En Roma, junto al cementerio de Calixto, en la vía Apia, sepultura de san Ceferino, papa, el cual gobernó la Iglesia durante dieciocho años y mandó a su diácono san Calixto construir el citado cementerio para la Iglesia Romana.
También en Roma, en la vía Salaria Antigua, en el cementerio junto a las Siete Palomas, san Liberal, mártir, quien, según se dice, ejerció el oficio de cónsul.
En Antioquía de Siria, san Filogonio, obispo, que, por voluntad de Dios, siendo abogado fue llamado a regir esta Iglesia, y junto con el obispo san Alejandro y demás compañeros fue el primero en luchar contra Arrio por la fe católica, tras lo cual descansó en el Señor lleno de méritos. San Juan Crisóstomo le celebra con gran encomio.
En el macizo del Jura, en la ribera del Duby, en la región helvética, san Ursicino, discípulo de san Columbano, que primero llevó vida eremítica en la soledad, y después de ser descubierto indujo a muchos a abrazar este género de vida.
En el monasterio de Silos, en la región de Castilla, en España, santo Domingo, abad, el cual, siendo ermitaño, restauró después este monasterio que estaba relajado, introdujo allí la disciplina y favoreció día y noche la alabanza divina.
En Torre del Greco, cerca de Nápoles, san Vicente Romano, presbítero, que, siendo párroco, se dedicó esforzadamente a la educación de los niños y a las necesidades de los obreros y pescadores.
En el campo de concentración de Sachsenhuse, en Alemania, beato Miguel Piaszczynski, presbítero y mártir, que, polaco de orígen, fue encarcelado en el extranjero a causa de la fe y, soportados los tormentos, pasó a la gloria celeste.
En Sighetu Marmatiei, Maramures, Rumania, beato Anton Durcovici, obispo de Iasi, mártir de Cristo frente a un régimen contrario a Dios.
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