San Josafat, obispo y mártir
fecha: 12 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 14 de noviembre
n.: c. 1580 - †: 1623 - país: Bielorusia
otras formas del nombre: Juan Kuncewicz
canonización: B: Urbano VIII 16 may 1643 - C: Pío IX 1867
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 14 de noviembre
n.: c. 1580 - †: 1623 - país: Bielorusia
otras formas del nombre: Juan Kuncewicz
canonización: B: Urbano VIII 16 may 1643 - C: Pío IX 1867
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de san Josafat (Juan) Kuncewicz, obispo de Polotsk, en Rutenia,
y mártir, que con ardor incesante impulsó a su pueblo hacia la unidad católica,
cultivó con piadosa dedicación el rito bizantino-eslavo en Witebsk, que
entonces estaba bajo la jurisdicción de Polonia, y, cruelmente perseguido por
una chusma enemiga, murió por la unidad de la Iglesia y la defensa de la verdad
católica.
Patronazgos: patrono de Ucrania y del movimiento ecuménico
Oración: Aviva, Señor, en tu Iglesia, el
Espíritu que impulsó a san Josafat, obispo y mártir, a dar la vida por su
rebaño, y concédenos, por su intercesión, que ese mismo Espíritu nos de fuerza
a nosotros para entregar la vida por nuestros hermanos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

En octubre de 1595, el metropolitano de
los ortodoxos disidentes de Kiev y otros cinco obispos, que representaban a
millones de rutenos (hoy ucranios), hallándose reunidos en Brest-Litovsk,
ciudad de Lituania, decidieron someterse a la Sede Romana. Las controversias a
que ello dio lugar, provocaron excesos y violencias deplorables.
El gran defensor de la unidad cristiana,
cuya fiesta celebramos hoy, derramó su sangre por la causa que defendía y fue
el protomártir de la reunión de la cristiandad. Pero en la fecha que acabamos
de citar, era todavía niño, ya que había nacido en 1580 o 1584 en Vladimir de
Volhinia. Su nombre de bautismo era Juan. Su padre, que era un católico de
buena familia, puso a estudiar a su hijo en la escuela de su pueblo natal.
Después Juan entró a trabajar como aprendiz en una tienda de Vilna, pero en
vista de que el comercio no le interesaba mayormente, empleaba sus tiempos
libres aprendiendo el eslavo eclesiástico para comprender mejor los divinos
oficios y poder recitar diariamente una parte del largo oficio bizantino. Juan
conoció por entonces a Pedro Arcudius, rector del colegio oriental de Vilna,
así como a los jesuitas Valentín Fabricio y Gregorio Gruzevsky, quienes se
interesaron por él y le alentaron a seguir adelante. Al principio, el amo de
Juan no veía con muy buenos ojos sus inquietudes religiosas; pero el joven supo
cumplir tan bien con sus obligaciones, que el comerciante acabó por ofrecerle
que se asociase con él y tomase por esposa a una de sus hijas. Juan rehusó
ambas proposiciones, pues estaba decidido a hacerse monje. Efectivamente, en
1604, ingresó en el monasterio de la Santísima Trinidad de Vilna. El santo
indujo también a seguir su ejemplo a José Benjamín Rutsky, un hombre muy culto,
convertido del calvinismo, a quien el papa Clemente VIII había mandado abrazar,
contra su voluntad, el rito bizantino. Los dos jóvenes monjes empezaron juntos
a trazar planes para promover la unión y reformar la observancia en los
monasterios rutenos. Juan Kunsevich, quien desde entonces se llamó Josafat,
recibió el diaconado, después el sacerdocio y pronto adquirió gran fama por sus
sermones sobre la unión con Roma. Su vida personal era muy austera, ya que
añadía a las penitencias acostumbradas en las reglas monásticas del Oriente,
otras mortificaciones tan severas, que en más de una ocasión le merecieron las
críticas aun de los monjes más ascéticos. En el proceso de beatificación el
burgomaestre de Vilna declaró que «no había en el pueblo ningún religioso más
bueno que el P. Josafat». Como el abad del monasterio de la Santísima Trinidad
manifestara su tendencia al separatismo, Juan fue elegido para sustituirle y,
bajo su gobierno, el monasterio se repobló. Ello movió a sus superiores a
retirarle del estudio de los Padres orientales para que fundase otros
monasterios en Polonia. En 1614, Rutsky fue elegido metropolitano de Kiev, y
Josafat le sucedió en el cargo de abad de Vilna. Cuando el nuevo metropolitano
fue a tomar posesión de su catedral, Juan le acompañó en el viaje y aprovechó
la ocasión para visitar el famoso monasterio de las Cuevas de Kiev. Pero la
comunidad de dicho monasterio, que se componía de más de 200 monjes, estaba
relajada, y el reformador católico estuvo a punto de ser arrojado al Dnieper.
Aunque sus esfuerzos por hacer volver a la unidad a la comunidad fracasaron, su
ejemplo y sus exhortaciones consiguieron hacer cambiar un tanto la actitud de
los monjes y situarlos en un plano de buena voluntad.
El arzobispo de Polotsk era entonces un
hombre ya muy anciano que favorecía a los disidentes. En 1617, el P. Josafat
fue consagrado obispo de Vitebsk, con derecho de sucesión a la sede de Polotsk.
Pocos meses después murió el anciano arzobispo. Así pues, Josafat se halló al
frente de una eparquía tan extensa como poco fervorosa. Los que practicaban más
a fondo la religión se inclinaban al cisma, pues temían que Roma interfiriese
en forma arbitraria con sus ritos y costumbres. Las iglesias estaban en ruinas
y se hallaban en manos de los laicos. Muchos miembros del clero secular habían
contraído matrimonio dos y hasta tres veces (según el derecho canónico
oriental, un hombre casado puede ordenarse sacerdote, pero, si queda viudo, no
puede contraer matrimonio otra vez; tampoco puede casarse si era soltero en el
momento de recibir el sacerdocio), y la vida monástica estaba en decadencia.
Josafat pidió ayuda a algunos de sus hermanos de Vilna y emprendió la tarea:
reunió sínodos en las ciudades principales, publicó e impuso un texto de
catecismo, redactó una serie de ordenaciones sobre la conducta del clero y
combatió la interferencia de los «señores» en los asuntos de las iglesias
locales. A todo ello añadió el ejemplo de su vida, su celo en la instrucción,
la predicación, la administración de sacramentos y la visita a los pobres, a
los enfermos, a los prisioneros y a las aldeas más remotas. Hacia 1620,
prácticamente toda la eparquía era ya sólidamente católica, el orden estaba
restaurado y el ejemplo de aquel puñado de hombres buenos había producido un
renacimiento de la vida cristiana. Pero en ese mismo año se instituyó en el
territorio afectado por el tratado de la Unión de Brest que mencionamos al
inicio, la jerarquía de obispos disidentes. Un tal Melecio Smotritsky fue
nombrado arzobispo de Polotsk y se dedicó enérgicamente a destruir la obra del
arzobispo católico, propagando que Josafat se había «convertido al latinismo»,
que iba a obligar a sus fieles a seguir su ejemplo, y que el catolicismo no era
la forma tradicional del cristianismo ruteno. Cuando Melecio empezó a esparcir
esos rumores, san Josafat se hallaba en Varsovia. Al volver a su diócesis, se
encontró con que, aunque su ciudad episcopal seguía siéndole fiel, ciertos
territorios de la eparquía comenzaban a vacilar, pues un monje llamado
Silvestre había conseguido ganar las poblaciones de Vitebsk, Mogilev y Orcha
para la causa de Smotritsky. La nobleza y casi todo el pueblo estaban por la
unión; pero san Josafat no pudo hacer nada en las tres poblaciones que acabamos
de mencionar. Cuando el rey de Polonia proclamó un decreto afirmando que
Josafat era el único arzobispo legítimo de Polotsk, se prdujeron desórdenes no
sólo en Vitebsk, sino en la misma Vilna. El decreto fue leído públicamente en
presencia del santo, y éste estuvo a punto de perder la vida.
El canciller de Lituania, León Sapieha,
que era católico, temeroso de los resultados políticos de la inquietud general,
prestó oídos a los rumores esparcidos por los disidentes que, fuera de Polonia,
acusaban a san Josafat de haber sido el causante de los desórdenes con su política.
Así pues, en 1622, Sapieha escribió al santo acusándole de emplear la violencia
para mantener la unión, de exponer al reino al peligro de una invasión de los
cosacos saporoshzky por sembrar la discordia entre el pueblo, de haber
clausurado por la fuerza ciertas iglesias no católicas y de otras cosas por el
estilo. Las acusaciones eran demasiado generales y los testimonios ad hoc
proporcionados por ambas partes sólo sirvieron para demostrar la injusticia del
proceso. Lo único que se podía reprochar realmente al santo, era haber pedido
el auxilio del brazo secular para recobrar la iglesia de Mogilev, de la que se
habían apoderado los disidentes. El arzobispo tuvo que hacer frente también a
la oposición, las críticas y la falta de comprensión de algunos católicos. Está
fuera de duda que una de las causas de la facilidad con que una parte del
pueblo había vuelto al cisma, era la firme disciplina y el rigor moral que el
renacimiento católico había impuesto. Desgraciadamente, san Josafat no encontró
entre los obispos latinos de Polonia el apoyo que merecía en tal empresa,
porque mantuvo valientemente el derecho del clero y de los ritos bizantinos a
que se los considerase en Roma en pie de igualdad con los latinos. El santo
mantuvo su lucha con la misma tenacidad y valentía. En octubre de 1623, sabedor
de que Vitebsk era todavía el centro de la oposición, decidió ir allá
personalmente. Sus amigos no lograron disuadirle ni convencerle de que llevase
una escolta militar. «Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no temo
morir», respondió san Josafat. Así pues, durante dos semanas predicó en las
iglesias de Vitebsk y visitó a los fieles sin distinción alguna. Sus enemigos
le amenazaban continuamente y provocaban a sus acompañantes para poder
asesinarle aprovechando el desorden. El día de la fiesta de san Demetrio, una
chusma enfurecida rodeó al mártir, el cual les dijo: «Sé que queréis matarme y
que me acecháis en todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos,
en la plaza central. Pero yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero
que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy
pronto a morir por la sagrada unión, por la supremacía de San Pedro y del
Romano Pontífice».
Smotritsky, que era quien fomentaba la
agitación, sólo pretendía probablemente obligar al santo a salir de la ciudad.
Pero sus partidarios, que eran más exaltados, empezaron a tramar una
conspiración para asesinar a Josafat el 12 de noviembre, a no ser que se
excusase ante ellos por haber empleado antes la violencia. Un sacerdote llamado
Elías fue el encargado de penetrar en el patio de la casa del arzobispo e
insultar a sus criados por su religión y al amo a quien servían. Como la escena
se repitiese varias veces, san Josafat dio permiso a sus criados de arrestar al
sacerdote, si volvía a presentarse. En la mañana del 12 de noviembre, cuando el
arzobispo se dirigía a la iglesia para el rezo del oficio de la aurora, Elías
le salió al encuentro y comenzó a insultarle. El santo dio entonces permiso a
su diácono para que mandase encerrar al agresor en un aposento de la casa. Eso
era precisamente lo que deseaban sus enemigos. Al punto, echaron a vuelo las
campanas, y la multitud empezó a clamar que se pusiese en libertad a Elías y se
castigase al arzobispo. Después del oficio, san Josafat volvió a su casa y
devolvió la libertad a Elías, no sin antes haberle amonestado. A pesar de ello,
el pueblo penetró en la casa, exigiendo la muerte de Josafat y golpeando a sus
criados. El santo salió al encuentro de la turba y preguntó: «¿Por qué golpeáis
a mis criados, hijos míos? Si tenéis algo contra mí, aquí estoy; dejadlos a
ellos en paz» (inútil recalcar cuánto se parecen estas palabras a las que
pronunció santo Tomás Becket en una ocasión semejante). La chusma comenzó
entonces a gritar: «¡Muera el Papista!», y san Josafat cayó atravesado por una
alabarda y herido por una bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y
arrojado al río Divna.
San Josafat Kunsevich fue canonizado en
1867. Fue el primer santo de la Iglesia de Oriente canonizado con proceso
formal de la Sagrada Congregación de Ritos. Quince años más tarde, León XIII
fijó el 14 de noviembre como fecha de la celebración de su fiesta en toda la
Iglesia de Occidente, aunque con la última reforma del calendario fue puesta en
el 12, que le es más propio. El martirio del santo produjo como resultado
inmediato un movimiento en favor de la unidad católica. Desgraciadamente, la
controversia se prolongó con una violencia muy poco edificante, y los
disidentes tuvieron también un mártir, el abad Anastasio de Brest, quien fue
ejecutado en 1648. Por otra parte, el arzobispo Melecio Smotritsky se
reconcilió más tarde con la Santa Sede. La gran reunión rutena existió, con
altos y bajos, hasta que, después de la repartición de Polonia, los soberanos
rusos obligaron por la fuerza a los rutenos católicos a unirse con la Iglesia
Ortodoxa de Rusia, Los pocos que no lo hicieron, han visto repetirse la
historia en nuestros días, como lo recuerda la encíclica Orientales omnes, que
Pío XII publicó en 1946, con motivo del 350 aniversario de la Unión de Brest.
En el oficio de lecturas del santo se recoge un fragmento de SS Pío XI en la
encíclica Ecclesiam Dei, de 1923, donde el Papa afirma que san Josafat fue «el
hombre más eminente y destacado entre los eslavos de rito oriental, ya que
difícilmente encontraríamos a otro que haya contribuido a la gloria y provecho
de la Iglesia más que éste, su pastor y apóstol, principalmente cuando derramó
su sangre por la unidad de la santa Iglesia.»
En 1874, Dom Alphonse Guépin publicó dos
gruesos volúmenes en octavo, de más de mil páginas, titulados Saint Josaphat,
archevéque martyr, et l'Eglise grecque unie en Pologne. El autor habla en el
prefacio de las fuentes de su obra. En particular, da las gracias al P. J.
Martynov por haber puesto a su disposición una copia del proceso de
beatificación y cierto número de documentos copiados de los archivos romanos.
También cita una vasta colección de documentos reunidos por el monje basiliano
Pablo Szymansky y habla de otra gran biblioteca de manuscritos del mismo tipo,
reunida por el obispo Naruszewicz para sus investigaciones hitsóricas. Dom
Guépin pudo disponer de todo ese material y supo emplearlo con tal tino, que la
mayoría de los escritores occidentales que han escrito después de él sobre el
tema, se basan en sus investigaciones. Sin embargo, hay que mencionar también
los utilísimos panfletos del P. G. Hofmann (Orientalai Christiana, nn. 6 y 12).
La noticia de la muerte de san Josafat se difundió rápidamente por toda Europa.
En el Museo Británico se conserva una copia de un panfleto publicado en 1625,
en Sevilla, con el título de Relación verdadera de la muerte y martirio de ...
Josafat. Véase también 0. Kozanewyc, Leben des hl. Josaphat (1931) ;, y la revista
Roma e l'Oriente, vol. X (1920), pp. 27-34. San Josafat y el metropolitano
Rutsky fueron los iniciadores del movimiento monástico ruteno que se convirtió,
más tarde, en la orden de San Basilio; por ello, desde 1932, dichos monjes
recibieron el nombre oficial de Basilianos de San Josafat.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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