San Francisco Coll, religioso presbítero
fecha: 2 de abril
n.: 1812 - †: 1875 - país: España
otras formas del nombre: Francisco Coll Guitar
canonización: B: Juan Pablo II 29 abr 1979 - C: Benedicto XVI 11 oct 2009
hagiografía: Vaticano
n.: 1812 - †: 1875 - país: España
otras formas del nombre: Francisco Coll Guitar
canonización: B: Juan Pablo II 29 abr 1979 - C: Benedicto XVI 11 oct 2009
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Vic, en la región de Cataluña,
en España, san Francisco Coll, presbítero de la Orden de Predicadores, que al
ser injustamente exclaustrado, prosiguió su firme vocación y anunció por toda
la región el nombre del Señor Jesucristo.
Fundador de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, nació en
Gombrèn, diócesis de Vic y provincia de Gerona, en España, el 18 de mayo de
1812. El 19 del mismo mes y año recibió el bautismo. Desde la infancia se
sintió inclinado al sacerdocio y, en orden a su preparación, se incorporó al
seminario de la capital de su diócesis en 1823, donde cursó estudios
humanísticos y el trienio filosófico. En 1830 ingresó en la Orden de Santo
Domingo en el convento de la Anunciación de Gerona. Tras el año de noviciado y
consiguiente profesión religiosa hasta la muerte, se entregó, en octubre de
1831, al estudio de la teología, y recibió las órdenes sagradas hasta el
diaconado inclusive.
En agosto de 1835, con sus hermanos de comunidad, se vio
obligado a abandonar el convento a causa de las leyes persecutorias contra los
religiosos en España. Vivió heroicamente su consagración religiosa en calidad
de fraile exclaustrado, ya que a lo largo de la vida no fue posible restaurar
convento alguno de frailes de la Orden de Predicadores en el territorio de la
Provincia de Aragón a la que pertenecía. Recibió el presbiterado en Solsona el
28 de mayo de 1836 y, al comprobar que no se autorizaba la reapertura de
conventos, de acuerdo con los superiores, ofreció sus servicios ministeriales
al Obispo de Vic. Éste lo envió como coadjutor a la parroquia de Artés,
primero, y, poco después, en diciembre de 1839, a la de Moià.
Desde el comienzo de su entrega al ministerio asumió tareas
que iban más allá de las estrictamente parroquiales. El celo que le devoraba lo
salvó de la inercia de la exclaustración. Formó en un principio parte de la
«Hermandad Apostólica » que promovió San Antonio Mª Claret, y se entregó a
predicar ejercicios espirituales y misiones populares. En 1848 recibió el
título de «Misionero Apostólico». Diferentes Prelados lo llamaron a sus
diócesis para que desarrollara una predicación misionera, que fue pacificadora
en tiempo de frecuentes guerras civiles. Su nombre se hizo popular y venerado por
las diferentes comarcas de Cataluña.
Reclamaban a porfía su predicación evangélica orientada a
reavivar la fe en medio del Pueblo de Dios y a conseguir el retorno de los
alejados a las prácticas religiosas. Se valió muy especialmente del Rosario,
que propagó entre las gentes de pueblos y ciudades por medio de la renovación
de cofradías, establecimiento del «Rosario Perpetuo» en que se alistaban miles
de personas, e instrucciones dirigidas a los fieles para que meditaran con
fruto sus misterios. En orden a este mismo objeto publicó pequeños libros,
titulados «La Hermosa Rosa» y «Escala del Cielo», de los que se hicieron varias
ediciones con gran número de ejemplares en cada una de ellas, porque los
distribuía abundantemente en las misiones. Predicaba todos los años la cuaresma
y los meses de mayo y octubre en honor de María en núcleos importantes por su
población: Barcelona, Lérida, Vic, Gerona, Solsona, Manresa, Igualada, Tremp,
Agramunt, Balaguer...
Al comprobar la ignorancia religiosa y la falta de correspondencia
a las normas de la vida cristiana por parte de los bautizados fundó el 15 de
agosto de 1856 la Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata, para la
santificación de sus miembros y la educación cristiana de la infancia y de la
juventud, muy afectada por el abandono e ignorancia religiosa. Se halla
extendida, no sólo por Europa, sino también por América, África y Asia.
La entrega a la predicación, particularmente por medio de
ejercicios espirituales dirigidos a sacerdotes y religiosas, misiones
populares, cuaresmas, novenarios y otros modos de evangelización, bien puede
decirse que continuó hasta el fin de la vida, aun cuando en los cinco últimos
años se vio afectado por una progresiva enfermedad de apoplejía y consiguiente
ceguera, que se le declaró el mismo día en que los Obispos del mundo católico
se reunían en Roma para iniciar los trabajos del Concilio Vaticano I. Falleció
santamente en Vic el 2 de abril de 1875. Fue beatificado por SS Juan Pablo II
el 29 de abril de 1979 y canonizado or SS Benedicto XVI el 11 de octubre de
2009.
De sus Obras:
Debemos hacer oración para dar gloria a Dios. A ella
acudiremos con gran esperanza de alcanzar fortaleza en la lucha cotidiana.
Durante la misma se ha de avivar la fe en la presencia de Dios que quiere
tratar con todos. (Obras Completas, p. 10)
Quiero hacer la voluntad de Dios y prometo practicar la
oración con toda humildad y confianza, conformándome a la voluntad divina, por
más tentaciones, desconfianzas y sequedades que el Señor permita. El ejemplo de
Cristo orante me servirá de ánimo y de consuelo. Es muy necesario saber
practicar la humildad de corazón. (OC, pp. 63-64)
Hagamos oración, hijos de Jesús y de María. Es tan
importante para nosotros, como lo es el alimento para el cuerpo. Así como el
alimento es necesario al rey y al vasallo, al rico y al pobre, al eclesiástico
y al seglar; del mismo modo, a todos éstos para cumplir sus deberes como buenos
cristianos, les es indispensable la oración. Aseguran los Santos, que el
cristiano sin oración es un árbol sin fruto, una fuente sin agua, un soldado
sin armas y un plaza sin muralla que no puede defenderse de los enemigos. (OC,
p. 386)
Tenemos el memorial del Rosario de María. Éste es nuestro
santo rezo, y éste es el que ponemos, cuando lo rezamos, en manos de María, y
ella lo presenta y pone en las manos de nuestro Padre celestial. ¿Habrá gracia
alguna que no alcancemos para nosotros o para nuestros prójimos, si
presentamos, como se debe, este perfectísimo memorial, el Santo Rosario? Estoy
cierto y seguro que no, si lo rezamos como corresponde, pues la misma Virgen
María lo ha asegurado. Rezadlo, rezadlo con viva fe, con toda humildad, con
todo el fervor y atención posibles. (OC, p. 225)
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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