sábado, 9 de noviembre de 2019

Oración de la Amistad




Señor Jesús, yo... Señor Jesús, yo...
Te tomo como el único marido de mi alma, y me entrego a Ti para amarte fielmente a lo largo de mi vida. Os dedico el deseo más profundo de mi corazón: amar y ser amado, en una búsqueda incesante de comunión contemplativa con Tú que es Amor.
Me dedico a Ti, poniendo la oración en el centro de mi vida diaria en la asamblea de la Iglesia, o en el secreto de mi corazón.
Te entrego toda la pobreza y las heridas de mi cuerpo y corazón, para que Tu amor sea la fuente de mi curación y santificación.
En los días buenos como en los días malos, en mi vida como en mi muerte, pongo mi esperanza sólo en Ti, el único marido de mi alma. ¡Así que toma mi vida por Tu Reino y por Tu gloria!
En este amor esponsal que me une a Ti, recibo a los hermanos que me has dado y me doy para amarlos de verdad, hasta el final, como Tú nos has amado.
Jesús, también siento cruelmente la desproporción entre mis deseos de amar a todos mis hermanos sin excepción, que Has sembrado en mi corazón, y mi incapacidad radical para responder a ellos, así que te pido que seas tú mismo en mí, el corazón de mi corazón, Amor en yo, que por mí se extenderá a otros corazones. Que mi corazón viva sólo al ritmo del Tuyo.
Con la ayuda de Tu gracia, deseo amarlos y servirlos, con un corazón ardiente pero sin posesividad, sin exclusividad ni celos.
Acepto en Tu Amor que nos une, para entregarte humilde y fielmente, que hace tanto mi tesoro como mi pobreza, este deseo de amar y de ser amado que Tú has puesto en mí, y que sólo puede ser cumplido entre ellos y yo en la comunión de Tu corazón.
Deseo con todo mi corazón que me ayudes a renunciar a toda seducción, para que pueda darme con confianza a los demás en mi pobreza, como me ves en tu misericordia.
También acepto acoger en mi corazón como hermanos a los que son amados por aquellos a quienes amo.
Renuncio a la ayuda de vuestra gracia para hacer de uno de mis hermanos un objeto de lujuria o un instrumento de placer y os pido que me hagas ver siempre en su dignidad como hijo de Dios por quien habéis derramado vuestra Sangre.
Me entrego a Ti, Jesús, para ser un vínculo de amor en tu Comunión de santos, especialmente con los de Tus hijos, heridos como yo en su deseo de amar, que me das o me das como hermanos, para empezar a compartir de esta vida Tu Amor que ya nos hace compañeros de la eternidad.
Amén.

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