San Benito de Aniano, abad
fecha: 12 de febrero
n.: c. 750 - †: 821 - país: Alemania
otras formas del nombre: Benito de Aniane
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 750 - †: 821 - país: Alemania
otras formas del nombre: Benito de Aniane
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En el monasterio de San Cornelio de
Indam, en Germania, tránsito de san Benito, abad de Aniano, que propagó la
Regla benedictina, confeccionó un Consuetudinario para uso de monjes y trabajó
con empeño en la instauración de la liturgia romana.

Benito fue hijo de Aigulfo de Maguelone;
servía de escanciador al rey Pipino y a su hijo Carlomagno. A la edad de veinte
años resolvió buscar el Reino de Dios con todo su corazón. Tomó parte en la
campaña de Lombardía, pero, después de haberse casi ahogado en Tesino, cerca de
Pavía, tratando de salvar a su hermano, hizo voto de abandonar el mundo por
completo. A su vuelta a Languedoc, confirmó su determinación por consejo de un
ermitaño llamado Widmar, y fue a la abadía de Saint-Seine, a veinticuatro
kilómetros de Dijon, donde lo admitieron como monje. Pasó allí dos años y medio
aprendiendo la vida monástica y llegó al dominio de sí mismo por medio de
severas austeridades. No satisfecho con guardar la regla de san Benito,
practicaba otros puntos de perfección que encontró prescritos en las reglas de
san Pacomio y san Basilio. Cuando el abad murió, los hermanos estaban
dispuestos a elegirlo para que lo substituyera, pero no quiso aceptar el cargo,
porque sabía que había monjes que se oponían a todo lo que fuera reforma
sistemática.
Con este motivo, Benito abandonó
Saint-Seine y, al regresar a Languedoc, construyó una pequeña ermita junto al
arroyo Aniane, en sus propias tierras. Aquí vivió algunos años en privación
voluntaria, orando continuamente a Dios para que le enseñara a hacer su
voluntad. Algunos ermitaños, de los cuales uno era el santo Widmar, se pusieron
bajo su dirección. Ganaban su sustento con el trabajo manual, vivían a pan y
agua, excepto los domingos y grandes fiestas, cuando añadían un poco de vino o
leche, si se los daban de limosna. El superior trabajaba con ellos en los
campos y algunas veces se dedicaba a copiar libros. Cuando el número de sus
discípulos aumentó, Benito dejó el valle y construyó un monasterio en un sitio
más espacioso. Amaba tanto la pobreza, que por mucho tiempo utilizó cálices de
madera o vidrio o peltre para celebrar la misa, y si le daban ornamentos
valiosos de seda, los obsequiaba a otras iglesias. Sin embargo, posteriormente,
cambió su modo de pensar sobre este punto, y construyó un claustro y una
majestuosa iglesia adornada con pilares de mármol, y la dotó de cálices de
plata, ricos ornamentos; además compró libros para la biblioteca. En breve tuvo
muchos religiosos bajo su dirección. Al mismo tiempo, llevaba al cabo la inspección
general de todos los monasterios de Provenza, Languedoc y Gascuña, y llegó a
ser, con el tiempo, el director y supervisor de todos los monasterios del
imperio; reformó a muchos con tan buen tino, que no encontró gran oposición. El
que principalmente recibió su influencia fue el monasterio de Gellone, fundado
por san Guillermo de Aquitania en 804.
Para tenerlo a la mano, el emperador Luis
el Piadoso obligó a Benito primero a habitar en la abadía de Maurmünster, en
Alsacia, y después, como todavía quería tenerlo más cerca, construyó un
monasterio en el Inde, conocido más tarde como Cornelimünster, a unos 11
kilómetros de Aquisgrán, residencia del emperador y su corte. Benito vivió en
el monasterio, pero continuó ayudando a la restauración de la observancia
monástica por toda Francia y Alemania. A él se debe principalmente, la
redacción de los cánones para la reforma de los monjes del concilio de
Aquisgrán en 817. En ese mismo año presidió la asamblea de abades para poner en
vigor el restablecimiento de la disciplina. Su estatutos, los Capitula de
Aquisgrán, fueron añadidos a la regla de san Benito e impuestos a todos los
monjes del imperio. Benito también escribió el «Codex Regularum» (Códice de
Reglas), una colección de todas las reglas monásticas existentes en su tiempo;
compiló asimismo un libro de homilías para uso de los monjes, sacado de las
obras de los Padres de la Iglesia; pero su obra más importante fue la
«Concordia Regularum» (Concordancia de Reglas), en la cual compara las reglas
de san Benito de Nursia con las de otros patriarcas de la observancia monástica
para mostrar su semejanza. Este gran restaurador del monasticismo en el
occidente, agotado por las mortificaciones y fatigas, sufrió mucho de continuas
enfermedades en sus últimos días. En 821 murió tranquilamente, en Inde, a la
edad de setenta y un años. Grande como era la energía e influencia de san
Benito de Aniano, hay que admitir que su plan para una revolución pacífica de
la vida monástica no pudo ser llevado al cabo como él había proyectado. De
acuerdo con Edmund Bishop, la idea que tenía Benito y su patrono, el emperador
Luis, era ésta: Todas las casas habían de reducirse a una uniformidad absoluta
de disciplinas, observancia, y aun hábito, de acuerdo con el modelo de Inde; se
nombrarían visitadores para que vigilaran la observancia de la regla según las
constituciones. El nuevo plan sería lanzado en la asamblea de abades en
Aquisgrán en 817. «Pero planear es una cosa» -agrega Bishop- «y llevar al cabo
es otra. Es claro que en la asamblea general de abades, Benito, respaldado como
estaba por el emperador para conservar la paz y poder llevar a cabo reformas
substanciales, tuvo que renunciar a muchos detalles de observancia que él
estimaba mucho. Parece que esto mismo afirma su biógrafo y amigo Ardo, quien
había observado todo personalmente. Sin embargo, los decretos de esta asamblea,
de la cual era Benito al mismo tiempo autor, alma y vida fueron un punto
decisivo en la historia de los benedictinos, porque éstos formaron la base de
la legislación y práctica posterior. Después del gran fundador, Benito de
Nursia, ningún otro hombre ha influido tanto en el monasticismo occidental como
lo hizo el segundo Benito, el de Aniano» («Liturgia Histórica», 1918, pp.
212-213).
Pocos de los entendidos en esta materia
tienen tanto derecho para opinar sobre la historia monástica del siglo nueve,
como Edmud Bishop. Estas palabras suyas forman un tributo notable a la obra que
el gran reformador monástico llevó al cabo; pero, como ha señalado Dom David
Knowles, su influencia fue bastante diferente de la de Benito de Nursia:
«Benito de Aniano nunca fue un guía espiritual para monjes».
La primera autoridad para la vida de san
Benito es la biografía en latín escrita por un discípulo y amigo san Ardón
Esmaragdo. El mejor texto es el que está en el Monumenta Germaniae Historica,
Scriptores vol. XV. Véase también el Acta Sanctorum, febrero, vol. II; de
Hauck, Kirchengeschichte Deutschlands, vol. II, pp. 528 ss.; de P. J. Nicolai,
Der Hl. Benedikt Gründer von Aniane; de J. Narberhaus,
Benedikt von Aniane (1930); de W. Williams en la Downside Review, vol. LIV
(1936), pp. 357-374, de J. Winandy en Mélanges bénédictines (1947), pp.
235-258; y de D. Knowles, The Monastic Order in England, (1949), pp. 25-30.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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