Evangelio del día: Ama a Dios con todo tu corazón, alma y todo
tu espíritu
Evangelio del día. AUDIO. Mateo 22,34-40 - XX semana tiempo
ordinario: Amarás a Dios con todo tu corazón, tu alma y con todo tu espíritu
Evangelio del día: Mateo 22,34-40
Evangelio del día: (Ama
al Señor con todo tu corazón): "Cuando los fariseos se enteraron de que
Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de
ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?" Jesús le
respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El
segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos
dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
Jesús, citando el Libro del Deuteronomio, responde:
"Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento".
Jesús habría podido detenerse aquí. En cambio Jesús agrega algo
que no había sido preguntado por el doctor de la ley. De hecho dice:
"El segundo es
semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Este segundo mandamiento
tampoco lo inventa Jesús, sino que lo retoma del Libro del Levítico. Su novedad
consiste justamente en el juntar estos dos mandamientos, el amor por Dios y el
amor por el prójimo, revelando que son inseparables y complementarios, son las
dos caras de una misma medalla.
No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar
al prójimo sin amar a Dios...
En efecto, la señal visible que el cristiano puede mostrar para
testimoniar el amor de Dios al mundo y a los demás, a su familia, es el amor
por los hermanos.
El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no
porque está encima del elenco de los mandamientos.
Jesús no lo coloca en el vértice, sino al centro, porque es el
corazón desde el cual debe partir todo y hacia donde todo debe regresar y
servir de referencia.
Ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser santos, a imagen
de Dios que es santo, comprendía también el deber de ocuparse de las personas
más débiles como el forastero, el huérfano, la viuda...
A este punto, a la luz de esta palabra de Jesús, el amor es la
medida de la fe, y la fe es el alma del amor. No podemos separar más la vida
religiosa, de piedad, del servicio a los hermanos, de aquellos hermanos
concretos que encontramos.
No podemos dividir más la oración, el encuentro con Dios en los
Sacramentos, de la escucha del otro, de la cercanía a su vida, especialmente a
sus heridas. Acuérdense de esto: el amor es la medida de la fe. Tú ¿cuánto
amas?...
Jesús abre un claro que permite ver dos rostros: el rostro del
Padre y aquel del hermano... Y deberiamos preguntarnos, cuando encontramos a
uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer el rostro de Cristo en él:
¿somos capaces de esto?
[...] Jesús nos dona el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y
al prójimo como Él, con corazón libre y generoso. (Reflexión antes del rezo del
ángelus, 12 de octubre de 2014)
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