No se celebra hoy, porque hay una celebración de mayor rango (Bautismo del Señor, solemnidad)
San Hilario, obispo y doctor de la Iglesia, que fue elevado a la sede de Poitiers, en Aquitania, en tiempo del emperador Constancio, el cual había abrazado la herejía arriana. Luchó denodadamente en favor de la fe nicena acerca de la Trinidad y de la divinidad de Cristo, y fue desterrado por esta razón a Frigia durante cuatro años. Compuso los celebérrimos comentarios a los Salmos y al evangelio de san Mateo.
En Singidón, en Mesia, santos mártires Hermilio y Estratonico, que, después de crueles tormentos, fueron precipitados en el río Ister, en tiempo del emperador Licinio.
En Tréveris, ciudad de la Galia Bélgica, san Agricio, obispo, que transformó en iglesia el palacio que le regaló santa Elena.
En la ciudad de Reims, también en la Galia Bélgica, muerte de san Remigio, obispo, que, después de haber iniciado al rey Clodoveo en la fuente bautismal y en los sacramentos de la fe, convirtió al cristianismo a todo el pueblo franco. Al cabo de más de sesenta años en el episcopado, falleció, célebre por su vida repleta de santidad.
En Glasgow, en Escocia, san Kentigerno, obispo y abad, que estableció en aquel lugar su sede, y de quien se cuenta que reunió una gran comunidad de monjes, para imitar la vida de la primitiva Iglesia.
En la ciudad de Capitolias, en Batanea, san Pedro, presbítero y mártir, que acusado ante Walid, príncipe de los sarracenos, de predicar en público la fe en Cristo, consumó su martirio clavado en una cruz, después de que le amputasen la lengua, las manos y los pies.
En Córdoba, ciudad de la región hispánica de Andalucía, santos mártires Gumersindo, presbítero, y Servideo, monje, los cuales, reconociéndose como cristianos ante los príncipes y jueces sarracenos, perdieron la vida por su fe en Cristo.
En el monasterio de Ilbenstad, en Alemania, beato Godofredo, que, siendo conde de Cappenberg, deseó llevar una vida más perfecta, para lo cual convirtió su castillo en monasterio y, habiendo tomado el hábito canonical, se entregó a servir a pobres y enfermos.
Cerca de Huy, en la región de Lieja, en Bélgica, santa Juta o Iveta, la cual, habiendo quedado viuda, se dedicó a curar leprosos, y se recluyó más tarde en una celda cercana a ellos.
En Milán, de Lombardía, beata Verónica Negroni de Binasco, virgen, que entró en el monasterio de Santa Marta, donde se seguía la Regla de san Agustín, y allí se, dedicó profundamente a la contemplación.
En la ciudad de Nam Dinh, en Tonkin, santos mártires Domingo Pham Trong (An) Kham, Lucas (Cai) Thin, su hijo, y José Pham Trong (Cai) Ta, todos los cuales, en tiempo del emperador Tu Duc, prefirieron los tormentos y la muerte antes que pisotear la Cruz.
En Acri, Provincia de Cosenza, Italia, beato Francisco María Greco, presbítero, fundador del Instituto de las Pequeñas Obreras de los Sagrados Corazones.
En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, beato Emilio Szramek, presbítero y mártir, que, oriundo de Polonia, en tiempo de guerra, fue deportado a este lugar por defender la fe en Cristo, y allí falleció después de haber sido atormentado de diversas maneras.
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