Ecología y Teología de la Liberación
2019-12-11
La
Ecología integral y la Teología de la Liberación tienen algo en común: ambas
parten de un grito. La Ecología del grito de la Tierra, de los
seres vivos, de los ecosistemas agredidos por el tipo de crecimiento material
ilimitado que no respeta los recursos limitados de la Tierra.
La
Teología de la Liberación nació al escuchar el grito de los pobres económicos,
de las clases explotadas, de las culturas humilladas, de los negros
discriminados, de las mujeres oprimidas por la cultura patriarcal, de los LGBT
y portadores de necesidades especiales. Todos gritan por liberación. De esta
escucha nacieron las distintas tendencias de la Teología de la Liberación: la
feminista, la indígena, la negra, la histórica entre otras. En todas ellas el
respectivo oprimido es siempre el sujeto y protagonista principal de su
correspondiente liberación.
Es
importante recordar que ya en los años 80 del siglo pasado quedó claro que la
misma lógica que explota a los oprimidos y a las clases empobrecidas, explota
también la naturaleza y la Tierra. La marca registrada de la Teología de la
Liberación es la opción por los pobres, contra la pobreza y en favor de su
liberación.
Dentro
de la categoría pobre debe ser incluido el Gran Pobre que es la Tierra, pues al
decir del papa Francisco en su encíclica ecológica “nunca hemos maltratado y
herido a la Madre Tierra como en los dos últimos siglos” (nº 53). Por lo tanto,
no fue por factores extrínsecos que la Teología de la Liberación incorporó el
discurso ecológico, sino que la deriva de su propia lógica interna que da
centralidad al pobre y al oprimido.
También
quedó muy claro que el modo de producción capitalista es el causante del grito
de la Tierra y del grito del pobre. Si queremos la liberación de ambos,
necesitamos superar históricamente este sistema. Aquí se trata de contraponer
otro modo de habitar la Casa Común, que sea amigable con la Tierra y liberador.
El
paradigma del mundo moderno, el poder como dominación sobre todo y sobre todos,
alcanzó su máxima expresión en la cultura del capital, generador de
desigualdades: una injusticia social y otra ecológica. Es individualista,
competitivo y excluyente.
Debemos,
entonces, contraponerle otro paradigma. Este será el cuidado. Más que una
virtud, el cuidado comparece como un nuevo paradigma de relación con la
naturaleza y con la Tierra: no agresivo, amigo de la vida y respetuoso con los
demás seres. Si el paradigma dominante es de puño cerrado para someter, el del
cuidado es de la mano extendida para entrelazarse con otras manos y proteger la
naturaleza y la Tierra.
Según
el antiguo mito del cuidado que adquirió su mejor elaboración filosófica con
Martin Heidegger en Ser y Tiempo (&41-43), el cuidado pertenece a la
esencia del ser humano. Según el mito, el cuidado viene primero, pues significa
el presupuesto que debe existir para que cualquier ser pueda irrumpir en la
existencia. Sin cuidado ningún ser emerge ni se mantiene en la existencia.
Languidece y muere.
Hoy
más que nunca necesitamos cultivar el paradigma del cuidado, puesto que
todo en cierta forma está des-cuidado. El cuidado da origen a una cultura de la
solidaridad contra la competición, del compartir contra el individualismo, de
la autolimitación contra los excesos del poder, del consumo sobrio contra el
consumismo.
Solamente
la incorporación del cuidado, como paradigma y como cultura, nos puede, según
la encíclica papal Sobre el cuidado de la Casa Común, “alimentar una
pasión por el cuidado del mundo… una mística que nos anima, nos alienta
y da sentido a la acción personal y comunitaria” (nº 216).
Para
realizar esta diligencia la Eco-teología de la Liberación ha tenido que
dialogar y aprender con los nuevos saberes de las ciencias de la Tierra y de la
vida. Especialmente está llamada a contribuir con los valores del respeto, de
la veneración y del cuidado, propios de la fe, valores fundamentales para una
ecología integral. Finalmente, una Eco-teología de la Liberación testimonia,
contra todas las amenazas, la esperanza de que “Dios, el soberano amante de la
vida” (Sab 11,26) no permitirá que nuestra humanidad, un día asumida por el
Verbo de la vida, vaya a desaparecer de la faz de la Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario