lunes, 14 de enero de 2019

Domingo del Bautismo (13.01.2019): Lucas 3,15-16. 21-22 y Domingo 7º de Mateo (13.01.2019): Mateo 5,1-16 (Carmelo Bueno Heras) 13012019


Leyente, muy feliz año 2019. Si no comenzó bien, tienes la oportunidad de ver enderezarse una mala racha. Si comenzó bien este nuevo año, que siga así y enhorabuena. Es uno de los mejores regalos. 

Para todos se nos han acabado los días de las fiestas de la Navidad y del Año nuevo y de los Magos con sus Cabalgatas. Y en ellas, nos regresamos a las tareas de siempre.

Miremos un momento esta nueva fiesta que la Iglesia nos sitúa este próximo domingo día 13. Fiesta del Bautismo de Jesús de Nazaret. Unos treinta años tenía cuando se nos anuncia que este Jesús decide ir de Galilea hasta Judea, de norte a sur del país, para encontrarse con un personaje muy especial: Juan el bautizador y perdonador de pecados. 

Yo le suelo llamar, ya me lo habrá leído alguna persona, el hereje y blasfemo Juan. Éste perdona. Es su tarea y misión. Se la ha usurpado a los sacerdotes y al Templo de Jerusalén. Precisamente este personaje es el que despierta la decisión de otro judío llamado Jesús.

Curiosamente, otro judío llamado Pablo no debió de haberse enterado de estas tareas de Juan en el Jordán. Y tampoco debió de enterarse de que Jesús de Nazaret anduvo con Juan en ese asunto del perdón de los pecados. 

Tal vez, si Pablo se hubiera enterado de estas decisiones de Juan y Jesús es muy probable que hubiera decidido otras cosas y otros hubieran sido sus mensajes. ¿Por qué algún Dios del Cielo como lo era el Yavé judío no inspiró a Pablo ponerse en camino hacia el Jordán para conocer a aquel Juan y a su bautizado Jesús? 

Ya sé que se trata de una pregunta impertinente y de una curiosidad malsana. Pero no dejo de hacérmela. Aunque comprendo que por el entonces del siglo primero no había fáciles comunicaciones y este Pablo parece que vivía en su Tarso de la actual Turquía, lejos tanto de Jerusalén como de Roma.

Traigo a relucir este asunto de Pablo porque desde él se comenzó a relacionar el asunto del bautismo entre los seguidores de Jesús no como lo había anunciado Juan el Bautista y como lo había vivido Jesús de Nazaret. 

Si Pablo hubiera estado en la onda de Juan y de Jesús estoy por apostar que nos habríamos ahorrado la teoría y la práctica de, al menos, el bautismo de los niños y de sus pecados originales.

Siempre tenemos la oportunidad de volver a los tiempos más originales y comenzar a tomarnos en serio las decisiones de las personas de la historia para no equivocarnos a la hora de tomar también las nuestras. 

En esos asuntos del bautismo creo que somos sobre todo paulinos, equivocados ciertamente. Y nos sentaría bien volver a repensar las decisiones de Juan de Judea y de Jesús de Nazaret...

Seguiré con mis devaneos  mentales de lo que pudo haber sido, pero antes deseo que cada quien le preste atención a los dos nuevos textos evangélicos y a los comentarios que les acompañan a continuación... Sabes que también los tienes en el archivo adjunto.  

Domingo del Bautismo (13.01.2019): Lucas 3,15-16. 21-22
Hacía lo que le placía. Lo medito y escribo CONTIGO, 

En este segundo domingo del nuevo año civil de 2019 vuelvo a constatar que no comprendo los motivos por los que la Comisión Vaticana de la Liturgia de la Misa nos vuelve a proponen una lectura del relato de Lucas que ya nos había propuesto el pasado día 16 de diciembre en pleno Adviento. Me lo refresco, por si me equivoco: La cita del relato Evangélico fue entonces Lucas 3,10-18 y en este nuevo domingo de enero la cita será de Lucas 3,15-16. 21-22.

¿Qué tendrán esos versículos 15-16 para degustar el honor de ser proclamados en dos ocasiones dominicales? ¿Por qué en este nuevo domingo de enero no se nos vuelven a leer los versículos 17-20? Y lo que es más sospechoso de intencionada manipulación, ¿por qué nunca se nos va a leer el mensaje de Lucas 3,19-20?

Dije en su momento que durante dos semanas del Adviento de diciembre me iba a leer unas cuantas veces Lucas 3,1-22. En esta nueva semana del 13 al 19 de enero me volveré a leer ese mismo texto y su continuación hasta el final del capítulo tercero. Tal vez, de esta manera me vaya enterando no de una ni de ocho ni de cuarenta y cuatro generaciones de Jesús de Nazaret, sino de setenta y siete -77- (Lc 3,23-38). ¿¡Impresionante este Lucas investigador!?

En este domingo posterior al domingo falsamente llamado día de Reyes en vez del día de ‘Los Magos’, la Iglesia católica desea celebrar el hecho de que Jesús fuera bautizado por Juan. Lo escribo así para no confundirlo con que Jesús bautizara a alguien. Según este Evangelista y los otros dos Sinópticos, Marcos y Mateo, Jesús no bautizó a nadie. Sólo Juan dice que sí bautizó a algunos o a muchos, pero enseguida parece desdecirse. Léase detenidamente Juan 4,1-3.

Así de escueto es lo que escribe Lucas sobre este hecho del bautismo: “Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo...” (Lucas 3,21). Las palabras ‘sucedió’ y ‘todo’ aparecen en los relatos de Lucas con una frecuencia insólita, exagerada, pretendidamente intencionada.

Si Juan bautiza a Jesús, ¿será que el propio Jesús tenía pecados, se sentía impuro, era pecador a sus treinta años? Y luego esto: ‘puesto en oración’, como sucederá en 5,16 y en 6,12 y en 9,18 y en 9,28-29 y en 11,1 y en 22,41. Tantas referencias a la oración de Jesús y nunca se nos dice qué hacía para orar, qué método usaba, pedía, alababa, agradecía... hablaba, se callaba, juntaba las manos, las alzaba, las extendía, aplaudía, se acariciaba, susurraba, imaginaba, respiraba, salmodiaba sus 150 salmos judíos, saltaba, se sentaba, danzaba, incendiaba aceites perfumados, contemplaba... ¡nada de esto se nos dice! Pero, creo que hacía lo que le placía.

En cambio nunca deja de impresionarme esa expresión tan plástica: ‘se abrió el cielo’. Se abrió por estar cerrado, ¿desde siempre? ¿Se abrió para siempre? En la Religión de Israel siempre estuvo cerrado. Después de Jesús de Nazaret nunca se volvió a cerrar. Al contrario, se abrió y se vació. Los dioses con todos sus ángeles bajaron, se encarnaron, se arraigaron y así también le sucedió al propio Jesús en su sepultamiento: ‘Estoy con vosotros siempre’ (28,20). ¿No fue esto y así el anuncio liberador de su bautismo, de su oración, de su fe y de su evangelización?
Carmelo Bueno Heras

Domingo 7º de Mateo (13.01.2019): Mateo 5,1-16
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

Leímos en el texto anterior del Evangelista Mateo que su Jesús de Nazaret enseñaba en las sinagogas de Galilea (4,23-25). ¿Qué enseñaba? Su buena noticia que no era otra que su Evangelio. Y esta buena noticia la empezamos ahora mismo a conocer: “Al ver tanta gente, Jesús subió a la montaña, se sentó... comenzó a enseñarles... Felices, bienaventurados... dichosos... Sois la sal de la tierra... Sois la luz del mundo...” (Mt 5,1-16).

Con estas expresiones se inicia el primer discurso que este Evangelista pone en boca de su Jesús de Nazaret. Este discurso comienza en 5,1 y acaba en 7,28-29. Tres capítulos completos de su narración sobre Jesús. Este discurso es el primero de los cinco que pronuncia Jesús a lo largo de todo su Evangelio, según dice su biógrafo Mateo. Cuando Jesús acaba cada uno de estos cinco discursos, el Evangelista lo constata explícitamente: 7,28-29; 11,1; 13,53; 19,1 y 26,1. Cinco discursos de Jesús, o la alternativa a los cinco libros de la Ley de la Religión judía.

Cuando se lee el primer discurso al que siempre se le suele llamar de ‘Las Bienaventuranzas’, ¿puede un lector olvidar la imagen del gran Moisés en lo alto del Monte Sinaí  mientras recibe las llamadas ‘Tablas de la Ley’ de manos de Yavé Dios de Israel? Mateo me está diciendo que el nuevo Moisés es éste, su Jesús de Nazaret, que no habla de leyes, ni de mandamientos, ni de preceptos, sino de cómo ser, vivir y experimentar la alegría de la felicidad. ¡La alegría de vivir!

Las nueve (ocho más una) bienaventuranzas de este Jesús de Nazaret de Mateo son la alternativa, he apuntado antes, de la Ley de Moisés y también son la alternativa a todo el mensaje, que se encierra como en una semilla, del salmo primero que anuncia y reza este pueblo como si su sabio rey David fuera el autor que lo escribe y proclama como recibido de su Yavé Dios. Estas bienaventuranzas del Jesús de Mateo, ¿quién no las conoce desde niño?

Junto a estas bienaventuranzas y para comprender bien su contenido y sus consecuencias, el narrador pone en boca de su Jesús dos parábolas, breves, directas e incisivas como solía ser el lenguaje de los viejos profetas de este pueblo. Jesús y sus seguidores son, somos tú y yo, sal. Cuando esta sal está en su exacto punto, medida y lugar nadie habla de su presencia ni de su identidad o de su misión. Esta presencia y misión de la sal es sólo estar. Todo su hacer es estar.

Jesús y sus seguidores son, somos tú y yo, luz. Una luz que cuando está en su exacto punto, medida y lugar nadie habla de su presencia, de su identidad ni de su misión. Esta presencia y misión es sólo estar. Todo su hacer es estar, ser luz, iluminar...  

Estar entre las gentes con quienes se vive como lo está la sal en el guiso que es la vida o como lo está la luz tanto de día como de noche es una opción que a uno le nace de dentro sin que nadie se lo imponga. Ser sal o ser luz es una decisión, no una imposición.

Decisiones como éstas y compartidas con otras decisiones semejantes son las que configuran la presencia real y verdadera del ‘Reino de los Cielos’, del que ya hablaba Juan el Bautista (Mt 3,1-2) y el propio Jesús (Mt 4,17). Este Reino vive donde arraiga la alegría de vivir (Mt 7,12).
Carmelo Bueno Heras 

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