domingo, 7 de marzo de 2021

Domingo 3º de Cuaresma Ciclo B (07.03.2021): Juan 2,13-25. El virus de la corona, ¿religiosa? y CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos. Domingo 15º: 07.03.2021. EN TIEMPO DE PRIMAVERA, HABLEMOS DE HIGUERAS

 

Una religión sin Templo

Día a día y mes a mes estamos ya en marzo y en pleno proceso de vacunación y desescalada. Es posible que en nada tengamos 'el virus' controlado. 

Estamos en la tercera etapa de las cinco de la experiencia de la Cuaresma de los católicos. A veces me gustaría saber las razones por las que se ha elegido este relato del Evangelio para un domingo como éste o para cualquier otro domingo. Da igual. Siempre me vuelve a sobrecoger la claridad con la que el Evangelista Juan nos presenta a su Jesús de Nazaret denunciando la presencia del único Templo de su Religión en Jerusalén. Es cierto que esta denuncia nos la han contado los cuatro Evangelistas. Cada uno a su modo, pero con la misma transparencia y rotundidad los cuatro. Quizá el Evangelio de Juan es más 'violento' que los tres anteriores. Este Jesús de Juan nos permite imaginar un Templo de Jerusalén como el mayor de los mercados imaginables donde parece que sólo impera la religión del dinero y del poder en nombre de un Dios insaciable ante la tentación de la ostentación. A veces, siento en mis oídos que aquel YavéDios del Templo donde está Jesús grita sin descanso "¡Lo quiero todo! Aquí y ahora". 

Jesús de Nazaret denunció aquella realidad, la que él conoció. No quiero ni pensar qué hubiera dicho y hecho este mismo Jesús si hubiera pasado a sus veinte años por aquel país de Egipto y hubiera contemplado los Templos faraónicos de sus dioses. Y tampoco quiero dejar de imaginarme a este mismo Jesús contemplando los Templos de las religiones que se consideran institucionalizadas por el propio Jesús. ¡Cuánta ostentación de poderío, lujo y riqueza!

Creo que este hombre de la Galilea del norte, laico y preocupado siempre por aquello de 'ser humano y persona' se había aprendido muy bien las palabras y hechos de gentes como el profeta Miqueas que no se calló ni se asustó para decir todo cuanto dice en su breve texto de 3,9-12. Seguramente que este mismo Miqueas era un seguidor incondicional de aquel otro profeta llamado Natán que se atrevió a parar los pies a todo un rey David que soñaba con construirle un templo a Dios (2 Samuel 7).

Ya es bastante y creo que no merece la pena alargarse en la contemplación de los datos de la historia. Una vez más aprovecharé este domingo para preguntarme si vale o no la pena vivir del espíritu de una religión que ha puesto su centro en la visibilidad de un Templo. 

Y recordaré que este Evangelio de Juan nos viene a afirmar sin ningún género de dudas que la religión de su Jesús de Nazaret no necesita ningún templo. Se lo dijo así a la mujer samaritana (Juan 4) y a todos cuantos cenaron con él aquella noche de las despedidas (Juan 13, especialmente 13,35). Por cierto, este versículo de Juan 13,35 nunca se nos cita en el Catecismo de la Iglesia Católica editado en Roma en 1992.

A continuación se encuentran los comentarios del texto de Juan 2,13-25 y la página de los Cinco Minutos bíblicos.

También están recogidos estos comentarios en el archivo adjunto.

   

Domingo 3º de Cuaresma Ciclo B (07.03.2021): Juan 2,13-25.

El virus de la corona, ¿religiosa? Me lo digo y lo escribo CONTIGO,

 

Después de ser tentado en el desierto y de haberse transfigurado en la cumbre alta de un monte, el Jesús de quien nos hablaba el Evangelio de Marcos en los dos domingos anteriores se nos vuelve mudo, o quizá le han enmudecido los responsables de las liturgias vaticanas. A estas gentes les parece -verdadero, justo y necesario- dar voz al cuarto Evangelista, el único que nos ha dejado el sorprendente dato de habernos contado las tres últimas Pascuas de su Jesús de Nazaret.

 

El relato que oiremos en este día del siete de marzo y del tercer domingo de Cuaresma comienza con estas palabras: “Se acercaba la Pascua de los judíos” (Juan 2,13). Un poco más adelante, en Juan 6,4, volvemos a leer esto otro: “Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos”. Y por tercera vez, en Juan 13,1, se nos escribe también: “Antes de la fiesta de la Pascua”. Está muy claro que para este Evangelista sucedieron tres acontecimientos muy significativos en la primaveral fiesta judía del paso de la esclavitud a la liberación. El primero de estos sucesos lo recordaremos en este primer domingo del mes de marzo de este 2021, justamente un año después del  primer confinamiento por la pandemia del virus de la corona.

 

He escrito muy conscientemente la expresión ‘el virus de la corona’ y no es la primera vez que lo hago. El tal virus será un virus tan peculiar que viaja como casi todos ellos en la distancia corta del aire que a ti y a mí nos envuelve para que lo respiremos y se nos adentre en las entretelas de la vida. Pero sabemos también los humanos que existe ese otro virus que se aloja en los adentros de las neuronas adosado a las ansias insaciables del poder.

 

Y este virus del poder, se cuenta ya en las primeras páginas de ‘El Génesis’ de la Biblia y de la Historia, ¿no existe desde que los humanos se irguieron sobre sus dos pies, levantaron sus cabezas y comenzaron a caminar en el progreso a costa de unos y de otros tratando de sobrevivir hasta lograr inmortalizarse los más fuertes en el tener, saber, creer y aparentar?

 

A más de uno de los lectores de estas líneas le puede sorprender esto del progresar en el poder como si se tratara de ‘el virus’. Pues sigo creyendo que sí. Y más cuando me estoy volviendo a leer en estos días de la pandemia esta sugerencia de la autoridad de la liturgia que me propone el mensaje de Juan 2,13-25, que no es otra cosa que el choque de dos poderes. Por un lado, el poder del único Templo del judaísmo, arraigado y crecido en Jerusalén  y, por otro lado, el poder de la debilidad de un judío, galileo y laico, crítico con el sistema de la Ley de Moisés divinizada por el Sacerdocio y sus Liturgias ante el Tesoro áureo ¿de su Yavé Dios?

 

Aquel Templo, ¿todopoderoso como su dios?, apresó, enmudeció, ejecutó y sepultó a Jesús de Nazaret. Y aquel Templo acabó también por derrumbarse ante el poder de otro Templo como el del poder del romano Júpiter (juntamente con su esposa Juno y su hija Minerva).

 

Y ahí y en estas opciones seguimos. Y como entonces, cuando algunos creyeron en el galileo, también cien años después y mil años después y también hoy... algunos tratamos de comprender la luz y sentido de la debilidad del siempre viviente Jesús de Nazaret. C. B. H.

CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos.

Domingo 15º: 07.03.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...

 

EN TIEMPO DE PRIMAVERA, HABLEMOS DE HIGUERAS

Según el evangelio de Juan (Jn 1,45-50), Jesús reconoce al judío Natanael porque antes le ha visto «debajo de la higuera». No «en la hi­guera», como vulgarmente se dice, que no tiene nada que ver lo uno con lo otro.

Según el evangelio de Marcos (Mc 11,12-14.20-21), Jesús maldice a una higuera (¡qué pecado habrá cometido la pobre!) florida y hermo­sa. Tal maldición provoca en veinticuatro horas la esterilidad más radi­cal del citado árbol: hasta la raíz de dicha higuera quedó seca, y eso que era plena primavera...

Si se lee el correspondiente texto paralelo en el evangelio de Ma­teo (Mt 21,18-19), la maldición de Jesús produce en la higuera un efec­to tan trágico como inmediato: al instante, la higuera quedó seca. Los videntes del «acontecimiento» debieron quedar sorprendidísimos...

 

¿Quién es esta higuera tan «singular» que, de la noche a la ma­ñana, viene a quedar reducida a nada? En la simple lectura literal da la impresión de que Jesús es un auténtico anti-ecologista. Uno se pregun­ta muchas cosas: ¿De verdad Jesús se encaró tan agresivamente con una inocente higuera? ¿Quería Jesús, tal vez, decir a todo el mundo, y más a los doce, que tenía una fuerza poderosa en su persona capaz de hacer milagros tan maravillosos y sorprendentes? ¿Quería decir Jesús a todos que ese poder le venía por ser el hijo del Todopoderoso? ¿Qué había hecho de malo esta higuera?... ¿Quién es esta higuera?

 

Higueras y viñas son frecuentes en los climas y tierras del ámbito mediterráneo. También eran frecuentes en la Palestina de los tiempos de Jesús. ¿Cuántas veces se compara en la Biblia el pueblo de Israel con una viña? ¿Acaso se nos puede olvidar el salmo 80? ¿Y cuántas veces hemos visto higueras bien hermosas en medio de los viñedos? Por ello, me pregun­to: Si la viña es Israel, ¿quién es esa higuera que está en medio de la viña-Israel? Y con esta pregunta en la cabeza uno relee los textos bíbli­cos anteriores y escucha la palabra de los comentaristas. Y sorprende comprobar que la tal higuera florida-primaveral-hermosa no es otra que la institución “Templo de Jerusalén”.

 

La higuera es el templo. Un templo florido y hermoso, pero es­téril, sin frutos. Y por no dar frutos se secará hasta la raíz. ¿Qué frutos debía dar el templo (la Casa de Dios, para el judío)? Pues, sencillamen­te, los frutos que Dios desea: la justicia, la solidaridad, la tolerancia, la paz, el compartir, el servir, la misericordia, el perdón, la fraternidad... Al parecer, todos estos valores no eran los frutos que pudieran encon­trarse en el magnífico templo de Jerusalén de los tiempos de Jesús. Por lo tanto, debe desaparecer.

 

Allí donde maduren los frutos que Dios desea: justicia, solidari­dad, perdón, fraternidad..., allí está el templo de Dios, la auténtica hi­guera, no la higuera que aparenta lozanía y frondosidad... Lector que lees tómate un minuto de esta reflexión para pensar y orar: ¿No hay a nuestro alrededor también demasiados templos-higueras estériles? ¿Dónde están los templos que Dios quiere?... Pues, si «ahora escucháis su voz, no endurezcáis vuestro corazón». Carmelo Bueno Heras Educar hoy 27 (febrero-marzo.1991).

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