Santa María Bernarda Bütler, virgen y fundadora
fecha: 19 de mayo
n.: 1848 - †: 1924 - país: Colombia
otras formas del nombre: Verena Bütler
canonización: B: Juan Pablo II 29 oct 1995 - C: Benedicto XVI 12 oct 2008
hagiografía: Vaticano
n.: 1848 - †: 1924 - país: Colombia
otras formas del nombre: Verena Bütler
canonización: B: Juan Pablo II 29 oct 1995 - C: Benedicto XVI 12 oct 2008
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Cartagena de Nueva Granada, en
Colombia, santa María Bernarda (Verena) Bütler, virgen, que, de origen suizo,
fundó el Instituto de Hermanas Misioneras Franciscanas de María Auxiliadora.
María Bernarda (Verena Bütler) nació en
Auw, en el Cantón de Argovia, Suiza, el 28 de mayo de 1848 y fue bautizada el
mismo día de su nacimiento. Era la cuarta hija de Enrico y de Caterina Bütler,
modestos campesinos y cristianos ejemplares, que educaron los ocho hijos
nacidos de su matrimonio en el amor a Dios y al prójimo. Dotada de una
excelente salud, Verena creció alegre, inteligente, generosa y amante de la
naturaleza. A los siete años comenzó a frecuentar la escuela. El fervor y el
empeño con el que, el 16 de abril de 1860, se acercó a la Primera Comunión
permanecieron constantes en ella a lo largo de toda su vida. La devoción a la
Eucaristía formará, efectivamente, el fundamento de su espiritualidad.
A la edad de 14 años, terminados los
estudios elementales, Verena se dedicó al trabajo agrícola, experimentando
también el afecto por un digno joven del cual se enamoró. Sintiendo la llamada
de Dios supo desprenderse de este compromiso para entregarse completamente a su
Señor. En este período de su vida se le concedió la gracia de gozar
sensiblemente de la presencia de Dios, sintiéndolo muy cercano. Ella misma
afirma: «Explicar este estado del alma a quien no ha experimentado jamás algo
semejante, es extremadamente difícil, si no es que imposible». Y además: «El
Espíritu Santo me enseñó a adorar, alabar, bendecir y dar gracias a Jesús en el
tabernáculo, en todo momento, en medio de las labores y en la realidad
cotidiana de la vida».
Atraída del amor de Dios, a los 18 años
entró como postulante en un convento de la región. Comprobado que no era aquél
el lugar donde el Señor la llamaba, Verena regresó pronto al seno familiar. El
trabajo, la oración, el apostolado en la parroquia, mantuvieron vivo en ella el
deseo de la vida consagrada. El 12 de noviembre de 1867, por sugerencia de su
párroco, Verena entró en el Monasterio franciscano de María Auxiliadora en
Altstätten. El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el
nombre de Sor María Bernarda del Sagrado Corazón de María, y, el 4 de octubre
de 1869 emitió la Profesión religiosa, con el firme propósito de servir al
Señor hasta la muerte, en la vida contemplativa.
Pronto fue electa Maestra de novicias y
por tres veces Superiora de la Comunidad, desempeñando este servicio fraterno
por nueve años consecutivos. Su celo y su amor por el Reino de Dios la habían
preparado para iniciar una nueva experiencia misionera. Por tanto, acogió de
buen grado la invitación de Mons. Pietro Schumacher, obispo de Puertoviejo, en
Ecuador, quien le pidió venir a su diócesis, planteándole la precaria situación
de su gente. María Bernarda reconoció en esa invitación la clara voluntad de Dios
que la llamaba a ser anunciadora del Evangelio en aquella tierra lejana.
Superadas las iniciales resistencias del
obispo de San Gallo y después de haber obtenido un regular indulto pontificio,
el 19 de junio de 1888 Sor María Bernarda y seis Compañeras dejaron el
monasterio de Altstätten y partieron para el Ecuador. Solamente la luz de la fe
y el celo por el anuncio del Evangelio sostuvieron a la Beata y a sus
Compañeras en la difícil separación del amado monasterio y de las Hermanas. En
su interior María Bernarda pensaba en el tener que dar vida a una fundación
misionera dependiente del monasterio suizo. A su vez, el Señor la hacía
fundadora de una nueva Congregación religiosa, la de las Hermanas Franciscanas
Misioneras de María Auxiliadora.
Recibidas paternalmente por el Obispo,
éste encomendó a María Bernarda la Comunidad de Chone que presentaba un
espectáculo desolador, por la falta casi absoluta de sacerdotes, la escasa
práctica religiosa y por la difundida inmoralidad. María Bernarda se hizo «toda
para todos», poniendo como fundamento de su acción misionera la oración, la
pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio constante de las obras de
misericordia. Junto con sus hijas, comenzó un intenso apostolado entre las
familias, profundizando en el conocimiento de la lengua y de la cultura del
pueblo. No tardaron en madurar los primeros frutos. La vida cristiana de
aquella población volvió a florecer como por encanto. También la nueva
Congregación franciscana creció en número y se fundaron las dos Casa filiales
de Santa Ana y de Canoa. Pero, también, pronto la obra misionera de la Madre
Bernarda fue marcada por el misterio de la Cruz. Fueron muchos los sufrimientos
a los que ella y sus hijas se vieron sometidas: la pobreza absoluta, el clima
tórrido, incertidumbres y dificultades de todo tipo, riesgos para la salud y la
misma seguridad de vida, incomprensiones de parte de la autoridad eclesiástica
y, la separación de algunas Hermanas de la Comunidad, constituidas después en
una Congregación autónoma (las Franciscanas de la Inmaculada: Beata Caridad
Brader). María Bernarda soportó todo con heroica entereza, en silencio, sin
defenderse y sin alimentar resentimientos en la confrontación con alguno,
perdonando de corazón y orando por aquellos que la hacían sufrir.
Como si no fueran suficientes todas estas
pruebas, en 1895, una violenta persecución por parte de fuerzas hostiles a la
Iglesia obligó a Sor María Bernarda y sus Hermanas a escapar del Ecuador. Sin
saber a dónde ir, con 14 Hermanas se dirigió a Bahía, de donde prosiguió para
Colombia. El grupo estaba aún buscando, cuando recibió la invitación de Mons.
Eugenio Biffi para trabajar en su diócesis de Cartagena. Y, así, el 2 de agosto
de 1895, fiesta de la Porciúncula de Asís, la Fundadora y sus Hermanas exiliadas
del Ecuador, arribaron a Cartagena, recibidas paternalmente por el Obispo.
Encontraron alojamiento en un ala del hospital femenino, llamado comúnmente
«Obra Pía». El Señor las había conducido a aquel asilo, donde la Madre Bernarda
permanecerá hasta el término de su vida. Después de la casa de Cartagena, se
llevaron a cabo otras fundaciones no sólo en Colombia sino en Austria y en
Brasil.
Con un amor compasivo, de auténtica
franciscana, estaba encargada de socorrer las necesidades espirituales de los
pobres que ella consideró siempre sus predilectos. Decía a las Hermanas: «Abran
sus casas para ayudar a los pobres y a los marginados. Prefieran el cuidado de
los indigentes a cualquier otra actividad». La Madre guió su Congregación por
espacio de treinta años. También después de haber renunciado al oficio de
Superiora General, continuó animando, con sentimientos de verdadera humildad, a
sus queridas Hermanas, sobre todo con el ejemplo de su vida, sus palabras y sus
escritos.
Presa de punzantes dolores hipogástricos,
el 19 de mayo de 1924, en la «Obra Pía» de Cartagena, llorada por sus Hijas,
amada y venerada de todos como auténtica santa, María Bernarda se durmió
serenamente en el Señor. Contaba con 76 años de edad, 56 de vida consagrada y
38 de misionera. La noticia de su muerte se difundió rápidamente. El párroco de
la catedral de Cartagena anunció el tránsito diciendo a sus fieles: « ¡Esta
mañana, en esta ciudad, ha muerto una Santa: la reverenda Madre Bernarda!» Su
tumba fue pronto meta de peregrinaciones y lugar de oración.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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