Santa Felicidad, mártir
fecha: 23 de noviembre
†: s. inc. - país: Italia
otras formas del nombre: Felicitas
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. inc. - país: Italia
otras formas del nombre: Felicitas
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Roma, en el cementerio de Máximo, de la vía Salaria Nueva, santa
Felicidad, mártir.
Patronazgos: patrona de esposas y madres,
invocada para tener descendencia.
Como lo afirma el elogio del Martirologio
Romano, santa Felicitas es una mártir enterrada en la catacumba de Máximo, y
que ha gozado de culto desde la antigüedad. Sin embargo, bien sabemos que a la
tradición oral y popular no le basta con tan pocos datos, así que ya desde muy
antiguo surgió una leyenda que vincula muy estrechamente a esta mártir con
otros siete que se celebran el 10 de julio, y que pasan por ser «los siete
hijos de santa Felicitas». Este artículo, por tanto, trata de una forma
unificada las dos memorias, la del 10 de julio y la del 23 de noviembre, sobre
todo en atención a que los ocho mártires aparecen unidos en la iconografía y el
culto ancestral.
Según la leyenda, Felicitas era una noble
cristiana que se había consagrado a Dios en su viudez y vivía dedicada a la
oración y las obras de caridad. Su ejemplo y el de su familia convirtió a
numerosos idólatras a la fe. Ello enfureció a los sacerdotes paganos, quienes
se quejaron al emperador Antonino Pío de que las numerosas conversiones que
obraba Felicitas provocarían la cólera de los dioses y, como consecuencia, la
ciudad y todo el país, sufriría terrible desolación. El emperador dejó el
asunto en manos de Publio, prefecto de Roma, quien mandó que la santa y sus
hijos compareciesen ante él. Tomó aparte a Felicitas y trató por todos los
medios de inducirla a ofrecer sacrificios a los dioses para no verse obligado a
imponer un castigo a ella y a sus hijos. Pero la santa respondió: «No trates de
atemorizarme con tus amenazas ni de ganarme con tus halagos, porque el Espíritu
de Dios, que habita en mí, no permitirá que me venzas, sino que me sacará
victoriosa de todos tus ataques». Publio replicó: «¡Infeliz de ti! ¡Si lo que
quieres es morir, muere en buena hora pero no mates a tus hijos!» «Mis hijos
-respondió Felicitas- vivirán eternamente si permanecen fieles a la fe, pero si
ofrecen sacrificios a los ídolos, les espera la muerte eterna».
Al día siguiente, el prefecto mandó llamar
de nuevo a Felicitas y sus hijos y dijo a ésta: «Apiádate de tus hijos,
Felicitas, pues están en la flor de la juventud». La santa replicó: «Tu piedad
es impía y tus palabras crueles». En seguida, se volvió hacia sus hijos y les
dijo: «Hijos míos, levantad los ojos al cielo, donde os esperan Jesucristo y
sus santos. Permaneced fieles a su amor y luchad valientemente por vuestras
almas». Publio montó en cólera al oír aquello y replicó airadamente: «Es una
insolencia que hables así a tus hijos en mi presencia, tanto como tu
desobediencia a las órdenes del soberano, por lo tanto serás castigada». A
continuación, mandó que la azotaran. El prefecto llamó entonces, por separado,
a cada uno de los jóvenes y trató de conseguir, con promesas y amenazas, que
adorasen a los dioses. Como todos se negasen a ello, ordenó que los azotaran y
los encerraran en un calabozo. El prefecto informó del caso al emperador, el
cual mandó que fuesen juzgados por jueces diferentes y condenados a diversos
géneros de muerte. Jenaro murió destrozado por los látigos; Félix y Felipe
perecieron a golpes de mazo; Silvano fue arrojado al Tíber; Alejandro, Vidal y
Marcial alcanzaron la corona por la espada. También la madre fue decapitada,
después de haber visto morir a sus hijos.
A propósito de la muerte de santa
Felicitas, san Agustín dice: «El espectáculo que se presenta a los ojos de
nuestra fe es magnífico. Hemos oído y visto con la imaginación a esa madre que,
contra todos sus instintos humanos, escoge que sus hijos perezcan en su
presencia. Pero Felicitas no abandonó a sus hijos, sino que los envió por
delante, porque consideraba la muerte, no como el fin sino como el principio de
la vida. Estos mártires renunciaron a una existencia que debía terminar
forzosamente, para pasar a una vida que no termina jamás. Pero Felicitas no se
contentó con ver morir a sus hijos, sino que los alentó a ello y, al hacerlo,
consiguió que su valor fuese todavía más fecundo que su seno. Al verlos luchar,
luchó con ellos y la victoria de cada uno de sus hijos fue su propia victoria».
San Gregorio Magno predicó una homilía el día de la fiesta de santa Felicitas,
en la iglesia que se erigió sobre la tumba de la santa en la Vía Salaria. En
dicha homilía dice que Felicitas, «que tenía siete hijos, temía que alguno le
sobreviviese, como otras madres temen sobrevivir a sus hijos. Su martirio fue
mayor, ya que, al ver morir a todos sus hijos, sufrió el martirio en cada uno
de ellos. Felicitas fue la última en morir; pero desde el primer momento
sufrió, de suerte que su martirio comenzó con el del primero de sus hijos y
terminó con su propia muerte. Así ganó, no sólo su corona, sino la de todos sus
hijos. Al presenciar sus tormentos, permaneció constante, sufrió, porque era
madre, pero se regocijó porque poseía la esperanza. En santa Felicitas la fe
triunfó de la carne y de la sangre, cuando en nosotros no es capaz de vencer
las pasiones y arrancar nuestro corazón de este mundo corrompido».
A pesar de la elocuencia de san Agustín y
de san Gregorio, de lo dicho por Alban Butler y, no obstante, el valor moral y
religioso de las lecciones que se sacan de este martirio, no se puede
considerar el hecho como histórico. Está fuera de duda que una mujer llamada
Felicitas sufrió el martirio y fue sepultada en el cementerio de Máximo, en la
Vía Salaria. La fiesta de esta mártir se celebraba y se celebra el 23 de
noviembre. Pero sólo unas «Actas» de muy dudoso valor histórico afirman que los
«Siete hermanos» eran sus hijos: a decir verdad, ni siquiera consta que esos
siete mártires fuesen hermanos entre sí.
Por lo menos desde mediados del siglo V, se
conmemoraba el 10 de julio el triunfo de siete mártires. Dos de ellos, Félix y
Felipe, fueron sepultados en el cementerio de Priscila; Marcial, Vidal y
Alejandro, en el cementerio «de los Jordanos»; Jenaro en el cementerio de
Pretextato, donde de Rossi descubrió, en 1863, una capilla decorada con frescos
y una inscripción en la que se invocaba a dicho santo; Silano fue sepultado en
la catacumba de Máximo. Tal vez, el origen de la leyenda de que estos siete
mártires eran hijos de santa Felicitas fue que la tumba de Silano (o Silvano)
estaba junto a la de dicha santa.
A fines del siglo XIX, se discutió mucho
sobre santa Felicitas y sus siete hijos. Aunque las actas, según lo dijimos
antes, son muy posteriores y de autoridad dudosa, consta sin embargo la
existencia de un culto muy antiguo por el Calendario Filocaliano, el epitafio
de San Dámaso y el Hieronymianum. El P. Delehaye, que estudió la cuestión
varias veces en su obra, concluye que es indudable que un hagiógrafo inventó
que los siete mártires del 10 de julio eran hermanos para crear un paralelo
cristiano a la narración bíblica de los Macabeos (2Mac 7).
El texto de las actas puede verse en las
«Acta Sincera» de Ruinart, así como en las ediciones más modernas hechas por
Doulcet y Künstle. Entre las críticas más destructivas se cuenta la de J.
Führer, Ein Beitrag zur Lösung der Felicitas-Frage (1890), y el folleto que el
mismo autor escribió posteriormente para responder a los argumentos de Künstle.
En favor de la leyenda, cf. el artículo de Duchesne en Bulletin Critique, 1890,
p. 425, y el detalladísimo artículo de Leclrecq en Dictionnaire d'Archéologie
chrétienne et de Liturgie, vol. V, ce. 1259-1298. El P. Delehaye volvió sobre
la cuestión en «Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum» (pp. 362-364)
y en «Etude sur le légendier romain» (1936), pp. 116-123.
Imagenes: secuencia «cinematográfica» de la historia de Felicitas y sus hijos en un retablo de altar en la iglesa de Santa Felicitas en Montagny, en la Picardía francesa, año 1560: 1-Felicitas junto con sus hijos se presenta ante Publio. 2-Muerte de Jenaro. 3-Muerte de Félix y Felipe. 4-Muerte de Silano. 5-Muerte de Vital, Marcial y Alejandro. 6-Felicitas y sus compañeros toman los cuerpos de los niños para llevarlos a enterrar en las catacumbas de Roma.
Imagenes: secuencia «cinematográfica» de la historia de Felicitas y sus hijos en un retablo de altar en la iglesa de Santa Felicitas en Montagny, en la Picardía francesa, año 1560: 1-Felicitas junto con sus hijos se presenta ante Publio. 2-Muerte de Jenaro. 3-Muerte de Félix y Felipe. 4-Muerte de Silano. 5-Muerte de Vital, Marcial y Alejandro. 6-Felicitas y sus compañeros toman los cuerpos de los niños para llevarlos a enterrar en las catacumbas de Roma.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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