jueves, 31 de enero de 2019

LA ESPERANZA (P. Antonio Oliver Montserrat) Vin Cens

LA ESPERANZA
Todo es camino. Pero el camino no está hecho. Esto significa que el hombre es un caminar constante, un caminar que siempre está desbrozando. El camino no está hecho.
Durante siglos, el largo esfuerzo del hombre estaba guiado por una luz que no ilumina, es luz 'nubilosa'. Caminamos en tinieblas, sí, pero entre el ser y el no-ser nos guía una esperanza que es el mismo ser del Hombre. Estamos a caballo entre el ser y el no-ser: lo que somos protesta, se queja ante lo que aún no- somos, y nos lanza inexorablemente a ser cada vez más lo que de verdad somos.
Este ''esfuerzo'' es religión y es bendecido por Dios. Y es lo que crea ''la plenitud de los tiempos''. El esfuerzo del hombre, descontento entre lo que logra y lo que quiere alcanzar, es religión. De manera que la religión que nos asegure que una vez bautizados podemos quedarnos tranquilos, no es cristiana. La religión debe decirnos que la aventura comienza tras el bautizo y, además, que en ella podemos perder las uñas.
El cristianismo no asegura nada. Sólo asegura la aventura. Y la aventura es tan aventurada, que muchas veces el cristiano tiene la impresión que se le exige que queme todos sus barcos. Y debe quemarlos todos, ya que si no lo hace, no es cristiano, no será cristiano: ''El que busque guardar su vida, la perderá, y el que la perdiere, la encontrará''. La paradoja va hacia adelante y esta vez es de un gran maestro: Cristo.
La larga esperanza de siglos estaba fundada. La expectativa de la Humanidad se realizó, se hizo verdad: ''en plenitud de los tiempos'', vino El Esperado. Luego la esperanza no era de algo, era de alguien. Aquello que guardaba la Humanidad con anhelo no era una fórmula -un gobierno, un modo de ser en la vida, un reino, una moral-, era una PERSONA. Con lo cual queda establecido, y ya lo vio Freud cuando hablaba precisamente del sexo, que la esperanza del Hombre no puede lograrse sino en otro Hombre. De modo que si tú tienes puesta tu esperanza en una política, en un acontecimiento o en una religión, pones a un nivel muy bajo tu esperanza. Sólo una persona como tú, con la cual puedas tener una relación de amor (amarse los unos a los otros), logra llenar tu esperanza.
Qué interesante: aunque nuestros abuelos paleolíticos lo ignoraran, el objeto de la expectativa de siglos no eran cosas, no eran religiones, ¡era UNA PERSONA! No era una esperanza de algo, era una esperanza de ALGUIEN. Y esa esperanza de ALGUIEN lo llenó todo.
El cristianismo se centra en una idea única en el mundo: no es un código, no es una ley, ni siquiera es una religión, ES UNA PRESENCIA HUMANA. Con ello estamos diciendo que el Hombre hacía bien cuando creaba dioses de sí mismo. Justamente él es el dios de sí mismo, pues el Dios verdadero ha venido en forma de Hombre.

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