domingo, 24 de noviembre de 2019

El Reino de Dios está dentro de ti (Lc 17,21) (Domingo ‘Jesucristo Rey del Universo’. Ciclo C (24.11.2019): Lucas 23,35-43) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) (Domingo 52º de Mateo (24.11.2019): Mateo 28,11-20.)


Nochevieja en el año eclesiástico. 
El domingo 24 de noviembre será el último domingo del año que la Iglesia ha dedicado a la lectura y meditación del relato escrito sobre Jesús de Nazaret por el Evangelista Lucas, el del toro. 
Lo diré otra vez más. El toro es el 'logotipo' (o emoticono, si les parece mejor dentro del NCA) para identificar a este Evangelista que comienza su narración en el Templo de Jerusalén y acaba la experiencia de vida de Jesús en el final de su Evangelio con la presencia de sus seguidores en el mismo Templo. Y este Templo era conocido por la multitud de sacrificios de animales que se ofrecían en su altar. 
¿Tan pecador era el pueblo? Tanto o más. Y hablar de la grandeza del Templo, era recordar las abundantes ofrendas de toros sacrificados. 
Seguramente que para evocar la presencia del Templo de Jerusalén hubieran servido otros muchos símbolos. Sin  ninguna duda y ahora mismo podría señalar siete más, pero quien asignó la identidad del toro con la identidad del Evangelista Lucas se inspiró en el libro del Apocalipsis, el cual se había inspirado antes en el libro del Profeta Ezequiel. 
No cito aquí las referencias, porque ya lo insinué en presentaciones anteriores y no hace demasiadas semanas. 
Creo que hasta dentro de tres  años no volveremos a leer Lucas de nuevo. Para entonces habrá cambiado, y para bien, el criterio vaticano sobre la liturgia y podremos leer domingo tras domingo todo el Evangelio de Lucas y de manera ordenada desde el comienzo hasta el final.
Así que hemos acabado el año de Lucas en el año de la Iglesia. Y personalmente he acabado, y tú que me lees eres testigo, de comentar todo el Evangelio de Mateo en los cincuenta y dos domingos de este 2018-2019.
En la próxima semana enviaré el comentario del primer domingo del nuevo año, el primero del Adviento del Ciclo A. Y me vas a tener que aguantar los comentarios del Libro de los Hechos de los Apóstoles semana a semana, otros cincuenta y dos domingos.
Y no deseo alargarme más. Verás que en el comentario que sigue a continuación se dice que celebramos una fiesta anti-evangélica como lo es la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Y cuando esto se dice y se escribe se suele pensar en un Jesús de Nazaret con corona de Rey, báculo de Rey, vestimentas de Rey y trono de Rey. Me bastaría con pisar algunas salas del Museo del Prado para constatar tal caracterización.
En siete días con sus siete noches nos volvemos a ver en esta pantalla.
  
Domingo ‘Jesucristo Rey del Universo’. Ciclo C (24.11.2019): Lucas 23,35-43
El Reino de Dios está dentro de ti (Lc 17,21). Lo escribo CONTIGO: 

Se celebra hoy en la Iglesia una fiesta que no está constatada en las páginas de ninguno de los cuatro Evangelios. Podría decir que se trata de una fiesta antievangélica. Sé que más de uno de quienes me lean pensará que manipulo las afirmaciones del Evangelio. Y creo que la peor de las manipulaciones se anda perpetrando desde que en la tradición eclesiástica se comenzó a hablar, anunciar y confesar que ‘Jesucristo es el Rey del Universo’, el culmen de la divinización.

Con esta fiesta se acaba en la Iglesia, una vez más, el año pretendidamente dedicado a anunciar y comprender el mensaje del Evangelio según san Lucas. Y para ello se ha escogido, por parte de la autoridad de la liturgia vaticana, el relato de Lucas 23,35-43. Se trata del relato que este Evangelista ha contado inmediatamente antes de la muerte de su Jesús de Nazaret.

Este relato de Lucas comienza de esta manera: “Estaba el pueblo mirando. Los magistrados hacían muecas y decían: a otros salvó, que se salve a sí mismo... También los soldados se burlaban de él... Uno de los malhechores le insultaba” (Lc 23,35). Y explícitamente el narrador nos informa de que a este su Jesús de Nazaret se le denomina ‘el Rey de los judíos’ (Lc 23,38).

Durante las muchas horas de esta fiesta eclesiástica de Jesucristo Rey del Universo (¿JRU?) o, como luego dirán muchos en la tradición de esta fiesta, ‘Cristo Rey’ (¿CR?), me voy a dedicar a adiestrar mi capacidad de asombro hasta llegar a comprender cómo este Jesús de Nazaret de Lucas pasa de estar ‘enfrentado’ a sus doce años con las autoridades religiosas del Templo de Jerusalén a ser ‘denunciado, juzgado, condenado y ejecutado’ por esa autoridad religiosa y la correspondiente autoridad civil de entonces y acabar ‘sepultado’ como un mesías blasfemo.

¿Ninguna persona de aquellas autoridades, tanto judías como romanas, llegó a percatarse de estar ante ‘el Rey del Mundo’ enviado por sus dioses correspondientes? ¿Tan enceguecidos tenían sus cerebros y corazones para sentirse tan engañados que osaron dar muerte tan injusta a un galileo laico que encarnaba tan alta identidad que nadie como él había ostentado?

Es más, al menos así me lo parece, ni uno solo de todos sus apóstoles, seguidores y discípulos se atrevieron a presentar las credenciales de una Realeza tan divinizada, como nos atrevemos a atribuir ahora a Jesús, ante las decisiones de judíos y romanos de aquel siglo primero. Todos abandonaron a aquel Jesús a su suerte y tan solo, parece ser, permanecieron cerca de él en sus horas finales unas mujeres, conscientes y sabedoras de que arriesgaban también sus vidas.

Me lo vuelvo a preguntar: ¿Qué se desea expresar o creer cuando se afirma tan categóricamente que aquel Jesús de la tierra de Galilea fue y sigue siendo Jesucristo Rey del Universo?

Me volveré a callar y dejaré resonar en todo su esplendor la melodía que he ido escuchando semana tras semana del mensaje de boca del Jesús de Lucas: El Reino de Dios está dentro de ti. No fuera ni frente a ti. Dentro y siempre (Lc 17,21). Si afirmar la realeza universal de aquel laico judío se debió a esta certeza que tú y yo llevamos dentro, entonces sí creo en Jesús rey.
Carmelo Bueno Heras

Domingo 52º de Mateo (24.11.2019): Mateo 28,11-20.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

Mateo nos ha traído ya hasta la última recta del relato de su Evangelio y de su Jesús de Nazaret. En dos apartados bien delimitados nos da cuenta Mateo de los acontecimientos que se sucedieron fuera del ámbito del sepulcro a donde había acudido María Magdalena.

Mateo 28,11-15 será el penúltimo de los apartados de este Evangelio: “Algunos de la guardia del sepulcro fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado”. Para Mateo, la presencia y responsabilidad de la autoridad religiosa del Templo lo abarca todo en el proceso de la muerte de Jesús. Se mire como se desee, el proceder de esta autoridad es un sinsentido irrisorio e inhumano. Alguno diría que se trata de un ‘insulto al sentido común’. Ningún otro Evangelista ha contado estos hechos, que posiblemente no sucedieron así, ni asá.

Mateo 28,16-20 cuenta la aparición del resucitado Jesús a los suyos, los ONCE, en Galilea. También los hechos de este apartado están contados sólo aquí y en ningún otro Evangelio más. Muchos comentaristas especializados se aventuran a sostener que estamos ante una añadidura posterior a la redacción original de este Evangelio. Probablemente toda opinión puede mantenerse, pero de ahí a ser tenida como cierta hay mucha distancia.

Si hubo una aparición del resucitado Jesús en Jerusalén, ¿por qué no se iba a producir una nueva aparición del mismo resucitado en Galilea? Este esquema mental de la investigación se constata explícitamente en el cuarto Evangelio (Juan 20-21). Constatado el dato, ¿cuánto más puede decirse? Mi lectura y reflexión crítica de este último apartado de Mateo me permite tomar conciencia de algunos otros asuntos no sé si mucho o poco importantes. Yo comento.

He acabado de leer en Mateo 28,10 que es a las mujeres a quienes se les encomienda la tarea de contactar con los seguidores de Jesús (apóstoles, discípulos, hermanos, los once...) para reunirse en Galilea: “Avisad a mis hermanos que vayan a Galilea. Allí me verán”. En cambio, en Mt 28,16 parece ser que ha sido el propio Jesús quien ha citado a los ONCE en el monte de Galilea. Y es aquí donde les encontró reunidos y donde se les aparece. Puedo creer que los hechos no pudieron suceder de dos manera tan distintas. Y, ¿dónde quedaron las mujeres?

No me gusta ni admito, que las mujeres hayan desaparecido en esta escena final. Pero siempre me gustará pensar que este monte de la aparición en Galilea no es otro que el monte de las bienaventuranzas de los capítulos quinto a séptimo de este Evangelio. ¿Es en este único monte de la vida de Jesús donde se le reconoce vivo, para todos y para siempre? Me gusta, lo creo así.

Otro asunto: “Id por todo el mundo” (Mt 28,19). La afirmación contraria la leí explícitamente en Mateo 10,5-6. ¿Evolucionó en su pensamiento este Jesús de Mateo o evolucionó el propio Evangelista? No me gusta el nacionalismo. Me gusta ‘todo el mundo’. Y la última sorpresa me parece poco menos que increíble. Nunca acabaré de acogerla e integrarla en su totalidad. Su luminosidad no tiene precedentes y no se suele afirmar tan explícitamente en ámbitos eclesiales de evangelización: este Mateo no cuenta la ascensión de Jesús. No se fue. Se quedó. Dentro de las mujeres, en los discípulos, en ti, en mí, en todos. Dentro. Y siempre (Mt 28,20).
Carmelo Bueno Heras

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