Leyente,
muy feliz año 2019. Si no comenzó bien, tienes la oportunidad de ver
enderezarse una mala racha. Si comenzó bien este nuevo año, que siga así y
enhorabuena. Es uno de los mejores regalos.
Para
todos se nos han acabado los días de las fiestas de la Navidad y del Año nuevo
y de los Magos con sus Cabalgatas. Y en ellas, nos regresamos a las tareas de
siempre.
Miremos
un momento esta nueva fiesta que la Iglesia nos sitúa este próximo domingo día
13. Fiesta del Bautismo de Jesús de Nazaret. Unos treinta años tenía cuando se
nos anuncia que este Jesús decide ir de Galilea hasta Judea, de norte a sur del
país, para encontrarse con un personaje muy especial: Juan el bautizador y
perdonador de pecados.
Yo
le suelo llamar, ya me lo habrá leído alguna persona, el hereje y blasfemo
Juan. Éste perdona. Es su tarea y misión. Se la ha usurpado a los sacerdotes y
al Templo de Jerusalén. Precisamente este personaje es el que despierta la
decisión de otro judío llamado Jesús.
Curiosamente,
otro judío llamado Pablo no debió de haberse enterado de estas tareas de Juan
en el Jordán. Y tampoco debió de enterarse de que Jesús de Nazaret anduvo con
Juan en ese asunto del perdón de los pecados.
Tal
vez, si Pablo se hubiera enterado de estas decisiones de Juan y Jesús es muy
probable que hubiera decidido otras cosas y otros hubieran sido sus mensajes.
¿Por qué algún Dios del Cielo como lo era el Yavé judío no inspiró a Pablo
ponerse en camino hacia el Jordán para conocer a aquel Juan y a su bautizado
Jesús?
Ya
sé que se trata de una pregunta impertinente y de una curiosidad malsana. Pero
no dejo de hacérmela. Aunque comprendo que por el entonces del siglo primero no
había fáciles comunicaciones y este Pablo parece que vivía en su Tarso de la
actual Turquía, lejos tanto de Jerusalén como de Roma.
Traigo
a relucir este asunto de Pablo porque desde él se comenzó a relacionar el
asunto del bautismo entre los seguidores de Jesús no como lo había anunciado
Juan el Bautista y como lo había vivido Jesús de Nazaret.
Si
Pablo hubiera estado en la onda de Juan y de Jesús estoy por apostar que nos
habríamos ahorrado la teoría y la práctica de, al menos, el bautismo de los
niños y de sus pecados originales.
Siempre
tenemos la oportunidad de volver a los tiempos más originales y comenzar a
tomarnos en serio las decisiones de las personas de la historia para no
equivocarnos a la hora de tomar también las nuestras.
En
esos asuntos del bautismo creo que somos sobre todo paulinos, equivocados
ciertamente. Y nos sentaría bien volver a repensar las decisiones de Juan de
Judea y de Jesús de Nazaret...
Seguiré
con mis devaneos mentales de lo que pudo haber sido, pero antes deseo que
cada quien le preste atención a los dos nuevos textos evangélicos y a los
comentarios que les acompañan a continuación... Sabes que también los tienes en
el archivo adjunto.
Domingo del Bautismo (13.01.2019):
Lucas 3,15-16. 21-22
Hacía lo que le placía. Lo medito y escribo CONTIGO,
En
este segundo domingo del nuevo año civil de 2019 vuelvo a constatar que no
comprendo los motivos por los que la Comisión Vaticana de la Liturgia de la
Misa nos vuelve a proponen una lectura del relato de Lucas que ya nos había
propuesto el pasado día 16 de diciembre en pleno Adviento. Me lo refresco, por
si me equivoco: La cita del relato Evangélico fue entonces Lucas 3,10-18
y en este nuevo domingo de enero la cita será de Lucas 3,15-16. 21-22.
¿Qué
tendrán esos versículos 15-16 para degustar el honor de ser proclamados en dos
ocasiones dominicales? ¿Por qué en este nuevo domingo de enero no se nos
vuelven a leer los versículos 17-20? Y lo que es más sospechoso de intencionada
manipulación, ¿por qué nunca se nos va a leer el mensaje de Lucas 3,19-20?
Dije
en su momento que durante dos semanas del Adviento de diciembre me iba a leer
unas cuantas veces Lucas 3,1-22. En esta nueva semana del 13 al 19 de enero me
volveré a leer ese mismo texto y su continuación hasta el final del capítulo
tercero. Tal vez, de esta manera me vaya enterando no de una ni de ocho ni de
cuarenta y cuatro generaciones de Jesús de Nazaret, sino de setenta y siete
-77- (Lc 3,23-38). ¿¡Impresionante este Lucas investigador!?
En
este domingo posterior al domingo falsamente llamado día de Reyes en vez del
día de ‘Los Magos’, la Iglesia católica desea celebrar el hecho de que Jesús
fuera bautizado por Juan. Lo escribo así para no confundirlo con que Jesús
bautizara a alguien. Según este Evangelista y los otros dos Sinópticos, Marcos
y Mateo, Jesús no bautizó a nadie. Sólo Juan dice que sí bautizó a algunos o a
muchos, pero enseguida parece desdecirse. Léase detenidamente Juan 4,1-3.
Así
de escueto es lo que escribe Lucas sobre este hecho del bautismo: “Sucedió
que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto
en oración, se abrió el cielo...” (Lucas 3,21). Las palabras ‘sucedió’ y
‘todo’ aparecen en los relatos de Lucas con una frecuencia insólita, exagerada,
pretendidamente intencionada.
Si
Juan bautiza a Jesús, ¿será que el propio Jesús tenía pecados, se sentía
impuro, era pecador a sus treinta años? Y luego esto: ‘puesto en oración’, como
sucederá en 5,16 y en 6,12 y en 9,18 y en 9,28-29 y en 11,1 y en 22,41. Tantas
referencias a la oración de Jesús y nunca se nos dice qué hacía para orar, qué
método usaba, pedía, alababa, agradecía... hablaba, se callaba, juntaba las
manos, las alzaba, las extendía, aplaudía, se acariciaba, susurraba, imaginaba,
respiraba, salmodiaba sus 150 salmos judíos, saltaba, se sentaba, danzaba,
incendiaba aceites perfumados, contemplaba... ¡nada de esto se nos dice! Pero, creo
que hacía lo que le placía.
En
cambio nunca deja de impresionarme esa expresión tan plástica: ‘se abrió el
cielo’. Se abrió por estar cerrado, ¿desde siempre? ¿Se abrió para siempre?
En la Religión de Israel siempre estuvo cerrado. Después de Jesús de Nazaret
nunca se volvió a cerrar. Al contrario, se abrió y se vació. Los dioses con
todos sus ángeles bajaron, se encarnaron, se arraigaron y así también le
sucedió al propio Jesús en su sepultamiento: ‘Estoy con vosotros siempre’
(28,20). ¿No fue esto y así el anuncio liberador de su bautismo, de su
oración, de su fe y de su evangelización?
Carmelo
Bueno Heras
Domingo 7º de Mateo (13.01.2019):
Mateo 5,1-16
“Todo cuanto deseas que te hagan,
házselo a los demás” (Mateo
7,12)
Leímos
en el texto anterior del Evangelista Mateo que su Jesús de Nazaret enseñaba en
las sinagogas de Galilea (4,23-25). ¿Qué enseñaba? Su buena noticia que no era
otra que su Evangelio. Y esta buena noticia la empezamos ahora mismo a conocer:
“Al ver tanta gente, Jesús subió a la montaña, se sentó... comenzó a
enseñarles... Felices, bienaventurados... dichosos... Sois la sal de la
tierra... Sois la luz del mundo...” (Mt 5,1-16).
Con
estas expresiones se inicia el primer discurso que este Evangelista pone en
boca de su Jesús de Nazaret. Este discurso comienza en 5,1 y acaba en 7,28-29.
Tres capítulos completos de su narración sobre Jesús. Este discurso es el
primero de los cinco que pronuncia Jesús a lo largo de todo su Evangelio, según
dice su biógrafo Mateo. Cuando Jesús acaba cada uno de estos cinco discursos,
el Evangelista lo constata explícitamente: 7,28-29; 11,1; 13,53; 19,1 y 26,1. Cinco
discursos de Jesús, o la alternativa a los cinco libros de la Ley de la
Religión judía.
Cuando
se lee el primer discurso al que siempre se le suele llamar de ‘Las
Bienaventuranzas’, ¿puede un lector olvidar la imagen del gran Moisés en lo
alto del Monte Sinaí mientras recibe las llamadas ‘Tablas de la Ley’ de
manos de Yavé Dios de Israel? Mateo me está diciendo que el nuevo Moisés es
éste, su Jesús de Nazaret, que no habla de leyes, ni de mandamientos, ni de
preceptos, sino de cómo ser, vivir y experimentar la alegría de la felicidad. ¡La
alegría de vivir!
Las
nueve (ocho más una) bienaventuranzas de este Jesús de Nazaret de Mateo son la
alternativa, he apuntado antes, de la Ley de Moisés y también son la
alternativa a todo el mensaje, que se encierra como en una semilla, del salmo
primero que anuncia y reza este pueblo como si su sabio rey David fuera el
autor que lo escribe y proclama como recibido de su Yavé Dios. Estas
bienaventuranzas del Jesús de Mateo, ¿quién no las conoce desde niño?
Junto
a estas bienaventuranzas y para comprender bien su contenido y sus
consecuencias, el narrador pone en boca de su Jesús dos parábolas, breves,
directas e incisivas como solía ser el lenguaje de los viejos profetas de este
pueblo. Jesús y sus seguidores son, somos tú y yo, sal. Cuando esta sal
está en su exacto punto, medida y lugar nadie habla de su presencia ni de su
identidad o de su misión. Esta presencia y misión de la sal es sólo estar. Todo
su hacer es estar.
Jesús
y sus seguidores son, somos tú y yo, luz. Una luz que cuando está en su
exacto punto, medida y lugar nadie habla de su presencia, de su identidad ni de
su misión. Esta presencia y misión es sólo estar. Todo su hacer es estar, ser
luz, iluminar...
Estar
entre las gentes con quienes se vive como lo está la sal en el guiso que es la
vida o como lo está la luz tanto de día como de noche es una opción que a uno
le nace de dentro sin que nadie se lo imponga. Ser sal o ser luz es una
decisión, no una imposición.
Decisiones
como éstas y compartidas con otras decisiones semejantes son las que configuran
la presencia real y verdadera del ‘Reino de los Cielos’, del que ya hablaba
Juan el Bautista (Mt 3,1-2) y el propio Jesús (Mt 4,17). Este Reino vive
donde arraiga la alegría de vivir (Mt 7,12).
Carmelo
Bueno Heras
No hay comentarios:
Publicar un comentario