Entrevista a Alfred Sonnenfeld
Alfred Sonnenfeld,
catedrático de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y autor de
varios libros sobre liderazgo ético, nos propone conquistar la serenidad, esa
«fuerza del corazón y de la mente» que nos trae salud y felicidad
«Aprender a vivir
de modo que mi existencia alcance la plenitud a la que está destinada, es algo
que no depende de circunstancias cambiantes. Depende de mí». Esta máxima sobre
la que ya reflexionaron los grandes filósofos de la Grecia clásica ha llevado a
Alfred Sonnenfeld, doctor en Medicina y Teología, a escribir Serenidad. La sabiduría de gobernarse (ed. Rialp). Su obra, que ya va por la
segunda edición, analiza, con claridad y rigor, cómo el hombre puede conquistar
su propia felicidad si consigue vivir con serenidad y coherencia ética.
Este apasionado de
la Neurobiología ha sido profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad
Humboldt de Berlín y miembro de la Comisión Ética de la Clínica Universitaria
La Charité (Berlín). Su trabajo en el campo del liderazgo y la ética le ha
llevado además a reflexionar sobre los verdaderos fundamentos de la grandeza
humana y la belleza de una vida lograda.
Usted plantea
mantener la serenidad en medio de las dificultades, ¿se puede entrenar esa capacidad
tal como está ideada la vida moderna?
Es, sin lugar a
dudas, difícil, pero no imposible. Hay que conquistarla. Es un desafío
constante.
En medio de una
cultura del trabajo que impone muchas veces «la multitarea», usted subraya la
importancia de la «atención y la concentración»…
Es verdad, pero lo
que intento con mi libro es apuntar a lo alto. Lo que no podemos hacer es
quedarnos en la mediocridad. La concentración es muy buena para el cerebro y,
por el contrario, el multitasking, el estar disperso, disgregado son
situaciones que pueden llevar al estrés porque aumenta el cortisol. El estrés
se aguanta bien mientras uno es joven pero con los años, se paga con la salud.
¿Existen
estudios que demuestren que la multitarea es mala para la salud?
Sí, por supuesto.
Todo lo que digo en el libro tiene una base científica. Por ello hablo de estos
temas, porque hemos de cambiar el chip, hacer un cambio paradigmático para
disfrutar más de la vida. Repito mucho esto en mis conferencias, el disfrutar
más de la vida, de las cosas sencillas, como un buen paisaje, una buena
conversación, un ramo de flores… de muchas situaciones cotidianas de la vida.
¿Por qué? Porque con esta actitud las sustancias mensajeras neuroplásticas se
activan y son como un abono para el cerebro.
¿Qué «bienes»
trae al hombre conquistar la «serenidad?
Muchísimos y todos
tienen que ver con una mayor paz interior. Le permite acometer las cosas de
este mundo con más tranquilidad y armonía. Estar en armonía con uno mismo es
fundamental. Mucha gente sufre porque no sabe cómo conseguirlo. Entonces
aparecen todo tipo de enfermedades, como la depresión. Uno se deja llevar por
todo tipo de representaciones mentales que nos hacen mucho daño porque son muy
limitantes y pueden convertirse en cadenas pesadas. A veces tenemos que saber
desprendernos de eso. Para los jóvenes significa saber desconectar del móvil,
de las redes sociales… pero no saben hacerlo.
Los adultos
tampoco….
Es verdad. De
camino a la Universidad he observado que delante del semáforo la gente no sabe
esperar a que la señal se ponga verde. Inmediatamente tienen que coger el móvil
para apoyarse en algo. ¡No vaya a ser que nos estemos perdiendo algo en las
redes sociales! La hiperconectividad es un problema muy preocupante. Los
jóvenes están siempre conectados y les cuesta muchísimo una conversación cara a
cara. Así no aprenden una cosa que hoy es esencial para la vida, para el
trabajo y que es la empatía.
Usted incluso
menciona una nueva fobia llamada FOMO…
Se trata del miedo
a no ser considerado o valorado en las redes sociales. Pero no es solo eso.
Está también el tema de la imagen, del narcisismo. A muchas personas lo único
que les interesa es contar cuántos «me gusta» les han dado, cuántos comentarios
les han puesto en Facebook. Esto es el narcisismo. Son situaciones tremendas
que están ocurriendo constantemente y cada vez con mayor frecuencia. Es
necesario al menos hacer un diagnóstico de lo que ocurre y recordar que así las
personas no pueden ser felices.
¿La ciencia y
la tecnología, asegura nos empujan hacia un «cambio radical antropológico»,
¿qué consecuencias trae al hombre ese cambio?
Se trata de una
visión reducida del hombre. El hombre es mucho más, pero muchas veces lo vemos
parcialmente. No se reflexiona. He insistido bastante en este libro sobre la
importancia de parar y reflexionar, de ejercitar un pensamiento profundo.
Vivimos de cosas superficiales, nos falta la valentía de profundizar en las
cosas. Nicholas Carr llega a la conclusión de que estar siempre on line con las nuevas tecnologías
erosiona el pensamiento profundo.
¿Hay antídotos
contra la abducción que nos provocan el móvil, las redes sociales…?
Pues no. Al hablar
de esto pienso que animo a la gente a actuar de otro modo. No es mi intención
decir a los demás lo que tienen que hacer. El liderazgo, que es sobre lo que yo
doy clases, es invitar, animar, inspirar y entusiasmar. Y eso es lo que hago.
Invito a reflexionar más sobre estas cosas, a no quedarse en lo superficial. Ya
verán cómo las cosas van a mejor.
Cada vez hay
más países que legalizan la eutanasia, ¿estas leyes se podrían enmarcar en ese
«pensamiento calculador» que menciona usted?
Nos estamos
dejando llevar por una pendiente resbaladiza, pero ¿por qué? Porque se trata al
ser humano como un objeto. Si se respetase más el ser humano en sí mismo no
ocurrirían cosas aberrantes y que tocan también temas tan centrales como la
vida y la muerte. Cuando uno trata a la gente como lo han hecho los nazis ¿a
dónde vamos? Considerar al otro como un beneficio o un perjuicio trae muchísimas
consecuencias. Eso no puede ser porque cada ser humano es inconmensurable, es
único.
Usted habla de
ser virtuosos, de vivir con coherencia ética, de afrontar la vida con ojos de
eternidad… ¿Cómo se transmiten esos valores?
En realidad mi
mensaje es ese: vivir serenamente.
Pero para eso necesitamos vivir coherentemente. El que vive en el autoengaño,
que lleva una vida doble, que abraza la mentira no puede alcanzar la felicidad
desde el punto de vista neurobiológico. Esto ya se sabía desde el punto de vista
de la Teología, pero no se había podido probar desde el punto de vista de la
Neurobiología. Es necesario saber que el autoengaño conlleva un daño para la
persona porque no le permite vivir en armonía consigo misma. La gente vive a
veces en el autoengaño y piensa que de este modo va a ser más feliz y no es
así. Esta es una afirmación rotunda.
Laura Daniele
ABC 12.1.2019
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