2019: ¿vuelo ciego, rumbo a lo incierto?
2019-01-04
Los últimos años han sido muy
atormentados en nuestro país, Brasil. Se dio la discutible destitución de la
presidenta Dilma Rousseff, las serias acusaciones de corrupción a su sucesor,
el presidente Temer, la obra devastadora del Lava-Jato con aplicación rigurosa
de lawfare, y la prisión de Lula, el mayor líder popular, mediante un
juicio claramente parcial y carente de pruebas materiales, juicio criticado por
los más eminentes juristas nacionales y extranjeros.
Fue
clamorosa la campaña presidencial marcada por la utilización masiva de las
redes sociales con millones de falsas noticias, mentiras y calumnias
procedentes de todos los lados. En una orquestación de fuerzas a ser deslindada
todavía, se eligió a Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército, de extrema
derecha, fundamentalista religioso y explícitamente homofóbo. Sus palabras
violentas, si se concretan, podrán poner en peligro la democracia y el pacto
social, costosamente tejido por la Constitución de 1988. Nunca se había visto
en nuestro país una irrupción de odio, de rabia, de bajísimo nivel, en una
palabra, de la dimensión oscura y perversa de la cordialidad brasilera, según
Sérgio Buarque de Holanda.
En
un Estado de Derecho Democrático, una victoria electoral debe ser aceptada por
todos, por más críticos que debamos ser hacia las posiciones políticas
asumidas.
El
candidato vencedor no propuso ningún proyecto global para Brasil. Pronto se
reveló realmente falto de preparación para asumir la mayor responsabilidad
sobre el destino de un país continental y complejo como el nuestro. Se descargó
de este fardo, pasándoselo a sus ministros, muchos de ellos militares. Algunos,
civiles, revelan un oscurantismo intelectual palmario, capaz de causar espanto
hasta a los extranjeros.
Todo
parece indicar que estamos en un vuelo ciego rumbo a lo incierto. Puede suceder
cualquier cosa.
¿Qué
postura tomar? En primer lugar, hacer una opción comprometida y patriótica por
Brasil. Brasil es el todo; los partidos, vencedores o vencidos, son sólo
partes. Debemos todos construir el todo para todos.
Frente
a Brasil necesitamos olvidar querellas del pasado y mirar adelante y a lo
lejos. Debemos sentirnos como peces de la subienda nadando contra la corriente.
Incluso así avanzaremos como ellos para producir vida. Como decía J. F. Kennedy
en su discurso inaugural de 1963: “ningún desafío está más allá de la capacidad
creadora del ser humano”.
Para
ser creadores, es importante cultivar la esperanza, como principio que va más
allá de la virtud, en el sentido que la prisionera Dilma Roussseff dio: “En la
cárcel se espera mucho. Esperar necesariamente significa tener esperanza. Si se
pierde la esperanza, el miedo te domina. Yo aprendí a esperar”. Por eso se
volvió la persona resistente que conocemos.
Tenemos
que hacer nuestra una esperanza afectiva y efectiva de que el gobierno actual,
con todas las limitaciones que posee, que no son pocas, salga del vuelo ciego y
encuentre el rumbo hacia la disminución de la injusticia social (las clamorosas
desigualdades) mediante políticas que beneficien al país a partir de los que
más necesitan y que no pueden defenderse por sí mismos. El deber ético primero
de un Gobierno es garantizar la vida de los ciudadanos, y después las finanzas,
el mercado, la educación, la cultura y la seguridad, todo al servicio de la
vida.
Una
población empobrecida y enferma jamás abrirá camino al desarrollo humano y
social. En este contexto cabe recordar las palabras del libro del Eclesiástico:
“Es asesino del prójimo quien le roba los medios de subsistencia; derrama
sangre quien priva al asalariado de su salario” (34,26-27). Algunos del
gobierno pretenden afectar los salarios y otros derechos.
En
el caso de que ocurriese una grave lesión a los derechos fundamentales y al
régimen democrático, cabe la formación de un frente amplio y supra-partidario
para resistir y obligar a una inflexión en dirección a lo justo y a lo
correcto.
Como
teólogo hago mío para 2019 el ideal de Edward Neves de Belo Horizonte, un
colega también teólogo laico: “cultivar las siguientes posturas del Jesús
histórico: (1) nutrirse de la intimidad amorosa de Dios; (2) regirse por el
sueño de Jesús, de un Reino de vida, de amor y de justicia; (3) actuar movido
por la compasión; (4) colocarse al servicio de la dignidad de cada persona,
especialmente del excluido; (5) liberarse de las tentaciones del tener, del
poder y del placer para amar con mayor profundidad y gratuidad”.
Hago
votos para todos de un año de felicidad posible en nuestro contexto concreto. Spes
contra spem, esperanza contra esperanza.
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