San Bernabé, apóstol
fecha: 11 de junio
†: s. I - país: Chipre
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. I - país: Chipre
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de san Bernabé, apóstol, varón bueno, lleno de Espíritu Santo
y de fe, que formó parte de los primeros creyentes en Jerusalén, predicó el
Evangelio en Antioquía e introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién
convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de
Dios, participó luego en el Concilio de Jerusalén y terminó sus días en la isla
de Chipre, su patria, sin cesar de difundir el Evangelio.
Patronazgos: patrono de Milán, Florencia y Logroño, de toneleros, embotelladores y
tejedores; intercesor en situaciones de lucha, de tristeza y dolor; protector
contra el granizo y las piedras.
Tradiciones, refranes, devociones: El día de San Bernabé dijo el sol: aquí estaré.
Malo si por San Bernabé no ha dejado de llover.
Por San Bernabé las brevas se empiezan a ver.
Por San Bernabé, verde o madura, la breva poco dura.
De Medardo a Bernabé, la lluvia debe volver (Navarra): según parece, el sentido es que del 8 (san Medardo) al 11 de junio seguramente lloverá algún día.
Malo si por San Bernabé no ha dejado de llover.
Por San Bernabé las brevas se empiezan a ver.
Por San Bernabé, verde o madura, la breva poco dura.
De Medardo a Bernabé, la lluvia debe volver (Navarra): según parece, el sentido es que del 8 (san Medardo) al 11 de junio seguramente lloverá algún día.
Oración: Señor, tú mandaste que san Bernabé,
varón lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera designado para llevar a las
naciones tu mensaje de salvación; concédenos, te rogamos, que el Evangelio de
Cristo, que él anunció con tanta firmeza, sea siempre proclamado en la Iglesia
con fidelidad, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén (oración litúrgica).

A pesar de que san Bernabé no fue uno de
los doce elegidos por Nuestro Señor Jesucristo, es considerado Apóstol por los
primeros padres de la Iglesia y aun por san Lucas, a causa de la misión
especial que le confió el Espíritu Santo y la parte tan activa que le
correspondió en la tarea apostólica. Bernabé era un judío de la tribu de Leví,
pero había nacido en Chipre; su nombre original era el de José, pero los
Apóstoles lo cambiaron por el de Bernabé, apelativo éste que, según San Lucas,
significa «hombre de exhortación» (o también "de
consolación", aunque se trata de una «etimología popular», no exacta
lingüísticamente). La primera vez que se le menciona en las Sagradas Escrituras
es en el Hechos de los Apóstoles cap. 4, donde se asienta que los primeros convertidos
vivían en comunidad en Jerusalén, y que todos los que eran propietarios de
tierras o casas las vendían y entregaban el producto de las ventas a los
Apóstoles para su distribución. En esa ocasión se menciona la venta de las
propiedades de Bernabé. Cuando san Pablo regresó a Jerusalén, tres años después
de su conversión, los fieles sospechaban de él y le evitaban; fue entonces
cuando Bernabé «le tomó por la mano» (Hech 9,27) y abogó por él ante los demás
Apóstoles. Algún tiempo después, varios discípulos habían predicado con éxito
el Evangelio en Antioquía, y se pensó que era conveniente enviar a alguno de
los miembros de la Iglesia de Jerusalén para instruir y guiar a los neófitos.
El elegido fue san Bernabé, «un buen hombre, lleno de fe y del Espíritu Santo»
(Hech 11,24). A su llegada, se regocijó en extremo al comprobar los progresos
del Evangelio y, con sus prédicas, hizo considerables adiciones al número de
convertidos. Cuando tuvo necesidad de un auxiliar diestro y leal, se fue a
Tarso donde obtuvo la cooperación de san Pablo, quien le acompañó de regreso a
Antioquía y pasó ahí un año entero. Los dos predicadores obtuvieron un éxito
extraordinario; Antioquía se convirtió en el gran centro de evangelización y
fue ahí donde, por primera vez, se dio el nombre de Cristianos a los fieles
seguidores de la doctrina de Cristo (Hech 11,26).
Un poco más tarde, la floreciente iglesia
de Antioquía recolectó fondos para la ayuda a los hermanos pobres de Judea,
durante una época de hambre. Aquel dinero fue enviado a los jefes de la iglesia
de Jerusalén por conducto de Pablo y Bernabé, quienes cumplieron con su
cometido y regresaron a Antioquia acompañados por Juan Marcos. Por aquel
entonces, la ciudad estaba bien provista de sabios maestros y profetas, entre los
que descollaban Simón, llamado el Negro, Lucio de Cirene y Manahen, el hermano
de leche de Herodes. Cierta vez (Hechos 13) en que estos maestros y profetas
estaban adorando a Dios, el Espíritu Santo habló por boca de algunos de los
profetas: «Separad a Pablo y Bernabé, dijo, para una tarea que les tengo
asignada». De acuerdo con esas instrucciones y, tras un período de ayuno y
oración, Pablo y Bernabé recibieron su misión por la imposición de manos y
partieron a cumplirla, acompañados por Juan Marcos. Primero se trasladaron a
Seleucia y después a Salamina, en Chipre. Luego de predicar la doctrina de
Cristo en las sinagogas, viajaron hacia la localidad de Pafos, en Chipre, donde
convirtieron al procónsul romano Sergio Paulo, de quien Saulo tomó el nombre para
ir a predicar con un apelativo latino entre los gentiles. De nuevo se
embarcaron en Pafos para navegar hasta Perga en Panfilia, donde Juan Marcos los
abandonó para regresar solo a Jerusalén. Pablo y Bernabé prosiguieron la marcha
hacia el norte, hasta Antioquía de Pisidia; ahí se dirigieron principalmente a
los judíos, pero al encontrarse con una abierta hostilidad por su parte,
declararon que, de ahí en adelante, predicarían el Evangelio a los gentiles.
En Iconium, la capital de Licaonia,
estuvieron (ver Hechos 14) a punto de morir apedreados por la multitud, azuzada
contra ellos por los regidores de la ciudad. Al refugiarse en Listra, San Pablo
curó milagrosamente a un paralítico y, en consecuencia, los habitantes paganos
proclamaron que los dioses los habían visitado. Todos aclamarón a san Pablo
como a Hermes o Mercurio, porque era el que hablaba y, a san Bernabé, tal vez
por su aspecto noble y majestuoso, lo tomaron por Zeus o Júpiter, padre de
todos los dioses. A duras penas consiguieron los dos santos evitar que la
población ofreciese sacrificios en su honor y, entonces, con la proverbial
veleidad de la multitudes, los ciudadanos de Listra pasaron al otro extremo y
comenzaron a lanzar piedras contra san Pablo, al que dejaron maltrecho. Tras
una breve estancia en Derbe, donde convirtieron a muchos, los dos Apóstoles
retrocedieron para pasar por todas las ciudades que habían visitado
previamente, a fin de confirmar a los convertidos y ordenar presbíteros.
Después de completar así su primera jornada de misiones, regresaron a Antioquía
de Siria, muy satisfechos con los resultados de sus esfuerzos.

Poco después, surgió una disputa en la
Iglesia de Antioquía, en relación con el cumplimiento de los ritos judíos:
algunos de los judíos cristianos, contrarios a las opiniones de Pablo y
Bernabé, sostenían que los paganos que entrasen a la Iglesia no sólo deberían
ser bautizados, sino también circuncidados. Como consecuencia de aquella
desavenencia, se convocó al Concilio de Jerusalén y, ante la asamblea, san
Pablo y san Bernabé hicieron un relato detallado sobre sus labores entre los
gentiles y obtuvieron la aprobación de su misión, el Concilio declaró terminantemente
que los gentiles convertidos estaban exentos del deber de la circuncisión. Sin
embargo, persistió la división entre judíos y gentiles convertidos, hasta el
grado de que san Pedro, durante una visita a Antioquía, se abstuvo de comer con
los gentiles, por deferencia a la susceptibilidad de los judíos, ejemplo que
imitó san Bernabé. San Pablo reconvino a uno y a otro y expuso claramente sus
postulados sobre la universalidad de la doctrina cristiana. No tardó en surgir
otra diferencia entre él y san Bernabé, en vísperas de su partida a un
recorrido por las iglesias que habían fundado, porque quería llevar consigo a
Juan Marcos y san Pablo se negaba, en vista de que el joven había desertado ya
una vez. La discusión entre los dos Apóstoles llegó a tal punto, que ambos
decidieron separarse: san Pablo emprendió su proyectada gira en compañía de
Silas, mientras que san Bernabé partió hacia Chipre con Juan Marcos. De ahí en
adelante, los Hechos no vuelven a mencionarlo. Parece evidente, por las
alusiones que se hacen a Bernabé en la Epístola I a los Corintios (9,5 y 6),
que aún vivía y trabajaba en los años 56 ó 57 P.C.; pero la posterior
invitación de san Pablo a Juan Marcos para que se uniese a él, cuando estaba
preso en Roma, hace pensar en que, alrededor del año 60 ó 61, san Bernabé ya
había muerto. Se dice que fue apedreado hasta morir, en Salamina. Otra
tradición nos lo presenta como predicador en Alejandría y en Roma y además como
el primer obispo de Milán. Tertuliano afirma que fue él quien escribió la Epístola
a los Hebreos, mientras que otros escritores creen que fue él quien escribió en
Alejandría la obra conocida como Epístola de Bernabé, que sin embargo es
apócrifa. En realidad, no se sabe sobre él nada más que lo que dice el Nuevo
Testamento.
Los bolandistas, en Acta Sanctorum, junio,
vol. II, reunieron todas las referencias sobre san Bernabé que se pudieron
obtener a principios del siglo dieciocho. Desde entonces, es poco lo que se ha
agregado, excepción hecha del conocimiento más profundo que ahora se tiene
sobre la antigua literatura apócrifa. El texto ahí incluido, o sea la llamada
Acta de Bernabé, fue editado con comentarios críticos y adaptado de mejores
manuscritos, por Max Bonnet (1903), como una continuación del Acta Apostolorum
Apocrypha, de R. H. Lipsius. Este documento pretende haber sido escrito por
Juan Marcos, pero en realidad es una obra que data de fines del siglo quinto.
Se trata de un relato sobre los hechos de san Bernabé, que describe su martirio
en Chipre y los milagros obrados posteriormente en su tumba. Un documento
apócrifo mucho más antiguo es la llamada «Epístola de San Bernabé», que data de
la primera mitad del siglo segundo, probablemente del año 135 P.C. Durante
mucho tiempo, nadie dudó de que se trataba efectivamente de una obra de San
Bernabé y, algunos de los primeros Padres llegaron a incluirla en los cánones
de las Sagradas Escrituras. Los que la rechazaron, llamándola
"espuria", sólo trataban de dar a entender que no la recibían como la
palabra inspirada por el Espíritu Santo. Ni ellos mismos dudaban de que san
Bernabé la hubiese escrito. En la actualidad, sin embargo, se reconoce, por lo
general, que no puede estar relacionada con él y que tal vez fue hecha por
algún judío convertido de Alejandría. No hay pruebas concretas que confirmen la
creencia de que san Bernabé fue el primer obispo de Milán.
Véase a Duchesne en Mélanges (1892), pp.
41-71 y también a Savio, Gli antichi vescovi d'Italia (Milán, vol. I) . Este
último da buenas razones para afirmar que las pretensiones de Milán al decir
que san Bernabé fue su primer obispo, se originaron en una invención de
Landulfo, durante el siglo once. También hay una obra, que durante algún tiempo
circulaba ampliamente entre los mahometanos, bajo el título de Evangelio de
Bernabé; sobre este particular, véase a W. Axon, en Journal of Theological
Studies, abril, 1902, pp. 441-451. N.ETF: Los datos de la crítica actual sobre
Bernabé, que coniciden perfectamente con este artículo, se pueden ver, por
ejemplo, en Nuevo Comentario Bíblico «San Jerónimo», vol. 3, o en cualquier
comentario actualizado a Hechos de los Apóstoles, que en general presentan al
personaje al llegar a l primera mención del capítulo 4. A la presente noticia
del Butler-Guinea le he hecho muy ligeras modificaciones, de estilo y
presentación fundamentalmente.
Imágenes: el primero es un anónimo lombardo del siglo XVIII con san Bernabé como evangelizador de Milán, en el palacio archiepiscopal de Milán. La siguiente es una escultura que forma parte del relicario de san Eleuterio, en la catedral de Tournai.
Imágenes: el primero es un anónimo lombardo del siglo XVIII con san Bernabé como evangelizador de Milán, en el palacio archiepiscopal de Milán. La siguiente es una escultura que forma parte del relicario de san Eleuterio, en la catedral de Tournai.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1975
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