sábado, 16 de noviembre de 2019

De parte de Lucas, muchas gracias.(Domingo 33º del T.O. Ciclo C (17.11.2019): Lucas 21,5-19) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) Domingo 51º de Mateo (17.11.2019): Mateo 28,1-10.


Llegamos ya al corazón del mes de Noviembre. 
En el hemisferio del norte nos preparamos para la llegada de las llamadas inclemencias del frío. 
E imagino que para las gentes del hemisferio del sur les irán poco a poco llegando las inclemencias del calor. 

Llega el invierno para el norte y el verano para el sur. 
Y la tierra es única, pero sus relaciones con el sol y la luna no son semejantes por delante o por detrás, por arriba o por abajo. 

Todo anda dependiendo del ángulo desde donde se mire esta realidad que nos habita y en la que habitamos.
Todo va dependiendo de dónde se situé cada uno o de cómo vea los asuntos de las cosas... 

Miraré así también el asunto del llamado 'Templo de Jerusalén'. No por ser aquel templo, sino por ser todo templo de todos los tiempos, porque en las religiones enseguida se debe montar un templo para dar visibilidad notoria a tal religión. 

Y religiones y templos florecen por todas las partes, como las setas de otoño y de primavera con las primeras y últimas lluvias del año. 

Contemplar 'un templo'... 
Contemplarlo, sí. No para cambiarlo. Sólo para conocerlo. 
Y cuando esté conocido que cada cual se mire los adentros y decida.

Cuando le hago caso a 'mi contemplar' reconozco que templo-templo-templo-auténtico-definitivo-magnífico sólo hay uno, nuestro mundo en nuestro cosmos abrazado siempre por el aire, siempre en movimiento, siempre vivo. 
Y siempre tan tuyo como mío y de los otros. Nuestra casa de antes, de ahora, de después, de siempre. 

Reconozco que me ilusiona tanto como me sobrecoge el 'pensarlo, saberlo, imaginarlo, acogerlo'.
Con el sobrecogimiento de esta ilusión te dejo mis dos comentarios para esta semana. 
Los tienes a continuación. 
Y en el archivo adjunto.
Hasta el final del año eclesiástico en la próxima semana. 
Millón de susurros de luz, color, sonido e ilusión...

Domingo 33º del T.O. Ciclo C (17.11.2019): Lucas 21,5-19
De parte de Lucas, muchas gracias. Así lo dejo escrito CONTIGO: 

Estamos ya en el penúltimo domingo del año que la Iglesia dedica a la lectura del Evangelio de Lucas. Se nos va a proponer la atenta escucha del relato de Lucas 21,5-19, que comienza así: “Al oír que algunos comentaban que el Templo estaba adornado con piedras hermosas y ofrendas excelentes, Jesús dijo”.

A partir de este momento el Evangelista pone en boca de su Jesús de Nazaret un discurso inmenso que no acabará en el versículo 19, sino en el 36. Los oyentes de la palabra en la liturgia del domingo escucharemos algo semejante a esto que dice la BIA (Biblia de la Iglesia en América): “Gracias a su constancia salvarán su vida”. En cambio, la llamada Biblia de Jerusalén y la traducción oficial que se nos leerá dice textualmente esto otro: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Confieso que a mí no me suena igual lo uno que lo otro.

Lucas 21,5-19 constata la destrucción del Templo de Jerusalén. Tal vez, cuando el Evangelista escribe esa destrucción ya se hubiera realizado por obra y gracia de la fuerza militar de la  Roma de Vespasiano y de su responsable y autoridad directa en la persona de Tito. Desde entonces, ese Templo no ha levantado cabeza. Al contrario, el Islam levantó en todo su mismo espacio la actual explanada de las Mezquitas donde brilla en todo su esplendor la cúpula dorada, regalo de una realeza de Jordania. Cúpula levantada sobre el altar de los sacrificios.

Esta explanada (mejor sería escribir la palabra en mayúsculas por lo que vengo a decir) es la cuestión primera y central responsable de los enfrentamientos de judíos y palestinos a lo largo de todo este siglo XX y XXI. Sin una solución internacional a esta cuestión de la EXPLANADA, y con ella a todo el espacio de la actual ciudad amurallada de Jerusalén, no se arraigará la paz en Jerusalén, la llamada tan sarcásticamente ‘Ciudad de la Paz’. Desean paz y siembran violencia.

Tengo que añadir otro dato, que ya comentaba el pasado día 2 de diciembre del año 2018. Se celebraba entonces la inauguración del nuevo año eclesial del Ciclo C que concluiremos el próximo domingo día 24 de noviembre. En aquella primera lectura en el Evangelio de Lucas escribía lo que ahora recuerdo contigo, leyente atentamente interesado:

Primer domingo de Adviento y primer texto del Evangelio que se nos propone meditar en las liturgias de la misa santa y eucarística: Lucas 21,25-28. 34-36. ¿Por qué se usan tijeras tan  especiales para silenciarnos el breve texto de Lucas 21,29-33? ¿Tan complicada de comprender es la parábola de una higuera que Lucas pone en labios de Jesús? Esa ‘higuera’ era ‘el Templo’.

Según las sugerencias de nuestra Iglesia, este relato apocalíptico de Lucas parece ser una buena opción para comenzar y acabar la comprensión lectora del Tercer Evangelio, el del toro. Y yo me digo que no. Que esta opción no es ni pedagógica ni teológica. Dentro de tres años en el curso del 2022-2023 volveremos a leer, escuchar, meditar, comentar este mismo Tercer Evangelio, ¿lo haremos de manera seguida, de principio a fin y todo completo? Así lo sueño y lo deseo, aunque seguramente que no será posible ni con este Francisco papa ni con su Dicasterio responsable del llamado ‘Culto Divino’. El Evangelio sigue mal-tratado y maltratado.
Carmelo Bueno Heras

 Domingo 51º de Mateo (17.11.2019): Mateo 28,1-10.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

“Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena...” (Mateo 28,1). Así comienza el Evangelista el relato del último capítulo de la Buena Noticia de su Jesús de Nazaret. El capítulo es breve y tiene como pretensión contarnos la confesión de su autor, y de sus posibles lectores, en la resurrección de Jesús.

El relato parece estar organizado alrededor de dos ámbitos, el del sepulcro sería el primero (Mt 28,1-10) y más allá del sepulcro y hasta en Galilea, el segundo ámbito (Mt 28,11-20).

La narración de los hechos alrededor del sepulcro que leemos en este Evangelista podemos leerla también en paralelo en el relato de Marcos 16,1-8. Conviene hacer este ejercicio de leer a la vez ambos relatos. Detenidamente y en más de una ocasión. Hay que caer en la cuenta de muchas semejanzas y de tantas diferencias.

La primera semejanza es la presencia de María Magdalena y de las mujeres acompañantes. Y la primera diferencia importante es la presencia no de un joven vestido de blanco (en Marcos), sino de un ángel que aparece en la escena del sepulcro en medio de relámpagos y de truenos. Ambas personalidades (el Joven de Marcos y el Ángel de Mateo) hablan de tú a tú con María Magdalena y las demás mujeres.

Este par de personajes (Joven y Ángel) son quienes anuncian que ‘el muerto Jesús de Nazaret no está en el sepulcro, sino que ha resucitado’. Y que a este Jesús resucitado se le puede ‘ver’, pero hay que ir a Galilea. Allí será posible verlo. Y deben anunciar esta buena noticia de la resurrección a los apóstoles de Jesús. Creo que hasta aquí las semejanzas o coincidencias en ambos relatos.

He señalado la gran diferencia de las identidades de los anunciadores: un Joven o un Ángel. A esta diferencia no pequeña hay que añadir que en Mateo se habla de relámpagos y truenos para abrir el sepulcro donde quedo Jesús de Nazaret. Nada de hechos cósmicos encontramos en el relato de Marcos. En Mateo no se dice nada a las mujeres sobre la persona de Pedro, singular y explícitamente mencionada en Marcos. Y otra diferencia más: en la narración de Marcos nada se dice de la presencia de soldados que custodian la sepultura de Jesús.

Las diferencias son tan escandalosamente significativas que me hacen dudar de los hechos narrados. Me quedo para mis meditaciones con la escena del sepulcro vacío y el anuncio de la resurrección de Jesús que se constata en ¡la vuelta a Galilea! Allí donde Jesús de Nazaret habló y vivió. Ahí es donde este hombre nació y se apareció como sucede con todo ser humano. Después de la muerte no hay lugar para otra u otras segundas apariciones. Ahí es donde hay que ‘verlo siempre con los ojos de los adentros de cada persona’. El muerto y sepultado Jesús vive en los adentros de quien le confiesa vivo dentro de él. ¿No es así como está en María Magdalena y en las demás mujeres? Cuando se le descubre, se le siente y se le vive así a aquel Jesús de Nazaret es cuando se le puede abrazar (Mt 28,8) sin temor y con la serena confianza de saberse con él y en él, vivos y vivientes, dentro de uno, de ti, de mí, de todos. ¡Nunca fuera!
Carmelo Bueno Heras

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