Evangelio de hoy | Evangelio del día - No olvidar las promesas
de Dios
Evangelio del hoy meditado por Papa Francisco. Mateo 21,23-27.
Evangelio del día. meditado. No olvidar las promesas de Dios en tu vida
Evangelio de hoy - Mateo 21,23-27
Meditación del Evangelio del día - (La autoridad del Hijo de
Dios): En aquel tiempo, Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le
acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle:
"¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa
autoridad?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una
sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.
¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?". Ellos
se hacían este razonamiento: «Si respondemos: "Del cielo", él nos
dirá: "Entonces, ¿por qué no creyeron en él?". Y si decimos: "De
los hombres", debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan
un profeta» Por eso respondieron a Jesús: "No sabemos". El, por su
parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago
esto". Palabra del
Señor.
Reflexión del Papa Francisco
Sobre el Evangelio
de hoy - Los sacerdotes fueron a Jesús a pedirle la tarjeta de
legalidad: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¡Nosotros somos los
dueños del Templo!". Ellos no entendían las profecías. ¡Habían olvidado la
promesa! No sabían leer las señales del momento, no tenían ni ojos penetrantes,
ni escuchado acerca la Palabra de Dios: ¡tenían sólo la autoridad!.
Cuando en el pueblo de Dios no hay profecía, el vacío que esto
deja es ocupado por el clericalismo: es precisamente este clericalismo que
interpela a Jesús: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Con qué
legalidad?". Y la memoria de la promesa y la esperanza de ir adelante se
reducen sólo al presente: en el pasado, ni futuro de esperanza.
El presente es legal: si es legal vas adelante. Pero cuando reina el legalismo, la Palabra
de Dios no existe y el pueblo de Dios que cree, llora en su
corazón, porque no encuentra al Señor: le falta la profecía. Llora como lloraba
la mamá Ana, la mamá de Samuel, pidiendo la fecundidad del pueblo, la
fecundidad que viene de la fuerza de Dios, cuando Él nos despierta la memoria
de su promesa y nos empuja hacia el futuro, con la esperanza. ¡Este es el
profeta! Este es el hombre del ojo penetrante y que oye las palabras de Dios.
Que nuestra oración en estos días, en los que nos preparamos a
la Navidad del Señor, sea: "¡Señor, que en tu pueblo no falten los
profetas!".
Todos nosotros bautizados somos profetas. Señor, que no
olvidemos tu promesa! ¡Que no nos cansemos de ir adelante! ¡Que no nos cerremos
en las legalidades que cierran las puertas! Señor, libra a tu pueblo del
espíritu del clericalismo y ayúdalo con el espíritu de profecía. (Homilía en
Santa Marta, 16 de diciembre de 2013)
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