Beata Ana Rosa Gattorno, viuda y fundadora
fecha: 6 de mayo
n.: 1831 - †: 1900 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 9 abr 2000
hagiografía: Vaticano
n.: 1831 - †: 1900 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 9 abr 2000
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Roma, beata Ana Rosa Gattorno,
religiosa, que, siendo madre de familia, al quedar viuda lo dejó todo y se
entregó por completo a Dios y al prójimo. Fundó la Congregación de Hijas de
Santa Ana, Madre de María Inmaculada, donde brilló por la gran labor realizada
a favor de los enfermos, los débiles y los niños desamparados, en cuyo rostro
contemplaba a Cristo pobre.
Amor mio, cómo puedo hacer para que todo
el mundo te ame? Sírvete una vez más de este tu miserable instrumento para
reavivar la fe y la conversión de los pecadores.

Este impulso generoso brotado a los pies
de su «Sumo Bien», que la atraía siempre más irresistiblemente a sí, constituyó
el anhelo profundo del corazón de Ana Rosa Gattorno, hasta impulsarla a ofrecer
totalmente su vida en una continua inmolación por la gloria y complacencia del
Padre. Nació en Génova el 14 de octubre de 1831, de una familia de condición
económica acomodada, de buena posición social y de profunda formación
cristiana. Fue bautizada el mismo día, en la Parroquia de San Donato, con el
nombre de Rosa María Benedetta. A los 21 años (5 de noviembre, 1852) , contrajo
matrimonio con su primo Jerónimo Custo y se trasladó a Marsella. Una imprevista
crisis financiera turbó muy pronto la felicidad de la nueva familia, obligada a
volver a Génova marcada por la pobreza. Desgracias aún mas graves la
amenazaban, su primera hija Carlota afectada de una improvisa enfermedad quedó
sordomuda para siempre; el tentativo de Jerónimo para hacer fortuna en el
extranjero se concluyó con el regreso, agravado por una funesta enfermedad; el
gozo de los otros dos hijos fue profundamente turbado por el fallecimiento del
marido, que la dejó viuda a menos de seis años de casada (9 de marzo, 1858) y
después de algunos meses la pérdida de su último hijito.
El apremiar de tantos acontecimientos
tristes, marcó en su vida un cambio radical que ella llamará «su conversión» a
la oferta total de sí al Señor, a su amor y al amor del prójimo. Purificada por
las pruebas, pero fuerte en el espíritu, comprendió el verdadero sentido del
dolor, enraizándose en la certeza de su nueva vocación. Bajo la guía del
confesor don José Firpo emitió en forma privada los votos perpetuos de castidad
y obediencia en la fiesta de la Inmaculada del 1858; enseguida también el de
pobreza (1861), en el espírirtu del pobrecito de Asis, como terciaria
franciscana. Desde el 1855 había obtenido el beneficio de la comunión diaria,
no común en aquel tiempo. A tal manantial de gracia quedó constantemente
anclada y sostenida por una siempre mayor intimidad con el Señor, en la cual
encontró apoyo, ardor misionero, fuerza e impulso para el servicio a los
hermanos. En 1862 recibió el don de los estigmas ocultos, percibidos más
intensamente los días viernes.
Las asociaciones católicas en Génova la
solicitaban y así, aún amando el silencio y el anonimato, todos notaron el
carácter genuinamente evangélico de su tenor de vida. Progresando en este
camino le fue confiada la presidencia de la «Pía Unión de las nuevas Ursulinas,
Hijas de Santa María Inmaculada», fundada por Frassinetti y por expreso deseo
del Arzobispo Monseñor Charvaz, también la revisión de las reglas destinadas a
la Pía Unión. Justamente en aquella circunstancia (febrero 1864), en un clima
de más intensa oración, delante del Crucifijo, recibió la inspiración de una
nueva regla para una suya específica Fundación. Temiendo ser obligada a
abandonar los hijos, reza, hace penitencia, pide consejo. Fray Francisco de
Camporosso, santo capuchino lego, aún mostrándose temeroso por las graves
tribulaciones que se perfilaban, la sostiene dándole valor; de igual manera lo
hacen el confesor y el Arzobispo de Génova.
Superadas las resistencias de los
parientes y abandonadas las obras de Génova, no sin disgusto de su Obispo, da
inicio en Placencia a la nueva Familia Religiosa que denominó definitivamente
«Hijas de Santa Ana, Madre de María Inmaculada» (8 diciembre 1866). Vistió el
hábito religioso el 26 de julio de 1867 y el 8 de abril de 1870 emitió la
profesión religiosa junto a doce hermanas. En el desarrollo del Instituto
recibió la colaboración del P. Juan Baustista Tornatore, sacerdote de la
Misión, a quien pidió expresamente que escribiera las Reglas y que luego fue
considerado Cofundador del Instituto.
Confiada totalmente a la Providencia
divina y animada desde el principio de un valeroso impulso de caridad, Rosa
Gattorno dió inicio a la construcción de la «Obra de Dios», como la había
llamado el Papa y como la llamará siempre también ella, elegida para cooperar,
en espíritu de donación materna, atenta y solícita hacia las diversas formas de
sufrimiento y de miseria moral o material, con la única intención de servir a
Jesús en sus miembros adoloridos y heridos y de «evangelizar ante todo con la
vida».
Da inicio a varias obras de servicio para
los pobres y enfermos de cualquier enfermedad, para las personas solas,
ancianas, abandonadas; los pequeños e indefensos; las adolescentes y las
jóvenes «en peligro» a quienes proveía una instrucción adecuada y la sucesiva
inserción en el mundo del trabajo. A estas formas, se agregan muy pronto la
apertura de escuelas populares para la instrucción de los hijos de los pobres y
otras obras de promoción humano-evangélica, según las necesidades más urgentes
de la época, con una efectiva presencia en la realidad eclesial y civil.
Llamaba a sus hijas «Siervas de los pobres y ministras de la misericordia» y
las exhortaba a acoger como signo de predilección del Señor el servicio a los
hermanos, cumpliéndolo con amor y humildad: «Sean humildes piensen que son las últimas
y las más miserables de todas las creaturas que prestan su servicio a la
Iglesia, de la cual tienen la gracia de formar parte».
A pesar de la buena acogida de su obra, no
fueron ahorradas a Madre Rosa Gattorno pruebas, humillaciones, dificultades y
tribulaciones de todo género. No obstante esto, el Instituto se difundió
rápidamente en Italia y en el extranjero, realizando así el ardiente deseo
misionero de la fundadora: «Amor mío! Cómo me siento arder de deseo de hacerte
conocer y amar por todos; quisiera atraer a todo el mundo, dar a todos,
socorrer a todos quisiera correr por doquier y gritar fuerte para que todos
vengan a amarte». Ser «portavoz de Jesús» y hacer llegar a todos los hombres el
Amor que salva, fue siempre el anhelo profundo de su corazón. En 1878 enviaba
ya a las primeras Hijas de Santa Ana en Bolivia, después Brasil, Chile, Perú,
Eritrea, Francia, España.
Puro y simple instrumento en las manos del
«Delicado Artífice», conformada a Cristo pobre y víctima de amor con El,
realizó en su vida el anhelo inculcado a sus hijas : «Vivir por Dios y morir
por El, gastar la vida por amor». Así vivió hasta febrero de 1900, cuando
afectada por una inesperada enfermedad, se agravó rápidamente. Sometida a duras
pruebas de penitencia, frecuentes y extenuantes viajes, una intensa
correspondencia epistolar, preocupaciones y grandes disgustos, su físico no
pudo más. El 4 de mayo recibió el sacramento de los enfermos y dos días después
el 6 de mayo, a las 9 de la mañana, cumplido su peregrinaje terreno se extingue
santamente en la Casa General. La fama de santidad que ya había irradiado en
vida, irrumpe en ocasión de su muerte, creciendo ininterrumpidamente en todas
partes del mundo. Fue beatificada por SS Juan Pablo II el 9 de abril del 2000.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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