jueves, 15 de agosto de 2019

Evangelio del día y Reflexión del Papa Francisco 15082019


Evangelio del día: En María, el Señor ha hecho grandes maravillas
Evangelio del día. AUDIO. Lucas 1,39-56 - Solemnidad de la Asunción de la Virgen María al Cielo: Mi alma canta la grandeza del Señor

Evangelio del día: Lucas 1,39-56

Evangelio del día: (La visitación de María a su prima Isabel): En aquel tiempo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. Palabra del Señor.

Reflexión del Papa Francisco

Cuando María se apareció a San Juan Diego en el Tepeyac, se presentó como "la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios" (Nican Mopohua); y dio lugar a una nueva visitación. Corrió premurosa a abrazar también a los nuevos pueblos americanos, en dramática gestación.
Fue como una "gran señal aparecida en el cielo, una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies" (Ap 12,1), que asume en sí la simbología cultural y religiosa de los pueblos originarios, anuncia y dona a su Hijo a los nuevos pueblos de mestizaje desgarrado.
Tantos fueron los que saltaron de gozo y esperanza ante su visita y ante el don de su Hijo y la más perfecta discípula del Señor se convirtió en la gran misionera que trajo el Evangelio a nuestra América.
[...] La Santa Madre de Dios visitó a estos pueblos y quiso quedarse con ellos. Dejó estampada misteriosamente su sagrada imagen en la "tilma" de su mensajero para que la tuviéramos bien presente, convirtiéndose en símbolo de la alianza de María con estas gentes, a quienes confiere alma y ternura.
[...] En las maravillas que ha realizado el Señor en María, Ella reconoce el estilo y modo de actuar de su Hijo en la historia de la salvación. Trastocando los juicios mundanos, destruyendo los ídolos del poder, de la riqueza, del éxito a todo precio, denunciando la autosuficiencia, la soberbia y los mesianismos secularizados que alejan de Dios,
El cántico mariano confiesa que Dios se complace en subvertir las ideologías y jerarquías mundanas. Enaltece a los humildes, viene en auxilio de los pobres y pequeños, colma de bienes, bendiciones y esperanzas a los que confían en su misericordia de generación en generación, mientras derriba de sus tronos a los ricos, potentes y dominadores.
El Magnificat, así nos introduce en las "bienaventuranzas", síntesis y ley primordial del mensaje evangélico.
A su luz, nos sentimos movidos a pedir una gracia, la gracia tan cristiana de que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz, por los perseguidos a causa del nombre de Cristo, porque de ellos es el Reino de los cielos.
[...] Suplicamos a la Santísima Virgen María, en su advocación guadalupana, a la Madre de Dios, a la Reina, a la Señora mía, a mi jovencita, a mi pequeña, como la llamó San Juan Diego, y con todos los apelativos cariñosos con que se dirigen a Ella en la piedad popular, que continúe acompañando, auxiliando y protegiendo a nuestros pueblos.
Y que conduzca de la mano a todos los hijos que peregrinan en estas tierras al encuentro de su Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor, presente en la Iglesia, en su sacramentalidad, y especialmente en la Eucaristía, presente en el tesoro de su Palabra y enseñanzas, presente en el santo pueblo fiel de Dios, en los que sufren y en los humildes de corazón. (Solemnidad de la Virgen de Guadalupe, 12 de diciembre de 2014)

Evangelio del día de hoy


Comentarios del Evangelio de hoy en audio:
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Evangelio del día

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