Santa María Eugenia Milleret de Brou, virgen y fundadora
fecha: 10 de marzo
n.: 1817 - †: 1898 - país: Francia
canonización: B: Pablo VI 9 feb 1975 - C: Benedicto XVI 3 jun 2007
hagiografía: Vaticano
n.: 1817 - †: 1898 - país: Francia
canonización: B: Pablo VI 9 feb 1975 - C: Benedicto XVI 3 jun 2007
hagiografía: Vaticano
Elogio: En París, en Francia, santa María Eugenia (Ana) Milleret de Brou,
virgen, fundadora de la Congregación de Hermanitas de la Asunción, para la
educación cristiana de niñas.
refieren a este santo: Beato César de
Bus
Nacida en una familia burguesa, en 1817 en
Metz (Francia), tras la derrota definitiva de Napoleón y la Restauración de la
Monarquía, Ana-Eugenia Milleret no parecía estar destinada a trazar un camino
espiritual en la Iglesia de Francia. Su padre, liberal y seguidor de las ideas
de Voltaire, desarrolla su actividad como banquero y en la vida política.
Ana-Eugenia, dotada de una gran sensibilidad, recibe de su madre una educación
que le da un carácter fuerte y el sentido del deber. La vida familiar
desarrolla en ella una curiosidad intelectual y el espíritu romántico, un
interés por las cuestiones sociales y una amplitud de mirada.
Esta educación, lejos de la Iglesia, de
Cristo, de la escuela, está marcada por una gran libertad unida a un gran
sentido de la responsabilidad. La bondad, la generosidad, la rectitud y la
sencillez aprendidas junto a su madre, le llevará a decir más tarde que su
educación era más cristiana que la de muchos católicos piadosos de su tiempo.
Según la costumbre, como su contemporánea George Sand, Ana-Eugenia asistía a la
Misa los días de fiesta y había recibido los sacramentos de la iniciación
cristiana sin comprometerse a nada. Su primera comunión fue, con todo, una gran
experiencia mística para Ana–Eugenia en la que ya se encontraba todo el secreto
del futuro. Solo más tarde, captará el sentido profético de esta experiencia y
reconocerá en ella el fundamento de su camino hacia una pertenencia total a
Cristo y a la Iglesia.
Vivió una juventud feliz, aunque no faltó
el sufrimiento. La muerte de un hermano mayor que ella, la de una hermana
pequeña, una salud frágil y una caída que le dejará sus secuelas, marcaron su
infancia. Ana-Eugenia mostrará una madurez superior a la de su edad, sabrá
esconder sus sentimientos y hacer frente a lo que va viniendo. Más tarde, tras
un periodo de gloria, tendrá que enfrentarse al fracaso de los bancos de su
padre, a la incomprensión y separación de sus padres, a la pérdida de toda
seguridad. Ana-Eugenia tiene que abandonar la casa de su infancia e ir a París con
su madre, mientras que su hermano Luis, su gran compañero de juegos, se
marchará con su padre.
En París, junto a su madre a la que
adoraba, la verá afectada terriblemente por el cólera que se la llevó en unas
horas, dejando a su hija de 15 años sola en el mundo, en una sociedad mundana y
superficial. En esta situación y a través de una búsqueda angustiosa y casi
desesperada de la verdad, Ana-Eugenia llegará a su conversión sedienta del
Absoluto y abierta a lo transcendente.
A los 19 años, Ana–Eugenia asiste a las
Conferencias cuaresmales en la Catedral de Nuestra Señora, en París, predicadas
por el Padre Lacordaire, joven pero ya conocido por su talento como orador.
Antiguo discípulo de Lamennais —habitado como él por la visión de una Iglesia
renovada jugando un papel nuevo en el mundo— Lacordaire comprende su tiempo y
quiere cambiarlo. Conoce los interrogantes y las aspiraciones de los jóvenes,
su idealismo y su ignorancia sobre Cristo y la Iglesia. Su palabra llega al
corazón de Ana-Eugenia, responde a sus propios interrogantes y despierta en
ella una gran generosidad. Ana Eugenia ve a Cristo como Liberador universal y
su Reino en la tierra a través una sociedad fraterna y justa. Me sentía
realmente convertida, escribe, y sentía el deseo de entregar todas mis fuerzas,
o mas bien toda mi debilidad, a esta Iglesia que desde entonces me parecía que
era la única que poseía aquí abajo el secreto y el poder del bien.
En este momento, conoce a otro predicador,
también antiguo discípulo de Lammenais, el Padre Combalot, que escogerá como
confesor. El Padre Combalot se da cuenta que tiene ante a él a un alma
privilegiada y designa a Ana-Eugenia como fundadora de la Congregación que él
soñaba desde hacía tiempo. Insistiendo en que esta fundación es la voluntad de
Dios y que Dios la había escogido para realizar esta obra, el Padre Combalot
convence a Ana-Eugenia para que asuma este proyecto: una obra de educación. El
P. Combalot está convencido de que solamente a través de la educación, se podrá
evangelizar las inteligencias, hacer que las familias sean verdaderamente
cristianas y así transformar la sociedad de su tiempo. Ana-Eugenia acepta este
proyecto como un deseo de Dios y se deja guiar por el P. Combalot.
A los 22 años, María Eugenia se convierte
en Fundadora de las Religiosas de la Asunción, entregadas a consagrar toda su
vida y todas sus fuerzas para extender el Reino de Cristo en el mundo. En 1839,
con otras dos jóvenes, Ana-Eugenia Milleret empieza una vida comunitaria de
oración y de estudio en un apartamento de la calle Férou, muy cerca de la
Iglesia de San Sulpicio en París. En 1841, abren la primera escuela con el
apoyo de Mme de Chateaubriand, Lacordaire, Montalembert y sus amigos. Años más
tarde la comunidad contará con 16 hermanas de cuatro nacionalidades.
Maria Eugenia y las primeras hermanas de
la Asunción quisieron unir lo antiguo y lo nuevo: unir los antiguos tesoros de
la espiritualidad y de la sabiduría de la Iglesia con una nueva forma de vida
religiosa y de educación que respondieran a las necesidades de las mentalidades
modernas. Se trata de asumir los valores de su tiempo, y a la vez, transmitir
valores evangélicos a la cultura naciente de una nueva era industrial y
científica. La Congregación desarrollará una espiritualidad centrada en Cristo
y en el misterio de la Encarnación, a la vez profundamente contemplativa y
profundamente apostólica. Será una vida vivida en la búsqueda de Dios y en un
fuerte compromiso apostólico.
La vida de María Eugenia de Jesús fue
larga, una vida que atravesó casi todo el siglo XIX. Amaba profundamente su
tiempo y quería participar activamente en su historia. Progresivamente todas
sus energías se fueron unificando, de una u otra manera, en el desarrollo y la
extensión de la Congregación, la obra de su vida. Dios le iba enviando hermanas
y amigos. Una de las primeras fue una irlandesa, mística y amiga íntima a la
que María Eugenia, al final de su vida, la llama “la mitad de mi ser”. Kate
O’Neill, en religión Madre Thérèse Emmanuel, se considera como co-fundadora. El
P. Emmanuel d’Alzon, que llegó a ser el director espiritual de María Eugenia
poco después de la fundación, será para ella padre, hermano, amigo según las
etapas de la vida. En 1845, el P. d’Alzon fundó los Agustinos de la Asunción y
los dos fundadores se ayudaron mutuamente a lo largo de 40 años. Los dos tenía
un don para la amistad y trabajaron en la Iglesia con numerosos laicos. Juntos,
en seguimiento de Jesús, religiosas, religiosos y laicos han trazado el camino
de la Asunción y forman parte de la inmensa nube de testigos.
En los últimos años de su vida, M. María
Eugenia de Jesús experimentará poco a poco el debilitamiento físico, vivido en
la humildad y en el silencio, en una vida totalmente centrada en Jesucristo. El
9 de marzo de 1898 recibe por última vez la comunión y en la noche del 10 de
marzo se duerme dulcemente en el Señor. Será beatificada por Pablo VI, en Roma,
el 9 de febrero de 1975, y canonizada por Benedicto XVI el 3 de junio de 2007.
fuente: Vaticano
accedido 2144 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_836
No hay comentarios:
Publicar un comentario