San Juan Eudes, presbítero y fundador
fecha: 19 de agosto
n.: 1601 - †: 1680 - país: Francia
canonización: B: Pío X 25 abr 1909 - C: Pío XI 31 may 1925
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1601 - †: 1680 - país: Francia
canonización: B: Pío X 25 abr 1909 - C: Pío XI 31 may 1925
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la
predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María,
para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de
Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las
mujeres arrepentidas. Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados
Corazones de Jesús y de María, hasta que en Caen, de la región de Normandía, en
Francia, descansó piadosamente en el Señor.
Oración: Oh Dios, que elegiste a san Juan
Eudes para anunciar al mundo las insondables riquezas del misterio de Cristo,
concédenos, te rogamos, que, por su palabra y su ejemplo, crezcamos en el
conocimiento de tu verdad y vivamos según el Evangelio. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
En la segunda mitad del siglo XVI, vivía
en Ri, en Normandía, Francia, un granjero llamado Isaac Eudes, casado con Marta
Corbin. Como no tuviesen hijos al cabo de dos años de matrimonio, ambos esposos
fueron en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora. Nueve meses después
tuvieron un hijo, al que siguieron más tarde otros cinco. El primogénito
recibió el nombre de Juan y, desde niño, dio muestras de gran inclinación a la
virtud. Se cuenta que, cuando tenía nueve años, un compañero de juegos le
abofeteó; en vez de responder en la misma forma, Juan siguió el consejo
evangélico y le presentó la otra mejilla. Pero no todos los niños que hacen
eso, alcanzan el honor de los altares, de suerte que no hay que dar demasiada importancia
a ese género de cosas. A los catorce años, Juan ingresó en el colegio de los
jesuitas de Caén. Sus padres deseaban que se casara y siguiera trabajando la
granja de la familia, Pero Juan, que había hecho voto de virginidad, recibió
las órdenes menores en 1621 y estudió la teología en Caén con la intención de
consagrarse a los ministerios parroquiales. Sin embargo, poco después determinó
ingresar en la congregación del oratorio, que había sido fundada en 1611 por el
futuro cardenal Pedro de Bérulle. Tras de recabar con gran dificultad el
permiso paterno, fue recibido en París por el superior general en 1623. Juan
había sido hasta entonces un joven ejemplar; su conducta en la congregación no
lo fue menos, de suerte que el P. Bérulle le dio permiso de predicar, aunque
sólo había recibido las órdenes menores. Al cabo de un año en París, Juan fue
enviado a Aubervilliers a estudiar bajo la dirección del P. Carlos de Condren,
el cual, según la expresión de santa Juana Francisca de Chantal, «estaba hecho para
educar ángeles». El fin de la congregación del oratorio consistía en promover
la perfección sacerdotal y Juan Eudes tuvo la suerte de ser introducido en ella
por dos hombres de la talla de Condren y Bérulle.
Dos años más tarde, se desató en Normandía
una violenta epidemia de peste, y Juan se ofreció para asistir a sus
compatriotas. Bérulle le envió al obispo de Séez con una carta de presentación,
en la que decía: «La caridad exige que emplee sus grandes dones al servicio de
la provincia en la que recibió la vida, la gracia y las órdenes sagradas, y que
su diócesis sea la primera en gozar de los frutos que se pueden esperar de su
habilidad, bondad, prudencia, energía y vida». El P. Eudes pasó dos meses en la
asistencia a los enfermos en lo espiritual y en lo material. Después fue
enviado al oratorio de Caén, donde permaneció hasta que una nueva epidemia se
desató en esa ciudad, en 1631. Para evitar el peligro de contagiar a sus
hermanos, Juan se apartó de ellos y vivió en el campo en un enorme barril, donde
recibía diariamente la comida del convento. Pasó los diez años siguientes en la
prédica de misiones al pueblo, preparándose así para la tarea a la que Dios le
tenía destinado. En aquella época empezaron a organizarse las misiones
populares en su forma moderna. San Juan Eudes se distinguió entre todos los
misioneros. En cuanto acababa de predicar, se sentaba a oír confesiones, ya
que, según él, «el predicador agita las ramas, pero el confesor es el que caza
los pájaros». Mons. Le Camus, amigo de san Francisco de Sales, dijo
refiriéndose al P. Eudes: «Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y
Francia y os aseguro que ninguno de ellos mueve tanto a las gentes como este
buen padre». San Juan Eudes predicó en su vida ciento diez misiones.
Una de las experiencias que adquirió
durante sus años de misionero, fue que las mujeres de mala vida que intentaban
convertirse, se encontraban en una situación particularmente difícil. Durante
algún tiempo, trató de resolver la dificultad alojándolas provisionalmente en
las casas de las familias piadosas, pero cayó en la cuenta de que el remedio no
era del todo adecuado. Magdalena Lamy, una mujer de humilde origen, que había
dado albergue a varias convertidas, dijo un día al santo: «Ahora os vais
tranquilamente a una iglesia a rezar con devoción ante las imágenes y con ello
creéis cumplir con vuestro deber. No os engañéis, vuestro deber es alojar
decentemente a estas pobres mujeres que se pierden porque nadie les tiende la
mano». Estas palabras produjeron profunda impresión en san Juan Eudes, quien
alquiló en 1641 una casa para las mujeres arrepentidas, en la que podían
albergarse en tanto que encontraban un empleo decente. Viendo que la obra
necesitaba la atención de las religiosas, el santo la ofreció a las visitandinas,
quienes se apresuraron a aceptarla.
Después de mucho orar, reflexionar y
consultar, san Juan Eudes abandonó la congregación del oratorio en 1643. La
experiencia le enseñó que el clero necesitaba reformarse antes que los fieles y
que la congregación sólo podría conseguir su fin mediante la fundación de
seminarios. El P. Condren, que había sido nombrado superior general, estaba de
acuerdo con el santo; pero su sucesor, el P. Bourgoing, se negó a aprobar el
proyecto de la fundación de un seminario en Caén. Entonces el P. Eudes decidió
formar una asociación de sacerdotes diocesanos, cuyo fin principal sería la
creación de seminarios con miras a la formación de un clero parroquial celoso.
La nueva asociación quedó fundada el día de la Anunciación de 1643, en Caén,
con el nombre de "Congregación de Jesús y María". Sus miembros, como
los del oratorio, eran sacerdotes diocesanos y no estaban obligados por ningún
voto. San Juan Eudes y sus cinco primeros compañeros se consagraron a "la
Santísima Trinidad, que es el primer principio y el último fin de la santidad
del sacerdocio". El distintivo de la congregación era el Corazón de Jesús,
en el que estaba incluido místicamente el de María, como símbolo del amor
eterno de Jesús por los hombres. La congregación encontró gran oposición, sobre
todo por parte de los jansenistas y de los padres del Oratorio. En 1646, el P.
Eudes envió a Roma, al P. Manoury, para que recabase la aprobación pontificia
para la congregación, pero la oposición era tan fuerte, que la empresa fracasó.
En 1650, el obispo de Coutances pidió a
San Juan que fundase un seminario en dicha ciudad. El año siguiente, M. Olier,
que consideraba al santo como «la maravilla de su época», le invitó a predicar
una misión de diez semanas en la iglesia de San Sulpicio de París. Mientras se
hallaba en esa misión, el P. Eudes recibió la noticia de que el obispo de
Bayeux acababa de aprobar la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de
la Caridad del Refugio, formada por las religiosas que atendían a las mujeres arrepentidas
de Caen. En 1653, san Juan fundó en Lisieux un seminario, al que siguió otro en
Rouen en 1659. En seguida, el santo se dirigió a Roma a tratar de conseguir la
aprobación pontificia para su congregación; pero los santos no siempre tienen
éxito, y san Juan Eudes fracasó en Roma, en parte, por falta de tacto y de
prudencia. Un año después, una bula de Alejandro VII aprobó la Congregación de
las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio. Ese fue el
coronamiento de la obra que el P. Eudes y Magdalena Lamy habían emprendido
treinta años antes en favor de las pecadoras arrepentidas. San Juan siguió
predicando misiones con gran éxito; en 1666, fundó un seminario en Evreux y, en
1670, otro en Rennes.
Al año siguiente publicó un libro titulado
«La devoción al adorable Corazón de Jesús». Ya antes, el santo había instituido
en su congregación una fiesta del Santísimo Corazón de María. En su libro
incluyó el propio de una misa y un oficio del Sagrado Corazón de Jesús. El 31
de agosto de 1670, se celebró por primera vez dicha fiesta en la capilla del
seminario de Rennes y pronto se extendió a otras diócesis. Así pues, aunque San
Juan Eudes no haya sido el primer apóstol de la devoción al Sagrado Corazón en
su forma actual, fue sin embargo él «quien introdujo el culto del Sagrado
Corazón de Jesús y del Santo Corazón de María», como lo dijo León XIII en 1903.
El decreto de beatificación añadía: «Él fue el primero que, por divina
inspiración, les tributó un culto litúrgico». Clemente X publicó seis breves por
los que concedía indulgencias a las cofradías de los Sagrados Corazones de
Jesús y de María, instituidas en los seminarios de san Juan Eudes. Durante sus
últimos años, el santo escribió su tratado sobre «El admirable Corazón de la
Santísima Madre de Dios»; trabajó en la obra mucho tiempo y la terminó un mes
antes de su muerte. Su última misión fue la que predicó en Saint-Lö, en 1675,
en plena plaza pública, con un frío glacial. La misión duró nueve semanas. El
esfuerzo enorme acabó con la salud del P. Eudes, quien a partir de entonces se
retiró prácticamente de la vida activa. Su muerte ocurrió el 19 de agosto de
1680. Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la
Iglesia de occidente en 1928. El dicho más famoso de San Juan Eudes es que
harían falta tres eternidades para celebrar dignamente la misa: una eternidad
para prepararse, una eternidad para celebrarla y una eternidad para dar
gracias. En su obra titulada «La vida y el reinado de Jesús en las almas
cristianas», el santo resume así el principio de su propia vida y de su
actividad apostólica: «Nuestro deseo, nuestro objetivo y nuestra principal
preocupación, debe ser formar a Jesús en nosotros y hacer que en nuestros
corazones reine su espíritu, su devoción, sus afectos, sus deseos y sus
disposiciones. Toda nuestra vida religiosa debe tender a eso. Tal es la tarea
que Dios nos ha confiado para que trabajemos en ella constantemente».
Los biógrafos modernos de san Juan Eudes
han aprovechado mucho su correspondencia, en gran parte inédita. La primera
biografía propiamente dicha fue escrita por un miembro de la Congregación de
Jesús y María, el P. Hérambourg. Aunque el autor no conoció al P. Eudes, pues
ingresó en la congregación dos años después de la muerte de éste, tuvo la oportunidad
de recoger los testimonios de quienes le habían conocido íntimamente. La mejor
obra es sin duda la del P. Boulay (4 vols.), publicada en 1905. La biografía de
Émile Georges, Saint Jean Eudes, missionaire apostolique (1925), es menos
extensa, pero constituye un buen retrato del santo y de sus actividades.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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