Saludos cordiales.
Hoy es veintinueve de
septiembre. San Miguel, el arcángel.
Desde niño sé que este día
era fiesta en mi pueblo.
Más tarde supe que este
sanmiguel era un ángel al que sólo había visto en lo alto del retablo de la
iglesia. Ese sanmiguel era joven y con alas para volar que tenía bajo uno de
sus pies a un monstruo negro que nunca acababa de desangrarse.
Nunca supe bien por qué aquel
o aquello era el motivo de la fiesta.
Más tarde, bastante tiempo
después, comprendí que el mundo de los ángeles pertenece a la imaginación.
Cuanto más creativa, mejor.
Eso es, una imaginación
creativa. Una imaginación creativa...
Y si la ignorancia es mayor y
hasta crece y se hace y se siente atrevida... ¡la monstruosidad de la
angelología, con su correspondiente demonología, se convierten en asuntos de
másteres de summmmma teología terrorifica...
Ahora, por estos años de la
cierta sensatez del universo de un anciano, ignoro quién sea este sanmiguel. Y
si dicen que existe, yo no lo he visto, ni tocado, ni olido... Perdón, lo sigo
viendo en retablos de antes y exposiciones que hablan de antes, y siempre con
mayor exceso de ignorancias.
En cambio, podría llenar esta
presentación de nombres de personas que sí son 'sanmigueles', ellos o ellas,
porque no es asunto de género, sino de decisiones y de relaciones que
humanizan, levantan de una postración o generan convivencia porque a su lado es
un gusto estar... Así, tan sencillo y sin otras pretensiones....
Se me ha despertado esto y en
esta mañana del veintinueve de septiembre porque tengo que decir una palabra de
presentación sobre eso que tenga que ser la fe, ya que de ella se hablará en el
texto del Evangelio de Lucas que se va a proclamar en toda la catolicidad,
desde el Vaticano de Francisco papa, hasta ese minúsculo rincón perdido en la
patagoniadesudándelsurdelachinaaustrohúngara.
Tenía que decir una palabra
sobre la fe o sobre la experiencia de la fe. Y creo que ya la he escrito.
Creer en el sanmiguel de la
lanza ensangrentada y destripador de diablos es Religión. Jamás llegará a ser
fe. Y siempre se quedará en mera imaginación
Creer en ti y en ti y en
ti..., que sois cercanía y gusto de vivir es fe, experiencia de la fe, ganas de
vivir. Y esto nunca se imagina, se vive y se siente y sabe en el paso a paso en
el camino del día a día.
Me callo ya.
Lo demás está contado a
continuación en los comentarios. También lo encontrarás en el archivo adjunto.
Perdón, un dato mío de más:
La religión no es ni buena ni mala. Es religión y la hacemos los humanos a
nuestra medida.
La experiencia de la fe
también la cultivamos los humanos y siempre es buena para el otro y para
mí.
¿Es poca la diferencia entre
religión y fe? Eso parece, pero el ángel de la experiencia de la fe no tiene
alas, y sí manos y pies con muchos dedos que son ojos y corazón y mente de...
¡amor que es vida!
Domingo
27º del T.O. Ciclo C (06.10.2019): Lucas 17,5-10.
“Fe,
experiencia de la seguridad confiada”. Lo vivo y escribo CONTIGO:
El
texto del Evangelio para este domingo primero de octubre es Lucas 17,5-10.
Capítulo decimoséptimo. Versículos quinto al décimo. No me estoy quedando con
nada ni nadie diciendo estas cosas. Quiero destacar que no se nos van a
proclamar los cuatro primeros versículos de este capítulo de Lucas. En ellos se
habla muy claramente de perdonar pecados de una manera que no se necesita
ningún sacerdocio especial para realizar tal actividad ¡humana!
No
me gustaría tener razón, pero tampoco deseo callarme lo que medito. ¿Cuántas
veces y con cuánta insistencia se nos dice desde Francisco, el papa, hasta el
último diácono ordenado que la palabra de los Evangelios es buena
noticia, la de Dios, para todos? ¿Por qué aceptamos, sin más, que se nos
anuncie mutilada y se alardee de ello desde el silencio de la homilía? Por
esto, leeré, meditaré y comulgaré Lc 17,1-10. Y también leeré todo Lc
desde 13,22 hasta aquí.
En
el comienzo de la proclamación del Evangelio se escuchará esto: “En aquel
tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: Auméntanos la fe” (Lucas 17,5). Creo que no es ocioso preguntarse
cuándo le formulan a este Jesús del Evangelista Lucas una preocupación tan
honda. Y quienes están haciendo esto son los apóstoles después de haber
escuchado a su Jesús hablar para todos sus discípulos y seguidores, porque
todas y todos ellos están de camino hacia Jerusalén. Olvidar este contexto es
arriesgarse a confundirse y engañar a otros.
Este caminar hacia
Jerusalén con este Jesús de Lucas lleva implícita la confianza plena de saberse
y de sentirse en todo momento perdonado y perdonador. Y para acceder a esta
experiencia tan humana como el respirar hay que atreverse a superar las
orientaciones y mandatos de la Ley, que se creían proceder de Yavé Dios por
medio de Moisés. Esta Ley aseguraba el perdón del pecador, no en la experiencia
de la confianza entre las personas, sino en el ejercicio y práctica de
presentar sacrificios a su Yavé en el Templo por sus sacerdotes.
Esta manera de
pensar, creer y vivir es la que se describe en Lucas 17,1-4. Y esto es lo que
nuestra liturgia silencia en la proclamación de la buena noticia de este
domingo. Si esto se sigue silenciando no sé cómo se va a comprender este
mensaje del Jesús de Lucas: “Si tuvierais fe, aunque fuera sólo como un
granito de mostaza, diríais a ese árbol... y os obedecería” (Lc 17,6). Si
tuvierais fe... ¿Qué es la fe?
Creo que ésta es la
cuestión de este mensaje en este domingo. Me bailan en los recuerdos aquello de
‘creer lo que no vimos’ y aquello otro de las tres virtudes que se entendían
como regalo de Dios (fe, esperanza, amor) frente a las cuatro que son obra del
esfuerzo del ser humano (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Yo
recuerdo, tú recuerdas, él recuerda...
Me sigo
convenciendo, después de seguir leyendo a este Lucas y en este capítulo de su
Evangelio, que la fe de esa petición del ‘auméntanos la fe’ no es otra cosa que
esa experiencia de seguridad confiada que un ser humano comparte con otro ser
humano. De dos en dos. Esta experiencia que es la fe, ¿se adquiere y aviva en
la práctica sacramental de una Religión, aunque sea católica, o en la
experiencia de la convivencia cotidiana de los unos con los otros?
Confieso que todo
esto que escribo se me arraiga y alimenta cuando leo a este Lucas y cuando
releo lo de aquel profeta, Eliseo (2Reyes 5, completo). La fe crece en el
camino del ‘yo contigo’.
Carmelo Bueno Heras
Domingo
45º de Mateo (06.10.2019): Mateo 26,1-19.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)
Nos
quedan aún tres capítulos (26, 27 y 28) de este Evangelio llamado de Mateo. Dos
de ellos los va a dedicar el narrador a contarnos el apresamiento, el juicio y
la ejecución de Jesús de Nazaret hasta su sepultamiento. En siete semanas
comentaremos estos acontecimientos. La octava y última semana la dedicaremos al
relato de la experiencia de la resurrección. Nos acercamos, pues, a los
primeros acontecimientos que ponen en marcha la Pasión y Muerte de Jesús de
Nazaret.
En
los primeros versos (26,1-2), el Evangelista nos anticipa el final como
si se tratara, en síntesis, de ‘la crónica de una muerte anunciada’. ¿No le
suena al lector a título de una famosa novela del siglo XX?: “Dijo Jesús a
los suyos: ya sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua y este hijo de
hombre (que soy yo) será entregado para que lo crucifiquen”.
Y
según se confirma en esta narración, a este Jesús de Mateo parece que le
crucificaron después de la fiesta de la pascua y cuando ya las gentes en masa
habían abandonado la ciudad de Jerusalén. Vamos, que lo ejecutaron casi en
privado y no ante el asombro de una inmensa muchedumbre. ¿Cómo sucedió este
hecho? Seguramente que como tú te lo quieras imaginar...
Esto
es lo que nos ha contado Mateo en los versículos 3-5 sobre los últimos
días de su Jesús.
En
los versículos siguientes, 6-13, se nos anuncia un hecho sorprendente.
Ojalá nunca nos lo leamos fuera de este contexto en el que nos lo sitúa este
Evangelio que, creo yo, aprendió a contarlo así después de haber leído al
Evangelista Marcos. Lucas escogió otro contexto para contarnos el mismo dato
(Lucas 7,36-38). Y también Juan (12,1-8) nos lo volvió a contar en otro nuevo
contexto. Los cuatro nos cuentan que hubo una mujer que se atrevió a ser
condenada a muerte con el propio Jesús ya condenado. Que nadie deje de leerse,
ahora ya, Éxodo 30,22-33.
De
esta mujer debe hablar siempre aquella persona que decida dedicarse a la
evangelización.
En
los versículos siguientes, 14-16, cuenta este narrador la decisión que
toma una de aquellas personas que tuvieron la oportunidad de estar cerca de
aquel Jesús, el laico de Nazaret. Al parecer nadie le había informado de que se
encontraba junto a la segunda persona de la Santa Trinidad. Según se nos
informa, este hombre tasó en treinta monedas a Jesús. Lo leo, me estremezco y
contemplo la decisión de este hombre llamado Judas y la esa mujer ¡sin nombre!
Contemplo
las decisiones tan distintas como distantes sobre Jesús. Igual entonces que
ahora.
En
los versículos siguientes, 17-19, y como si no sucediera nada, como si
todo en la ciudad llamada de ‘La Paz’ estuviera en la serena alegría confiada
de la convivencia festiva, tanto los seguidores de aquel Jesús como él mismo
deciden celebrar la Pascua. La primera y principal fiesta del pueblo.
Curiosamente, una fiesta de familia en la religión de los judíos que la
celebraron todas aquellas personas fuera de sus casas y familias. En una
mansión alquilada. Todos de acuerdo. ¿Cuántos? ¿Los Doce y Jesús? Más, sin
duda. ¿Desobedientes y herejes? Sí.
Carmelo
Bueno Heras
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