REVELACIÓN CRISTIANA Y UNIDAD RELIGIOSA
¿Qué es lo que hace que las religiones sean religión, es decir, esa especial relación del hombre con Dios? ¡Porque algo en común tendrán! Pues bien, eso que tienen en común todas las religiones es la revelación de Cristo. Cristo habla en el corazón del Islamismo -siete siglos antes de Mahoma- y habla en el corazón del Judaísmo -1.200 años después de Moisés- y habla en el corazón del Budismo, y también del Cristianismo. Es decir, que un budista, si se mira bien -como ha pasado tantas veces-, siente dentro las palabras de Jesús, y un judío, si se mira bien, siente dentro de sí las palabras y la vida de Jesús, y el mahometano, si se mira bien, siente dentro de sí las palabras de Jesús, y el cristiano, si se mira bien, también siente dentro de sí las palabras de Jesús. Pero todo se derrumba cuando el cristiano habla del cochino musulmán y deja de ser cristiano, porque el musulmán también siente la verdad de Jesucristo, y a veces, más nítida que él.
El cristiano de verdad sabe que la religión es lugar de encuentro con el musulmán, con el judío o con el budista. Sin embargo, no hemos podido evitar que esa experiencia de Dios que tuvo Cristo y que nos pasó a nosotros, se haya convertido en un tenderete donde se vende la salvación, porque ahora somos capaces de decir: -Tú quédate aquí, no pienses, vete a misa los domingos, paga el impuesto, y así llegarás hasta Dios-. Esto es prostituir el cristianismo. Cristo nunca dijo que para llegar a Dios hay que ir a misa y después sentarse, sino, ''si quieres ser perfecto...'' (Mt. 19, 21), deja todo, ven detrás de mí, que soy puro camino en busca de la Voluntad de Dios -he aquí el tiempo de la encarnación, el Tao de los orientales-, y empieza a caminar. ¿Y hasta cuando he de caminar? Siempre.
Cuanto más cerca estés de Dios, más ganas tendrás de buscarle, porque no le tienes. Y cuando crees que le tienes, más lejos estás de Dios y menos le buscarás; al creer que le tienes le has perdido de vista, porque Dios está en nosotros como búsqueda, como un mensaje de sed. Por eso los hombres que, sin saberlo, buscan a Dios, son de Cristo, y por esto los hombres que sin saberlo, o sabiéndolo, no buscan a Dios, no son de Cristo, aunque estén bautizados y aunque reciban sacramentos y aunque enseñen teología. ¡Qué curioso!, ¿verdad?
Lo más propio del cristianismo no coincide con ninguna enseñanza teológica, ni con ninguna praxis religiosa. Uno puede estar encerrado en una jaula toda la vida, como tantos prisioneros, sin recibir un sacramento ni oír una misa en sesenta años, y ser profundamente cristiano y salvarse. Y yendo a misa todos los días se puede ser mal cristiano. Eso no lo hemos entendido.
Por tanto, ¿en qué coinciden las religiones? En el camino hacia el encuentro con Dios, porque un cristiano o un musulmán, un hombre honrado, no puede caminar hacia Dios sin que Dios entre torrencialmente dentro de él.
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