Santa María de San Ignacio Thévenet, virgen y fundadora
fecha: 3 de febrero
n.: 1774 - †: 1837 - país: Francia
canonización: B: Juan Pablo II 4 oct 1981 - C: Juan Pablo II 21 mar 1993
hagiografía: Vaticano
n.: 1774 - †: 1837 - país: Francia
canonización: B: Juan Pablo II 4 oct 1981 - C: Juan Pablo II 21 mar 1993
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Lyon, en Francia, santa María de
San Ignacio (Claudina) Thévenet, virgen, la cual, movida por la caridad, con
ánimo esforzado fundó la Congregación de Hermanas de Jesús y María, para la
formación espiritual de las jóvenes, especialmente de condición humilde.
Claudina Thévenet, la segunda de una
familia de siete hijos, nace en Lyon el 30 de marzo de 1774. «Glady», como se
la llama familiarmente, ejerce muy pronto una bienhechora influencia sobre sus
hermanos y hermanas porque su bondad, delicadeza y olvido propio la llevan a
complacer siempre a los demás. Tiene 15 años cuando estalla la Revolución
Francesa. En 1793 vive las horas trágicas del asedio de Lyon por las fuerzas
gubernamentales y, en enero de 1794, llena de horror y de impotencia, asiste a
la ejecución de sus hermanos, condenados a muerte por represalia, después de la
caída de la ciudad. Sus últimas palabras, «Perdona, Glady, como nosotros perdonamos»,
las hace muy suyas, las graba en su corazón y la marcan profundamente dando
nuevo sentido a su vida. En adelante se dedicará a socorrer las innumerables
miserias que la Revolución había producido. Para Claudina, la causa principal
del sufrimiento del pueblo era la ignorancia de Dios y esto despierta en ella
un gran deseo de darlo a conocer a todos. Niños y jóvenes atraen principalmente
su celo apostólico y arde por hacer conocer y amar a Jesús y a María.
El encuentro con un santo sacerdote, el
Padre Andrés Coindre, le ayudará a conocer la voluntad de Dios sobre ella y
será decisivo en la orientación de su vida. En el atrio de la iglesia de San
Nizier, el Padre Coindre había encontrado dos niñas pequeñas abandonadas y
temblando de frío. Las condujo a Claudina quien no vaciló en ocuparse de ellas.
La compasión y el amor hacia las niñas abandonadas son el origen de la
Providencia de San Bruno en Lyon (1815). Algunas compañeras se unen a Claudina.
Se reúnen en Asociación. Elaboran y experimentan un Reglamento y pronto la
eligen como Presidenta. El 31 de julio de 1818 el Señor se deja oír por la voz
del Padre Coindre: «hay que formar una comunidad. Dios te ha elegido», dijo a
Claudina. Y así, el 6 de octubre de ese mismo año, se funda la Congregación de
Religiosas de Jesús-María, en Pierres-Plantées, sobre la colina de la Croix
Rousse. En 1820 la naciente Congregación se instalará en Fourviére (frente al
célebre santuario) en un terreno adquirido a la familia Jaricot. En 1823
obtiene la aprobación canónica para la Diócesis del Puy y en 1825 para la de
Lyon.
El fin inicial del joven Instituto era
recoger las niñas pobres hasta los 20 años de edad. Se les enseñaba un empleo y
los conocimientos propios de la escuela primaria, todo ello desde una sólida
formación religiosa y moral. Pero querían hacer más, y Claudina y sus hermanas
abrieron también sus corazones a niñas de clases acomodadas construyendo para
ellas un pensionado. El fin apostólico de la Congregación será pues, la
educación cristiana de todas las clases sociales con una preferencia por las
niñas y jóvenes, y entre ellas, las más pobres.
Los dos tipos de obras se desarrollan
simultáneamente a pesar de las pruebas que acompañarán a la Fundadora a lo
largo de los últimos doce años de su peregrinación en esta tierra: la muerte
dolorosamente repentina del Padre Coindre (1826) y de las primeras hermanas
(1828); la tenacidad para impedir la fusión de su Congregación con otra también
recién fundada; los movimientos revolucionarios de Lyon en 1831 y 1834 con todas
las consecuencias que debieron sufrir los habitantes de Fourviére, por ser la
colina punto estratégico de los dos bandos antagónicos. El insigne valor de la
Fundadora no se deja intimidar por la adversidad, al contrario, emprende con
audacia nuevas construcciones, entre ellas la de la Capilla de la Casa Madre,
al mismo tiempo que se entrega a la redacción de las Constituciones de la
Congregación. Las estaba ultimando cuando, a sus 63 años, la muerte llamó a su
puerta. Era el 3 de febrero de 1837.
fuente: Vaticano
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