San Eusebio, primer obispo de Vercelli, en la Liguria, que consolidó la Iglesia en toda la región subalpina, y que por defender la fe del Concilio de Nicea fue desterrado por el emperador Constancio, primero a Escitópolis y, posteriormente, a Capadocia y la Tebaida. Vuelto a su sede después de ocho años de exilio, se esforzó con empeño y valentía para restablecer la fe contra la herejía arriana.
San Pedro Julián Eymard, presbítero, el cual fue primeramente sacerdote diocesano y después miembro de la Compañía de María. Adorador eximio del misterio eucarístico, instituyó dos nuevas congregaciones, una de clérigos y otra de mujeres, para fomentar y difundir la piedad hacia el Santísimo Sacramento. Murió en la aldea de La Mure, cerca de Grenoble, en Francia, donde había nacido.
En África Proconsular, conmemoración de san Rutilio, mártir, que durante largo tiempo escapó de la persecución huyendo de un lugar a otro y, a veces, salvándose del peligro con soborno, pero, arrestado finalmente de improviso y presentado al prefecto, recibió la corona de un glorioso martirio al ser torturado con grandes suplicios y arrojado, finalmente, al fuego.
En Roma, en el cementerio de Calixto, san Esteban I, papa, el cual, para afirmar claramente que la unión bautismal de los cristianos con Cristo se cumplía una sola vez, prohibió que los herejes que quisieran volver a la plena comunión con la Iglesia fueran de nuevo bautizados.
En la región cercana a la actual ciudad de Burgos, en Hispania, santa Centolla, mártir.
En Padua, en la región de Venecia, san Máximo, obispo, considerado sucesor de san Prosdócimo.
En Marsella, en la Provenza, de la Galia, san Sereno, obispo, que acogió con hospitalidad a san Agustín y a sus compañeros enviados por el papa san Gregorio Magno a evangelizar Inglaterra y, mientras se dirigía a Roma, descansó piadosamente en el Señor en Biandrate, cerca de Vercelli.
En Carnuto (hoy Chartres), en Neustria, san Betario, obispo.
En Palencia, en la región hispánica de Castilla, muerte de san Pedro, obispo de Osma, que, primero monje y después archidiácono de la Iglesia de Toledo, finalmente fue elevado a la sede de Osma, recién liberada de la dominación mahometana, la cual reorganizó con vivo celo pastoral.
En Caleruega, población igualmente de Castilla, conmemoración de la beata Juana de Aza, madre de santo Domingo, que, llena de fe, hizo grandes obras de misericordia en favor de los pobres y necesitados.
Beatos Felipe de Jesús Munárriz Azcona, Juan Díaz Nosti y Leoncio Pérez Ramos, presbíteros y mártires
En Barbastro, también en España, beatos Felipe de Jesús Munárriz Azcona, Juan Díaz Nosti y Leoncio Pérez Ramos, presbíteros y mártires, todos ellos Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María, que, precediendo a otros muchos compañeros, en el furor de la persecución contra la Iglesia fueron fusilados a las puertas del cementerio por milicianos.
En la misma ciudad de Barbastro, beato Ceferino Jiménez Malla, el «Pelé», mártir de raza gitana, dedicado a promover la paz y la concordia entre su pueblo y los vecinos, el cual, en la mencionada persecución, al salir en defensa de un sacerdote que era arrastrado por las calles por los milicianos, fue detenido y, llevado al cementerio, consumó su peregrinación por la tierra al ser fusilado, mientras sostenía la corona del Rosario en sus manos.
En la aldea de Híjar, cerca de Teruel, en España, beato Francisco Calvo Burillo, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que padeció el martirio en la misma persecución contra la fe.
En Madrid, de nuevo en España, beato Francisco Tomás Serer, presbítero de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores y mártir, que en la citada persecución mereció derramar su sangre por Cristo.
En Nápoles, Justino María Russolillo, presbítero y fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones (Vocacionistas).
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