San Paulino de Nola, obispo
fecha: 22 de junio
n.: c. 353 - †: 431 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 353 - †: 431 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Paulino, obispo, que, recibido el bautismo en Burdeos, renunció a
la dignidad consular y, de noble y rico, se hizo pobre y humilde por Cristo.
Habiéndose trasladado a Nola, cerca del sepulcro de san Félix, presbítero, para
seguir el ejemplo de su conducta, practicó una forma de vida ascética con su
mujer y sus compañeros. Ordenado obispo, se distinguió por su erudición y
santidad, por acoger a los peregrinos y por ayudar a los desvalidos.
refieren a este santo: San Amando de
Burdeos, San Delfín de
Burdeos, San Euquerio de
Lyon, San Exuperio de
Toulouse, San Félix de
Nola, San Martín de
Tours, Santa Melania la
Joven, San Pammaquio
Oración: Señor, Dios nuestro, tú has querido
enaltecer a tu obispo san Paulino de Nola por su celo pastoral y su amor a la
pobreza; concede a cuantos celebramos hoy sus méritos imitar los ejemplos de su
vida de caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén (oración litúrgica).
San Paulino, cuyo nombre completo era
Poncio Meropio Anicio Paulino, fue uno de los hombres más notables de su época,
a quien elogian, en términos de afectuoso aprecio o de admiración, san Martín,
san Sulpicio Severo, san Ambrosio, san Agustín, san Jerónimo, san Euquerio, san
Gregorio de Tours, Apollinario, Cassiodoro y otros antiguos escritores. Su
padre, prefecto en las Galias, poseía tierras en Italia, Aquitania y España.
Paulino vino al mundo cerca de Burdeos. Desde pequeño tuvo como maestro de
poesía y retórica al famoso poeta Ausonio. Guiado por tan magnífico tutor, el
muchacho colmó las grandes esperanzas que habían sido puestas en él y, cuando
era todavía muy joven, se hizo notar y aplaudir en la tribuna. «Todos -dice san
Jerónimo- admiraban la pureza y elegancia de su dicción, la delicadeza y
generosidad de sus sentimientos, la fuerza y dulzura de su estilo y la
vivacidad de su imaginación».
Se le confiaron numerosos cargos públicos
y, si bien no sabemos cuáles fueron, hay razones para suponer que desempeñó un
alto puesto en Campania y también fue prefecto en el Nuevo Epiro. Sus deberes,
cualquiera que fuesen, le mantenían en constante actividad, en viajes continuos
y largos y, en el curso de su vida pública, hizo muchos amigos en Italia, las
Galias y España. Se casó con una dama española llamada Terasia y, al cabo de
algunos años, se retiró a sus propiedades de Aquitania para descansar y
cultivar su espíritu con la lectura. Fue entonces cuando entabló relaciones
con san Delfino,
obispo de Burdeos, quien posteriormente convirtió y bautizó a Paulino y a su
hermano. Después de su conversión, alrededor del año 390, se fue a vivir con su
esposa en las tierras que poseía en España, donde nació su primer hijo, luego
de varios años de espera; pero aquella criatura murió a los ocho días de
nacido. Desde aquel momento, Paulino y su esposa resolvieron llevar una vida
más apegada a la doctrina cristiana, con la práctica de la austeridad y la
caridad y, sin más trámites, comenzaron a disponer de una parte considerable de
sus muchos bienes para beneficio de los pobres. Aquella prodigalidad tuvo un
resultado que, al parecer, fue una sorpresa para el matrimonio, sobre todo para
Paulino. El día de Navidad, alrededor del año 393, como respuesta a una
espontánea, repentina e insistente petición del pueblo, el obispo de Barcelona
confirió a Paulino, en su catedral, las órdenes sacerdotales, a pesar de que ni
siquiera había llegado a ser un diácono. El caso de conferir las órdenes
sagradas por aclamación popular, tiene otros ejemplos: aparte del bien conocido
caso de la elevación de san Ambrosio a la sede episcopal, tenemos un incidente
similar que ocurrió al esposo de santa Melania la
Joven (Melania y Piniano, no sólo eran contemporáneos, sino
amigos personales de san Paulino y, lo mismo que él, se habían desprendido de
grandes sumas de dinero para distribuirlas en limosnas).
Pero si los ciudadanos habían abrigado la
esperanza de retener con ellos a Paulino, quedaron desengañados. Ya desde antes
habían resuelto establecerse en Nola, una población pequeña cerca de Nápoles,
donde también tenía propiedades. Tan pronto como dio a conocer sus intenciones
y trató de vender sus posesiones en Aquitania, como lo había hecho con las
propiedades de Terasia en España, surgieron las objeciones de los amigos y las
oposiciones de los parientes. Pero no se dejó arredrar por ello y llevó a cabo
sus propósitos: se trasladó a Italia, donde san Ambrosio y otros amigos le
recibieron cordialmente. En cambio, en Roma tuvo una fría recepción por parte
del papa san Siricio y sus clérigos, los cuales, probablemente, se hallaban
resentidos por el carácter anticanónico de su ordenación. Por lo tanto, la
permanencia de Paulino en Roma fue muy breve y partió hacia Nola con su esposa.
Ahí estableció su residencia en una gran casa de dos pisos, fuera de los muros
de la ciudad, no lejos del lugar donde se veneraba la tumba de san Félix. A
pesar de sus cuantiosos donativos, aún conservaba bastantes propiedades en
Italia y una fortuna considerable.
Pero de todo esto se desprendió también,
poco a poco, en obras de caridad y en el patrocinio de proyectos que
favoreciesen a la religión y a la Iglesia. Construyó una iglesia en la
población de Fondi, dotó a Nola del acueducto que tanto necesitaba y socorrió a
un ejército de pobres, deudores, vagabundos, mendigos y enfermos, muchos de los
cuales, vivían prácticamente en el piso bajo de su casa. Paulino, con algunos
amigos, ocupaba la planta alta donde todos llevaban una existencia dedicada a
la oración y la penitencia, muy semejante a la monástica. Se supone que Terasia
era el ama de llaves que atendía a todos los moradores de aquel
establecimiento. Contigua a él, había una casa más pequeña, con jardín, que
servía para hospedar a los visitantes. Entre los que gozaron de aquella
hospitalidad, se pueden mencionar a santa Melania la Vieja y al obispo
misionero san Niceto de Remesiana, quien estuvo ahí en dos ocasiones. Es muy
notable el relato que se conserva en la biografía de Melania, la Joven, donde describe
su llegada a Nola con su esposo y otros fieles cristianos. Cuando san Paulino
fijó ahí su residencia, había ya tres pequeñas basílicas y una capilla, en
torno a la tumba de san Félix, el que fuera presbítero del lugar; Paulino
agregó una iglesia más, cuyos muros hizo adornar con mosaicos, el propio santo
escribió, en verso, una descripción del edificio y sus ornamentos. Tres de
aquellas iglesias compartían la puerta de entrada y, seguramente estaban
comunicadas por el interior, de manera semejante a como se comunicaban las
siete antiguas basílicas que forman la iglesia de San Esteban, en Bolonia. Cada
año, en ocasión de la fiesta de San Félix, Paulino le rendía lo que él llamaba
un tributo de su servicio voluntario, en la forma de un poema. Catorce o quince
de esas obras se conservan todavía.
A la muerte del obispo de Nola, alrededor
del año 409, san Paulino fue señalado, naturalmente, como el único indicado
para ocupar el puesto vacante y, en consecuencia, se hizo cargo de la sede
episcopal hasta su muerte. Fuera del dato de que gobernó con gran sabiduría y
liberalidad, no tenemos otras informaciones que ilustren su carrera como pastor
de almas. Una vez al año, en ocasión de la fiesta de San Pedro y San Pablo, iba
de visita a Roma; pero de otra manera, nunca abandonaba Nola. En cambio,
gustaba de escribir cartas y, por correspondencia, sostenía sus relaciones con
todos sus amigos y con los más destacados hombres de la Iglesia en su época,
especialmente con san Jerónimo y san Agustín; a este último le consultaba a
menudo sobre diversas cuestiones, incluso la aclaración de ciertos pasajes
oscuros de la Biblia. Precisamente, para responder a una solicitud de Paulino,
escribió San Agustín su libro «Del cuidado a los muertos», en el que declara
que las pompas fúnebres y otros honores ostentosos, sólo sirven de consuelo a
los deudos y no al difunto. San Paulino vivió hasta el año 431, y los últimos
momentos de su existencia quedaron descritos en la carta de un testigo, llamado
Uranio. Tres días antes de expirar fue visitado por dos obispos, Símaco y
Acindino, con los cuales celebró los divinos misterios, sin alzarse del lecho.
Después se le acercó el sacerdote Postumiano para advertirle que se debían
cuarenta monedas de plata por la compra de ropas para los pobres. El santo
moribundo repuso, con una sonrisa que, sin duda, alguien iba a pagar la deuda
de los pobres y, casi inmediatamente, llegó un mensajero portador de un
donativo de cincuenta monedas de plata. El último día, a la hora de vísperas,
cuando se encendían las lámparas en la iglesia, el obispo rompió su prolongado
silencio y, al tiempo que levantaba una mano, musitó estas palabras: «Ya tengo
preparada una lámpara para mi Cristo». Pocas horas más tarde, los que le
velaban sintieron un estremecimiento bajo sus pies, como el de un ligero
terremoto y, en aquel momento, san Paulino entregó su alma a Dios. Fue
sepultado en la iglesia que había construido en honor de san Félix. Poco
después, sus reliquias fueron trasladadas a Roma, pero, posteriormente, en 1909,
fueron devueltas a Nola, por orden del santo papa Pío X.
De los escritos de san Paulino, que
parecen haber sido muy numerosos, se conservan treinta y dos poemas, cincuenta
y un cartas y unos cuantos fragmentos. Se le considera como el mejor poeta
cristiano de su época, después de Prudencio. Su epitalamio para Julián, obispo
de Ia y Eclanum, es uno de los poemas cristianos más antiguos que se conocen.
No existe una biografía propiamente dicha de san Paulino, escrita en tiempos
antiguos, pero en cambio contamos con la carta de Uranio para describir su
muerte y con una breve nota de san Gregorio de Tours. Además, en la
correspondencia del mismo Paulino y en las referencias de sus contemporáneos,
encontramos una cantidad considerable de material biográfico.
Ése fue el material que se utilizó en el
Acta Sanctorum, junio, vol. V. Otra fuente de información que llegó a conocerse
en tiempos relativamente recientes, es la Vida de Melania la Joven, en textos
griegos y latinos, que se encontrarán en la edición del cardenal Rampolla,
Santa Melania Giuniore (1905). Las biografías modernas mejores son las de A.
Buse, F. Lagrange y A. Baudrillart. N.ETF: La «Patrología» de Quasten-Di
Bernardino, BAC 422, tomo III, pág 351ss. ofrece una noticia biográfica en
algunos puntos divergente, y una bibliografía un poco más actualizada que la
del Butler de y sobre el santo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_2095
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