Tengo aún los ojos llenos de
noche y de luz.
Ahora que escribo es 17 de
agosto.
Ayer fue el día después de la
luna llena de agosto.
Una luna que fui a buscar y
que ella se dejó encontrar. A su hora.
Eran casi las doce de la
noche y sobre el monte fue apareciendo la luz.
Volaban los murciélagos,
cantaban los grillos y allá abajo, en el valle, vivían su fiesta los humanos
del pueblo cercano.
Era de noche y la luz de la
luna, todavía redonda plena, lo llenada todo con su sereno silencio
contemplativo.
No diré que se estaba muy a
gusto acompañado de rocas, carrascos y de ese frescor de las medias noches de
agosto por las tierras altas de la Castilla de los castillos.
No lo diré, pero escrito
queda.
Mi montecillo era pequeño,
pero lo suficientemente alzado para ponerse de puntillas ante el despuntar del
sosiego encandilador de las luces blancas que sonreían a las estrellas de
arriba y a las malas hierbas de abajo.
Todo era paz, aunque
seguramente hubiera alguna que otra escabechina por el planeta y entre los
matojos que siempre están callados.
Te escribo, leyente de los
surcos de este escrito mío, para recordarte que el próximo domingo es 25 de
agosto y que se leerá en las misas de los ordenados un texto del Evangelio de
Lucas.
Y, como casi siempre, un
texto sin sus contextos. Así que tendrás tarea doble, leer este comentario y
leer el texto en esa Biblia tuya que guardas cerca de donde tú habitas o
veraneas.
El texto del Evangelista
Mateo es tan nítido y breve que sólo leerlo interroga. También me atreví a
juntar unas palabras para interpretarlo contigo.
No estés de acuerdo conmigo,
sino con el texto del Evangelista después de haberlo compartido contigo mismo y
tus neuronas.
Y me callo ya.
Puedes leer a continuación
los textos y comentarios. También los encontrarás en el archivo adjunto...
Domingo 21º del T.O. Ciclo C (25.08.2019): Lucas
13,22-30.
¿Quién es el primero? ¿Y el último? Lo medito y escribo CONTIGO,
“Mientras iba de
camino hacia Jerusalén, Jesús enseñaba en todos los poblados por los que
pasaba. Uno le preguntó...” (Lucas 13,22). Así es el comienzo del relato que
se nos leerá el domingo en la llamada misa o eucaristía de la comunidad de la
Iglesia. El final del relato dice así: “Hay últimos que serán primeros
y primeros que serán últimos” (Lucas 13,30). ¿Un lío?
Ni lo que precede
ni lo que sigue a este relato se nos leerá a las gentes del pueblo en las
asambleas de la liturgia de la Iglesia. De esta manera, ¿quién se va a enterar
de la narración que nos dejó el Evangelista sobre la vida y evangelización de
su Jesús de Nazaret? Después de veinte siglos de vida eclesial, ¿quién se
atreverá a cambiar estas orientaciones? Las cambiará, seguramente, la persona
que decida no participar en esa liturgia y decida leer y preguntarse.
Por si algún lector
de esta narración de Lucas pueda sentirse perdido se le recuerda que el
protagonista está de camino desde Galilea hasta Jerusalén. Y en esos
momentos precisamente parece estar por tierras de Samaría. Estas precisiones
están tan nítidas como confusas. Pisar estas tierras contaminadas por la
presencia de samaritanos es altamente peligroso, como muy peligroso parece ser
tener prójimos ‘samaritanos’, aunque el mensaje del pasado capítulo décimo de
este Evangelio asegure todo lo contrario: ¿Puede olvidarse el vete y
haz lo mismo?
En este camino del
que nos habla Lucas se dice que Jesús ‘enseñaba en todos los poblados’. Me
preocupa, en el sentido pleno de la palabra, saber qué enseñaba aquel Jesús de
este Evangelista. ¿Tenía ‘un plan’ o era un ‘proyecto’? ¿Cuál era el punto de
partida? ¿Cuántas eran sus etapas? ¿Cómo se sabía que podía pasarse de una a
otra etapa? ¿Cuánto tiempo dedicaba a aquella enseñanza en cada pueblo? ¿Era
todo cuestión de una tarde o de una jornada, o de una semana, de un mes, de un
año? ¿Qué signos, celebraciones, sacramentos o liturgias eran los adecuados en
cada etapa? Cuanto más me interrogo más alejado me siento de este Jesús.
¿Bautizaba?
¿Perdonaba pecados? ¿Enseñaba a celebrar misas a hombres o mujeres que le
seguían? ¿Se inventó el asunto de las homilías participadas o era tal vez más
bien una especie de conferencia programada con coloquio abierto? A veces pienso
que algo de todo esto tuvo que darse, porque a ‘uno’ se le ocurrió preguntar
por la cuestión de ‘la salvación’, que al parecer se creía que era sólo para
unos pocos. ¿Salvación aquí o fuera de aquí? ¿En Jerusalén o después de haberse
muerto uno?
¿Qué es salvarse?
¿Vivir siempre y mejor? ¿Por qué entonces se mueren todos, aunque unos lo hagan
antes y otros poco después? ¿Qué te parece esto que un ser humano nos dejó
escrito: ‘Recuerda que vas a morir. Vive’? ¿Salvarse no es ‘sentirse a gusto’
con quienes se vive?
Y al acabar esta
reflexión confieso mi perplejidad ante esa otra cuestión, o tal vez la misma,
de ser primero o de ser último. ¿Ser primero es ser judío y luego todos los
demás? ¿Ser primero es ser cristiano católico y luego los otros cristianos y
luego los demás? ¿Ser primero es santo o santa de peana y con liturgia
propia o ser hombre o mujer sin otra pretensión que compartir cuanto se es o se
tiene? Decidido, me quedo con la melodía samaritana: ¡vete y haz lo mismo!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 39º de Mateo (25.08.2019):
Mateo 22,1-14.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Transcribo ahora y
aquí el comienzo del texto del Evangelio que vamos a leer y comentar: “De
nuevo tomó Jesús la palabra y les habló en parábolas” (Mt 22,1). Y
transcribo también el final, muy sorprendente, de este relato: “Porque
hay más llamados que escogidos” (Mt 22,14).
El relato, pues,
que leemos y comentamos es Mateo 22,1-14. Son las palabras que este Evangelista
pone en boca de su Jesús de Nazaret mientras éste está en el Templo de
Jerusalén y mientras dialoga con la autoridad de la Religión de Israel: Sumos
Sacerdotes, Ancianos y Fariseos. Y todo ello sucede en ‘la mañana del día
siguiente’ (Mt 21,18). El día anterior (Mt 21,1-17), este Jesús y las personas
que lo seguían habían llegado a Jerusalén y al Templo.
El texto de Mateo
22,1-14 es una parábola que les cuenta Jesús a las autoridades
religiosas judías. Y esta parábola, tal cual, sólo la encontramos en este
Evangelio. En otro Evangelio encontramos una parábola muy parecida a ésta, pero
con muy notables diferencias. Conviene leerse Lucas 14,15-24. Los Evangelios de
Marcos y de Juan, el primero y el cuarto que se escribieron, nada nos dicen de
esta parábola de Jesús. ¿La dijo Jesús? ¿Se la inventó Mt o Lc?
Al leer la parábola
en este Evangelio de Mateo se debe tener muy presente que la parábola está
dirigida directa y explícitamente a la autoridad religiosa de Israel. Y está
contada como la respuesta de Jesús a la pregunta que esta autoridad le acaba de
formular según queda escrito en Mt 21,23: “¿Con qué autoridad actúas
así? ¿Quién te ha dado esa autoridad?”
Creo que el asunto
del que se trata es muy, muy, muy importante: la autoridad. Es
decir, ¿quién es el que manda en el Templo y en todo cuanto depende de la
realidad institucional del Templo? Jesús de Nazaret está en ese Templo y se ha
atrevido a decir alto y claro que ‘ese Templo’ se ha convertido en un mercado y
debe desaparecer. Los Sumos Sacerdotes, Ancianos y Fariseos creen que la autoridad
del Templo son ellos. El enfrentamiento está servido.
Cuando el
Evangelista nos escribe todo esto ya se sabía sobradamente que en este
des-encuentro de autoridades Jesús de Nazaret perdió, fue acusado de hereje y
de blasfemo, apresado, juzgado, condenado y ejecutado. Sin embargo, dice
el Evangelista (Mt 21,43-46), para la gente del pueblo, Jesús era -fue y lo
seguirá siendo- un profeta. ¿Una Voz? ¿Una Palabra? ¿Una Luz? ¿Un Camino? ¿Una
Parábola... ¡de Dios!?
“El reinado de Dios
se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo...”. Invitó a todos.
Llamó a todos... Sin embargo, sólo algunos escogieron, aceptaron, decidieron
participar en la boda.
Y cuando acabo de
leer el relato no dejo de recordar en mi meditación contemplativa el mensaje de
este Evangelista en Mt 7,12 como si fuera la melodía de quienes visten el traje
de fiesta de la boda: “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a
los demás. Esta es toda la Ley y los Profetas”. Y si esto
fuera así, me queda aún una inmensa duda: ¿A quién representa el que no viste
el traje de fiesta en la boda (Mt 22,13)? ¿Será el espía de la autoridad del
Templo?
Sí. Era el espía
del Templo por una sola razón: “Él se quedó callado”. Igual
que en Mt 21,27.
Carmelo Bueno Heras
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