Me enseñarás. Aprenderé.
Pandemia, cuarentena, virus,
confinamiento.
Ya he escrito las palabras
que no debería dejar de decir en esta presentación de los comentarios para el
domingo de Pascua. Todos sabemos ya de esto más de lo que imaginábamos al
comenzar la Cuaresma en febrero.
Todos somos 'casi' expertos
en en estas experiencias de la realidad mostrenca de nuestro mundo Actual y
Pascual. Nos lo sabemos casi todo. Casi todo, porque a estas alturas de la peli
de la historia en toda guerra la primera víctima es la verdad...
Mis años me permiten
comprenderme dentro del gran grupo de riesgo. Y me va a ser complicado
'aprender'. Es tan novedoso este contexto... Casi renuncio a 'enseñar'. Mejor
ya, jubilado.
Por eso me he atrevido a
titular esta presentación como acabas de leer arriba y como lo voy a escribir
ahora.
Me enseñarás.
Aprenderé.
Te enseñaré. Aprenderás.
Los dos. Mano con mano en un
abrazo.
Yo escribo y tú lees.
Los dos lo hacemos para
respirar,
para pensar,
para vivir.
¿Lo sabías?
Tú me enseñas a escribir.
Yo te enseño a leer.
Los dos aprendemos a
mirar,
a decidir,
a caminar.
Para leernos y escribirnos
siempre hay tiempo
porque tú y yo lo vamos a
programar
para aprender a enseñar
y
para enseñar a aprender.
¿Es un juego?
Es la vida.
Sólo así aprenderemos a
enseñarnos,
sólo así encontraremos a la
vez, tú y yo,
la verdad de vivir.
Aprenderé y me enseñarás.
Te enseñaré a aprender.
¿Así es el leer y el escribir
y el vivir?
Así me lo enseñó Juan, un
escritor sagaz.
Y también Lucas, otro
escritor audaz.
Domingo
de Pascua. Ciclo A (12.04.2020): Juan 20,1-9
Me
leeré Juan 20,10-18 siete veces. Dicho
y escrito CONTIGO,
En
este domingo de Pascua y todos los años, la autoridad de la liturgia nos
propone leer el relato de Juan 20,1-9. Siempre. Cada año. Estemos en el
Ciclo eclesial que sea. Y también, en el próximo domingo, el 2º de Pascua,
siempre se nos propone la lectura del relato de Juan 20,19-31. Si
alguien no se lo cree que consulte despacio los Leccionarios correspondientes y
más recientes. Es decir, en síntesis, que el relato de Juan 20,10-18 no
se nos lee al pueblo nunca en las misas eucarísticas de los dos primeros
domingos de Pascua. ¿Casualidad intencionada?
¿Sabes,
leyente de estas líneas, qué nos cuenta el cuarto Evangelio en Jn 20,10-18?
Ni más ni menos que la primera aparición de Jesús de Nazaret... ¡a María
Magdalena! ¿Fue también una casualidad intencionada del propio Evangelista
Juan? Que cada lector se lo pregunte, pero tengo para mí que este asunto sigue
siendo una cuestión que nuestra iglesia no ha deseado plantearse. Y este asunto
se resume en dos palabras: sacerdocio y mujer, en la Iglesia.
En
Juan 20,1-9 se nos habla de los tres primeros
personajes o protagonistas de la fiesta de la Pascua que vivieron en Jerusalén,
según este cuarto Evangelista, Jesús y todos cuantos creían en él. Estos tres
primeros personajes, por el orden en el que aparecen en la narración, son María
Magdalena, Simón Pedro y ‘el discípulo al que Jesús quería’ (Jn 20,1-2).
En
este relato escucharemos unas palabras que el Evangelista ha puesto en boca de
María Magdalena. Nadie más habla en esta secuencia del relato. Y me sorprende
constatar que esta María Magdalena habla en plural: “Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Según cuentan
los que saben de esto, el Evangelista nos escribe esta narración de los hechos
en los años noventa del siglo primero, unos sesenta años después de morir
Jesús.
Una
constatación como ésta de ‘la desaparición del cuerpo del muerto Jesús de su
tumba’ desencadena, en las personas más próximas porque le conocían y querían,
la decisión de volver a encontrar al sepultado. ¿No es esto lo que uno
comprende que se encierra en esas tres palabras de María Magdalena: Ignoramos
dónde está?
Ignoramos
dónde está, dice este Evangelio. Esta ignorancia sobre Jesús de Nazaret
sucede ‘el primer día de la semana’. ¿Y no sucedía también en tiempos del
Evangelista? ¿Y no volvió a suceder en cada año de la historia de los
creyentes en este Jesús de Nazaret? ¿No sucede hoy?
Da
la impresión de que el narrador de estos hechos estuvo presente en el
descubrimiento del sepulcro vacío. Vacío del cuerpo de Jesús de Nazaret muerto.
¿Quién le contó al Evangelista los pormenores de aquel sepulcro vacío? ¿Fue
María Magdalena, Pedro...? Y con tan buena información, en apariencia, ¿por qué
no nos contó nada del viaje de regreso de Pedro y el amado de Jesús desde el
sepulcro vacío hasta el lugar donde estaban reunidos los DOCE? ¿...?
Son
tantos los interrogantes que se nos despiertan a los lectores de este relato
que casi es preferible hacer silencio en las neuronas y recordar aquello que
nos dejó aquel Jesús en su cena de despedida: En esto conocerán que sois mis
discípulos, si os amáis unos a otros (13,35).
Carmelo
Bueno Heras
Domingo 20º de ‘Los Hechos de los
Apóstoles’ (12.04.2020): Hch 12,24 a 13,12.
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
Con
la llegada de Bernabé, Saulo y Juan Marcos a Antioquía de Siria, el narrador
Lucas comienza el relato de la vida y misión de esta comunidad o iglesia
arraigada en la tierra pagana y gentil alejada de Jerusalén. Según Hechos 1,8
el Espíritu Santo se ha ‘salido con la suya’ porque ha impulsado la llegada del
Evangelio de su Jesús de Nazaret hasta el final del mundo.
Además
de los tres grupos, comunidades o iglesias (los Doce, los Siete, la casa de
María) de Jerusalén está constituida ya la de Antioquía: “En la iglesia de
Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón..., Lucio..., Manahén y
Saulo” (Hch 13,1-3). La iglesia de los CINCO. Una iglesia, según el
narrador Lucas, querida y constituida por el propio Espíritu, como todas.
“Con
esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para
Chipre” (Hch 13,4-12). Así comienza Lucas la narración del
llamado ‘Primer viaje misionero’ que culminará en Hch 14,28: “A su llegada
reunieron a la iglesia [la de Antioquía] y se pusieron a contar todo
cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los
gentiles la puerta de la fe. Y permanecieron no poco tiempo con los
discípulos”. A esta iglesia de Antioquía de Siria se la reconoce como la
iglesia de los cristianos helenistas. Estos helenistas ‘sí han escuchado’.
En
Hechos 13,4-12 cuenta el narrador de los Hechos de los
Apóstoles el comienzo de la misión evangelizadora del ‘primer viaje’. Después
de leer este relato una vez se le queda al leyente crítico contemplativo más de
una cuestión en el aire. Muchas, me atrevería a decir ahora. No habrá espacio
en este comentario para hablar de todo. Por eso empiezo por lo que me parece
más importante: un par de constataciones. Chipre es la isla y tierra de Bernabé
y en este relato parece que actúa como mera figura decorativa. Ni habla ni
actúa. Es la primera constatación.
La
segunda constatación es el dato del versículo 13,9: “Entonces Saulo, o sea
Pablo, lleno de Espíritu Santo”. Por primera vez Saulo es Pablo. Por
última vez aparecen juntos ambos nombres. A partir de este momento, Lucas sólo
habla de Pablo. Así lo confirmamos inmediatamente en Hch 13,13. Saulo el fuerte
(nombre hebreo) deja su identidad en Pablo el Enclenque (nombre griego).
¿Enclenque?, y su acción contra el falso mago-profeta Elimas ante el procónsul
romano Sergio Pablo manifiesta un desconocido poder..., ¿tan deshumanizador?
Este
poder que acaba de manifestarse en Pablo, ¿es el poder de la Palabra del Señor
y de la fuerza del Espíritu? Según la literalidad de este texto de Lucas, sí.
Me suena mucho este poder a aquel que manifestó Elías, el profeta de Israel,
cuando la muerte de los cuatrocientos cincuenta profetas falsos (Libro primero
de los Reyes 18). Dio miedo aquel profeta y da miedo este actuar de Pablo en
Chipre. Este Pablo comienza a ser el protagonista de la misión.
Esto
sucedió en la población chipriota de Pafos. ¿Qué más aconteció en esta primera
etapa de aquel primer viaje de la misión evangelizadora? Tan solo una mera
referencia anterior, a lo acontecido en Salamina (Hch 13,5): “Anunciaron la
Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos”. ¿Y sucedió en estas
sinagogas lo que contó Lucas de Jesús en la sinagoga de Nazaret? ¿Quedó
constituida alguna pequeña iglesia en Chipre? Nada sabemos. ¡¡Es la primera
etapa!!
Carmelo
Bueno Heras
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