Llegamos ya al corazón del
mes de Noviembre.
En el hemisferio del norte
nos preparamos para la llegada de las llamadas inclemencias del frío.
E imagino que para las gentes
del hemisferio del sur les irán poco a poco llegando las inclemencias del
calor.
Llega el invierno para el
norte y el verano para el sur.
Y la tierra es única, pero
sus relaciones con el sol y la luna no son semejantes por delante o por detrás,
por arriba o por abajo.
Todo anda dependiendo del
ángulo desde donde se mire esta realidad que nos habita y en la que habitamos.
Todo va dependiendo de dónde
se situé cada uno o de cómo vea los asuntos de las cosas...
Miraré así también el asunto
del llamado 'Templo de Jerusalén'. No por ser aquel templo, sino por ser todo
templo de todos los tiempos, porque en las religiones enseguida se debe montar
un templo para dar visibilidad notoria a tal religión.
Y religiones y templos
florecen por todas las partes, como las setas de otoño y de primavera con las
primeras y últimas lluvias del año.
Contemplar 'un
templo'...
Contemplarlo, sí. No para
cambiarlo. Sólo para conocerlo.
Y cuando esté conocido que
cada cual se mire los adentros y decida.
Cuando le hago caso a 'mi
contemplar' reconozco que templo-templo-templo-auténtico-definitivo-magnífico
sólo hay uno, nuestro mundo en nuestro cosmos abrazado siempre por el aire,
siempre en movimiento, siempre vivo.
Y siempre tan tuyo como mío y
de los otros. Nuestra casa de antes, de ahora, de después, de siempre.
Reconozco que me ilusiona tanto
como me sobrecoge el 'pensarlo, saberlo, imaginarlo, acogerlo'.
Con el sobrecogimiento de
esta ilusión te dejo mis dos comentarios para esta semana.
Los tienes a
continuación.
Y en el archivo adjunto.
Hasta el final del año
eclesiástico en la próxima semana.
Millón de susurros de luz,
color, sonido e ilusión...
Domingo
33º del T.O. Ciclo C (17.11.2019): Lucas 21,5-19
De
parte de Lucas, muchas gracias. Así
lo dejo escrito CONTIGO:
Estamos
ya en el penúltimo domingo del año que la Iglesia dedica a la lectura del
Evangelio de Lucas. Se nos va a proponer la atenta escucha del relato de Lucas
21,5-19, que comienza así: “Al oír que algunos comentaban que el Templo
estaba adornado con piedras hermosas y ofrendas excelentes, Jesús dijo”.
A
partir de este momento el Evangelista pone en boca de su Jesús de Nazaret un
discurso inmenso que no acabará en el versículo 19, sino en el 36. Los oyentes
de la palabra en la liturgia del domingo escucharemos algo semejante a esto que
dice la BIA (Biblia de la Iglesia en América): “Gracias a su constancia
salvarán su vida”. En cambio, la llamada Biblia de Jerusalén y la
traducción oficial que se nos leerá dice textualmente esto otro: “Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Confieso que a mí no me
suena igual lo uno que lo otro.
Lucas
21,5-19 constata la destrucción del Templo de Jerusalén. Tal
vez, cuando el Evangelista escribe esa destrucción ya se hubiera realizado por
obra y gracia de la fuerza militar de la Roma de Vespasiano y de su
responsable y autoridad directa en la persona de Tito. Desde entonces, ese
Templo no ha levantado cabeza. Al contrario, el Islam levantó en todo su mismo
espacio la actual explanada de las Mezquitas donde brilla en todo su esplendor
la cúpula dorada, regalo de una realeza de Jordania. Cúpula levantada sobre el
altar de los sacrificios.
Esta
explanada (mejor sería escribir la palabra en mayúsculas por lo que vengo a
decir) es la cuestión primera y central responsable de los enfrentamientos de
judíos y palestinos a lo largo de todo este siglo XX y XXI. Sin una solución
internacional a esta cuestión de la EXPLANADA, y con ella a todo el espacio de
la actual ciudad amurallada de Jerusalén, no se arraigará la paz en Jerusalén,
la llamada tan sarcásticamente ‘Ciudad de la Paz’. Desean paz y siembran
violencia.
Tengo
que añadir otro dato, que ya comentaba el pasado día 2 de diciembre del año
2018. Se celebraba entonces la inauguración del nuevo año eclesial del Ciclo C
que concluiremos el próximo domingo día 24 de noviembre. En aquella primera
lectura en el Evangelio de Lucas escribía lo que ahora recuerdo contigo,
leyente atentamente interesado:
Primer
domingo de Adviento y primer texto del Evangelio que se nos propone meditar en
las liturgias de la misa santa y eucarística: Lucas 21,25-28. 34-36.
¿Por qué se usan tijeras tan especiales para silenciarnos el breve texto
de Lucas 21,29-33? ¿Tan complicada de comprender es la parábola de una higuera
que Lucas pone en labios de Jesús? Esa ‘higuera’ era ‘el
Templo’.
Según
las sugerencias de nuestra Iglesia, este relato apocalíptico de Lucas parece
ser una buena opción para comenzar y acabar la comprensión lectora del Tercer
Evangelio, el del toro. Y yo me digo que no. Que esta opción no es ni
pedagógica ni teológica. Dentro de tres años en el curso del 2022-2023
volveremos a leer, escuchar, meditar, comentar este mismo Tercer Evangelio, ¿lo
haremos de manera seguida, de principio a fin y todo completo? Así lo sueño y
lo deseo, aunque seguramente que no será posible ni con este Francisco papa ni
con su Dicasterio responsable del llamado ‘Culto Divino’. El Evangelio sigue
mal-tratado y maltratado.
Carmelo
Bueno Heras
Domingo 51º de Mateo (17.11.2019): Mateo
28,1-10.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)
“Pasado
el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena...”
(Mateo 28,1). Así comienza el Evangelista el relato del último capítulo de la
Buena Noticia de su Jesús de Nazaret. El capítulo es breve y tiene como
pretensión contarnos la confesión de su autor, y de sus posibles lectores, en
la resurrección de Jesús.
El
relato parece estar organizado alrededor de dos ámbitos, el del sepulcro sería
el primero (Mt 28,1-10) y más allá del sepulcro y hasta en Galilea, el
segundo ámbito (Mt 28,11-20).
La
narración de los hechos alrededor del sepulcro que leemos en este Evangelista
podemos leerla también en paralelo en el relato de Marcos 16,1-8.
Conviene hacer este ejercicio de leer a la vez ambos relatos. Detenidamente y
en más de una ocasión. Hay que caer en la cuenta de muchas semejanzas y de
tantas diferencias.
La
primera semejanza es la presencia de María Magdalena y de las mujeres
acompañantes. Y la primera diferencia importante es la presencia no de un joven
vestido de blanco (en Marcos), sino de un ángel que aparece en la escena del
sepulcro en medio de relámpagos y de truenos. Ambas personalidades (el Joven de
Marcos y el Ángel de Mateo) hablan de tú a tú con María Magdalena y las demás
mujeres.
Este
par de personajes (Joven y Ángel) son quienes anuncian que ‘el muerto Jesús de
Nazaret no está en el sepulcro, sino que ha resucitado’. Y que a este Jesús
resucitado se le puede ‘ver’, pero hay que ir a Galilea. Allí será posible
verlo. Y deben anunciar esta buena noticia de la resurrección a los apóstoles
de Jesús. Creo que hasta aquí las semejanzas o coincidencias en ambos relatos.
He
señalado la gran diferencia de las identidades de los anunciadores: un Joven o
un Ángel. A esta diferencia no pequeña hay que añadir que en Mateo se habla de
relámpagos y truenos para abrir el sepulcro donde quedo Jesús de Nazaret. Nada
de hechos cósmicos encontramos en el relato de Marcos. En Mateo no se dice nada
a las mujeres sobre la persona de Pedro, singular y explícitamente mencionada
en Marcos. Y otra diferencia más: en la narración de Marcos nada se dice de la
presencia de soldados que custodian la sepultura de Jesús.
Las
diferencias son tan escandalosamente significativas que me hacen dudar de los
hechos narrados. Me quedo para mis meditaciones con la escena del sepulcro
vacío y el anuncio de la resurrección de Jesús que se constata en ¡la vuelta a
Galilea! Allí donde Jesús de Nazaret habló y vivió. Ahí es donde este hombre
nació y se apareció como sucede con todo ser humano. Después de la muerte no
hay lugar para otra u otras segundas apariciones. Ahí es donde hay que ‘verlo
siempre con los ojos de los adentros de cada persona’. El muerto y sepultado
Jesús vive en los adentros de quien le confiesa vivo dentro de él. ¿No es así
como está en María Magdalena y en las demás mujeres? Cuando se le descubre, se
le siente y se le vive así a aquel Jesús de Nazaret es cuando se le puede
abrazar (Mt 28,8) sin temor y con la serena confianza de saberse con él y en
él, vivos y vivientes, dentro de uno, de ti, de mí, de todos. ¡Nunca fuera!
Carmelo
Bueno Heras
No hay comentarios:
Publicar un comentario