Leyente y, sobre todo,
'VIGILANTE bueno o ALMENDRO'.
Todo llega, siempre. Y creo
que también a punto. Se acabó el año eclesiástico y comenzamos otro nuevo. Será
el domingo próximo, primer día de diciembre, año nuevo y feliz con la
Filarmónica de Viena, si es preciso.
En la Iglesia se empieza el
Ciclo A que, entre otras cosas, es el año en el que se nos leerá en las
liturgias de la santa misa y eucaristía el Evangelio de Mateo. Curiosamente,
este Evangelio es el que acabo de comentar en los cincuenta y dos comentarios
de este último año de la Iglesia.
En alguno de los días de la
próxima semana te llegará un archivo con todos los comentarios de este
Evangelio de Mateo.
Así que volveré a comentar al
ritmo de las propuestas litúrgicas vaticanas, y para este Ciclo C, este mismo
Evangelio de Mateo. Así lo puedes apreciar ya en los comentarios de este
domingo que te llegan a continuación.
Y también en el archivo
adjunto.
A este comentario semanal del
texto correspondiente añadiré otro comentario. Otra página.
Domingo a domingo pasearé mis
neuronas por los mensajes del Libro de los Hechos de los Apóstoles. En un año,
en cincuenta y dos comentarios, intentaré aprender a leer este libro del Nuevo
Testamento de la Biblia que creo es tan poco conocido y como leído. Me lo
parece a mí. Ojalá que esté equivocado.
Semana a semana, leyente y
vigilante como el almendro mediterráneo del adviento, compartiré mis devaneos
literarios y teológicos de la segunda parte de la obra de Lucas, que eso es lo
que quiso ser desde siempre.
Tenemos tarea, sencilla y
completa. Apasionante siempre. Y aquí nos volveremos a encontrar domingo tras
domingo. Ilusionados de nuevo. Gracias muy agradecidas por estar, por leer, por
escribir.
Un cordial abrazo, almendro
viviente.
Domingo
1º de Adviento A (01.12.2019): Mateo 24,37-44
¿Cuál
fue la religión de Jesús? Me
lo pregunto y lo escribo CONTIGO,
Día
uno de diciembre de dos mil diecinueve. Domingo primero del año de la Iglesia y
también, para ella, el primero de su tiempo del Adviento. Y también el primer
domingo en que se nos leerá la Buena Noticia de un nuevo Evangelio que
comenzamos a leer en el día de hoy, el llamado ‘Evangelio de Mateo’. Y para
leer la primera página se nos propone el relato de Mateo 24,37-44. Una
elección muy desafortunada se mire como se quiera. No empezamos bien.
Copio
las primeras y las últimas palabras que oirán las gentes del pueblo en la misa
de la liturgia de este domingo. Espero que nadie piense que ésta es la primera
página del Evangelio de Mateo: “Como en los días de Noé, así será la venida
del hijo del hombre... También vosotros estad preparados, porque en el momento
en que no penséis, vendrá el hijo del hombre” (Mt 24,37.44). Este breve
relato forma parte de un largo y complicado discurso que el Evangelista ha
colocado en labios de su Jesús de Nazaret al que identifica aquí como ‘el hijo
del hombre’.
En
este relato mi atención queda atrapada por un par de referencias entre otras
muchas, sin duda: el viejo relato del diluvio (como en los días de Noé) y el
sueño de una nueva aparición divina (vendrá el hijo del hombre). Dos
irrealidades. Dos asuntos que sólo existen en la fantasía de quienes viven aquí
de forma sospechosa, porque no desean contar lo que sucede. La realidad
de esta vida, ¿puede llegar a ser tan insoportable que sólo merezca la pena refugiarse
en un pasado de leyenda o en un futuro que siempre está por llegar?
El
relato que se evoca en este texto de Mateo pertenece al libro del Génesis,
capítulos sexto a noveno. Una preciosidad de mito. Una literal irrealidad que
esconde una seria advertencia para todos los vivientes que conformamos en todo
tiempo lo que llamamos ‘humanidad’.
Cuando
los humanos dejamos de ser humanos todo deja de tener sentido. No merece la
pena vivir. ¿Pasaba todo esto cuando vivía Jesús de Nazaret o cuando escribía
de él su Evangelista Mateo en los años ochenta de los tiempos del siglo
primero? El peligro de la deshumanización ocurre siempre que los humanos
miramos sólo nuestro propio ombligo y desoímos los gritos del dolor de los
demás vivientes? Esto pasa ahora, porque el siglo XX también nos pertenece.
¿Y
lo del futuro? ¿La venida de un ‘hijo del hombre’? Otro mito que se debe
de descifrar. O, al menos, intentarlo. Todos los vivientes venimos a este mundo
una sola vez y de la mano de un padre y de una madre. ¿Acaso no es así o es que
yo estoy muy equivocado? Nadie ha regresado una segunda vez. El judío y laico
Jesús de Nazaret, tampoco. ¿Por qué nos sucede que sobre la ignorancia de lo
desconocido ‘del más allá’ todas las religiones se atreven a confesar tantos
dogmas y tantas imaginaciones? Lo sabemos bien, la ignorancia es atrevida.
Este
brevísimo texto de Mateo debemos de leerlo siempre integrado en el contexto del
quinto y último discurso que el narrador colocó en boca de su Jesús de Nazaret
al contemplar la ruina y el acabamiento del Templo de Jerusalén, de su
Religión, de su Sacerdocio y de sus tradiciones (Mateo 24-25). Que nadie nos
engañe (Mt 24,4) y se aproveche de nuestra ignorancia. La vida no se acaba y ‘cuanto
deseas que te hagan, házselo a los demás’ (Mt 7,12). Así fue su religión.
Carmelo
Bueno Heras
Domingo 1º de ‘Los Hechos de los
Apóstoles’ (01.12.2019): Hch 1,1-25
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
El
pasado año eclesiástico de 2017-18 comenté en cincuenta y dos páginas la
primera parte de la obra de Lucas, el Evangelista del toro. Este Evangelio de
Lucas tiene asignado su Ciclo C dentro de la liturgia eclesiástica de la misa.
En cambio, la segunda parte de su obra, el llamado libro de Los Hechos de
los apóstoles jamás se nos ha leído a las gentes del pueblo en la liturgia
eucarística. Jamás en casi veinte siglos. ¿Cuándo va a llegar su hora? ¿Por qué
nos lo silencian?
Desde
tiempos remotos se le llegó a considerar a este libro como el ‘quinto
Evangelio’. En él se nos enseña -a quienes nacimos después de la muerte de
Jesús de Nazaret- ¡a resucitarlo! Por esta sola razón me aventuro en la tarea
de pasar un año leyendo y compartiendo durante sus cincuenta y dos semanas mis
reflexiones y comentarios. Gracias por acompañarme desde aquí.
Por
tratar de ser este comentario ordenado, seguido y completo, la primera página
que leo es su primer capítulo (Hch 1,1-25). Comentar esta espléndida página de
Lucas nos alargaría los párrafos de otras muchas páginas. Y sólo tengo ésta en
la que estamos. ¿Veo cuatro partes?
En
Hch 1,1-3 encontramos ‘el título’ de este libro y su
destinatario, Teófilo. En este caso, tú y yo que nos acercamos a conocer el
escrito de Lucas con la pretensión de alimentar el ser adictos (filo, de filía
en griego) a lo que llamamos ‘Dios y sus cosas’ (Teo, en griego). Una de las
muy importantes cosas de este Dios es la ‘persona de Jesús de Nazaret’ que
vivió, murió y sigue vivo. Él nos habló del Reino de Dios y de cómo vivir en
este y con este Reino dentro de uno, como ya nos lo había anticipado en Lucas
17,21. ¡Me gusta este modo de comenzar!
En
Hch 1,4-12 encontramos, después de cuarenta días, a los
seguidores de Jesús reunidos y comiendo. ¿Dónde y cómo vivió el Resucitado
Jesús durante este largo mes? Según este narrador, este Jesús se aparecía
a unos y volvía a desaparecer. ¿Se dejaba ver y se ocultaba? Me quedaré con
esta pretensión manifestada por los apóstoles: ¿Es ahora cuando vas a
restaurar el Reino de Israel? ¿Vas a ser por fin el Mesías que siempre
estuvimos esperando al modo del rey David, liberador de toda opresión sea
romana o judía? Este sueño continúa aún.
En
Hch 1,13-14 encontramos que los ONCE apóstoles
comparten grupo con un puñado de mujeres. Nunca me gustaría olvidar este dato o
que alguien tratara de silenciármelo. ¿Por qué desde entonces hasta hoy entre
los seguidores de Jesús las mujeres no tienen ni voz ni voto?
En
Hch 1,15-26 nos enterados de datos sorprendentes. Se
nos dice que ‘por aquellos días’ el número de ‘los doce’ se había
multiplicado por diez. Encontramos ya a ciento veinte. ¿Cuántos días habían
pasado desde que el Resucitado se fue para ya no regresar? Y siendo ya tantos
los seguidores de Jesús, ¿a qué viene querer reemplazar el lugar del traidor
Judas?
Puestos
en plan electoral, creo que merece la pena subrayar que el elegido no fuera
Barsabá, el hijo del sábado, sino un desconocido entonces y ahora y siempre
llamado Matías. Me llama mucho la atención la rapidez con la que se le
ha revestido a Pedro de autoridad. Me quedo también con el dato de saber que existe
la comunidad eclesial de los Doce, que son unos 120.
Carmelo
Bueno Heras
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