Santa Rosa de Lima, virgen
fecha: 23 de agosto
fecha en el calendario anterior: 30 de agosto
n.: 1586 - †: 1617 - país: Perú
canonización: B: Clemente IX 15 abr 1668 - C: Clemente X 12 abr 1671
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 30 de agosto
n.: 1586 - †: 1617 - país: Perú
canonización: B: Clemente IX 15 abr 1668 - C: Clemente X 12 abr 1671
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Santa Rosa, virgen, que, insigne desde muy niña por su austera
sobriedad de vida, en Lima, en el Perú, vistió el hábito de las Hermanas de la
Tercera Orden de Santo Domingo. Entregada a la penitencia y a la oración, y
ardiente de celo por la salvación de los pecadores y de la población indígena,
aspiraba a dar la vida por ellos, sometiéndose de buena gana a toda clase de
sufrimientos para ganarlos para Cristo. Su muerte tuvo lugar el día
veinticuatro de agosto. (1617)
Patronazgos: patrona de América del Sur, de Perú, Filipinas, y Lima, de los
jardineros y floristas; auxilio en las disputas familiares; para pedir un buen
parto, protectora contra las lesiones y el sarpullido.
Tradiciones, refranes, devociones: El día 30 de agosto (antigua fiesta litúrgica,
que aun se celebra en Perú) se asocia con una tormenta a la que se llama
precisamente «tormenta de santa Rosa».
Refrán: San Marcos llena los charcos, Santa Rosa los rebosa y Santa Lucía los vacía.
Refrán: San Marcos llena los charcos, Santa Rosa los rebosa y Santa Lucía los vacía.
refieren a este santo: San Martín de
Porres
Oración: Señor, Dios nuestro, tú has querido
que santa Rosa de Lima, encendida en tu amor, se apartara del mundo y se
consagrara a ti en la penitencia; concédenos, por su intercesión, que,
siguiendo en la tierra el camino de la verdadera vida, lleguemos a gozar en el
cielo de la abundancia de los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Asia, Europa y África habían sido ya
profusamente bañadas por la sangre de los mártires e iluminadas con el ejemplo
resplandeciente de los santos, en tanto que el inmenso continente americano
permanecía estéril. Finalmente, la luz de la fe cristiana empezó a brillar para
el Nuevo Mundo en el siglo XVI. Rosa de Lima, la primera santa americana
canonizada, brotó, en verdad, como una rosa entre las espinas. Nació en la
capital del Perú en 1586, de ascendencia española. Sus padres, Gaspar de Flores
y María de Oliva, eran gentes modestas. Aunque la niña fue bautizada con el
nombre de Isabel, se la llamaba comunmente Rosa y ése fue el único nombre que
le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, santo Toribio.
Rosa tomó a santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las
burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una
guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de
las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer
penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad
en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía
restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de
tentaciones para nadie. Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de
la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente
la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo
vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más
sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra
sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no
desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa
pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó
a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de
la voluntad propia. Aunque no tenía reparo en oponerse a sus padres cuando
pensaba que estaban equivocados, jamás los desobedeció voluntariamente, ni se
apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y
contradicciones. Y hay que notar que la santa doncella tuvo que sufrir
enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la explotación
de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba
el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba
al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás
hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a
casarse. Rosa luchó contra ellos diez años, e hizo voto de virginidad para
confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor. Al cabo de esos diez
años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo y, a partir de entonces, se
recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba
sobre la cabeza una estrecha cinta de plata, cuyo interior estaba erizado de
picos, de suerte que era una especie de corona de espinas. Su amor de Dios era
tan ardiente que, cuando hablaba de Él, cambiaba el tono de su voz y su rostro
se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno
se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del
Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del
Amor.
Dios concedió a su sierva gracias
extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la
persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en
la más profunda desolación espiritual. Por otra parte, el demonio la molestaba
con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a
quienes consultó, fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de
sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran
realmente sobrenaturales. Sin embargo, hay razones para pensar que algunas de
ellas se debían a causas físicas y psicológicas. Rosa pasó los tres últimos
años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno,
cuya esposa le profesaba particular cariño. Durante la penosa y larga
enfermedad que precedió a su muerte, la única oración de la joven era: «Señor,
auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor». Dios la
llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo,
el senado y otras honorables corporaciones de la ciudad se turnaron para
transportar su cuerpo al sepulcro. El Papa Clemente X la canonizó en 1671. La
celebración litúrgica se realiza aun hoy el 30 de agosto en Perú, y es la fecha
más tradicional, aunque en el calendario universal se ha trasladado al 23 del
mismo mes.
El modo de vida y las prácticas ascéticas
de santa Rosa de Lima sólo convienen a almas llamadas a una vocación muy
particular. Los cristianos ordinarios no deben intentar initarlas. Lo
verdaderamente importante era el espíritu de santidad heroica que había en
Rosa; porque todos los santos, ya sea en el mundo, en el desierto o en el
claustro, poseen el rasgo común de haber tratado de vivir para Dios en cada
instante. Quien tiene la intención pura de cumplir en todo la voluntad de Dios
podrá servirle con plenitud lo mismo comiendo que descansando, lo mismo
conversando que haciendo cualquier otra cosa.
Los bolandistas, en Acta Sanctorum,
agosto, vol. V, citan una o dos de las primeras biografías de santa Rosa,
particularmente la española de Juan de Vargas Machuca y la italiana de D. M.
Marchese, y reproducen por entero la biografía latina escrita por el P.
Leonardo Hansen, O.P. Esta última obra constituye la base de todas las
biografías posteriores. En Acta Sanctorum se hallará también la amplia bula de
canonización de Clemente X, que refiere por menudo la vida y milagros de la
santa.
Cuadro: Rosa de Lima, por Murillo (1617 - 1682), en el museo Lázaro Galdiano, Madrid.
Cuadro: Rosa de Lima, por Murillo (1617 - 1682), en el museo Lázaro Galdiano, Madrid.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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