Santa Magdalena Sofía Barat, virgen
y fundadora
fecha: 25 de mayo
n.: 1779 - †: 1865 - país: Francia
canonización: B: Pío X 24 may 1908 - C: Pío XI 24 may 1925
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1779 - †: 1865 - país: Francia
canonización: B: Pío X 24 may 1908 - C: Pío XI 24 may 1925
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En París, en Francia, santa Magdalena Sofía
Barat, virgen, que fundó la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús y trabajó con
gran entrega por la formación cristiana de las jóvenes.
refieren a este santo: Santa Filipina
Duchesne, Santa Teresa
Eustoquio Verzeri
Magdalena Sofía Barat
nació el 12 de diciembre de 1779, en Joigny de Borgoña, donde su padre era
herrero y poseía una pequeña viña. Su padrino de bautismo fue su propio hermano
Luis, doce años mayor que ella. Cuando éste, que se preparaba para el sacerdocio,
volvió de Sens -ya ordenado diácono- para trabajar como maestro en su ciudad
natal, su ahijada era una chiquilla vivaracha de diez años. Muy pronto se
convenció Luis de que Dios tenía destinada a Magdalena a una misión muy alta,
por lo cual era su deber ayudarla a prepararse. Con ese objeto, la condujo
según los principios que empleaba para la educación de sus discípulos, pero con
la preocupación principal de enseñarle a dominar sus emociones y su voluntad.
Magdalena pasaba prácticamente el día entero sola y sin ningún recreo,
entregada al estudio del latín, el griego, la historia, la física y las
matemáticas, bajo la dirección de su joven maestro, que era pródigo en la
reprensión o el castigo y avaro en las alabanzas. Felizmente, la niña tenía la
pasión de aprender, ya que su único premio era la satisfacción de progresar en
la ciencia. Cualquier manifestación afectiva era castigada severamente, hasta
el grado de que, en cierta ocasión en que Magdalena hizo un pequeño regalo a su
hermano, éste lo arrojó inmediatamente al fuego. Por duro que fuese este
sistema, produjo buenos efectos en aquel caso particular. Se puede
decir que Magdalena hacía progresos muy rápidos, cuando se vio, súbitamente,
privada de su maestro.
En el año de 1793,
cuando Luis XVI fue guillotinado y comenzó el reinado del terror, Luis Barat,
que se había negado a firmar la constitución civil del clero, tuvo que huir de
Joigny para ocultarse en París. En la ciudad fue arrestado y, durante dos años,
vivió en constante espera de la muerte. Cuando Luis volvió a Joigny, ya
sacerdote, Magdalena era una muchacha encantadora y vivaz, a la que sus padres
adoraban y sus amigos admiraban sin límites. Temeroso de que aquellas dotes
pusiesen en peligro la vocación religiosa que su hermana había manifestado
desde pequeña, Luis se la llevó consigo a París, a fin de continuar ahí su
educación. A la estricta disciplina de los años anteriores, el maestro añadió
la obligación de la penitencia corporal y la práctica constante del examen de
conciencia; por otra parte, sustituyó el estudio de los clásicos por el de la
Biblia, los Santos Padres y la teología. Magdalena se sometió resignadamente,
sin sospechar los grandes planes que Dios había trazado para ella.
En cuanto se calmó un
poco la primera llamarada de la Revolución, hubo que pensar en el problema de
educar a la nueva generación, pues todas las escuelas católicas habían sido
suprimidas. Entre los que más se interesaron por el problema, se contaban dos
sacerdotes jóvenes, que formaron una asociación para pedir el restablecimiento
de la Compañía de Jesús, a la que Clemente XIV había suprimido treinta años
antes. El superior de la nueva asociación, el P. Varin, proyectaba desde hacía
algún tiempo la fundación de un instituto religioso femenino que se encargase de
la educación de las niñas. Cuando el P. Barat le habló de la formación y
cualidades de Magdalena, el P. Varin manifestó deseos de conocerla. Pronto
quedó convencido de que la joven poseía todas las cualidades necesarias para
realizar su proyecto. Magdalena le objetó, tímidamente, que pensaba entrar como
hermana lega en la Orden del Carmelo. Pero el P. Varin replicó en forma
contundente: «No, Dios no la quiere ahí. Las cualidades que le ha dado y la
educación que ha recibido, la llaman a otras cosas». Acto seguido, le expuso su
proyecto de fundar una congregación de educadoras, inspirada por la devoción al
Sagrado Corazón de Jesús. Magdalena aceptó humildemente la tarea, llena de
desconfianza en sus fuerzas. Al referirse a aquellos momentos, decía más tarde:
«Lo acepté todo, sin comprender ni prever nada».
El 21 de noviembre de
1800, Magdalena y otras tres aspirantes empezaron a vivir en comunidad. El año
siguiente, Magdalena partió a Amiens para enseñar en una escuela, que fue el
primer convento de la congregación. Pronto inauguró otra escuela gratuita para
niñas pobres. La comunidad empezó a crecer; pero la religiosa que actuaba como
superiora abandonó el convento a los dos años, ya que carecía de verdadera
vocación y de las cualidades necesarias para gobernar. El P. Varin nombró a
Magdalena para sustituirla, aunque ésta no tenía más que veintitrés años y era
la más joven de la comunidad. A pesar de su repugnancia inicial, la santa iba a
gobernar la congregación durante sesenta y tres años. El éxito de las escuelas
de Amiens motivó que otras ciudades llamasen a las religiosas. En 1804, la
madre Barat fue a Grénoble a tomar posesión del convento abandonado de Sainte
Marie-d'en-Haut y a recibir en la congregación a las religiosas de la
Visitación que lo habían ocupado antiguamente. Entre ellas se contaba santa Filipina
Duchesne, a quien más tarde correspondería introducir la
Congregación del Sagrado Corazón en los Estados Unidos. Poco después, la madre
Barat transformó la antigua abadía cisterciense de Feuillants, en Poitiers, en
la casa para el noviciado de la congregación. Ahí pasó la santa dos años, que
fueron tal vez los más felices de su vida. Ella misma se encargaba de la
formación de las novicias y sólo interrumpió su trabajo para ir a fundar las
casas de Belley, Niort, Gante y Cugniéres. Todo iba viento en popa, cuando,
súbitamente la madre Barat tuvo que hacer frente a una de esas pruebas
extraordinarias que parecen ser el sino de todos los fundadores: la superiora
de Amiens, Mme. Baudemont, apoyada por el P. de Saint-Esteve, quien había
sustituido como capellán al P. Varin, llevó a cabo una serie de reformas, sin
consultar a la superiora general. Durante ocho años, esos dos personajes hicieron
la guerra a la madre Barat, con el objeto de expulsarla de su cargo y moldear a
su gusto la congregación. La santa empleó como armas principales la paciencia y
la oración, cosa que sus enemigos interpretaron como un signo de debilidad. El
P. de Saint-Esteve llegó incluso a redactar para la congregación unas
constituciones que la cambiaban totalmente y modificaban hasta el nombre. Pero,
precisamente en el momento en que estaba a punto de triunfar, el P. de
Saint-Esteve cometió el error de exagerar su celo, con el resultado de que el
congreso general de 1815 aprobó las constituciones que había redactado la madre
Barat con la ayuda del P. Varin, que había ingresado en la Compañía de Jesús.
Al fracaso de la
oposición, siguió un período de intensa expansión. En 1818, la madre Duchesne
partió a los Estados Unidos con otras cuatro religiosas. Dos años más tarde, la
madre Barat reunió a todas las superioras locales de París, en donde se hallaba
la casa madre de la congregación, con el objeto de elaborar un plan general de
estudios para las escuelas. La tarea consistió, sobre todo, en la determinación
de ciertos principios generales, pues, con su previsión acostumbrada, la madre
Barat insistió en que se dejase cierto margen para las mejoras y adaptaciones.
En la misma asamblea se resolvió que las superioras debían reunirse cada seis
años, entre otras cosas para que la congregación pudiese mantener al día su
plan de estudios. Bajo el gobierno de santa Magdalena, los internados de París
alcanzaron tal fama, que muchas otras ciudades pidieron la fundación de
instituciones semejantes.
En nuestros días, cuando
las comunicaciones son tan fáciles, resulta difícil comprender lo que debió
costar a la santa la fundación de las ciento cinco casas. Para ello tuvo que
atravesar Francia muchas veces y hacer tres viajes a Roma. En 1830, se vio
obligada a ir a Suiza para trasladar allá el noviciado, que había sido
expulsado de Francia. En 1844, fue a Inglaterra y, once años más tarde, a
Austria. La misma madre Barat dijo una vez: «Siempre estoy en camino». Y los
viajes no debían resultar precisamente agradables a una persona que nunca había
sido robusta.
Llena de amor por la
juventud, la santa trataba de fundar en cada sitio, en cuanto era posible, una
escuela para niñas pobres y un pensionado de paga. Como no podía visitar todas
las fundaciones, se mantenía en contacto epistolar con ellas, lo cual la
obligaba a escribir innumerables cartas. En los períodos que pasaba en la casa
madre, se ocupaba del trabajo administrativo, además de recibir a las numerosas
personas que la buscaban para pedirle consejo. En realidad, se pueden aplicar a
santa Magdalena las palabras que escribió a una de sus hijas: «El trabajo
excesivo es un peligro para las almas imperfectas; pero las almas perfectas obtienen,
por ese medio, una rica cosecha».
En diciembre de 1826, en
respuesta a un memorándum de la madre Barat, el Papa León XII aprobó
oficialmente la Sociedad del Sagrado Corazón. Parecía que esto confería a la
congregación una estabilidad definitiva. Sin embargo, trece años después,
estalló una crisis que la puso en peligro de muerte, ya que, en el Congreso
general de 1839 se propusieron y se llevaron a efecto ciertas reformas contra
el parecer de la madre Barat. La mejor prueba del tacto y lealtad de la santa
fue que, en vez de oponer el veto a esas reformas, permitió que se pusiesen a
prueba durante tres años. El tiempo dio la razón a la santa: las reformas no
tuvieron éxito, el Papa Gregorio XVI se negó a sancionarlas y el siguiente
congreso general las suprimió. Una vez más se habían impuesto la oración y la
paciencia, las mismas religiosas que habían promovido las reformas, fueron las
primeras en reconocer su error.
No podemos seguir, paso
a paso, la actividad de santa Magdalena en sus últimos años, pues se confunde
prácticamente con la historia de su congregación. Cuando la santa murió, la
congregación se hallaba ya firmemente establecida en doce países y dos
continentes. En 1864, a los ochenta y cinco años de edad, santa Magdalena rogó
al congreso general que le permitiese renunciar a su cargo; pero la asamblea no
le permitió más que nombrar a una vicaria para que le ayudase en el trabajo. El
21 de mayo de 1865, la santa sufrió un ataque que la dejó paralítica y entregó
el alma a Dios cuatro días más tarde, en la fiesta de la Ascensión. Fue
canonizada en 1925.
Santa Magdalena Sofía ha
tenido muy buenos biógrafos. por ejemplo, la admirable Histoire de la Vén. Mere
Madeleine-Sophie Barat, de Mons. Baunard; una de las religiosas de la
congregación, la madre Cahier, publicó otra excelente biografía en dos
volúmenes (1884). En la colección Les Saints hay una vida escrita por Geoffroy
de Grandmaison (1909).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»,
Herbert Thurston, SI
accedida 6652 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando
figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio
no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por
favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo
Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1766
No hay comentarios:
Publicar un comentario