San Columbano de Luxeuil y de Bobbio, abad
fecha: 23 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 21 de noviembre
n.: c. 542 - †: 615 - país: Italia
otras formas del nombre: Colomba, Columbano el Joven
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 21 de noviembre
n.: c. 542 - †: 615 - país: Italia
otras formas del nombre: Colomba, Columbano el Joven
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Columbano, abad, irlandés de nacimiento, que por Cristo se hizo
peregrino para evangelizar a las gentes de las Galias. Fundó, entre otros
muchos, el monasterio de Luxeuil, que él mismo rigió con estricta observancia,
y obligado después a exiliarse, atravesó los Alpes y construyó el cenobio de
Bobbio, en la Liguria, famoso por su disciplina y estudios, en el cual se
durmió en paz, lleno de méritos para con la Iglesia. Su cuerpo recibió sepultura
en este día.
Patronazgos: patrono de Irlanda y protector contra las enfermedades mentales y las
inundaciones.
refieren a este santo: San Attalo, San Audeno de
Rouen, San Brendán, San Comgall, San Deicolo, San Eustasio, San Fintán, San Galo, San Kentigerno
de Glasgow, San Valerico o
Valerio, San Waldeberto
Oración: Señor, Dios nuestro, que has unido
de modo admirable en el abad san Columbano la tarea de la evangelización y el
amor a la vida monástica, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que te
busquemos a ti sobre todas las cosas y trabajemos por la propagación de tu
reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
El más grande de los monjes misioneros
irlandeses que actuaron en el continente europeo, debió nacer más o menos
cuando murió san Benito, el patriarca de los monjes de Occidente, cuya regla
adoptarían un día todos los monasterios de san Columbano. Columbano nació en
Leinster y recibió una buena educación. Estuvo a punto de echarla a perder
cuando era joven a causa de las tentaciones de la carne. En efecto, ciertas
«Lascivae puellae» (mujercillas de mala vida), según cuenta Jonás, el biógrafo
del santo, trataron de corromperle, y Columbano se sintió muy tentado a ceder.
En su aflicción, pidió consejo a una mujer muy piadosa, que durante años había
vivido alejada del mundo, y ésta le dijo que, si era necesario, partiese de su
patria para huír de la tentación: «¿Crees que podrás resistir? Acuérdate de los
halagos de Eva y de la caída de Adán; acuérdate de Sansón vencido por Dalila;
recuerda a David, a quien la belleza de Betsabé apartó del buen camino,
acuérdate del sabio Salomón engañado por las mujeres. Huye, escapa lejos de ese
río en el que tantos han caído». Columbano creyó encontrar en esas palabras
algo más que el prudente consejo a un joven que atraviesa por una prueba tan
común en la adolescencia y las interpretó como un llamamiento a renunciar al
mundo y abrazar la vida religiosa. Así pues, abandonó a su madre, a pesar de
que ésta trató de impedírselo, y se fue a vivir en una isla de Lough Erne,
llamada Cluain Inis, con el monje Sinell. Más tarde, se trasladó a la famosa
escuela monástica de Bangor, en Belfast Lough. No sabemos cuánto tiempo pasó
allí; Jonás dice que «muchos años». Probablemente tenía alrededor de cuarenta y
cinco cuando obtuvo permiso del santo abad Congall para partir del monasterio.
Con doce compañeros se trasladó a la Galia, donde las invasiones de los
bárbaros, las guerras civiles y la relajación del clero, habían reducido la
religión a un estado lamentable.
Los monjes irlandeses empezaron
inmediatamente a predicar al pueblo con el ejemplo de su caridad, penitencia y
devoción. Su fama llegó a oídos del rey Gontram de Borgoña, el cual regaló,
antes del 590, a san Columbano unas tierras para que construyese en Annegray,
en las montañas de los Vosgos, su primer monasterio. El biógrafo del santo
relata ciertos incidentes que recuerdan algunas escenas de la vida de san
Francisco de Asís. Pronto, el convento de Annegray resultó insuficiente, pues
muchísimos monjes querían vivir bajo la dirección de Columbano. El santo
construyó entonces el monasterio de Luxeuil, no lejos del primero, y también el
de Fontes (actuahnente Fontaine), que se llamó así por las fuentes que allí
había. Estas tres fundaciones y la de Bobbio fueron las que Columbano llevó a
cabo personalmente. Sus discípulos establecieron numerosos monasterios en
Francia, Alemania, Suiza e Italia, que se convirtieron en centros de religión e
industria, en el período oscuro de la Edad Media. San Columbano estableció como
fundamento de su regla el amor de Dios y del prójimo, y sobre ese precepto
general erigió todo el edificio. Mandó que los monjes comiesen en forma muy
sencilla y en proporción al trabajo que ejecutasen. Dispuso que comiesen diariamente
para poder cumplir con sus obligaciones. Prescribió el tiempo que debían
emplear en la oración, en la lectura y en el trabajo manual. El santo afirmaba
que recibió esas reglas de sus mayores, es decir, de los monjes irlandeses.
Impuso a todos los monjes la obligación de orar en privado en sus celdas, y
señaló que lo esencial es la oración del corazón y la concentración de la mente
en Dios. La regla se complementa con un penitencial en el que se determinan las
penitencias que deben imponerse a los monjes por cada falta, por leve que ésta
sea. La regla de san Columbano difiere principalmente de la de san Benito por
su severidad, tan característica del cristianismo céltico. En efecto, las
menores transgresiones se castigan con ayunos a pan y agua y disciplinas. El
rezo del oficio divino es particularmente largo (El máximo es de setenta y
cinco salmos diarios en invierno). Puede decirse que en materia de austeridad,
los monjes célticos rivalizaban con los de Oriente.
Al cabo de doce años de gran paz, los obispos
francos empezaron a mostrar cierta hostilidad contra los monjes de san
Columbano y convocaron a éste ante un sínodo para que justificase sus
costumbres célticas (fecha de la Pascua, etc.). El santo se negó a comparecer,
«para no caer en disputas de palabras»; pero dirigió a la asamblea una carta en
la que él, «pobre extranjero en estas regiones por la causa de Cristo», suplica
humildemente que le dejen en paz, e indica claramente que el sínodo tiene
asuntos más graves en qué ocuparse que la fecha de la Pascua. Como los obispos
insistiesen, san Columbano apeló a la Santa Sede. En sus cartas a dos
diferentes papas protestó de su ortodoxia y de la de sus monjes, explicó las
costumbres irlandesas y pidió que se las confirmara. El tono de las cartas es
muy sincero y, para excusarse por ello, dice el santo: «Perdonadme, os ruego,
bendito Pontífice, el atrevimiento que me lleva a escribir en forma tan
presuntuosa. Os ruego que, por lo menos una vez, os acordéis de mí en vuestras
santas oraciones, pues soy un indigno pecador».
Pronto se vio San Columbano envuelto en
una tempestad más seria. El rey de Borgoña, Teoderico II, profesaba gran
respeto al santo, pero éste le reprendió por tener concubinas en vez de
casarse, lo cual molestó mucho a la reina Brunequilda, abuela de Teodorico, que
había sido regente del reino, pues temía que, si su nieto se casaba, ella
perdería su influencia. La cólera de Brunequilda llegó al colmo cuando
Columbano se negó a bendecir a los cuatro hijos naturales de Teodorico,
diciendo: «No heredarán el reino, pues son mal nacidos». Por otra parte, el
santo negó a Brunequilda la entrada en su monasterio, como lo hacía con todas
las mujeres y aun con los laicos. Como eso era contrario a la costumbre franca,
Brunequilda lo aprovechó como pretexto para excitar a Teodorico contra san
Columbano. El resultado fue que el año 610, el santo y todos sus monjes
irlandeses fueron deportados a Irlanda. Es imposible que los obispos hayan
intervenido en la expulsión. Desde Multes escribió san Columbano su famosa
carta a los monjes que habían quedado en Luxeuil. Montalembert dice que esa
carta contiene «algunos de los pensamientos más bellos que el genio cristiano
haya producido jamás».
El santo se embarcó en Nantes; pero una
tempestad le obligó a volver a tierra. Entonces san Columbano se dirigió,
pasando por París y Meaux, a la corte de Teodeberto II de Austrasia, que estaba
en Metz. El monarca le acogió amablemente. Bajo su protección, Columbano y
algunos de sus discípulos fueron a predicar a los infieles de las cercanías del
lago de Zurich. Como no fuesen allí bien recibidos, se trasladaron a un hermoso
valle de las cercanías del lago de Constanza, actualmente Bregenz. Allí
encontraron un oratorio abandonado dedicado a Santa Aurelia y junto a él
construyeron sus celdas. Pero también allí los métodos enérgicos de algunos de
los misioneros, especialmente de san Galo,
provocaron al pueblo contra ellos. Por otra parte, Austrasia y Borgoña estaban
en guerra. Teodoberto resultó vencido y sus propios súbditos le entregaron a su
hermano Teodorico, quien le envió a su abuela Brunequilda.
San Columbano, viendo que su enemigo era
el amo de la región en que se hallaba y que su vida corría peligro, cruzó los
Alpes (por más que tenía ya unos setenta años). En Milán fue muy bien acogido
por el rey arriano Agilulfo de Lombardía y su esposa Teodelinda. El santo
empezó inmediatamente a combatir el arrianismo, contra el que escribió un
tratado, e intervino en el asunto de los Tres Capítulos. Aquellos escritos
fueron condenados por el quinto Concilio Ecuménico de Constantinopla, porque
favorecían el nestorianismo. Los obispos de Istria y algunos de los de
Lombardía defendieron los Tres Capítulos con tal ardor, que rompieron la
comunión con el Papa. El rey y la reina indujeron a san Columbano a que
escribiese francamente al papa san Bonifacio IV en
defensa de esos escritos, urgiéndole a velar por la ortodoxia. San Columbano
conocía mal el tema de la controversia. Por lo demás, no dejó de formular
claramente su ardiente deseo de permanecer en la unidad de la fe, su intensa
devoción a la Santa Sede y su convicción de que «el pilar de la Iglesia ha estado
siempre en Roma». En seguida añadía: «Nosotros los irlandeses, que vivimos en
el extremo de la tierra, somos seguidores de san Pedro y san Pablo y de los
discípulos que escribieron los libros canónicos inspirados por el Espíritu
Santo. No aceptamos nada que no esté conforme con las enseñanzas evangélicas y
apostólicas ... Confieso que me hace sufrir la mala fama que tiene la cátedra
de San Pedro en esta región ... Como lo he dicho antes. estamos ligados a la
cátedra de San Pedro. Cierto que Roma es grande y famosa por sí misma, pero
ante nosotros, sólo es grande y famosa por la cátedra de San Pedro». Admitiendo
que se expresa con demasiada franqueza (pues llega a llamar al papa Vigilio
«causa de escándalo»), escribió en la misma carta: «Si en ésta o en alguna otra
de mis cartas ... encontráis expresiones dictadas por un celo excesivo,
atribuidlas a indiscreción y no a orgullo. Velad por la paz de la Iglesia ... ,
emplead la voz y los gestos del verdadero pastor y defended a vuestro rebaño de
los lobos». San Columbano llama al papa «pastor de pastores», «jefe de los
jefes» y «Pontífice único, cuyo poder se engrandece honrando al Apóstol Pedro».
Agilulfo regaló a Columbano una iglesia en
ruinas y ciertas tierras en Eboviuni (Bobbio). En ese valle de los Apeninos,
situado entre Génova y Piacenza, emprendió el santo la fundación de la abadía
de San Pedro. A pesar de su avanzada edad, trabajó personalmente en la
construcción. Pero lo que deseaba ardientemente, era el retiro para prepararse
a bien morir. Cuando visitó a Clotario II de Neustria, a su regreso de Nantes,
había profetizado que Teodorico caería tres años más tarde. La profecía se
cumplió. Teodorico había muerto, Brunequilda fue brutalmente asesinada y
Clotario era el amo de Austrasia y de Borgoña. Recordando la profecía de san
Columbano, el monarca le invitó a volver a Francia. El santo no pudo aceptar la
invitación pero rogó a Clotario que se mostrase bondadoso con los monjes de
Luxeuil. Poco después murió, el 23 de noviembre del 615.
Aun a mediados del siglo XVIII, Luxeuil
era todavía un monasterio muy floreciente, ocupado por la congregación
benedictina de San Vitono. Pero cincuenta años después, la Revolución Francesa
puso fin a la larga, azarosa y gloriosa historia de Luxeuil. En cuanto al
monasterio de Bobbio, cuya biblioteca llegó a ser una de las mayores durante la
Edad Media, empezó a declinar desde el siglo XV y fue suprimido por los
franceses en 1803; la biblioteca había empezado a dispersarse casi tres siglos
antes. Sin embargo, todavía se celebra la fiesta de san Columbano en la pequeña
diócesis de Bobbio. En el norte de Italia quedan numerosas huellas del culto
que se tributaba antiguamente al santo. Un monje de Bobbio, llamado Jonás,
escribió una biografía poco después de la muerte de San Columbano.
La obra de Jonás es nuestra principal
fuente. B. Krusch hizo una edición crítica en Monumenta Germaniae Historica,
Scriptores Merov., vol. IV, pp. 1-156. Véase también J. M. Clauss, Die Heiligen
des Elsasses (1935); A. M. Tommasini, Irish Saints in Italy (1937) ; L.
Gougaud, Le culte de St Columban, en Revue Mabillon, vol. XXV; (1935), pp.
169-178; y M. M. Dubois, St Columban (1950). Las cartas del santo están en
Monumenta Germaniae Historica, Epistolae, vol. III, pp. 154- 190. La
autenticidad del penitencial que se le atribuye es dudosa; en cambio, su regla
parece auténtica y se ha escrito mucho sobre ella; el texto puede verse en
Migne, PL., vol. LXXX, cc. 209 ss. El P. P. Grosjean volvió a estudiar el
difícil problema de la cronología de la vida del santo, en Analecta
Bollandiana, vol. LXIV (1946), pp. 200-215. Hay en línea una versión al
inglés de la Vida de san Columbano escrita por Jonás, en la
versión publicada en Mabillon: Acta Sanctorum Ordinis S. Benedicti, Vol. I,
Venice, 1733, pp. 3-26.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4270
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