sábado, 5 de octubre de 2019

“Fe, experiencia de la seguridad confiada” ( Domingo 27º del T.O. Ciclo C (06.10.2019): Lucas 17,5-10.) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) (Domingo 45º de Mateo (06.10.2019): Mateo 26,1-19.) 06102019


Saludos cordiales. 
Hoy es veintinueve de septiembre. San Miguel, el arcángel. 
Desde niño sé que este día era fiesta en mi pueblo. 
Más tarde supe que este sanmiguel era un ángel al que sólo había visto en lo alto del retablo de la iglesia. Ese sanmiguel era joven y con alas para volar que tenía bajo uno de sus pies a un monstruo negro que nunca acababa de desangrarse. 
Nunca supe bien por qué aquel o aquello era el motivo de la fiesta. 
Más tarde, bastante tiempo después, comprendí que el mundo de los ángeles pertenece a la imaginación. Cuanto más creativa, mejor. 
Eso es, una imaginación creativa. Una imaginación creativa... 
Y si la ignorancia es mayor y hasta crece y se hace y se siente atrevida... ¡la monstruosidad de la angelología, con su correspondiente demonología, se convierten en asuntos de másteres de summmmma teología terrorifica... 
Ahora, por estos años de la cierta sensatez del universo de un anciano, ignoro quién sea este sanmiguel. Y si dicen que existe, yo no lo he visto, ni tocado, ni olido... Perdón, lo sigo viendo en retablos de antes y exposiciones que hablan de antes, y siempre con mayor exceso de ignorancias.
En cambio, podría llenar esta presentación de nombres de personas que sí son 'sanmigueles', ellos o ellas, porque no es asunto de género, sino de decisiones y de relaciones que humanizan, levantan de una postración o generan convivencia porque a su lado es un gusto estar... Así, tan sencillo y sin otras pretensiones....
Se me ha despertado esto y en esta mañana del veintinueve de septiembre porque tengo que decir una palabra de presentación sobre eso que tenga que ser la fe, ya que de ella se hablará en el texto del Evangelio de Lucas que se va a proclamar en toda la catolicidad, desde el Vaticano de Francisco papa, hasta ese minúsculo rincón perdido en la patagoniadesudándelsurdelachinaaustrohúngara.
Tenía que decir una palabra sobre la fe o sobre la experiencia de la fe. Y creo que ya la he escrito. 
Creer en el sanmiguel de la lanza ensangrentada y destripador de diablos es Religión. Jamás llegará a ser fe. Y siempre se quedará en mera imaginación 
Creer en ti y en ti y en ti..., que sois cercanía y gusto de vivir es fe, experiencia de la fe, ganas de vivir. Y esto nunca se imagina, se vive y se siente y sabe en el paso a paso en el camino del día a día.
Me callo ya.
Lo demás está contado a continuación en los comentarios. También lo encontrarás en el archivo adjunto.
Perdón, un dato mío de más: La religión no es ni buena ni mala. Es religión y la hacemos los humanos a nuestra medida. 
La experiencia de la fe también la cultivamos los humanos y siempre es buena para el otro y  para mí. 
¿Es poca la diferencia entre religión y fe? Eso parece, pero el ángel de la experiencia de la fe no tiene alas, y sí manos y pies con muchos dedos que son ojos y corazón y mente de... ¡amor que es vida!
       
Domingo 27º del T.O. Ciclo C (06.10.2019): Lucas 17,5-10.
“Fe, experiencia de la seguridad confiada”.  Lo vivo y escribo CONTIGO: 

El texto del Evangelio para este domingo primero de octubre es Lucas 17,5-10. Capítulo decimoséptimo. Versículos quinto al décimo. No me estoy quedando con nada ni nadie diciendo estas cosas. Quiero destacar que no se nos van a proclamar los cuatro primeros versículos de este capítulo de Lucas. En ellos se habla muy claramente de perdonar pecados de una manera que no se necesita ningún sacerdocio especial para realizar tal actividad ¡humana!

No me gustaría tener razón, pero tampoco deseo callarme lo que medito. ¿Cuántas veces y con cuánta insistencia se nos dice desde Francisco, el papa, hasta el último diácono ordenado que la palabra de los Evangelios es buena noticia,  la de Dios, para todos? ¿Por qué aceptamos, sin más, que se nos anuncie mutilada y se alardee de ello desde el silencio de la homilía? Por esto, leeré, meditaré y comulgaré Lc 17,1-10. Y también leeré todo Lc desde 13,22 hasta aquí.

En el comienzo de la proclamación del Evangelio se escuchará esto: “En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: Auméntanos la fe” (Lucas 17,5). Creo que no es ocioso preguntarse cuándo le formulan a este Jesús del Evangelista Lucas una preocupación tan honda. Y quienes están haciendo esto son los apóstoles después de haber escuchado a su Jesús hablar para todos sus discípulos y seguidores, porque todas y todos ellos están de camino hacia Jerusalén. Olvidar este contexto es arriesgarse a confundirse y engañar a otros.  

Este caminar hacia Jerusalén con este Jesús de Lucas lleva implícita la confianza plena de saberse y de sentirse en todo momento perdonado y perdonador. Y para acceder a esta experiencia tan humana como el respirar hay que atreverse a superar las orientaciones y mandatos de la Ley, que se creían proceder de Yavé Dios por medio de Moisés. Esta Ley aseguraba el perdón del pecador, no en la experiencia de la confianza entre las personas, sino en el ejercicio y práctica de presentar sacrificios a su Yavé en el Templo por sus sacerdotes.

Esta manera de pensar, creer y vivir es la que se describe en Lucas 17,1-4. Y esto es lo que nuestra liturgia silencia en la proclamación de la buena noticia de este domingo. Si esto se sigue silenciando no sé cómo se va a comprender este mensaje del Jesús de Lucas: “Si tuvierais fe, aunque fuera sólo como un granito de mostaza, diríais a ese árbol... y os obedecería” (Lc 17,6). Si tuvierais fe... ¿Qué es la fe?

Creo que ésta es la cuestión de este mensaje en este domingo. Me bailan en los recuerdos aquello de ‘creer lo que no vimos’ y aquello otro de las tres virtudes que se entendían como regalo de Dios (fe, esperanza, amor) frente a las cuatro que son obra del esfuerzo del ser humano (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Yo recuerdo, tú recuerdas, él recuerda...

Me sigo convenciendo, después de seguir leyendo a este Lucas y en este capítulo de su Evangelio, que la fe de esa petición del ‘auméntanos la fe’ no es otra cosa que esa experiencia de seguridad confiada que un ser humano comparte con otro ser humano. De dos en dos. Esta experiencia que es la fe, ¿se adquiere y aviva en la práctica sacramental de una Religión, aunque sea católica, o en la experiencia de la convivencia cotidiana de los unos con los otros?

Confieso que todo esto que escribo se me arraiga y alimenta cuando leo a este Lucas y cuando releo lo de aquel profeta, Eliseo (2Reyes 5, completo). La fe crece en el camino del ‘yo contigo’.
Carmelo Bueno Heras
    
Domingo 45º de Mateo (06.10.2019): Mateo 26,1-19.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

Nos quedan aún tres capítulos (26, 27 y 28) de este Evangelio llamado de Mateo. Dos de ellos los va a dedicar el narrador a contarnos el apresamiento, el juicio y la ejecución de Jesús de Nazaret hasta su sepultamiento. En siete semanas comentaremos estos acontecimientos. La octava y última semana la dedicaremos al relato de la experiencia de la resurrección. Nos acercamos, pues, a los primeros acontecimientos que ponen en marcha la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret.

En los primeros versos (26,1-2), el Evangelista nos anticipa el final como si se tratara, en síntesis, de ‘la crónica de una muerte anunciada’. ¿No le suena al lector a título de una famosa novela del siglo XX?: “Dijo Jesús a los suyos: ya sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua y este hijo de hombre (que soy yo) será entregado para que lo crucifiquen”.

Y según se confirma en esta narración, a este Jesús de Mateo parece que le crucificaron después de la fiesta de la pascua y cuando ya las gentes en masa habían abandonado la ciudad de Jerusalén. Vamos, que lo ejecutaron casi en privado y no ante el asombro de una inmensa muchedumbre. ¿Cómo sucedió este hecho? Seguramente que como tú te lo quieras imaginar...

Esto es lo que nos ha contado Mateo en los versículos 3-5 sobre los últimos días de su Jesús.

En los versículos siguientes, 6-13, se nos anuncia un hecho sorprendente. Ojalá nunca nos lo leamos fuera de este contexto en el que nos lo sitúa este Evangelio que, creo yo, aprendió a contarlo así después de haber leído al Evangelista Marcos. Lucas escogió otro contexto para contarnos el mismo dato (Lucas 7,36-38). Y también Juan (12,1-8) nos lo volvió a contar en otro nuevo contexto. Los cuatro nos cuentan que hubo una mujer que se atrevió a ser condenada a muerte con el propio Jesús ya condenado. Que nadie deje de leerse, ahora ya, Éxodo 30,22-33.

De esta mujer debe hablar siempre aquella persona que decida dedicarse a la evangelización.

En los versículos siguientes, 14-16, cuenta este narrador la decisión que toma una de aquellas personas que tuvieron la oportunidad de estar cerca de aquel Jesús, el laico de Nazaret. Al parecer nadie le había informado de que se encontraba junto a la segunda persona de la Santa Trinidad. Según se nos informa, este hombre tasó en treinta monedas a Jesús. Lo leo, me estremezco y contemplo la decisión de este hombre llamado Judas y la esa mujer ¡sin nombre!

Contemplo las decisiones tan distintas como distantes sobre Jesús. Igual entonces que ahora.

En los versículos siguientes, 17-19, y como si no sucediera nada, como si todo en la ciudad llamada de ‘La Paz’ estuviera en la serena alegría confiada de la convivencia festiva, tanto los seguidores de aquel Jesús como él mismo deciden celebrar la Pascua. La primera y principal fiesta del pueblo. Curiosamente, una fiesta de familia en la religión de los judíos que la celebraron todas aquellas personas fuera de sus casas y familias. En una mansión alquilada. Todos de acuerdo. ¿Cuántos? ¿Los Doce y Jesús? Más, sin duda. ¿Desobedientes y herejes? Sí. 
Carmelo Bueno Heras

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