¿Qué quedó después de no quedar nada?
2019-02-02
En Brasil muchos vivimos una
situación de luto. Se impone el luto cuando sufrimos pérdidas: muchos muertos y
cientos de desaparecidos por la rotura de la presa de la Vale que destruyó
criminalmente la ciudad de Brumadinho. La pérdida de la persona amada, del
empleo que protege la familia, la emigración forzada a causa de amenazas de
muerte. El luto es mayor cuando alcanza bienes fundamentales de un país:
retroceso de la democracia, pérdida de los derechos laborales garantizados hace
muchos años, disminución de las pensiones de los ancianos, recortes de las
políticas públicas para pobres y miserables, privatización de los commons,
bienes fundamentales para la soberanía del país... Pero el gran luto es tener
que aceptar a un presidente que ha reforzado la cultura del odio, que desconoce
las cuestiones nacionales, que nos ha avergonzado en Davos, donde los dueños
del dinero del mundo se reúnen para garantizar sus intereses. Su discurso, que
podría haber sido de 45 minutos, duró escasos seis, pues eso era todo lo poco
que tenía que decir. Canceló las entrevistas para ocultar su ignorancia y las
acusaciones graves que pesan sobre un miembro de su familia.
Es
un gran desafío para todos elaborar las pérdidas y alimentar la resiliencia,
que significa saber revertir esta coyuntura adversa y aprender las lecciones
que brotan de esta situación de luto.
Son
varios los pasos a dar en este camino.
El
primer paso es la indignación, que se expresa mediante la sorpresa: es
criminal la ruptura de la presa de la Vale. ¿Merecía el país tal gobierno?
Descubrimos que la vida comporta tragedias que hacen sufrir especialmente a los
pobres. Y no raramente nos culpamos por no haber tenido cuidado y haberlas
percibido antes.
El
segundo paso es el rechazo sufrido: ¿cómo fue posible llegar a este
punto con la Vale, eligiendo a un presidente con muy pocas luces y con algunas
características propias del fascismo? ¿Dónde nos equivocamos? Inicialmente
tendemos a rechazar el hecho. Pero él está ahí, grosero y tosco.
El
tercer paso es la depresión psicológica asociada a la recesión
económica. Hemos llegado al fondo del pozo. La economía es para el mercado que
se beneficia de la crisis mientras lanza a millones de personas a la pobreza.
Estamos poseídos por un vacío existencial y el desinterés por las cosas de la
vida. ¿Quién consolará a los familiares de las víctimas de Brumadinho? ¿Quién
les reforzará la esperanza de que las promesas de reconstrucción van a ser
cumplidas?
El
cuarto paso es el autofortalecimiento. Hacemos una especie de
negociación con la frustración y la depresión. Estas cosas siniestras
pertenecen a la vida, con sus contradicciones. No nos podemos hundir, ni perder
nuestros proyectos y sueños. Necesitamos volver a levantar las casas de
Brumadinho. Vale, empresa privada que piensa más en sus ganancias que en las
personas, tiene que sacar duras lecciones para evitar nuevos crímenes
ambientales. El luto debe generar presiones por parte del pueblo y nuevas iniciativas.
Podemos salir más fuertes de este luto.
El
quinto paso es la aceptación dolorosa del hecho ineludible. El luto debe
pasar de delante de los ojos a detrás de la cabeza, a pesar de las imágenes
imborrables del crimen. Nadie sale del luto como entró. Madura a duras penas y
experimenta que, en el caso del nuevo gobierno brasileño de derechas, no toda
la pérdida es total: trae siempre una ganancia social y política.
Todo
luto requiere una travesía paciente. Parece que nuestras estrellas guiadoras se
han apagado, pero el cielo continúa iluminando nuestras noches oscuras. Las
nubes pueden tapar al Cristo Redentor del Corcovado, pero él sigue allí.
Incluso sin verlo, creemos en su presencia. Bolsonaro también pasará. Cristo,
no. Enjugará las lágrimas de los familiares que sufren.
Con
respecto a nuestra situación política, hay que reconocer que nuestro árbol fue
mutilado: cortaron la copa, arrancaron las hojas, destruyeron las flores y los
frutos, abatieron su tronco y arrancaron las raíces. ¿Qué quedó después de
no quedar nada? Quedó lo esencial que el luto inducido no puede destruir:
quedó la semilla. En ella están en potencia las raíces, el tronco, las hojas,
las flores, los frutos y la copa frondosa.
Todo
puede volver a comenzar. Recomenzaremos, más seguros por más experimentados,
más experimentados por más sufridos, más sufridos por más dispuestos para un
nuevo sueño. El luto pasará. Será tiempo de rehacer un Brasil más cordial,
solidario, justo y hospitalario.
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