Beato Inocencio V, papa
fecha: 22 de junio
n.: 1225 - †: 1276 - país: Italia
otras formas del nombre: Pedro de Tarentaise
canonización: Conf. Culto: León XIII 1898
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1225 - †: 1276 - país: Italia
otras formas del nombre: Pedro de Tarentaise
canonización: Conf. Culto: León XIII 1898
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Roma, en Letrán, beato Inocencio V, papa, el cual, perteneciente
primero a la Orden de Predicadores, enseñó teología en París y ocupó, a su
pesar, la sede episcopal de Lyon. Junto con san Buenaventura preparó el II
Concilio Ecuménico de Lyon, para tratar de la unión entre latinos y griegos.
Elevado a la cátedra de san Pedro, desempeñó su magisterio por breve tiempo,
apenas sin poder manifestarse a la Iglesia Romana.
refieren a este santo: San Alberto
Magno
El primer papa perteneciente a la Orden de
Santo Domingo, Inocencio V, recibió el nombre de Pedro en la pila bautismal y,
hasta el momento de su elevación al papado, se le llamó generalmente Pedro de
Tarentaise, por el lugar de su nacimiento, Tarentaise-en-Forez, en Loire
(aunque no debe confundirse con san Pedro de Tarentaise, abad y obispo, que se
celebra el 14 de septiembre). Era todavía muy joven cuando recibió el hábito
dominicano, de manos del beato Jordán de
Sajonia; con el correr del tiempo, llegó a ser uno de los
teólogos más notables de su época. Tras de recibir el grado de maestro, ocupó
una cátedra en la Universidad de París, a pesar de que, como sucedió con su
amigo y compañero santo Tomás de
Aquino, no había cumplido aún los treinta años. En 1256,
colaboró con san Alberto
Magno, Santo Tomás y otros dos miembros de la orden, para
redactar un «curriculum» de estudios, que fue por siglos la base de la
enseñanza de los dominicos. Además de impartir la instrucción oral a sus
estudiantes, Pedro escribió varios libros: algunos, especialmente los «Comentarios»
a las Epístolas de San Pablo y a las «Máximas de Pedro Lombardo», fueron tan
estimados por sus contemporáneos como los escritos del propio Doctor Angélico.
A pesar de que Pedro de Tarentaise era
ante todo un investigador estudioso, no carecía de notables cualidades
prácticas que le hacían muy capaz para gobernar a los hombres y por eso, a la
edad de treinta y siete años, fue nombrado prior provincial para Francia. Las
periódicas visitas a las cincuenta casas de su provincia representaban largos
viajes que, infaliblemente, Pedro hacía a pie; en cada uno de los prioratos
bajo su mando, logró que se mantuviera la disciplina de la regla. Al mismo
tiempo, desde París (donde Pedro se había visto envuelto en ciertas
dificultades) llegaban continuos llamados para que regresara y, cuando santo
Tomás viajó o Roma para atender un llamado del Papa, el capítulo general mandó
a Pedro a reemplazarlo a la Universidad de París.
En 1272, el papa Gregorio X,
quien anteriormente había asistido a las conferencias del beato en París y le
tenía en gran estimación, le nombró arzobispo de Lyon; el año siguiente, Pedro
fue promovido al obispado de Ostia y a la consiguiente dignidad de cardenal;
pero retuvo sus deberes administrativos en Lyon, ya que el Papa había elegido
esa ciudad para convocar el Concilio Ecuménico con que se proponía solucionar
el cisma griego. El cardenal Pedro desempeñó un papel muy importante desde la
apertura de la primera sesión. Aparte de su participación en las
deliberaciones, en dos oportunidades pronunció otros tantos brillantes
discursos ante los delegados y, gracias en gran parte a la forma clara y
precisa con que enunció los dogmas del catolicismo, los enviados griegos
acabaron por adherirse a la Iglesia Romana. El Concilio se clausuró en medio
del regocijo general, por el brillante éxito obtenido (un triunfo que tuvo muy
corta duración), al que sólo empañó la muerte de san Buenaventura.
Fue Pedro de Tarentaise quien pronunció el panegírico; adoptó como lema de su
discurso las palabras: «Me conduelo por ti, mi hermano Jonatán» (2Sam 1,26) y
habló con tanto fervor y emoción del gran franciscano desaparecido, que muchos
del auditorio se echaron a llorar.
Las tareas de Pedro en Lyon terminaron al
nombrarse un nuevo arzobispo, y entonces se trasladó a Italia con el Papa y los
otros cardenales. Por lo tanto, se hallaba junto a Gregorio X cuando éste murió
en Arezzo, en enero de 1276, poco después de haber llegado a Francia. En la
elección que se realizó inmediatamente no hubo otro candidato digno de ser
considerado, aparte del cardenal Pedro de Tarentaise, quien fue elegido por
unanimidad para ocupar la Sede Pontificia. Escogió el nombre de Inocencio V. Su
breve pontificado se distinguió por los esfuerzos para restablecer la paz entre
los estados italianos, que estaban divididos por disensiones internas y
externas y por favorecer la unidad con los bizantinos. El Pontífice había hecho
los preparativos para enviar a sus delegados a Constantinopla a fin de obtener,
por parte del emperador Miguel Paleólogo, la confirmación del pacto elaborado
en el Concilio de Lyon, pero los enviados nunca llegaron a su destino.
Repentinamente, la tragedia vino a echar
por tierra las esperanzas que se habían concentrado en la figura del nuevo
Papa. A pesar de que éste era un hombre de espléndida salud física y de una
constitución tan robusta que no se había resentido con las fatigas del duro
trabajo ni con las austeridades de la vida religiosa, una fiebre maligna que le
atacó le llevó al sepulcro en pocos días. Murió el 22 de junio de 1277, a la
edad de cincuenta y un años, al cabo de ocupar solamente durante cinco meses la
Sede de San Pedro. El culto al Beato Inocencio V fue confirmado en 1898 y se
agregó su nombre al Martirologio.
Hay un relato muy completo, con
indicaciones de fuentes de información, en la History of the Popes, vol. XVI,
pp. 1-22, de Mons. Mann. Véase también a Mortier, en Histoire des Maitres
Généraux O.P., vol. I y II.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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