Beata Margarita de Saboya, viuda y fundadora
fecha: 23 de noviembre
n.: c. 1390 - †: 1464 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Clemente IX 1669
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 1390 - †: 1464 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Clemente IX 1669
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Alba, del Piamonte, beata
Margarita de Saboya, que, al quedar viuda, se entregó a Dios en el monasterio
de religiosas de la Orden de Predicadores, que ella misma había fundado.
Por las venas de Margarita corría la noble
sangre de las principales casas reales de Europa, puesto que su padre fue
Amadeo de Saboya y su madre era hermana de Clemente VII, el que pretendió ser
Papa en Aviñón durante el «gran cisma». En 1403 se realizó su matrimonio,
correspondiente a esa elevada alcurnia, con Teodoro Paleólogo, marqués de
Monteferrante, viudo y con tres hijos, valiente guerrero y buen cristiano de
corazón. Margarita no tuvo hijos con su esposo, pero atendió a sus hijastros
con verdadera solicitud, la misma que usó para atender no sólo a su hogar y su
servidumbre, sino todos los pobladores del marquesado, a quienes consagró
generosamente sus trabajos y su abnegación, sobre todo durante la epidemia de
peste y el hambre que la siguió en toda la región de Génova. El marqués de
Monteferrante murió en 1418. Margarita consagró su tiempo a arreglar
satisfactoriamente las infortunadas desavenencias conyugales de su hijastra y,
una vez restablecida la concordia, se retiró a vivir en sus posesiones de Alba,
en el Piamonte, luego de hacer voto de conservar su estado de viudez y de
consagrarse a las buenas obras. Pero la viuda, que era todavía joven, treinta y
seis años a lo sumo, se hallaba en una codiciable posición política y, por
tanto, no era raro que el acaudalado milanés Felipe Visconti la asediase con
propuestas matrimoniales. El pretendiente era un antiguo enemigo de los
Monteferrante y, además, un hombre de carácter insoportable, por lo que
Margarita le rechazó constantemente para lo que adujo los votos que había
hecho. Pero el tenaz Felipe no se arredró por ello: hizo un viaje especial a
Roma para entrevistarse con el papa Martín V y regresó con una dispensa que de
nada le sirvió a fin de cuentas, puesto que Margarita se mantuvo firme en su
propósito de no volver a casarse con nadie.
Como en su juventud había conocido a san
Vicente Ferrer, y en vista de que deseaba afirmar su decisión, tomó el hábito
de la tercera orden de Santo Domingo y, con otras damas del lugar, formó una
pequeña comunidad en Alba. La retirada vida de oración, estudio y obras de
caridad, se prolongó durante unos veinticinco años. En la Biblioteca Real de
Turín se conserva un volumen con las cartas de santa Catalina de Siena y otros
escritos que fueron «copiados y encuadernados por órdenes de la ilustre dama,
Margarita de Saboya, marquesa de Monteferrante», durante aquélla época. Eugenio
IV, Pontífice reinante por entonces, autorizó a las hermanas terciarias de Alba
a profesar como monjas en la misma casa que habitaban y bajo la regla de la
beata Margarita.
En el curso de sus últimos dieciséis años
de vida tuvo, según se afirma, numerosos éxtasis, y obró muchos milagros. Fue
por entonces cuando tuvo una visión de Nuestro Señor que le ofrecía tres
flechas, cada una de las cuales ostentaba una inscripción: Enfermedades,
Difamación, Persecución. Por cierto, que Margarita padeció las tres
calamidades: fue acusada de hipocresía y de gobernar con una tiranía
insoportable a sus monjas; su mala salud se atribuyó a la buena vida que
supuestamente llevaba y, Felipe Visconti, su antiguo enamorado, se encargó de
propalar los rumores de que el convento de Margarita era el centro de
propagación de las herejías de Walden. También se formuló un cargo
particularmente infame y repugnante en contra de los frailes de Santo Domingo
y, a raíz del mismo, el confesor y director espiritual de la comunidad de
Margarita fue a dar a la cárcel. La propia Margarita acudió a solicitar la
liberación del prisionero, y se desarrolló una patética escena a las puertas de
la celda, que los carceleros cerraron sobre las manos de la beata para aplastárselas
brutalmente. Pasó bastante tiempo antes de que el fraile dominico fuese
reivindicado de la perversa acusación de haber corrompido la fe y la moral de
las monjas que estaban a su cargo.
La Beata Margarita de Saboya murió el 23
de noviembre de 1464, consolada con una visión que presenciaron otras
religiosas además de la moribunda, de santa Catalina de Siena. En 1669 se
confirmó su culto.
Durante el siglo dieciesiete se publicaron
cuatro o cinco biografías de la Beata Margarita, la última de las cuales, la de
G. Baresiano, apareció en 1638. En épocas posteriores se publicó la de F.G.
Allaria (1877) y otra anónima (Turín, 1883) , así como una breve nota incluida
en el libro de M. C. Ganay, Les Bienhereuses Dominicaines (1914), pp. 251-277.
Véase también «Lives of Dominican Saints», de Procter, pp. 334-337.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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