San Andrés Huberto Fournet, presbítero y fundador
fecha: 13 de mayo
n.: 1752 - †: 1834 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 16 may 1926 - C: Pío XI 4 jun 1933
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1752 - †: 1834 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 16 may 1926 - C: Pío XI 4 jun 1933
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Puy-en-Vélay, en la comarca de Poitiers, en Francia, san Andrés
Huberto Fournet, presbítero, que ejerció como párroco durante la Revolución
Francesa, fortaleciendo, no obstante su condición de sacerdote proscrito, la fe
de sus feligreses, y, al restablecerse la paz para la Iglesia, fundó, junto con
santa Isabel Bichier des Ages, el Instituto de Hijas de la Cruz.
refieren a este santo: Santa Juana
Isabel Bichier des Âges

Entre los santos hay muchos que desde
pequeños se sintieron inclinados a la forma de vida que abrazaron más tarde.
Pero hay también algunos que en sus primeros años tenían verdadera aversión por
la vocación a la que Dios los tenía destinados. A esta última categoría
pertenece san Andrés Huberto Fournet. Nació el 6 de diciembre de 1752, en
Maillé, cerca de Poitiers, en el seno de una familia acomodada. Tal vez la
piadosa madre de Andrés alabó con cierta indiscreción la vocación sacerdotal,
porque el niño acabó por detestar todas las prácticas religiosas; se negaba a
rezar y a estudiar y, lo único que le interesaba era divertirse. En uno de los
libros que tenía cuando era niño, escribió con una letra todavía vacilante:
«Este libro pertenece a Andrés Huberto Fournet, que es un buen niño, pero no
tiene ganas de ser sacerdote ni monje». Su pereza y frivolidad le crearon
serias dificultades en la escuela; en una ocasión se escapó de ella, lo cual le
valió un buen castigo. Más tarde, Andrés se trasladó a Poitiers, con el
pretexto de estudiar filosofía y leyes, pero en realidad para divertirse a sus
anchas. Ingresó en el ejército, pero fue expulsado. Su madre trató de
conseguirle un puesto de secretario; pero escribía tan mal, que nadie quiso
darle trabajo. Habiendo agotado todos sus recursos, los padres de Andrés le
enviaron a casa de un tío suyo, que era sacerdote y trabajaba en una parroquia
solitaria y muy pobre. Ahí esperaba a Andrés la gracia de Dios.
Su tío, que era un hombre muy espiritual,
se ganó la confianza del joven e hizo brotar en él toda la bondad que se
ocultaba bajo su aparente frivolidad. El cambio fue sorprendente. Andrés
estudió teología, se ordenó sacerdote y fue destinado a ayudar a su tío en la
parroquia. Más tarde, trabajó como vicario en un sitio muy difícil y,
finalmente, fue nombrado párroco de Maillé, su pueblo natal, en 1781. Pronto se
hizo querer de todos sus feligreses por su liberalidad con los pobres y su gran
simpatía. Al principio, acostumbraba invitar a sus amigos a su mesa, que estaba
muy bien provista; pero, después de oír las críticas de un mendigo, decidió
vender los cubiertos de plata y todo lo que no era estrictamente indispensable.
A partir de ese momento, empezó a vivir como un monje, en compañía de su madre,
su hermana y un vicario. La sencillez de su vida se reflejaba en la sencillez
de su predicación. El sacristán le dijo un día: «Su Reverencia predicaba antes
con palabras que nadie entendía. Ahora entendemos todo lo que dice».
La Revolución Francesa puso fin a aquella
vida apacible. San Andrés se rehusó a prestar el juramento que el gobierno
exigía a los clérigos, y con ello quedó fuera de la ley. A salto de mata y con
riesgo de su vida a cada instante, mantuvo la atención por su grey, unas veces
en medio del bosque y otras en alguna granja solitaria. A fines de 1792,
obedeciendo a las órdenes de su obispo, se fue a España; pero cinco años más
tarde, comprendió que no podía abandonar a sus fieles indefinidamente. Así
pues, se puso en camino y una noche entró secretamente en Maillé. Pronto se
divulgó por todo el pueblo la noticia de su vuelta, y los fieles empezaron a
acudir a él. El peligro era mayor que nunca; los perseguidores le buscaban
desesperadamente y, en varias ocasiones, estuvo a punto de ser capturado. Una
vez se presentaron los corchetes cuando el santo se calentaba junto al fuego en
una cabaña. La dueña de la casa no perdió la cabeza: plantó al santo un
bofetada en plena cara, como si se tratase de un criado tonto y perezoso, le
ordenó que cediera su puesto a los gendarmes y fuese inmediatamente a cuidar el
ganado. La estratagema tuvo éxito. Cuando san Andrés refería la aventura, solía
decir: «¡Qué mano tan pesada tenía la buena señora! Me hizo ver las
estrellas...»
Con Napoleón Bonaparte mejoraron las
cosas, pues el primer cónsul cayó pronto en la cuenta de que le convenía hacer
la paz con la Iglesia. El P. Fournet volvió a su parroquia y se dedicó a
reavivar la fe de sus feligreses, predicó numerosas misiones y confesó
incansablemente. En todos sus esfuerzos le secundaba santa Isabel
Bichier des Ages, quien, bajo la dirección de san Andrés, había
fundado una congregación de religiosas que se dedicaba a instruir a los niños y
a cuidar a los enfermos y a los pobres. San Andrés se encargaba de la dirección
espiritual de las religiosas y redactó las reglas de la congregación. El nombre
oficial era el de Hijas de la Cruz, pero la fundadora llamaba a su religiosas
«Hermanas de San Andrés».
A los sesenta y ocho años de edad, la
fatiga y la debilidad obligaron al santo a renunciar al oficio de párroco y a
retirarse a La Puye. Ahí siguió ocupándose de la dirección de las religiosas y
ayudando en las parroquias de los alrededores. Tenía innumerables hijos
espirituales, así clérigos como laicos. Según consta en el proceso de
beatificación, san Andrés multiplicó el trigo en una ocasión en que las
religiosas no tenían pan suficiente para ellas y sus niños. Murió el 13 de mayo
de 1834 y fue canonizado el 4 de junio de 1933.
En la bula de canonización hay un resumen
biográfico bastante detallado (Acta Apostolicae Sedis, vol. XXV, 1933, pp.
417-428, en latín). Véase también a L. Rigaud en Vie de A. H. Fournet (1885).
En italiano existe una biografía anónima, titulada Il beato Andrea liberto
Fournet (1885).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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