Beato Pedro de la Natividad de Santa María Virgen Casani, religioso
presbítero
fecha: 17 de octubre
n.: 1572 - †: 1647 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 1 oct 1995
hagiografía: «L`Osservatore Romano»
n.: 1572 - †: 1647 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 1 oct 1995
hagiografía: «L`Osservatore Romano»
Elogio: En Roma, beato Pedro de la Natividad
de Santa María Virgen Casani, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de
las Escuelas Pías, que orientò sus dotes naturales y de la gracia a la
educación de los niños, contento de servir a Dios en los párvulos.
Pedro Casani nació en Luca (Toscana,
Italia) en 1572 y murió en Roma en 1647. Su niñez y juventud fueron las de un
muchacho inteligente, piadoso y responsable. Cuando tenía casi 20 años,
influido por la muerte ejemplar de su madre, se sintió llamado a una vida de
mayor entrega a Dios y entró en la congregación de la Bienaventurada Virgen,
que acababa de fundar san Juan
Leonardi, en cuya parroquia de Santa María de Corteorlandini
había sido educado en la vida cristiana. Casani tuvo la suene de tratar
asiduamente al fundador san Juan Leonardi, que en dos ocasiones lo escogió como
secretario y acompañante, al nombrarle Clemente VIII visitador apostólico de
dos congregaciones monásticas. Esta fuerte experiencia explica el celo y el
rigor de Pedro Casani por la observancia religiosa.
Antes de entrar en el noviciado había
hecho estudios de filosofía y teología con los franciscanos de Luca, que
completó luego en el Colegio Romano con los jesuitas. Casani fue buen teólogo.
Además de elegante latinista y esmerado calígrafo. Ordenado sacerdote en la
basílica de San Juan de Letrán, ejerció su ministerio en la predicación,
confesiones y pastoral juvenil; para los jóvenes estableció en Luca la
congregación de Nuestra Señora de las Nieves. Fue, pues, un religioso ejemplar
y muy estimado mientras vivió en la Congregación luquesa.
En 1609 falleció san Juan Leonardi, Pero
ya desde los primeros años del siglo había intervenido con su asistencia y su
consejo en el desarrollo de la naciente congregación de las Escuelas Pías
(popularmente Escolapios), cuyas bases había puesto en 1597 san José de
Calasanz, al crear en la parroquia de Santa Dorotea de
Trastévere la primera escuela «popular, pública y gratuita» de Europa, como
escribió Ludovico Pastor. De nuevo los hijos de San Juan Leonardi prestaron sus
servicios pastorales a las Escuelas Pías después de la muerte de su propio
fundador. Estos contactos hicieron pensar a Calasanz en la conveniencia de dar
mayor estabilidad y asegurar la perpetuidad de sus Escuelas Pías uniéndolas con
la Congregación luquesa de San Juan Leonardi, lo cual se llevó a cabo con la
aprobación de Pablo V en 1614.
Como consecuencia de esta unión, el p.
Pedro Casani fue nombrado rector de la casa de San Pantaleón, donde estaban
instaladas las Escuelas Pías y todo el grupo de colaboradores de Calasanz, que
continuó siendo responsable y prefecto de las mismas. Comenzaba así una nueva
etapa, que afrontaron todos con buena voluntad. Pero este encuentro con
Calasanz y su obra fue particularmente trascendental para Casani. Tres años
después de la unión, los padres luqueses comprendieron que no podían aceptar
definitivamente el ministerio de las escuelas con absoluta prioridad, sin
traicionar su propio carisma fundacional. Intervino, de nuevo, Pablo V
separando ambas instituciones que en 1621 fueron elevadas a órdenes religiosas
por Gregorio XV, manteniendo ambas el apelativo común «de la Madre de Dios».
Pedro Casani decidió quedarse en las
Escuelas Pías, formando parte del grupo de Calasanz y participando activa y
eficazmente desde entonces en la transformación progresiva del instituto desde
simple congregación secular sin votos hasta orden de votos solemnes, la última
en la historia de la Iglesia. El santo fundador José de Calasanz encontró en
Casani al hombre providencial e imprescindible, a quien mantuvo durante 30 años
en los cargos de mayor responsabilidad, siendo su primer asistente general y
primer rector de la casa madre de San Pantaleón, primer maestro de novicios,
primer provincial de Génova y luego de Nápoles, comisario general para las
fundaciones de Europa central y primer candidato para suceder al santo fundador
como vicario general, cargo éste que no quiso aceptar por humildad, creyéndose
incapaz. Pero, sobre todo, fue siempre su fiel colaborador, dispuesto a todo,
su defensor, su amigo y compañero, profundamente piadoso, hombre de espíritu y
de acción, cumpliendo incansables misiones de gobierno, de visitador, de
formador de novicios y jóvenes, de animador de la observancia en Roma,
Frascati, Narni, Fanano. Génova, Savona, Mesina. Nápoles, Nikolsburg, Leipnik,
Strasnitz y Cracovia.
Tenía dotes de gran predicador de
multitudes, convocando en determinadas celebraciones a seis mil y diez mil
personas. Su ejemplo de vida y su fuerza de captación y convicción le hicieron
promotor eficaz de vocaciones religiosas, primero entre los luqueses y luego
entre los escolapios. Entre sus conquistas puede recordarse como ejemplo, a su
propio padre, ya viudo, que le siguió en la congregación luquesa, y al p.
Francisco Castelli, que, como él mismo, fue una de las personalidades más relevantes
en los principios de la orden de las Escuelas Pías, con cargos de asistente
general, provincial de Liguria y de Toscana, rector y maestro de novicios.
Fue muy notable su amor y defensa de la
suma pobreza religiosa, una de las razones de su vinculación a Calasanz y a sus
exigencias testimoniales de pobreza, dada la dedicación escolar preferencial
para los niños pobres. Pero tenía a la vez un don especial para tratar con los
grandes de este mundo, tanto de orden civil como eclesiástico, de lo que era
consciente el fundador, que se valía de ello. Ambos, sin embargo, eran
contrarios a condescender con la excesiva generosidad de los bienhechores, por
mantener la pobreza en su rigor.
Participó con el santo fundador do los
dolores y gozos del naciente instituto, viéndolo sumamente estimado por papas,
cardenales, obispos y príncipes de Europa, y por muchas ciudades y pueblos, con
la angustia de no poder atender a tantas demandas de fundación. Pero, como
todas las obras y hombres de Dios, también fueron probados por la tribulación.
Y Casani fue acusado y llevado preso con el fundador al Santo Oficio, a sus
setenta años, por las calles céntricas de Roma y depuesto luego de su cargo de
asistente, como culpable, y la orden reducida a simple congregación sin votos.
En aquellos momentos de humillación, de descrédito y de destrucción, Casani se
mantuvo fiel defensor del fundador y de la obra, soportando la tribulación con
paciencia y resignación heroicas, con oración y confianza eh Dios, pidiendo de
palabra y por escrito la intercesión favorable de los amigos y de los grandes,
aunque inútilmente, e inculcando la confianza y la fidelidad a los vacilantes.
Murió el 17 de octubre de 1647, asistido
por el santo fundador José de Calasanz, que en días sucesivos escribió muchas
cartas comunicando la noticia y diciendo que «como había vivido muy devotamente
durante su vida, así plugo a Dios bendito que ... muriese santamente. Esperamos
que ayude a la orden más después de la muerte que en vida. Su cuerpo fue
llevado a la iglesia, donde el viernes y el sábado hubo un concurso tan
innumerable del pueblo y de la nobleza, que fue necesario retirar su cuerpo
dentro de casa. De las gracias que algunos han recibido no diré por ahora nada
...» Poco después daba Calasanz los primeros pasos para iniciar el proceso de
beatificación. Pero al morir el fundador diez meses más tarde, la preferencia
por llevar adelante su proceso, bloqueó todos los demás.
En 1738 en la ciudad húngara de Szeged,
donde los escolapios tenían colegio desde 1720, una muchacha ya moribunda en un
hospital fue sanada de una enfermedad incurable cuando un padre escolapio que
atendía a los enfermos le hizo besar una imagen del p. Casani. Fue beatificado
el 1 de octubre de 1995 por SS Juan Pablo II.
De la edición de L'Osservatore Romano del
29 de noviembre de 1995, transcripa en una página de la Orden.
fuente: «L`Osservatore Romano»
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