viernes, 4 de diciembre de 2020

Santos del día 4 de diciembre

 

Santos del día 4 de diciembre
Pridie Nonas decembris
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia, célebre por su santidad y por su doctrina, que luchó valerosamente de palabra y por escrito contra el emperador León Isáurico para defender el culto de las sagradas imágenes, y hecho monje en la Laura de San Sabas, cerca de Jerusalén, compuso himnos sagrados y allí murió. Su cuerpo fue enterrado en este día.
Conmemoración de santa Bárbara, de la cual se dice que fue virgen y mártir en Nicomedia.
En Alejandría de Egipto, san Heraclas, obispo, famoso como discípulo de Orígenes, de quien fue colaborador y sucesor en la escuela, siendo elegido después para regir esta sede.
En Sebastopol de Tracia, en el Ponto, san Melecio, obispo, el cual, aunque ya famoso por su erudición, fue aún más famoso por su virtud y sencillez de vida.
En Bolonia, de la Emilia, san Félix, obispo, que fue diácono de la Iglesia de Milán con san Ambrosio.
En Vienne, de la Galia Lugdunense, san Apro, presbítero, el cual, abandonando su patria, se construyó una celda en donde llevó una vida solitaria y penitente.
En la región de Bourges, en Aquitania, san Sigiramnio, peregrino y abad de Longoret.
En Cenomanum, de Neustria, santa Adrehildis o Ada, abadesa del monasterio de Santa María.
En el monasterio de Ellwangen, en Baviera, san Sola, presbítero y eremita.
En Poliboto, de Frigia, san Juan, llamado el Taumaturgo, obispo, que, contra el dictamen del emperador León el Armenio, trabajó intensamente en favor del culto de las sagradas imágenes.
En el monasterio de Siegburg, de Renania, en Alemania, san Annon, obispo de Colonia, hombre de agudo ingenio, que fue tenido en gran honor tanto, en la Iglesia como en los negocios civiles, en tiempo del emperador Enrique IV, y para aumentar la fe y la devoción, procuró la fundación de muchas iglesias y monasterios.
En Salisbury, en Inglaterra, san Osmundo, obispo, que junto con el rey Guillermo se había trasladado de Normandía a Inglaterra, donde, promovido enseguida al episcopado, consagró la iglesia catedral y se ocupó de proveer a la administración de la sede y al culto divino.
En Parma, de la Emilia, san Bernardo, obispo, el cual, siendo monje, se aplicó a una vida de perfección, y después, como cardenal, buscó el bien de la Iglesia, para, finalmente, ya obispo, procurar la salvación de las almas.
En Siena, de la Toscana, beato Pedro Pettinario, religioso de la Tercera Orden de San Francisco, insigne por su peculiar caridad hacia los pobres y los enfermos, y por su humildad y silencio.
En el lugar llamado Edo, en Japón, beatos mártires Francisco Gálvez, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, Jerónimo de Angelis, presbítero, y Simón Yempo, religioso, estos dos últimos de la Orden de la Compañía de Jesús, todos ellos quemados por quienes odiaban la fe.
En Edo, Japón, beato Juan Hara Mondo No Suke, samurai, que por no querer renunciar a su fe, recibió la orden de destierro, pero se ocultó para poder propagar el cristianismo, y fue finalmente quemado en la cruel persecución.
En Colonia, de Renania, en Prusia, beato Adolfo Kolping, presbítero, que, ardientemente solícito para con los trabajadores y la justicia social, fundó una sociedad de jóvenes obreros, que difundió en muchos lugares.
En Santander, en el monasterio trapense de Viaceli, beatos Eustaquio García Chicote, Ángel de la Vega González, Ezequiel Álvaro de la Fuente, Eulogio Álvarez López, Bienvenido Mata Ubierna, hermanos legos; mártires de la fe en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.
En Verona, en Italia, san Juan Calabria, presbítero, que fundó las Congregaciones de Pobres Siervos y de Pobres Siervas de la Divina Providencia.

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