Buen momento de lectura y
meditación, acompañante de mis escritos y comentarios.
Tendría que llenar ahora esta
presentación de los comentarios de alusiones a un asunto del que se hace eco,
una vez más en su obra, el Evangelista Lucas: La oración. La oración. La oración.
La oración personal y
comunitaria. La oración de la Iglesia. La oración contemplativa. La oración de
petición. La oración silenciosa. La oración de la mañana. La oración de las
horas. La oración del rosario. Los métodos de oración. La oración oriental y
occidental, la oración mental, la oraciçon del corazón...
¿Qué es orar?
¿Pudieran ser respuestas
estas siete evocaciones mías?:
1. Orar es respirar (Lo dice
la última frase del libro de los Salmos)
2. Orar es mirar hacia abajo
(Lo digo yo, después de leer la parábola del fariseo y publicano de Lucas 18)
3. Orar es una cuestión de la
boca, como el besar (Or, oris, del latín, boca. ¿No se habla de la oración
proclamada?)
4. Orar es callarse, para
escuchar otras voces: las de los pájaros y las del río, la del crecer de los
'quitameriendas', la de los abajados, la de los orillados...
5. Orar es vivir, tan
sencillo. Sin más.
6. Orar es leer, pasear,
escribir, amasar el pan, elaborar vino, hornear un bizcocho, regalar una
caricia, compartir una hora...
7. Orar es, es, es,... Orar
eres tú (te veo que estás cerca y eres tan importante como yo: hijo, hombre,
mujer, persona, amigo, alumna, madre, amante, socio, ciudadano,
vecino...).
Creo que es esto último me lo
está gritando el sentido común.
Seguramente que no estás de
acuerdo con esto. No importa. Ya lo leíste. Te costará olvidarlo.
Ojalá lo olvides del todo.
Ojalá te olvides, incluso, de orar. Porque tú y yo somos oración. La oración.
Tan sencillo y tan complicado. Ora como eres o como quieras. Oras siempre,
incluso aunque no ores conscientemente.
Me voy a olvidar de casi todo
cuanto he escrito y me quedaré con el número 1: esa sabiduría del que escribió
la última frase del Salmo 150 de la BIBLIA: Orar es respirar. Todas las
personas oran.
Tal vez no lo hagan como tú
lo haces o deseas que los demás lo hagan.
¿Quién te ha nombrado a ti
maestro de oración?
¿Acaso te atreves a exhibir
un máster en oración católica firmado por una Universidad que no sea 'la de la
vida del aire'?
Sólo los muertos dejan de
orar...
No escribo más en esta
presentación de los comentarios que puedes leer a continuación.
Los tienes, como siempre,
también en el archivo adjunto.
En una semana estoy aquí
hablando ya de noviembre... Un lujo poder hacerlo. Un place
también.
Domingo 30º del T.O. Ciclo C (27.10.2019): Lucas
18,9-14.
‘Orar es mirar hacia abajo’. Lo medito y escribo CONTIGO;
Recuerdo que el
narrador Lucas continúa contando lo que le sucede a su Jesús de Nazaret y
acompañantes en la tercera etapa del Camino, que ya se acerca a Jerusalén. Y
recuerdo también que este Lucas nos acaba de situar en el contexto que le anda
preocupando tanto a su Jesús de los años treinta del siglo primero, como a sus
lectores de los años ochenta del mismo siglo. Recuerdo, digo: “Para inculcarles
la necesidad de orar, sin desanimarse...” (Lc 18,1).
Junto a esta
referencia tan explícita a la oración, este narrador desea que sus lectores no
dejen, ni dejemos nosotros ahora, de recordar esto otro: “A unos que
presumían de ser hombres de bien y despreciaban a los demás, les dijo esta
parábola” (Lucas 18,9). Precisamente, con estas palabras comienza
la narración del Evangelio del domingo día veintisiete de octubre.
‘Esta parábola’
(Lucas 18,10-14) sólo se puede leer aquí, en Lucas. Ningún otro Evangelista nos
la ha contado. Me atrevo a pensar que fue el propio narrador quien puso en
labios de su Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea, estas palabras sobre
‘aquellos dos hombres que subieron al Templo a orar. El uno era fariseo y el
otro un recaudador de impuestos para Roma’ (Lc 18,10).
En mis neuronas
bailan estas dos personas: un fariseo y un recaudador de impuestos.
Y al detener su baile me digo que ya leí lo sucedido a este par de personas en
mi queridísimo texto que bauticé como ‘Lucas quince’. Lo que allí leía, en todo
el capítulo, debo recordarlo ahora cuando contemplo el qué y el cómo de la
oración de un fariseo y de un recaudador de impuestos en el lugar de ‘La Casa
de Yavé-Dios’ que era aquel Templo de Jerusalén.
¿Qué y cómo oraba
el fariseo, buen judío como el buen judío del Salmo primero de las plegarias de
Israel? Curiosamente, esta plegaria del ‘buen judío’ es la oración
descalificada por este Jesús de Nazaret, el laico galileo, del que nos está
hablando el Evangelista Lucas. Este fariseo era el judío cumplidor de la Ley
hasta en sus más pequeñas prescripciones. Este fariseo judío es una persona
rica por estar empapada de las ‘ben-diciones’ y los ‘ben-eficios’ de Yavé-Dios.
En dos versículos tan solo, el narrador Lucas, nos describe el qué y el cómo no
oraba su Jesús de Nazaret, judío también, pero no como ‘el buen judío’
(Lucas 18,11-12).
En cambio, para
este Evangelista, la oración de su Jesús y de sus seguidores debe de ser, así
lo comprendo desde esta parábola, como el qué y el cómo orar de aquel
recaudador de impuestos. Me inclino a pensar que en esta parábola del Jesús de
Lucas debería inspirarse todo tratado sobre la oración que se desee llamar
‘oración de Jesús o de sus seguidores’. ¿Orar?
Orar es... ¡mirar hacia abajo!, “porque
quien se engrandece...” (Lucas 18,14). Me lo repito y que no se me
olvide: ¡Orar es mirar hacia abajo! Así es como se me ocurre
traducirme esta expresión de Lucas. Que también es una expresión de Mateo en
23,12 y en todo el contexto de ese capítulo vigesimotercero. Ya acabo: estas
últimas líneas del comentario las dedico a recomendar ¡muy encarecidamente! la
lectura de Lc 18,15-43, porque jamás se nos leerán en este año dedicado en la
liturgia de los domingos al Evangelio ‘según’ Lucas. ¡Qué vergüenza!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 48º de Mateo (27.10.2019): Mateo 26,57-75
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Desde que este
Evangelista Mateo comenzó el relato de la llamada ‘Pasión y Muerte de Jesús’
(Mt 26,1) dejé escrito en estos comentarios que nos encontrábamos ante ‘la
crónica de una muerte anunciada’. Recuerdo esto en el comienzo de la narración
que nos corresponde comentar ahora: Mateo 26,57-75.
Este relato
recuerda explícitamente la decidida voluntad de condenar a muerte a Jesús por
parte de la autoridad suprema judía representada en el Sumo Sacerdote, Caifás,
en los Maestros de la Ley y en los Ancianos (Mt 26,57-59). Esta autoridad
político-religiosa de Israel desea tener todas las justificaciones de su
decisión. Parece que primero han decidido qué hacer y luego justificarlo. Lo
hicieron entonces y se hace siempre en tantísimas situaciones.
Todo este montaje
ha sido en vano. Se trata de un solemne engaño. Según esta narración de
Mateo, su Jesús de Nazaret muere acusado de blasfemo. El motivo central y
decisivo de la condena a muerte es un asunto propio de la RELIGION de Israel.
Es decir, Jesús muere porque le condena la autoridad religiosa. Condenado
por haber elegido ser un mesías blasfemo.
Esta autoridad,
como tantas otras en la historia de las religiones, se cree que actúa en nombre
del Dios de su RELIGION. En nombre de Dios se condena a morir y se mata. Esta
actuación de las consideradas gentes de la autoridad religiosa pone de manifiesto
la deshumanización más radicalizada de la RELIGION judía y de su Yavé-Dios. La
meditación de este relato de Mt 26,57-68 me deja en el aire
una pregunta ineludible e inquietante: ¿Qué es ser un mesías blasfemo?
El segundo apartado
del relato que comentamos (Mateo 26,69-75) está dedicado a la
persona de Pedro y la constatación de sus negaciones sobre Jesús. Si lo
traduzco y comprendo bien, ¿puedo decir que Pedro rechazó el mesianismo
blasfemo que estaba encarnando el Jesús de Nazaret a quien seguía? Me digo que
sí. Pedro rechazó el mesianismo blasfemo de Jesús.
Esta convicción que
acabo de confesar me mueve a releer ahora el texto de Mateo 16,13-28.
Como se puede constatar, este texto no es breve ni poco significativo. Al
contrario. Estamos ante uno de los textos del Evangelio que se han
‘sacralizado’ dentro de algunas tradiciones del seguimiento de Jesús. ¿Por qué
razón algunas de estas palabras se han seleccionado para escribirlas
intencionadamente en un espacio que se llega a considerar como el corazón de la
iglesia católica? ¿Por qué algunas de estas palabras presiden el altar de la
basílica de san Pedro en el Vaticano? Están ahí y así porque alguien decidió
que así fuera y que así se mantengan.
La lectura de Mateo
16,13-28 y su correspondiente paralelo de Mateo 26,69-75 invitan, más bien, a
todo lo contrario. Es decir, y así lo estimo desde mi particular
interpretación, que Pedro no comprendió a Jesús de Nazaret como un mesías
blasfemo. Pedro comprendió a Jesús de Nazaret como un Mesías nuevo y más
todopoderoso que el mismo Moisés el legislador y que David el considerado en
Israel como el Rey según el corazón de Yavé-Dios de los judíos. Pedro deseaba y
esperaba el actuar de ese Mesías-Dios de todo poder en su Jesús. Pero ante la
condena ratificada por la autoridad religiosa judía, ¿qué quedó de su fe en su
Religión? ¡Lloró!
Carmelo Bueno Heras
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