lunes, 28 de octubre de 2019

‘Orar es mirar hacia abajo’. (Domingo 30º del T.O. Ciclo C (27.10.2019): Lucas 18,9-14.) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) (Domingo 48º de Mateo (27.10.2019): Mateo 26,57-75)


Buen momento de lectura y meditación, acompañante de mis escritos y comentarios.
Tendría que llenar ahora esta presentación de los comentarios de alusiones a un asunto del que se hace eco, una vez más en su obra, el Evangelista Lucas: La oración. La oración. La oración.
La oración personal y comunitaria. La oración de la Iglesia. La oración contemplativa. La oración de petición. La oración silenciosa. La oración de la mañana. La oración de las horas. La oración del rosario. Los métodos de oración. La oración oriental y occidental, la oración mental, la oraciçon del corazón... 
¿Qué es orar? 
¿Pudieran ser respuestas estas siete evocaciones mías?:

1. Orar es respirar (Lo dice la última frase del libro de los Salmos)
2. Orar es mirar hacia abajo (Lo digo yo, después de leer la parábola del fariseo y publicano de Lucas 18)
3. Orar es una cuestión de la boca, como el besar (Or, oris, del latín, boca. ¿No se habla de la oración proclamada?)

4. Orar es callarse, para escuchar otras voces: las de los pájaros y las del río, la del crecer de los 'quitameriendas', la de los abajados, la de los orillados...

5. Orar es vivir, tan sencillo. Sin más.
6. Orar es leer, pasear, escribir, amasar el pan, elaborar vino, hornear un bizcocho, regalar una caricia, compartir una hora...
7. Orar es, es, es,... Orar eres tú (te veo que estás cerca y eres tan importante como yo: hijo, hombre, mujer, persona, amigo, alumna, madre, amante, socio, ciudadano, vecino...). 
Creo que es esto último me lo está gritando el sentido común.

Seguramente que no estás de acuerdo con esto. No importa. Ya lo leíste. Te costará olvidarlo. 
Ojalá lo olvides del todo. Ojalá te olvides, incluso, de orar. Porque tú y yo somos oración. La oración. Tan sencillo y tan complicado. Ora como eres o como quieras. Oras siempre, incluso aunque no ores conscientemente.
Me voy a olvidar de casi todo cuanto he escrito y me quedaré con el número 1: esa sabiduría del que escribió la última frase del Salmo 150 de la BIBLIA: Orar es respirar. Todas las personas oran. 
Tal vez no lo hagan como tú lo haces o deseas que los demás lo hagan. 
¿Quién te ha nombrado a ti maestro de oración?
¿Acaso te atreves a exhibir un máster en oración católica firmado por una Universidad que no sea 'la de la vida del aire'?
Sólo los muertos dejan de orar...
No escribo más en esta presentación de los comentarios que puedes leer a continuación.
Los tienes, como siempre, también en el archivo adjunto.
En una semana estoy aquí hablando ya de noviembre... Un lujo poder hacerlo. Un place también.  
   
Domingo 30º del T.O. Ciclo C (27.10.2019): Lucas 18,9-14.
‘Orar es mirar hacia abajo’. Lo medito y escribo CONTIGO; 

Recuerdo que el narrador Lucas continúa contando lo que le sucede a su Jesús de Nazaret y acompañantes en la tercera etapa del Camino, que ya se acerca a Jerusalén. Y recuerdo también que este Lucas nos acaba de situar en el contexto que le anda preocupando tanto a su Jesús de los años treinta del siglo primero, como a sus lectores de los años ochenta del mismo siglo. Recuerdo, digo: “Para inculcarles la necesidad de orar, sin desanimarse...” (Lc 18,1).

Junto a esta referencia tan explícita a la oración, este narrador desea que sus lectores no dejen, ni dejemos nosotros ahora, de recordar esto otro: “A unos que presumían de ser hombres de bien y despreciaban a los demás, les dijo esta parábola (Lucas 18,9). Precisamente, con estas palabras comienza la narración del Evangelio del domingo día veintisiete de octubre.

‘Esta parábola’ (Lucas 18,10-14) sólo se puede leer aquí, en Lucas. Ningún otro Evangelista nos la ha contado. Me atrevo a pensar que fue el propio narrador quien puso en labios de su Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea, estas palabras sobre ‘aquellos dos hombres que subieron al Templo a orar. El uno era fariseo y el otro un recaudador de impuestos para Roma’ (Lc 18,10).

En mis neuronas bailan estas dos personas: un fariseo y un recaudador de impuestos. Y al detener su baile me digo que ya leí lo sucedido a este par de personas en mi queridísimo texto que bauticé como ‘Lucas quince’. Lo que allí leía, en todo el capítulo, debo recordarlo ahora cuando contemplo el qué y el cómo de la oración de un fariseo y de un recaudador de impuestos en el lugar de ‘La Casa de Yavé-Dios’ que era aquel Templo de Jerusalén.

¿Qué y cómo oraba el fariseo, buen judío como el buen judío del Salmo primero de las plegarias de Israel? Curiosamente, esta plegaria del ‘buen judío’ es la oración descalificada por este Jesús de Nazaret, el laico galileo, del que nos está hablando el Evangelista Lucas. Este fariseo era el judío cumplidor de la Ley hasta en sus más pequeñas prescripciones. Este fariseo judío es una persona rica por estar empapada de las ‘ben-diciones’ y los ‘ben-eficios’ de Yavé-Dios. En dos versículos tan solo, el narrador Lucas, nos describe el qué y el cómo no oraba su Jesús de Nazaret, judío también, pero no como ‘el buen judío’  (Lucas 18,11-12).

En cambio, para este Evangelista, la oración de su Jesús y de sus seguidores debe de ser, así lo comprendo desde esta parábola, como el qué y el cómo orar de aquel recaudador de impuestos. Me inclino a pensar que en esta parábola del Jesús de Lucas debería inspirarse todo tratado sobre la oración que se desee llamar ‘oración de Jesús o de sus seguidores’. ¿Orar?

Orar es... ¡mirar hacia abajo!, “porque quien se engrandece...” (Lucas 18,14). Me lo repito y que no se me olvide: ¡Orar es mirar hacia abajo! Así es como se me ocurre traducirme esta expresión de Lucas. Que también es una expresión de Mateo en 23,12 y en todo el contexto de ese capítulo vigesimotercero. Ya acabo: estas últimas líneas del comentario las dedico a recomendar ¡muy encarecidamente! la lectura de Lc 18,15-43, porque jamás se nos leerán en este año dedicado en la liturgia de los domingos al Evangelio ‘según’ Lucas. ¡Qué vergüenza!
Carmelo Bueno Heras

Domingo 48º de Mateo (27.10.2019): Mateo 26,57-75
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

Desde que este Evangelista Mateo comenzó el relato de la llamada ‘Pasión y Muerte de Jesús’ (Mt 26,1) dejé escrito en estos comentarios que nos encontrábamos ante ‘la crónica de una muerte anunciada’. Recuerdo esto en el comienzo de la narración que nos corresponde comentar ahora: Mateo 26,57-75.

Este relato recuerda explícitamente la decidida voluntad de condenar a muerte a Jesús por parte de la autoridad suprema judía representada en el Sumo Sacerdote, Caifás, en los Maestros de la Ley y en los Ancianos (Mt 26,57-59). Esta autoridad político-religiosa de Israel desea tener todas las justificaciones de su decisión. Parece que primero han decidido qué hacer y luego justificarlo. Lo hicieron entonces y se hace siempre en tantísimas situaciones.

Todo este montaje ha sido en vano. Se trata de  un solemne engaño. Según esta narración de Mateo, su Jesús de Nazaret muere acusado de blasfemo. El motivo central y decisivo de la condena a muerte es un asunto propio de la RELIGION de Israel. Es decir, Jesús muere porque le condena la autoridad religiosa. Condenado por haber elegido ser un mesías blasfemo.

Esta autoridad, como tantas otras en la historia de las religiones, se cree que actúa en nombre del Dios de su RELIGION. En nombre de Dios se condena a morir y se mata. Esta actuación de las consideradas gentes de la autoridad religiosa pone de manifiesto la deshumanización más radicalizada de la RELIGION judía y de su Yavé-Dios. La meditación de este relato de Mt 26,57-68 me deja en el aire una pregunta ineludible e inquietante: ¿Qué es ser un mesías blasfemo?

El segundo apartado del relato que comentamos (Mateo 26,69-75) está dedicado a la persona de Pedro y la constatación de sus negaciones sobre Jesús. Si lo traduzco y comprendo bien, ¿puedo decir que Pedro rechazó el mesianismo blasfemo que estaba encarnando el Jesús de Nazaret a quien seguía? Me digo que sí. Pedro rechazó el mesianismo blasfemo de Jesús.  

Esta convicción que acabo de confesar me mueve a releer ahora el texto de Mateo 16,13-28. Como se puede constatar, este texto no es breve ni poco significativo. Al contrario. Estamos ante uno de los textos del Evangelio que se han ‘sacralizado’ dentro de algunas tradiciones del seguimiento de Jesús. ¿Por qué razón algunas de estas palabras se han seleccionado para escribirlas intencionadamente en un espacio que se llega a considerar como el corazón de la iglesia católica? ¿Por qué algunas de estas palabras presiden el altar de la basílica de san Pedro en el Vaticano? Están ahí y así porque alguien decidió que así fuera y que así se mantengan.

La lectura de Mateo 16,13-28 y su correspondiente paralelo de Mateo 26,69-75 invitan, más bien, a todo lo contrario. Es decir, y así lo estimo desde mi particular interpretación, que Pedro no comprendió a Jesús de Nazaret como un mesías blasfemo. Pedro comprendió a Jesús de Nazaret como un Mesías nuevo y más todopoderoso que el mismo Moisés el legislador y que David el considerado en Israel como el Rey según el corazón de Yavé-Dios de los judíos. Pedro deseaba y esperaba el actuar de ese Mesías-Dios de todo poder en su Jesús. Pero ante la condena ratificada por la autoridad religiosa judía, ¿qué quedó de su fe en su Religión? ¡Lloró!
Carmelo Bueno Heras

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