El polvo
Para esta nueva
presentación de los comentarios del domingo, día 14 de marzo, me permito
copiar un texto de Jesús Carrasco y de su nueva novela titulada 'Llévame a
casa', editada el pasado mes de febrero y que se la lee uno como quien se toma
un rico, fresco y natural zumo de fruta. El asunto que se trae entre manos este
narrador en su novela es, como él mismo nos dice textualmente, "la
responsabilidad de ser hijos... y de las consecuencias de asumirla".
El texto que transcribo y que tú y yo leemos aquí y ahora se encuentra en
la página 21 de su novela:
"Los relojes no deberían
estar llenos de arena sino de polvo. Es el polvo lo que verdaderamente nos
ayuda a entender el paso del tiempo. El polvo es un fenómeno tan consistente
como la gravedad pero sin su prestigio científico, ni su Newton, ni su
unidad en un museo de París. Si se sostiene un cuerpo a un metro del suelo y se
suelta, cae. Si se deja pasar el tiempo y nada se toca ni se remueve, el polvo
también cae. No se sabe dónde está, pero está. Se deposita en las superficies
planas y también en las inclinadas. Se mezcla con grasa en las campanas de
cocina formando un lodazal que termina encostrándose. Metafóricamente, el polvo
también se asienta en los silencios. Entre su padre y él (un tal Juan Álvarez)
había kilos de polvo. También en el espacio que le separa de su madre y, en
menor medida, entre él y su hermana".
Ya se ve que se trata sólo de
un sorbito de ese zumo natural de fruta. El sorbito del polvo. Y como éste unos
cuantos más que se hallan entretejidos en la narración de los sucesos que
acontecieron, al parecer, en un lugar de la Mancha desde un tres de agosto
(pág. 12) hasta mediados de un abril lluvioso (pág. 301). Todo es tan natural
como la vida misma, y con las mil y una historias de otras tantas familias o
más. Seguramente más. Y..., ¿de qué casa se trata?
Si esta breve reflexión sobre
'el polvo' me sorprendió gratamente fue, entre otras muchas razones, porque me
evocó la realidad de nuestras relaciones con cada uno de los cuatro Evangelios,
en particular, y con los demás libros de nuestras Biblias.
Seguramente que Jesús de
Nazaret y su visitante nocturno llamado Nicodemo no hablaron en su cita sobre
el asunto de 'el polvo'. Pero el galileo del norte propuso al magistrado
de la capital 'desempolvar' toda su vida y 'volver a nacer de nuevo'...
¿Volver a nacer?
Casi nada. O, casi todo.
A continuación se encuentran
los dos comentarios evangélicos de cada semana.
Domingo 4º de Cuaresma Ciclo B (14.03.2021): Juan 3,14-21.
La humanidad de Jesús sorprende siempre. Me lo escribo CONTIGO,
En este cuarto domingo de la Cuaresma se nos lee a las gentes
de la celebración el texto de Juan 3,14-21. Al comenzar la lectura podremos
escuchar esta expresión de labios del lector, habitualmente el sacerdote y
celebrante: “En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo”. Pero
en verdad, si se consulta el texto en cualquiera de las Biblias, nadie
encontrará esta expresión en Juan 3,14. Ojalá la gente curiosa lea Juan 3,9. Y
anteriormente Juan 3,4 y antes Juan 3,1.
Constatará entonces el lector de la Biblia que el autor del
cuarto Evangelio nos está contando un acontecimiento que ninguno de los tres
Evangelios Sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) nos dio a conocer sobre las
relaciones de su Jesús de Nazaret con un importante personaje (magis) del
Sanedrín judío. Este tal Nicodemo que, según este Evangelista, fue en plena
noche de luna nueva (no llena) a hablar con Jesús se atrevió a formularle tres
cuestiones. Una vez respondidas las tres preguntas creo, creo, creo que se
marchó y le dejó a Jesús (y también a sus lectores de siempre) con la palabra
en la boca.
Por ser preciso apuntaré que este Nicodemo vuelve a aparecer
en Juan 7,50-53. Y aquí se le presenta como decidido defensor de Jesús
en pleno Sanedrín. Y no hay dos sin tres. En Juan 19,38-42 nos
comenta el Evangelista que Nicodemo está presente en la sepultura de Jesús.
Vuelvo a repetir que nada de todo esto se nos cuenta en los otros Evangelistas.
¿Por qué?
¿Por qué? Probablemente porque nunca sucedieron así estas
cosas. Sólo la mente del autor de este Evangelio conoció las intencionalidades
de este magistrado sanedrita. Pero lo que sí parece muy intencionadamente
explícito para este Evangelista es dejar claro en todo momento que su Jesús de
Nazaret, el judío y laico de Galilea, había sorprendido a las autoridades de la
Religión de Israel, de Moisés y de los Profetas por sus decisiones contrarias a
la Ley que se creía que tenía como autor al mismísimo Yavé Dios de Abraham, de
David y hasta del mundo entero.
Cuando escribe este cuarto Evangelista a finales del siglo primero,
aquel Jesús condenado y ejecutado por blasfemo llevaba más de sesenta años
sepultado y sin haber venido la segunda y definitiva vez a tomar posesión de su
identidad de Mesías salvador como lo habían esperado los hombres y mujeres que
se decían y creían sus seguidores. La humanidad de este hombre sorprendió a
quienes lo conocieron y sigue sorprendiendo a quienes tratan de comprenderlo.
Las personas que sólo escuchen las palabras que se nos leerán
en el Evangelio del domingo corren el peligro inmenso de acogerlas sin
conocer el contexto en el que están escritas y transmitidas. ¿El Dios del mundo
es único? Y éste, ¿sólo ha tenido un hijo único? Jesús de Nazaret, ¿es el hijo
único de este Dios único del mundo? Y me sigo preguntando sin tener respuestas,
¿no ha tenido cada pueblo de este mundo su Dios, sus Dioses y hasta sus
Familias?
En este texto de Juan, aquel Jesús de Nazaret es la vida y es la verdad y es la luz. Pero aquel Jesús de Nazaret fue un condenado por hereje y blasfemo. Y esta herejía y blasfemia nos la resumió este Evangelio en Jn 13,35: ‘amarse unos a otros’. Éste fue su único mandamiento, su única Ley, su único Credo y toda su Religión (sin otro templo, rito o sacerdocio). Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS con la Biblia entre las
manos.
Domingo 16º:
14.03.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
MEMORIA Y PROFECÍA DE UNA MUJER
"Yo os aseguro: Donde quiera que se proclame la Buena Noticia, en el mundo
entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya" (Mc 14,9). Para estos "cinco minutos"
bíblicos ha llegado el momento de presentar el gesto ¿profético? de esta
mujer. Juan dice que se llamaba María y su gesto lo sitúa en casa de Lázaro. Mc
y Mt señalan que el acontecimiento sucedió en casa de Simón el leproso. Siempre
en Betania y en los días previos a la pasión y muerte de Jesús. Lucas no habla
del tema, aunque su narración de la mujer pecadora (7,36-50) tiene muchos
elementos coincidentes.
¿A qué gesto nos referimos? Al llamado unción en Betania y que a mí me gusta
titularlo: el perfume de la fe o memoria y profecía de una mujer. Leamos
ya los textos siguientes: Mt 26,6-13; Mc 14,3-9 y Jn 12,1-8. Se caerá en la
cuenta de que el gesto es muy sencillo. Jesús está en una casa, la del leproso
Simón o la de Lázaro, a la mesa. Se comparte, tal vez, la comida. En esto, se
acerca una mujer y derrama perfume abundante y carísimo (el equivalente al
sueldo de un año de trabajo) y lo derrama sobre Jesús. Sobre sus pies o sobre
su cabeza. La imaginación de la escena nos "hace ver" que Jesús quedó
bien perfumado y, sobre todo, bien embadurnado (recordemos que antes utilizaban
el aceite para fijar los perfumes). Esta mujer realiza su gesto sin decir tus
ni mus.
Después del gesto vienen las interpretaciones. Primero, la de los
discípulos (o la de Judas) sensibilizados con los pobres. Muy razonable. Luego
la de Jesús, que enmienda la plana a los discípulos y alaba a la mujer por su
gesto perfumante de ahora y de después, cuando llegue su sepultura. Pero lo que
sorprende es el final de la escena, las palabras que se ponen en boca de Jesús,
citadas al comienzo: allí donde se anuncie el Evangelio se hablará de esta
mujer... ¿Tan significativo fue el gesto de derramar abundantemente aceite
perfumado y carísimo?
Probablemente, para responder a esta pregunta habrá que leer algún texto del AT
que esté sirviendo de referencia y fundamento al gesto de la mujer y al relato
que los evangelistas nos han transmitido. Proponen los estudiosos de la Biblia
que conviene prestar atención a lo que se ordena y manda de parte de Dios en el
libro del Éxodo 30,23-33 y que es lo siguiente: "Habló Yahvé a Moisés y
le dijo: Toma aromas escogidos... prepararás con ello el aceite para la unción
sagrada, perfume aromático... Con él ungirás la Tienda del Encuentro y el Arca
de la Alianza... Ungirás también a Aarón y a sus hijos y los consagrarás para
que ejerzan mi sacerdocio... No debe derramarse sobre el cuerpo de ningún
hombre, no haréis otro de composición parecida a la suya... Cualquiera que
prepare otro semejante o derrame de él sobre un laico, será exterminado de su
pueblo..."
La memoria de esta unción se actualizaba en Israel cada vez que se
consagraba a un nuevo sacerdote o rey. Ciertamente, Jesús era un laico, alguien
del pueblo que no había accedido al estamento sacerdotal. ¿Guardaba esta mujer
en la memoria de su corazón todo esto? Si lo sabía, ¿por qué arriesga su vida
realizando un gesto prohibido por la ley? ¿No puede llamarse a esto actitud
profética? ¿Acaso había renunciado a su fe y espiritualidad judía orientada por
la ley de Moisés y el Dios en quien creía Israel? ¿Se había convertido, quizá,
en seguidora de Jesús?, ¿Confesaba, a su manera, el nuevo sacerdocio de Jesús?
¿Se había dejado conquistar por la "espiritualidad" de Jesús y había
abrazado la fe en el Dios del laico judío Jesús de Nazaret?... La memoria se
actualiza en el gesto y la profecía se realiza en el sorprendente cambio de
protagonistas: la que unge y el ungido. Carmelo Bueno Heras. Educar hoy 57
(marzo-abril.1997)
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