San Lucas, evangelista
fecha: 18 de octubre
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Fiesta de san Lucas, evangelista, que, según la tradición, nació en
Antioquía de familia pagana y fue médico de profesión. Convertido a la fe de
Cristo, fue compañero carísimo del apóstol san Pablo, y en su libro del
Evangelio expuso por orden, cual escriba de la mansedumbre de Cristo, todo lo
que hizo y enseñó Jesús. Asimismo, en el libro de los Hechos de los Apóstoles
narró los comienzos de la vida de la Iglesia hasta la primera venida de Pablo a
la ciudad de Roma.
Patronazgos: patrono de Bolonia, Padua y Reutlingen, de los médicos, cirujanos,
pacientes, artistas, joyeros, artistas del vidrio, escultores, notarios, del
arte cristiano.
Oración: Señor y Dios nuestro, que elegiste a
San Lucas para que nos revelara, con su predicación y sus escritos, tu amor a
los pobres, concede, a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón
y un mismo espíritu y atraer a todos los hombres a la salvación. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Tremenda ascesis nos impone la Biblia
cuando nos brinda 73 libros para los que prácticamente no tenemos referencia
cierta de su autor humano. De unos pocos, apenas 7, podemos decir con certeza
científica (es decir, menos del 100% pero cercano a ello) que son de San Pablo
y.... nada más. De todos los demás libros, la atribución a un autor concreto
(el Pentateuco a Moisés, los Salmos a David, los evangelios a cada uno de sus
nombres, el Apocalipsis a Juan Apóstol, etc) son atribuciones que -no
unánimemente- ha ido señalando la tradición posterior, basándose en casi todos
los casos en evidencia puramente circunstancial. ¡Es que del Paraíso para aquí,
si hay algo molesto es no saber! así que las lagunas del saber histórico la
imaginación legendaria de cada época las va rellenando, a veces con datos
completamente ficticios, a veces con datos reales pero exagerados, a veces con
datos verosímiles aunque inciertos.
Mala manera de comenzar una hagiografía de
san Lucas evangelista sembrando duda sobre si el «Evangelio de San Lucas» será
o no de san Lucas... Sin embargo, no podemos ya en el siglo XXI presentar una
hagiografía sobre el autor del tercer evangelio sin tomar en cuenta datos que
la crítica histórica ha establecido con razonable certeza. Pero veamos el
problema más de cerca, con la crítica histórica como transfondo y los datos de
la tradición piadosa a mano:
-¿Existió un San Lucas autor del tercer
evangelio y de Hechos de los Apóstoles?
Sí, por supuesto: el Evangelio y Hechos
pertenecen al estilo, la manera de contar, el plan narrativo, la sensibilidad
de un escritor; esas obras no se escribieron solas, ni son el
mero resultado de una mezcla azarosa de papeles. Ahora bien, como datos
ciertos, no hay mucho más que eso: podemos deducir algo de su personalidad a
través de sus escritos (porque siempre, aunque no sea su intención, un escritor
se retrata al escribir), pero la atribución que la tradición piadosa ha hecho
con el Lucas que menciona san Pablo algunas veces, no puede asegurarse.
-¿En qué se basaba esa atribución?
En los siguientes datos:
-Dice San Pablo en Colosenses 4:14: «Os saluda Lucas, el médico querido, y Demás.»
-Dice en 2 Timoteo 4:11: «El único que está conmigo es Lucas. Toma a Marcos y tráele contigo, pues me es muy útil para el ministerio.»
-Dice en Filemón 1:23-24: «Te saludan Epafras, mi compañero de cautiverio en Cristo Jesús, Marcos, Aristarco, Demás y Lucas, mis colaboradores.»
Y además en Hechos de los Apóstoles, al narrar los viajes de san Pablo se acude varias veces a hablar en primera persona del plural, en las llamadas «secciones nos» (por ejemplo, en el capítulo 20), que parecerían indicar que el autor estuvo allí.
-Dice San Pablo en Colosenses 4:14: «Os saluda Lucas, el médico querido, y Demás.»
-Dice en 2 Timoteo 4:11: «El único que está conmigo es Lucas. Toma a Marcos y tráele contigo, pues me es muy útil para el ministerio.»
-Dice en Filemón 1:23-24: «Te saludan Epafras, mi compañero de cautiverio en Cristo Jesús, Marcos, Aristarco, Demás y Lucas, mis colaboradores.»
Y además en Hechos de los Apóstoles, al narrar los viajes de san Pablo se acude varias veces a hablar en primera persona del plural, en las llamadas «secciones nos» (por ejemplo, en el capítulo 20), que parecerían indicar que el autor estuvo allí.
Hasta aquí nada extraño, es bastante
natural que pensemos que el autor del libro tiene que ser uno de los que san
Pablo menciona, pero ¿por qué Lucas el médico? las razones de la tradición son
que el Evangelio de Lucas es un escrito elegante desde el punto de vista del
idioma, que no está lleno de semitismos como los demás, así que su autor sería
genuinamente griego, además trasluce una personalidad de cierta formación
humanística... por lo que «cierra bien» con el médico que menciona san Pablo.
Si todo quedara en una hipótesis razonable, no habría ninguna objeción, ¿qué
problema hay en identificar al autor de un evangelio con este o con aquel
colaborador de san Pablo, si lo que en definitiva se está queriendo decir es
que esos escritos son cercanos a la predicación de San Pablo?
El problema está en cuando queremos sacar
consecuencias teológicas, catequéticas y religiosas de una atribución basada en
evidencia circunstancial. Cuántas veces hemos escuchado que san Lucas describe
con maestría el aspecto humano de la agonía del Señor porque es médico...
¡cuando en realidad habíamos deducido de que debía ser el médico porque
describe con maestría el aspecto humano del Señor! de tanto repetir la
hipótesis razonable, nos olvidamos que se trataba sólo de eso, de una hipótesis
razonable, y la comenzamos a tomar como una fuente de certezas.
Pero entonces ¿qué celebramos hoy? Hoy
celebramos que hubo un santo que escribió el evangelio de Lucas y el libro de
Hechos, que desde su evidente origen pagano, vinculado casi con seguridad a la
comunidad de Antioquía de Siria, en la actual Turquía, supo penetrar en el
misterio de Jesús con los ojos de un no-judío (el único caso entre los cuatro
evangelios). San Lucas representa, sea cual sea la relación de familiaridad con
san Pablo, uno de los grandes logros de la predicación paulina, el buen fruto
del injerto del olivo silvestre (los paganos) en el olivo cultivado (Israel),
como dice la metáfora de Romanos 11.
Sería o no médico, tal vez sí, pero lo que
es más importante para nosotros no es su colegiación profesional, sino que
llevó a la Iglesia cuanto poseía como pagano: una tradición humanística, de
valoración de los rasgos humanos, que están incorporados al Evangelio, no sólo
al de Lucas, sino al anuncio del Evangelio tal cual lo entiende la Iglesia (no
de Pablo ni de Apolo, sino de Cristo). Aunque sea un rompedero de cabeza para
la cristología, ¿qué más saludable que esa mirada hecha de humanidad al
contemplar al niño Jesús que se va haciendo hombre: «Jesús progresaba en
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.» (Lc 2,52)?
Ninguno de los otros evangelios dice algo así; hacía falta un genuino griego
para mirar con mirada de humanismo griego al niño que crece. ¡Y Dios sabe
cuánta falta nos hace siempre que al menos uno de los cuatro evangelios nos
baje a la tierra en nombre del propio Dios!
También san Lucas es, por eso mismo, el
gran poeta de María; en esto se disputa con Juan, enamorado también de la Madre
de Dios. Sin embargo, como Juan aventaja a Lucas en penetrar en la hondura
mística donde apenas si distinguimos a la Madre de Jesús de la Madre-Iglesia;
así Lucas aventaja a Juan en recordarnos -y siempre- que cualquier hondura
mística empieza en lo particular, en lo concreto, en lo humano: en alguien que
percibe su infinita nada frente a Dios, que canta como en el Magnificat y se
alegra del gran don con el que ha sido honrada, que sufre silenciosa, también,
al ver un Hijo al que apenas si puede humanamente comprender, pero cuya misión
sabe, en la certeza de la fe, que viene de Dios.
A esto se pueden añadir las simpáticas
leyendas piadosas, pero carentes de todo apoyo documental, sobre que fue el
primer pintor de la Virgen, sobre todos los lugares en los que predicó luego de
muerto Pablo, etc. Pero con lo dicho, y sin necesidad de inventar nada, tenemos
mucho material para inspirar con seriedad una vida cristiana.
Pueden servir como introducciones
los cuaderonos
bíblicos de Verbo Divino dedicados a san Lucas, tanto el
más histórico-crítico (nº 3) como el más teológico (nº 137); las introducciones
de la «Biblia del peregrino», del P. Alonso Schökel son siempre una referencia
preciosa y segura para guiarse acerca de los libros bíblicos. En los dos comentarios
bíblicos «San Jerónimo», tanto el original como el nuevo,
edición castellana de 2004, se aborda con amplitud el problema crítico de la autoría,
mejor resuelto en el nuevo que en el clásico. Sin embargo, para una discusión
completa de los argumentos, ninguno más completo que la «Introducción general»
de Fitzmyer, ed. Cristiandad, 1981, vol I, cap. 1 y 2.
Abel Della Costa
accedida 3981 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_3806
No hay comentarios:
Publicar un comentario