Caminante del Adviento y
Leyente de los Evangelios del domingo, un abrazo y no te detengas.
Estamos llegando a la mitad
del camino que nos lleva a la Navidad del belén de Belén, del belén del Sofá
del salón, del belén de una Cueva del monte, del belén de una Plaza del pueblo,
del belén...
Ah, también existe el belén
del Árbol. La imaginación del arte y de la popularidad no tiene límites. Y si
además existe dinero de por medio, todo vale. Belén y Árbol. Árbol y Belén.
Navidad. Pero hasta que llegue el 24 y 25 aún queda.
Que no. Ya no queda nada.
Todos los días son Navidad. Compras, fotos, regalos, viajes, mensajes... Todos
los días son ya Navidad. Se quiera o no. Al menos por estos lares de mi ciudad
no pequeña de Madrid todo suena a Navidad. Todo es Navidad.
Y pensar que cuando nació el
niño -creo- sólo se enteraron quienes tenían que enterarse, es decir, su padre
y su madre. Por allí no anduvo ni un aprendiz de reportero que pudiera lograr
forrarse en el futuro con los datos más originales del bebé que llegaría a ser
el más citado del mundo en siglos. Allí no hubo ni revuelo. Nació.Todo lo demás
vino después. Después de morir aún joven, porque se lo quietaron del medio y le
taparon la boca para no escucharlo ni unos ni otros.
Lo que acabo de escribir
escrito queda. No creo que sea ni cierto ni falso, es lo que he escrito y ese
es el único valor que tiene. Pero diré que esto me nace después de leer el
texto de Mateo donde se dice que este tal niño Jesús ya crecido tenía fama de
comilón y bebedor.
¿Por qué?
Por comer y beber con quienes
no era correcto ni bien visto comer y beber. Y también por comer y beber al
margen de las sacratísimas normas de su religión judía, fiel servidora de los
magnates de la divinidad de entonces.
Dicen desde años que existen
tantos caminos de santiago como caminantes peregrinos. De igual modo podría
decirse que existen tantos belenes como belenistas. Y seguro que existen tantos
nacimientos de Jesús de Nazaret como redactores escritores. De todo cuanto se
ve o se oye me voy a quedar, por ahora con esto poquito: Navidad eres tú,
porque tú fuiste un nacido, como todo ser humano. Un nacido y poco a poco fue
llegando todo lo demás.
Navidad eres tú. Y los dos,
tú y yo, nos hablamos ahora de tú a tú, con ese inmenso respeto con el que
tratamos a todo recién nacido. Si nuestras relaciones fueran así, ¿se imagina
uno lo precioso que sería habitar en la casa común de este mundo?
Nada más en este día y ahora
en paz. Te dejo con los comentarios, que los tienes a continuación.
Domingo 3º de Adviento (15.12.2019): Mateo 11,2-11
¿UN MESÍAS COMILÓN Y BORRACHO? Pregunto y lo escribo CONTIGO,
Tercer domingo ya
del Ciclo A, el del Evangelio de Mateo. Tercer domingo del tiempo de Adviento
en el año eclesiástico. Si se desea estar un poco orientado habrá que recordar
que comenzamos leyendo unos párrafos en el escrito de Mateo 24. Luego hemos pasado
una semana con Lucas y su narración del mito de Gabriel y de María.
Y en esta tercera
semana estamos sobre las líneas de Mateo 11,2-11. A mí me parece
muy extraña esta selección. Y debo comentar algo más. Según la tradición que
llega de tiempos y tierras francesas, en este tercer domingo encendemos la
tercera vela de la corona del adviento mientras se agiliza la preparación de la
llegada de Jesús.
En esta espera se
nos propone escuchar y acoger la curiosa narración de los hechos, mensajes y
relaciones del galileo Jesús y de Juan el Bautista que se atreve a identificar
a este hombre con el ‘Cristo-Mesías’ que los ‘buenos judíos’ esperaban que
llegase de un momento a otro a liberarlos del poder de Roma: “Eres tú
el Mesías que tenía que venir o debemos esperar a otro. Jesús
respondió... (Mt 11,3-4).
A partir de este
momento el Evangelista Mateo pone en boca de su Jesús de Nazaret un largo
discurso (Mateo 11,4-19). En la liturgia de la misa eucaristía sólo se nos
leerá el texto desde el versículo cuarto: “Id y contad a Juan lo que
oís y veis”, hasta el versículo undécimo que dice: “En verdad
os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el
Bautista”. Sin embargo, el discurso de Jesús continúa hasta el
versículo decimonoveno.
¿Por qué la
autoridad de la liturgia nos priva a las gentes del pueblo de este mensaje que
Mateo pone en boca de su Jesús? ¿Le escandaliza a esta autoridad expresiones o
valoraciones de Jesús como estas dos: “Vino Juan que ni comía ni bebía
y dicen que tiene un demonio dentro. Vino este hijo de hombre que come y bebe y
dicen que es un comilón y un borracho, amigo de publicanos y de pecadores”?
Me parece muy
oportuna y válida la idea de poder contemplar a la vez la persona de Juan
el Bautista y la persona de Jesús de Nazaret mientras nos movemos en estos días
llamados del Adviento en los que se pretende acercarnos a una mejor comprensión
del mensaje, misión y vida de Jesús y celebrar así con pleno sentido el
acontecimiento de su presencia en este mundo y entre nosotros los humanos.
Esta relación entre
ambos personajes está constatada por los cuatro Evangelistas. Cada uno de ellos
ha destacado aspectos peculiares de esta relación. No se trata aquí y ahora de
analizarlo. Deseo solo indicar que algunas de las decisiones de Juan fueron
atentamente valoradas por el propio Jesús, como atreverse a perdonar pecados
sin necesidad de ofrecer sacrificios en el templo de Jerusalén. Creo que desde
este hecho el propio Jesús de Nazaret decidió también perdonar pecados así,
pero fue más lejos y se atrevió a compartir casa, mesa, comida y bebida
con gentes indeseables para todo ‘buen judío’ y su Ley de Moisés. De este
‘perdonar pecados y compartir el pan’ de Jesús, ¡qué poquito veo en los
sacramentos del perdón y de la eucaristía!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 3º de ‘Los Hechos de los
Apóstoles’ (01.12.2019): Hch 3,1-26
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
“Un día subían al
templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde...” (Hch 3,1).
Hasta ahora, nos ha contado el narrador Lucas un par de cosas significativas.
Una de ellas, la presencia en Jerusalén de los seguidores de Jesús, el
crucificado y sepultado y resucitado: un grupo de mujeres, los once, los doce,
los ciento veinte y los tres mil convertidos después de oír a Pedro.
La segunda cosa
importante que nos ha escrito ya Lucas en el capítulo segundo de sus Hechos es
la tarea evangelizadora de estos seguidores de Jesús en Jerusalén. Según este
narrador fue el propio resucitado quien les propuso esta tarea. Y es precisamente
esta misión la que sigue siendo el centro de la Buena Noticia de los seguidores
de Jesús.
El relato de Hch
3,1-26 recoge el hacer y el decir, los hechos y los dichos, la acción
y la palabra de los seguidores de Jesús en Jerusalén y, de manera explícita en
el Templo. Según esta narración del Evangelista, Hch 3,1-10 nos
relata una de las muchas acciones de los apóstoles evangelizadores: la curación
de un lisiado o paralizado de nacimiento. Los actores de ‘el milagro’ son Pedro
y Juan. Sobre todo, la palabra de Pedro y su gesto de abrazar y levantar al
paralítico. Los tres entran por su propio pie en el Templo, en el patio propio
de las mujeres.
Muchas personas que
vieron lo sucedido se sorprendieron. ¿Dónde estaba aquella tarde Santiago? Éste
solía acompañar a Pedro y Juan en los días señalados de la vida y el actuar de
Jesús? Me quedaré con la pregunta bailando entre las neuronas. Antes de ser
apresado y condenado, Jesús estuvo en el Templo evangelizando. ¿Quizá los suyos
están ahí como él?
Y junto al ‘hacer’
estuvo el ‘decir’ de Jesús en el aquel Templo y ahora está también el ‘decir
evangelizador’ de los suyos, los seguidores, ¿representados en Pedro?,
según Hch 3,11-26. Dentro del Templo, Pedro habla a la gente
reunida en el Pórtico de Salomón, en el llamado patio de los gentiles, lejos de
los lugares propiamente sagrados del Templo donde reside y permanece la
presencia de Yavé Dios del pueblo.
El discurso que el
narrador Lucas pone en boca de Pedro merecería como mínimo la página completa
de este comentario. Me he pasado un largo tiempo de lectura con los
capítulos vigésimo y vigésimo primero del Evangelio y con estas palabras de
Pedro. Y no hay color. Me quedaré siempre con el enseñar de Jesús. Creo que se
nota demasiado que a Pedro le preocupan otros asuntos muy distintos de los que
le ocupaban y preocupaban a Jesús.
Pedro sigue
creyendo y esperando la presencia de un Mesías liberador como lo llevaba
esperando todo Israel desde los días de la muerte del liberador Rey David. Este
Mesianismo de Pedro y el Mesianismo de Jesús no son para nada semejantes. Es
más: son dos mesianismos enfrentados. Lucas lo expresa con precisión: “arrepentíos...
para que se borren vuestros pecados a ver si el Señor manda a Jesús, el Mesías
destinado” (Hch 3,20-21) Pero yo lector me digo, ¿no vino ya
Jesús con su nuevo mesianismo y todos lo habían rechazado? Diré por acabar que
me sobrecoge esta afirmación que Lucas pone en boca de este Pedro: “Nosotros
somos testigos” (3,15). ¿Testigos? ¿De qué y de quién? ¿Del mesianismo de
Jesús o del ‘buen judío’?
Carmelo Bueno Heras
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