paciencia y diplomacia de su parte se hubiera evitado que surgiera la
Iglesia nestoriana, que por largo tiempo fue una potencia en el Oriente. Pero
tenemos que agradecerle la firme e inflexible posición que tomó con respecto al
dogma de la Encarnación, actitud que llevó a las declaraciones claras del gran
concilio que presidió. Aunque desde su tiempo el nestorianismo y el
pelagianismo han tratado de levantar la cabeza tomando diferentes nombres en
varias regiones del mundo, nunca más han llegado a ser una verdadera amenaza
para la Iglesia católica. Debemos agradecer a Cirilo que en nuestras
generaciones no tengamos duda alguna sobre lo que debemos creer con respecto al
misterio sobre el cual fundamos nuestra fe como cristianos. Fue declarado
Doctor de la Iglesia Universal en 1882, y en el decimoquinto centenario de su muerte,
en 1944, el Papa Pío XII escribió una encíclica, «Orientalis Ecclesiae», sobre
«esta lumbrera de la sabiduría cristiana y héroe valiente del apostolado».
La gran devoción que este santo tuvo al
Santísimo Sacramento, se pone de manifiesto por la frecuencia con lo que
subraya los efectos que produce en aquellos que lo reciben dignamente. Afirma
con énfasis que por la Sagrada Comunión formamos un mismo cuerpo con Cristo y
seguramente debe ser difícil para los que tienen la misma fe definida en los
seis primeros concilios generales, cerrar los ojos ante la evidente convicción
con que San Cirilo afirmaba su doctrina eucarística, antes del año 431. En una
carta a Nestorio, que recibió el beneplácito general y oficial de los Padres de
Efeso, escribían «Proclamando la muerte según la carne del Hijo unigénito de
Dios, engendrado, o sea, Jesucristo, y confesando su Resurrección de entre los
muertos y su Ascensión al Cielo, celebramos el sacrificio incruento en nuestras
iglesias; y así nos acercamos a las condiciones místicas, y nos santificamos
por la participación de la Carne sagrada y Sangre preciosa de Cristo el
Salvador de todos nosotros. Y lo recibimos, no como carne ordinaria (que Dios
no lo permita), ni como carne de un hombre santificado y asociado con el Verbo,
de acuerdo con la unidad del rito, o teniendo un morador divino, sino realmente
como la verdadera carne del Verbo mismo» (Migne, PG., LXXVII, 113). Y a
Calosyrius, obispo de Arsinoe le escribió: «He oído decir que la consagración
sacramental no aprovecha para la santificación, si una porción de la misma se
guarda para otro día. Al decir esto yerran. Porque Cristo no se altera, ni su
Cuerpo sagrado se cambia; sino que la virtud de la consagración y la gracia que
da vida todavía permanecen en ella» (Migne, PG , LXXVI, 1073).
Nuestro conocimiento de san Cirilo se
deriva principalmente de sus propios escritos y de los escritores eclesiásticos
Sócrates, Sozomeno y Teodoreto. El aspecto de su vida y obra presentada por
Butler es el aspecto tradicional, y no se hacen en este artículo referencias a
las discusiones que, debido principalmente al descubrimiento en 1895 de la obra
de Nestorio conocida como «Bazar de Heráclides de Damasco», se han entablado
desde entonces sobre el heresiarca y sus enseñanzas; según algunos autores, esa
obra permitiría afirmar que, si bien las condenas de Cirilo a las doctrinas tal
cual él las entendía son correctas, no necesariamente coinciden con lo que
realmente Nestorio decía, dejando así a salvo su voluntad de constituir una herejía.
Existe abundante literatura sobre San
Cirilo. SS Benedicto XVI, dentro de la serie de catequesis dedicadas a los
Padres de la Iglesia, brindó a la persona de san Cirilo la del 3 de octubre del
2007, obviando -el contexto catequético y de escasez de tiempo
seguramente así lo aconsejaban- las discusiones en torno al carácter de Cirilo
y su influencia en la justicia o no de su actuación en los temas de Hypatia,
san Juan Crisóstomo, Nestorio, etc. También puede consultarse el artículo a el
dedicado en el Diccionario de la Filososofía de Ferrater Mora, y con más
pertinencia, los artículos
dedicados tanto a Cirilo como a Nestorio en el tomo II de
la Patrología de Quasten (BAC) (no puedo asegurar que la versión referenciada
en el web esté bien copiada del Quasten, en todo caso siempre es más seguro la
consulta directa del libro, que se consigue con facilidad).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
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